El fallo de cupido – Lo que ayer no tuve

El sol brillaba en el cielo sin una sola nube para empañar su esplendor. Era un día radiante, perfecto. En ese día Claudia estaba parada en medio de una sala observando la ventana mientras  terminaban de arreglar su vestido. La señora de la confesión solo estaba arreglando los detalles del gran vestido para que todo quedara bien para la ceremonia dentro de una hora. El cuarto estaba totalmente  lleno de luz, Claudia ya no tenía el cabello rojo, sino de su color natural, un castaño oscuro que combinaba a la perfección con su cuerpo moreno; no traía sus lentes pues su rostro estaba maquillado de manera preciosa para una boda. Un maquillaje dorado que le dibujaba una ligera sonrisa en sus labios. Su gran vestido blanco ahora era de princesa, con mangas largas transparentes. Se sentía preciosa y lo era.

—He visto la cara de felicidad y nervios en cientos de novias, en ti no percibo eso. ¿Qué no te quieres casar? —dijo la señora que estaba terminando de arreglar a la joven.

—No diga eso, estoy más que segura y feliz de casarme con Alberto. Jamás había estado tan segura de algo.

—¿Entonces por qué tan sentida? Pareces más llena de nostalgia que nerviosa.

—Nerviosa no estoy —explicó Claudia alzando sus brazos para que la chica cosiera algunas cosas que faltaban—. Ya te lo dije, estoy segura y cuando alguien está segura de algo aunque sepa que pueden pasar cosas difíciles después o que no resulte como quiere, tomé la decisión como él también lo hizo. No puedo tener miedo con él.

—Tan enamorada —habló la mujer bajando los brazos de la chica, para ahora concentrarse en el listón de la cintura—. ¿Entonces qué pasa? ¿Ya te habían dejado antes en el altar?

Claudia rio al escuchar eso y no ocultó su sonrisa burlona de eso, lo cual impresionó a la mujer

—De hecho sí —la otra mujer abrió mucho los ojos como pidiendo disculpas, pero Claudia siguió—. No te preocupes, fue hace siete u ocho años.

—Ay, cómo amo mi trabajo, enserio. Cuéntame todo que aún me falta arreglarte el velo y estarás perfecta. A cambio de mi clara paga, necesito chisme, amiga.

Claudia volvió a reír y negar con la cabeza.

—Pues… Tenía veintitrés, el veintiséis. El ya estaba en un hospital desde hace tiempo haciendo su servicio social donde conoció a una hermosa enfermera, con la que no dudo ni un segundo en ponerme el cuerno.

—No… —dijo sorprendida la chica, pero sin dejar de hacer su trabajo—. Te dejó, no, que poco hombre.

—No, no, te estoy diciendo que me dejó plantada en la boda. Yo no me enteré hasta ese día.

—¿Fue a decirtelo y huyó con su amante en una moto? —preguntó burlona la señora.

—Ja, ja, ni siquiera se atrevió a presentarse en la boda. Me envió un mensaje de texto, así me terminó ese mismo día.

—Que idiota, con razón estás tan tranquila. Lo peor que te puede pasar en tu boda ya lo viviste; sí hubiera vivido eso tampoco le tendría miedo a nada.

Claudia giró la vista al espejo para verse. Su cabello estaba recogido, peinado con un trenzado de corona que dejaba al descubierto su rostro maquillado con ligero brillo labial.
La mujer terminó de arreglar a Claudia y entonces siguieron hablando.

—Pasó hace tanto tiempo, en su momento me dolió, pero ahora solo me rio al recordarlo. Lo único que quiero hoy es no fallarle a Alberto, nunca.

—Pues entonces eres muy afortunada. Más que nada porque hayas decidido darte otra oportunidad para intentar una boda, esas cosas no se olvidan fácil.

—¿Y qué sucedió con ese hombre? ¿Se quedó con esa mujer?

—Si te soy sincera, no tengo ni idea. Tiene años que no sé nada de él, creo que se mudó o algo así, es muy buen doctor así que se fue a un país de Europa a trabajar en su especialidad. Estoy feliz por él, aunque eso sí; creo que luchó por esa mujer. Estaba muy enamorado de esa enfermera.

—Como para dejarte por ella, lo creo. ¿Cómo que siguió luchando?

—Sí, es que se iban a casar. Pero creo que la chica se arrepintió o algo así. Él la quería mucho e hizo de todo para que ella volviera con él, pero no estoy segura sí volvieron.

—Ojalá no, se lo merecía por todo lo que te hizo.

—Pues yo pienso que sí, no le deseo a nadie lo que pasé, ni siquiera él. Creo que le fue bien y eso espero, ya soy lo suficientemente feliz como para sentirme mal por algo de ese entonces o desearle un karma horrible.

—Muy noble mujer, debía sufrir.

Fue lo último que dijo la mujer del tema antes de empezar a guardar sus cosas y salir de la habitación. Antes de salir de la puerta para dejar a la novia en paz, le regaló una última mirada a Claudia acompañado de una sonrisa así como palabras de despedida.

—Quedaste hermosa. Le hablaré a tus amigas para que puedas pasar un rato con ellas antes de que tengas que pasar al altar. Y Claudia —la novia la alzó la mirada al escuchar su nombre—. Creeme, ninguna novia se salva de los nervios.

Claudia no entendió el comentario, pero asintió con la cabeza. Fue así como apenas salió del cuarto sus dos amigas entraron corriendo al cuarto. Arlet fue la primera en entrar y verla de pies a cabeza con una sonrisa encantadora. Por otro lado entró Raquel, la antigua amiga de Regina que hace varios años se había vuelto cercano al grupo de amigos que se formó en el último semestre de Claudia en el pasado.

—Dios, te ves divina y hermosa, enserio. No puedo creer lo linda que estás, no puedo creer que mi mejor amigo se casará con mi mejor amiga —dijo Arlet sujetando con una gran sonrisa las manos de Claudia.

La novia sonrió con sinceridad e incredulidad. Quizá la mujer de hace rato tenía razón, al final una nunca deja de tener ansias, pánico y desesperación al momento de entregarte a alguien para siempre. Raquel que tenía una personalidad muy adorable ante ciertas personas, aplaudió suave y sin hacer ruido de la emoción.

—Arlet tiene razón, te ves divina. Me alegro mucho por ti, de verdad —explicó con entusiasmo—. Hasta Armando esta muy emocionado, después de todo es el padrino de boda. Como Arlet, la madrina.

—Bueno, yo los presenté, tenía que serlo —afirmó la amiga con cierta pasivo agresividad que confundió a Raquel.

Lo cual la confundió, pero no le quitó su gran animo.

—Sí, claro. Armando no los presentó, pero también apoyo mucho tiempo su relación y es muy amigo de Alberto, ¿no? —preguntó Raquel con cierta ingenuidad.

Raquel era cuatro años menor que Claudia, era hermosa, amable y con cierta inocencia en varios temas al no pensar mal de nadie nunca. Eso irritaba a Arlet porque desde hace largo tiempo ella salía de vez en cuando con Armando, a quién de cierta manera nunca había dejado de querer y al estar tan cerca de él tampoco se olvidó de él tan fácil. Fue así como la chica se unió al grupo sin darse cuenta, aunque estaba más alejada de todos, también permanecía cerca al tener una relación extraña con el chico.

Claudia estaba consiente de que Arlet nunca había aceptado a Raquel. A pesar de que ella había seguido su vida e incluso tenido más parejas, sabía que el cariño que le tenía al enfermero era especial.
Por eso decidió intervenir en la plática antes de que algo malo sucediera.

—A ambos los adoro bastante y estoy feliz de que hayan aceptado. Es decir, sé que Alberto y yo ya vivimos juntos desde hace tiempo, pero aún así esto se siente diferente. Estoy muy feliz.

Las amigas sonrieron felices por la mujer. Caminaron a ella para abrazarla sin arruinar su vestido o peinado, fue algo correspondido que pronto alegro a todos en la habitación. Para interrumpir el momento, sin intenciones de hacerlo, Marisol entró a la habitación para dar un anuncio a su hermana.

—Clau, ¿Estás lista? Para que la ceremonia empiece ya.

Marisol ya había crecido, ya no era una niña de diecisiete años, ahora tenía veintitrés y estaba esperando su titulación de la carrera; un proceso bastante largo, pero ya estsba empezando por buscar lo necesario para poder hacer investigaciones de su carrera y dedicarse a eso, al menos eso buscaba.

—Sí, sí, no quiero hacerlos esperar —contestó Claudia respirando profundo—. Estoy lista.

Claudia salió del cuarto de la casa que habían rentado para la ceremonia. Era una casa enorme, con un salón de fiestas en la parte de abajo con las mesas preparadas para la fiesta, los meseros listos, adornos de flores rojas en todo el lugar así como bonitos adornos dorados que acompañaban todo lo demás. Claudia sentía que repetía la ilusión que vivió hace años, pero está vez, era real.
Caminó con la cabeza alzada por todo lo que sería su noche magnífica, el día que por fin se uniría al hombre que ama hasta que el amor que haya entre ellos se acabe.

La ceremonia se llevaría a cabo en el jardín de la casa, un hermoso lugar al aire libre lleno de rosas, árboles frutales y lirios plantados. Acomodado con muchas sillas donde los invitados estaban sentados esperando con asías que la novia llegara. La música comenzó a sonar para darle la entrada a la novia, todos se callaron y pronto lo único que existía en ese momento era la novia. Al saber que todo estaba listo el novio ansioso de todo pasó primero acomoladado de su mamá, como era debido, hasta el altar. Después de ellos entraron los padrinos. Las madrinas llevaban un vestido azul precioso que les llegaba a las rodilla y acomodaba elegantemente su figura. Arlet y Armando al verse se dedicaron una sonrisa sincera después de mucho tiempo, pero pronto se separaron para ponerse en su lugar correspondiente.
Después siguió el padre de Alberto que se sentó en las primeras filas contento de ver a su hijo casarse con una mujer que lo hacía feliz.

Por último llegó la persona más esperada, la novia acompañada de su mamá. Apartir de este momento Claudia no había vivido esto antes, por eso empezó a sentir las cosas por las que antes no estaba nerviosa. Sintió felicidad al ver que Alberto estaba ahí, porque ella sabía que lo estaría, pero verlo le hizo lagrimear y sonreír al verlo. El hombre estaba maravillado y escéptico de creer que se casaría con una mujer tan hermosa así como noble.

La mamá de Claudia sentía tranquilidad al entregar a su hija, porque esta vez sabía que ella siempre estaría bien. Su hija era fuerte, nunca lo dudó; pero jamás dejaría de cuidarla por nada del mundo. Su mamá acompañada de su hija caminaban lento para llegar, amando cada momento juntas.

—Claudia —susurró la señora Romero a su hija quién la miró por unos segundos—. Tú papá también te entregó hoy.

Claudia no pudo evitar llorar más en ese momento, a pesar de que se aguanto un llanto incontrolable; al momento de escuchar eso sintió como si sus papás lado a lado la estuvieran entregado. Justo como si papá le prometió cuando era pequeña antes de morir, sería el hombre más feliz de la tierra al estar a su lado. La mamá entregó a la novia

Creando un ambiente mágico y romántico la ceremonia empezó. Alberto sonrió feliz de ver a la mujer de sus sueños lista para jurarle ante Dios que pasarían el resto de sus días juntos. Momentos atrás había estado arreglando su traje negro qué realizaba su apariencia, siempre había sido un hombre simpático ante los ojos de cualquiera; pero hoy se veía mejor que en cualquier otro día, más que nada porque su felicidad le ayudaba. Había estado nervioso hablando con su hermano y su papá de todo tipo de cosas, pero nada evitaba que sintiera una mezcla de emociones que eran difíciles de expresar incluso para él mismo. Verse a los ojos lo hacía único en todo momento.

Claudia y Alberto escucharon atentamente el discurso de quien oficiaria la boda. Sobre el amor, el compromiso y sobre todo la importancia de una vida juntos llena de altas y bajas donde solo dependerá de ellos poder vivir sin que esos males sean más que ellos. Tenían que aceptar que el amor que se tenían, sería más que suficiente para superar cualquier cosa que se les enfrentara.
 
Fue así como también entre ellos se prometieron por fin amor eterno, a pesar de que ambos sabían que lo tenían desde hace ya muchos años. La boda solo era un reflejo de todos los años habían pasado juntos superando todo, aprendiendo del otro así como amandose como solo ellos podían hacerlo. Toda risa, todo llanto compartido fue demostrado en ese momento, en esa ceremonia. Cuando llegó el momento de intercambiar los anillos, Claudia y Alberto lo hicieron con sonrisas radiantes.

Para muchos las bodas no eran más que compromisos vacíos donde se podría cumplir lo mismo siendo novios. De ser cierto o no ellos no lo veían así, sino como una promesa eterna entre ellos donde un anillo era capaz de simbolizar lo que juntos querían ser capaz de formar con los años así como lo habían hecho antes.

Finalmente, el padre los declaró Marido y mujer. Los invitados se levantaron felices, aplaudieron y dieron gritos de felicidad por los nuevos esposos. Alberto acercó la cintura de Claudia hacía él, ella lo miró con deseo; fue en ese momento que Alberto la besó acariciando sus mejillas, como si fuera la primera vez que se besaran.

Así fue como todos inmediatamente pasaron al salón de fiestas para comenzar la gran celebración de una cosa tan maravillosa como la que acababa de pasar. La música en vivo comenzó a sonar, creaba un ambiente festivo mientras los invitados disfrutaban de la cena y el baile.

La señora Rojas estaba sería en todo momento, nunca había sido una mujer muy expresiva; pero estaba feliz por su hijo. Su hermano estaba feliz por su hermano, conoció a Claudia hace mucho tiempo y sabía que ella era el tipo de chica que Alberto quería.

Marisol, la hermana menor de Claudia, también habló con cariño sobre los momentos especiales que había compartido con su hermana a lo largo de los años y deseó a la pareja toda la felicidad del mundo. Fue la primera en hablar con ellos.  El papá de Alberto, con una sonrisa llena de orgullo, brindó por la felicidad de su hijo y su nueva nuera.

Después de los discursos, llegó el momento del primer baile como esposos. Claudia y Alberto se abrazaron con ternura en el centro de la pista de baile mientras una canción romántica llenaba el ambiente. Sus miradas se encontraron, y el mundo a su alrededor desapareció mientras compartían ese momento mágico.

Arlet y Armando, fueron los siguientes en la pista de baile, seguidos por familiares y amigos que celebraron la unión. La noche continuó con risas, bailes y momentos emotivos. Claudia y Alberto cortaron el pastel juntos, alimentándose mutuamente mientras las cámaras capturaban el momento. Luego se realizó un brindis con copas de champán agradeciendo por todo.

A medida que avanzaba la noche, la pista de baile se llenaba de invitados que celebraban la felicidad de la pareja. Ahí la pareja decidió sentarse un momento lado al lado para disfrutar su momento juntos.  La boda de Claudia y Alberto aún no había terminado. Incluso en un momento fuera de tensión Armando caminó hasta la mesa de Arlet, quienes no se habían visto en un tiempo, le sostuvo fuerte la mano y la levantó de su triste asiento para sacarla a bailar una canción lenta que sonaba para que otras parejas hicieran lo mismo.

Raquel miró sin enojo la escena, más bien con cierto cariño hacia sus amigos porque sabía que desde hace años se veían con ojos tiernos que les eran difíciles de olvidar.  Raquel sabía del cariño inmenso de Arlet y Armando razón por la que los dejó ser. Otras parejas también estaban perdidos en la melodía, incluso los novios estaban llenos de amor antes de sentarse juntos. Los esposos observaron a esas mismas parejas ser felices juntos, al menos a simple vista y cegados por su propia felicidad.

—Te ves preciosa mi amor —dijo Alberto besando la espalda de su mujer—. Te amo.

Claudia sonrió en ese momento nerviosa a pesar de que ya estaba casada con él.

—Te amo, como jamás he amado a nadie.

Ambos sonrieron felices en ese momento. Alberto se recostó suave en el hombro de su esposa para hablar con ella sintiéndola cerca.

—Cuando empecé a enamorarme de ti, pensé que Cupido había fallado —Dijo Alberto con nostalgia y Claudia recordó que él amaba eso—. Había terminado con Regina y no pasó mucho tiempo para que me encantaras, eso no era normal.

—Sí, en realidad te hice una amarre —contestó Claudia en tono burlón.

—La verdad es que no podía dudar de eso, te lo dije una vez, cupido no se equivoca; nunca. Amaremos de diferentes a lo largo de nuestras vidas, pero solo nosotros sabemos cómo preferimos ser amados, ¿ no? Yo elijo ser amado como tú me amas.

—Nunca te lo he dicho, pero aunque ya estaba mejor cuando te conocí, me terminaste de salvar. Me extendiste la mano para finalmente salir del hoyo, siempre te lo agradeceré porque fue fácil amarte.

—No siento haber hecho nada. Eres fuerte Claudia y siempre lo has sido. Conmigo o sin mí tú ibas a salir de ese hoyo sin problemas. Eres la mujer más fuerte que conozco y lo sabes, por eso te amo, por eso me encantas mi amor.

—Es fácil amarte desde que te conozco.

—Es fácil amarte siempre.

—Gracias a Dios me acerqué a ti ese día que llorabas.

—Gracias a Dios y a eso me animé a hablarte y ha sido la mejor decisión de mi vida.

—Te amo —dijo Claudia acurrucando su cabeza a la de su amado.

—Y yo a ti —contestó Alberto con paz.

La noche finalmente terminó, Claudia por fin tuvo la boda que siempre había querido vivir con la idea de que su padre un día la entregará al altar. No solo eso, Alberto conoció a la mujer de su vida sin saber que la había conocido para amarla como solo él podía amarla. 

Continuará…

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