David estaba sentado en la banca del parque, estando mal, su cara se veía cansada, fatigado, usaba ropa informal y no estaba para nada arreglado. No se veía tan mal como Claudia en el último año, pero ella conoció a ese médico durante años, por eso sabía que no se veía bien. El chico la miró fijo a los ojos, una vez más sus ojos verdes se juntaron con los ojos oscuros de la chica; sus miradas provocaron una sensación que ninguno era capaz de explicar de qué se trataba por lo incómodo y satisfactorio que era al mismo tiempo.
Claudia mantuvo alzada la cabeza todo el tiempo, no dejó de verle a los ojos ni desvió su mirada
—Creo que fue suficiente de evitarte cada vez que te veo pasar, ¿no?
—¿Te daba miedo?
—No es el miedo que te imaginas; porque tú no causas eso en mí —afirmó la joven recordando las emociones que había pasado gracias a él—. Era odio, desagrado, tristeza y probablemente haya sido miedo de no poder soportar estar a tu lado, pero creeme que todo ha cambiado.
—Sé que ha cambiado, te ves cambiada. Aún recuerdo a la joven enamorada que lloraba cuando pasaba un día sin verme.
—Gracias a Dios ya no existe.
—La extraño, sabía que al llegar a casa tendría a alguien esperando por mí para relajarme de todo.
Claudia rió por el cinismo del comentario. Volteó la mirada sonriendo con burla y después le regresó la mirada sin miedo.
—¿Esa chica no te dió todo lo que necesitabas? Porque por ahí escuché que no habías olvidado a cierta pelirroja y por eso no te habías casado. Aunque admito que no me llama ni tantito la idea de que era yo porque jamás he tenido intenciones de volver contigo.
Claudia hablaba con la verdad porque desde ese día ella jamás pensó en recuperar a alguien que la había engañado, por más que le doliera nunca pensó en recuperar a esa persona que la humilló de manera tan cruel e inhumana.
David bajó la cabeza haciéndose el inocente, él fue el primero en desviar la mirada.
—No sabes cómo me siento Clau, verte con el idiota de Alberto es ridículo después de que estuviste conmigo.
—Yo tampoco lo creo, encontré a alguien que me ama y no es un idiota como tú. ¿Qué haces hablándome David? ¿Qué haces aquí como si la vida te hubiera tratado tan mal? ¿Qué haces viendo que soy feliz sin ti?
—Recordando lo cuánto me lastimas Claudia, así como esto te lastima a ti —respondió con ironía el chico.
Claudia negó con la cabeza sin dejar de verle la cara al joven a pesar de que este había dejado de estar firme desde hace mucho tiempo.
—¿De verdad crees que esto me lastima? Me mata por dentro porque aún te odio. Jamás voy a perdonarte por lo que me hiciste. Quizá lo haga, pero eso no importará cuando pase porque puedo vivir sin ti.
—No, no puedes.
—Sí, sí puedo. Puedo seguir adelante como lo he hecho toda mi vida, porque sabes lo fuerte que soy y sabes que tú me perdiste a mí y no al revés. No importa cuánto tiempo haya estado mal tengo gente que me ama y me adora de verdad.
—No importa que pienses querer a Alberto…
—Sí importa porque sí lo quiero. Si no te casaste sabes que no fue porque me quieres o algo parecido; fue porque le tienes miedo al compromiso, a entregarte a una sola persona para compartir tu vida. No vengas a buscarme para echarme la culpa, mejor ve y arregla tus problemas.
—Tú no sabes nada —dijo David mostrando cierta rabia en sus palabras.
—Tú eres el que no sabe nada. No supiste tenerme, ahora no soportas la idea de que yo esté siendo feliz porque hay vida después de ti; todo mientras tú vas por tu segundo intento de boda fallido.
David se quedó callado conteniendo el enojo al oír esas palabras.
—Si no buscas nada al lado de alguien, pero al mismo tiempo quieres que alguien te diga que eres el hombre perfecto para que aumente tu narcisismo es tu problema; aunque sabes que enserio necesitas mejorar eso si quieres dejar de ser un miedoso.
Claudia con la cara en alto no pensaba decir otra cosa, por eso pensaba irse; sin embargo, cuando la chica dio varios pasos alejándose de su ex, este la detuvo. David volvió a alzar la vista sin levantarse de la banca.
—Espera —dijo en voz alta el médico con los ojos llorosos, pero sin soltar ninguna lágrima—. Tienes razón, mi boda claramente no se detuvo por ti —confesó David aunque Claudia ya lo sabía—. La mañana antes de todos los preparativos mi prometida me llamó. Sin dudarlo acudí a donde estaba ella y hablamos toda la mañana. Ella no pensaba que un chico que conoció siendo infiel pudiera serle fiel por toda una vida como queríamos prometernos.
A pesar de lo cruel de la situación, Claudia no pudo evitar soltar una sonrisa al escuchar lo que David le dijo. Este al verla se arrepintió un poco de lo contado, pero decidió continuar.
—Ella tuvo miedo y canceló todo. Ahora a mí me pagaron lo gastado en la boda —mencionó David bromeando un poco por lo pasado con Claudia, pero no causó gracia—. No la he visto desde ese día y no sé nada de ella. Sé que me lo merezco, mas no sabía que me heriría tanto.
Claudia sonrió con satisfacción por el dulce karma; aunque su sonrisa no tardó en desaparecer cuando se dio cuenta que lo sucedido fue lo mismo que ha ella, y Claudia había rogado al cielo que nunca nadie pasara por lo que ella pasó. Incluso en ese momento sintió compasión por la persona que más la había dañado. Ella se volvió a acercar a él para verle a los ojos, pero nunca sentarse a su lado o dejar de mostrar autoridad.
—Lo siento mucho —habló después de suspirar triste—. Enserio jamás voy a perdonarte, cuando lo haga ni siquiera será necesario que lo sepas porque espero que para ese entonces te haya olvidado. No le desearía a nadie lo que me hiciste —dijo con seriedad y nostalgia en sus ojos—. Tampoco a ti, por eso, lamento lo que te pasó.
—No puedo creer que enserio hasta tú sientas pena por mí —dijo David con desánimo, pero sonriendo al verla de nuevo a los ojos.
—No siento lástima, pena; recuerdo todo y es simplemente algo que jamás quisiera volver a pasar. No sé si vayas a buscarla, si ya lo hiciste o si quiera si algo ha cambiado desde noviembre; pero de todo corazón espero que encuentres tu camino. Te conozco y sé que lo hallarás, espero estes bien.
David asintió con la cabeza después de ese momento para luego volver a su profunda tristeza. Claudia sonrió y sin despedirse del hombre se retiró de la escena tranquila. Ella había imaginado cómo sería hablar con David de nuevo, pero jamás pensó que estaría tan tranquila y feliz después de hacerlo. Pensó que lloraría, que sufriría o que incluso tendría cualquier recaída al verlo; pero no fue así. Ella ya no le tenía miedo a lo que pudiera pasar; jamás pensó en volver con el sujeto en cuestión; pero sobre todo jamás pensó en que sería la última vez que estaría tan cerca de ella intimidándole.
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