A veces la vida nos entrega diferentes tipo de dolor mientras estamos vivos. Dolores que nos hacen fácilmente confundir el infierno del cielo. Nunca sabemos cuál será el siguiente golpe que la vida pueda darnos, pero nunca se cansa de hacerlo, por eso ya no nos sorprende el siguiente tiro. Eso no implica que deje de doler. Podemos estar enamorados de alguien y jurarle amor eterno de jóvenes, solo para que la vida te demuestre que no siempre podrás cumplir todas tus promesas; esa es la peor parte de estar vivos, prometer algo y no poder cumplirlo nunca. No porque no quieras sino porque la vida te retiene esa promesa.
Cuando solemos herir a alguien muchas veces no es intencional, pero somos humanos y no podemos evitar huir de ese impulso idiota de fracasar a propósito. Crees tener la luna en tus manos cuando eso es imposible. Amamos a otras personas, olvidamos a quienes antes decíamos entregar todo por ellas; solo para luego resurgir después de perderlo todo y empezar a ser alguien diferente. Un ciclo del fin al que la vida nos obliga a adaptarnos.
Pero para tu mala suerte yo no estoy aquí para decirte que así es la vida y debemos odiarla; pero aún, no estoy aquí para decirte que las cosas son así y debes aprender a vivir con ello para crecer. Más bien estoy aquí para recordarte que hacerlo es una de las cosas más difíciles que haremos, vivir por nosotros es difícil, estar bien para que no nos sintamos mal es complicado. Te será más fácil si te atreves a confiar, en creer en alguien que te pueda ayudar. No todos corremos con la misma suerte, mas eso no te hace menos persona. Todos vivimos a nuestro modo, nunca sabremos cuál es el correcto. Lo estás haciendo bien.
Armando suspiró después de que otra de sus clases acabó. Cada día pensaba que si su hermana ya no estaba no tenía razones de seguir estudiando lo que hacía, sin embargo, jamás tomaba seriamente la opción de dejarla. Nunca le dijo a nadie todo lo que pasaba todos los días porque era una carga que quiso entregarse solo a sí mismo para que nadie sintiera lástima de él ni hoy ni mañana; pero seguía doliendo todos los días. De nada le había servido ser un chico tan reservado con medio mundo cuando las personas que ahora quiere mucho se acercaron sin que él lo pidiera a él.
Poco se dio cuenta, pero comenzó a creer que estudiaba lo que estudiaba porque su hermana lo motivó y sobre todo, la universidad y lo vivido ahí causó cierta tranquilidad en el chico. Cuando terminó lo suyo con Arlet ambos se sintieron vacíos, como si una relación hubiera fallado. Armando sabía que era lo mejor, pero la extrañaba; aún eran amigos aunque las cosas no fueran igual. El chico sobo su cabeza mientras iba encaminado a su próxima clase de enfermería clínica, aunque antes de eso de la nada se encontró con un chico que se le posó enfrente con una gran sonrisa.
—Hoy saldré con Claudia —dijo Alberto yendo como de costumbre a ver a su amigo.
Armando sonrió sorprendido de verlo, aunque el dolor de cabeza no se iba.
—¿Y la sorpresa? Desde que se conocen solo espero el momento en el que me digan que son novios.
—Pues la espera terminó, para ella también. Me siento como un chico de secundaria aunque sé que esto no es más que mera formalidad porque nosotros tenemos algo serio desde hace tiempo, pero quiero que lo recuerde —dijo Alberto con angustia y emoción en sus palabras.
Sí Armando tenía un mejor amigo, era ese chico. Por eso se alegraba mucho de él.
—Me alegro por ti, de verdad —se limitó el chico a responder con aprobación.
Alberto mantuvo sus sonrisa de felicidad en todo momento, pero también sabía que los últimos meses no había estado bien y no sabía por qué.
—Oye, no quiero meterme en nada que no me importe, pero desde que dejaste de hablar con Arlet como lo hacías antes has estado más triste, ¿no crees? —cuestionó el chico logrando sacar cierta confusión en él—. Solo digo que cualquier cosa, no solamente soy el wey que te conoció de la nada en la facultad para contarte de sus relaciones.
Armando no veía a Alberto así, él de verdad le había demostrado poder confiar en él, por eso se dio cuenta que quizá con él podía hablar más de la cuenta a lo que pensaba debía ocultar para no lastimar a nadie.
—Lo sé, quizá nos falte vernos más tiempo en algún momento. Ya sabes cómo son nuestras carreras, pero sí hay algunas cosas que quizá deberíamos hablar.
Alberto alzó las cejas en ese momento. Se sintió extraño al saber que de los tres años que conocía a Armando, decidiera ser más libre a la primera con él; pero se sintió excelente. Por eso le dedicó un gran abrasó antes de irse y después dio media vuelta para marcharse a su cita. No era algo que solían mostrar entre ellos esas muestras de afecto, aunque en esta ocasión se sintió necesario. Armando asintió la cabeza cuando su amigo se fue. Por alguna razón se sintió mejor después de eso.
También se sintió mejor cuando una joven mujer hermosa de cabellos negros una gran sonrisa blanca le sonrió coquetamente al pasar al lado suyo, una chica que ya había visto antes.
Alberto caminó hasta el parque cerca a universidad para encontrar a su querida. El chico moría de ganas por verla una vez más y besarla, por eso cuando llegó al parque y vio caminando por él a la chica de su corazón se alegró. Cuando ella le devolvió la vista le sonrió como si no lo hubiera visto en años. Ambos caminaron con prisa para abrazarse. Alberto sostuvo las mejillas de Claudia, levantó su mirada y acercó su boca a la de ella para después regalarle un dulce beso que enamoró por completo a la chica. Ambos sonreían felices y nuevamente los tórtolos comenzaron a estar juntos en una salida más.
—Me vestí para la ocasión, ¿te gusta? —preguntó Claudia dando una vuelta para él.
Alberto disfruto a su pareja con la mirada mientras la veía de pies a cabeza y se sentía afortunado de tenerse uno al otro. Adoraba su cuerpo, su rostro y sus labios.
—Creo que me encanta lo que veo —contestó Alberto mordiendo su labio.
Eso le encantó a Claudia, quien sujetó la mano de Alberto para ir juntos al restaurante. Llegaron a un pequeño lugar con mesas al aire libre, tenía muchas flores alrededor, plantar, árboles y un menú delicioso para elegir. Alberto fue caballeroso con ella, recogió su silla para sentarse y después se vieron a los ojos. Pudo haber sido más romántico, pero ellos no necesitaban eso.
—Suficiente, por favor Claudia, no lo soporto más. Traté de aguantarme y que fuera especial, pero la verdad solo quiero escucharte decir que serás mi novia.
Claudia rió al presenciar la desesperación de Alberto apenas se sentaron. Ella también estaba desesperada.
—Pídelo, vamos —dijo Claudia sonriendo con emoción.
Alberto tomó ambas manos de la morena para después besarla cada una y por fin hacer la pregunta esperada.
—Claudia, por favor, ¿Quieres que seamos pareja? ¿Te gustaría ser mi novia?
—Creo que no estoy lista —respondió Claudia al instante con tono cortante, Alberto puso mala cara por la confusión—. Obviamente es un sí mi amor, lo sabes bien y lo sabrás mañana.
Alberto sintió un gran alivio en ese momento y le dio un golpe leve en el hombro a Claudia. Ella se acercó a besarlo con una gran sonrisa.
—Lo necesitaba en serio —dijo Alberto volviendo a acercarse a su boca.
—Lo sé.
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