El fallo de cupido – Cupido acertó

Lentamente la boca de Alberto se acercó al cuello de Claudia. Después de haber jugado videojuegos toda la tarde en el cuarto de Alberto, sin darse cuenta, el uno al otro llegaron a un momento que ambos habían evitado; pero cada vez era más difícil de controlar. Habían pasado ya varios meses desde que se conocieron, también desde que quedaron en intentar algo, fue así como su relación fue escalando poco a poco y sin parar. Sin importar los altibajos estuvieron juntos superando cada cosa hasta darse cuenta que enserio se querían, se tenían toda la confianza del mundo así como el amor que cualquiera puede anhelar por años.

No solo eso, sin darse cuenta los dos se deseaban de otra manera no romántica que cada vez era más difícil de esconder. Cierta pasión que te relaja y te hace pasar un buen rato.

El cuerpo de Alberto había terminado, sin saber el por qué, encima del cuerpo de Claudia. Él sujetó las manos de la chica encima de su cabeza mientras su boca recorría cada centímetro de su cuello llenandolo de besos y caricias
Claudia cerró los ojos mientras el chico tomaba posesión de su cuerpo de la manera en la que la sujetaba.

Ella disfrutaba de la intensidad del momento, al mismo tiempo que le daba miedo. No sabía sí aquel chico de verdad iba a dar el siguiente paso. Pronto se dio cuenta que fue así cuando la soltó por unos segundos solo para verla a los ojos y acariciar su mejilla, preguntando con la mirada si podía avanzar; Claudia asintió mordiendose el labio.

Ninguno había dicho nada con palabras que resonaran en la habitación, pero había quedado implícito que ambos cedieron ante el deseo que los había envuelto desde tiempo atrás.

Alberto comenzó a quitarle lentamente la camisa que traía puesta a la chica hasta solo dejar que se viera su brasier rojo. De manos abiertas mientras Alberto la sujetaba con fuerza se deslumbró viendo cada parte de su cuerpo, no podía dejar de verlo en ningún momento dándose cuenta que ella realmente era la mujer más bella en su cabeza. Solamente deseaba ser aquel privilegiado que tuviera el goze de disfrutar cada parte de ella.

Claudia disfrutaba de que Alberto la viera con tanta pasión, pero el miedo de no ser suficiente para él le hizo dudar. Giró su cabeza apenada para no verle a los ojos mientras el chico se deleitaba con la vista; cuando Alberto notó esto no lo permitió. Sujeto con una mano su cara para que ella lo mirara a los ojos. Ambos se vieron con cierta pasión que solo el momento podía ser capaz de hacerlo más intenso. Alberto volvió a acercarse para besarla, pero está vez se concentró en sus labios.

En un suave beso que Claudia correspondió ambos se conectaron como si no existiera nada que fuera capaz de separarlos.

Alberto una vez se alejó del beso sin ganas de querer hacerlo, dirigió si boca para que el sonido de su voz retumbara entre susurros en el oído de la joven.

—Eres la mujer más hermosa que mis ojos han visto —dijo con intenciones de darle seguridad a la chica.

La joven quiso llorar de tranquilidad en ese momento, pero no pudo hacerlo porque pronto Alberto le devolvió otro beso que pudo corresponder sin perder la excitación del momento.

La ropa de ambos fue desapareciendo poco a poco entre cada minuto. Ambos disfrutaban con timidez de la vista, pero eso no era impedimento para que con nervios ambos siguieran su prometido.
El tacto entre ambos los llenaba de confianza, de placer y de un sentimiento que nunca antes habían experimentado.

No era la primera vez que alguno se sometia a este tipo de experiencia, pero se sentía diferente a cualquiera. Era un sentimiento diferente al que alguna vez hayan experimentado pues esta vez estaban llenos de un placer combinado con una confianza y amor que pocos en la vida llegan a experimentar.

Alberto recorría con sus dedos las partes bajas del cuerpo de Claudia mientras ella no podía evitar soltar sonidos de placer que intentaba calmar a medida que avanzaban, pero era en vano porque disfrutaba cada toque más de lo que esperaba.

La situación no dejaba de avanzar en ningún momento para volverse cada vez más intensa en medio de la desnudez y soledad de ambos. El solo abrir las piernas de la chica para después volverse ambos un solo ser en el que ninguno sentía la necesidad de abandonar el cuerpo de ambos los hacía más cercanos de lo que alguna vez pensaron llegar a ser.

Claudia sentada encima de Alberto, rodeó su cuello para no separarse de él, recostarse en su pecho y seguir moviendo sus caderas mientras Alberto la ayudaba sujetando su cintura.

Cada minuto, cada pose a lo largo del tiempo y cada sensación que ambos sentían era interminable, pero al mismo tiempo era Efímera. La sensación de eternidad y fugacidad se combinaba entre sí creando un momento que a los segundos de suceder solo quedaba como un recuerdo cruel y deseoso que ambos querían repetir sin siquiera haber acabado.

Solo fueron los últimos minutos llenos de intensidad en el que ambos llegaron a un momento lleno de placer, uno antes que el otro. Cuando ambos llegaron al momento culminante de la relación, donde él no dejó en absoluto a la joven para que tuviera su punto más satisfactorio que la dejó temblando encima de su cuerpo durante varios segundos, se regalaron una gran sonrisa de satisfacción.

Incluso en ese momento se regalaron un último beso que ambos correspondieron con una sonrisa en sus labios. Incluso en ese momento Alberto no quiso hacer sentir menos a Claudia, por eso cuando se recostó en su cama la jaló con cuidado del brazo hacía él para que ella se recostara en su pecho. La chica cedió fácilmente e incluso empezó a acariciar con sus dedo el pecho del hombre mientras este acariciaba su cabello.

—¿Te sientes bien? —preguntó Alberto besando la cabeza de su enamorada.

—Creo que no podría estar mejor, jamás sabrás por completo lo cuánto amo estar a tu lado.

—Y tú jamás sabrás cuánto te amo —confesó Alberto agitando el corazón de la mujer—. Porque así es, te amo Claudia.

Claudia soltó una sonrisa incluso más grande que antes porque no pensó que alguien le volvería a decir esas palabras; aunque hoy en día ya no le sorprendía tanto porque sabía que Alberto la quería de verdad.

—También te amo Alberto, te amo —correspondió Claudia mirando a los ojos a su amado.

El chico se acercó a sus labios para robarle un tierno beso que la chica amaba recibir.

—Quiero que seas mi novia —dijo como le había confesado hace ya varios meses atrás.

—Lo sé —dijo Claudia siguiendo el romance.

Pero lo que no sabía es que Alberto está vez lo había dicho con más seriedad que en noviembre.

—Pues en ese caso, mañana te invito a comer. A un lugar lo suficientemente elegante para proponerte algo serio. ¿Qué opinas?

Claudia lo vio con cierta incredulidad, pero después entendió que este chico quería dar por fin el siguiente paso lo cuál la sorprendió.

—¿Es una cita?

—Es una cita y la más importante. Pasaré por ti cerca del parque de la universidad porque sé que saldrás del trabajo mi preciosa becaria de recursos humanos —Claudia giró los ojos al escuchar eso porque sabía que jugaba con ella—. Pasaré por ti y nos iremos juntos a comer, ¿aceptas?

Claudia asintió con la cabeza y una gran sonrisa en ese momento.

—Nos vemos mañana entonces, por ahora me tengo que ir —contestó Claudia

Alberto puso mala cara al saber que tenía razón, pero no quería que se le hiciera más tarde para ir a su casa. Por eso acepto sin dejar de llenar de amor a su querida. Así fue hasta que Claudia llegó a su casa y Alberto se despidió de ella después de irla a dejar.

Ya era marzo, el semestre pasado había acabado; Claudia se graduada en junio, pero ya estaba trabajando y además de terminar los últimos detalles de su universidad para su titulación. Alberto aún tenía que pasar por dos semestres en la carrera que tanto amaba y respecto a sus amigos las fechas eran diferentes, pero todos eran de la misma generación.

Las cosas habían estado tranquilas. Claudia por fin se alejó de una etapa tan cruda como la universidad; Alberto había empezado la recta final; Arlet y Armando aún tenían que pasar más tiempo ahí por su tipo de carrera, pero aún así sentían bien todo. Parecía como si la vida que estaban viviendo fuera un gran nuevo comienzo para todo el mundo. Y así lo era.

Claudia se quedó plenamente dormida al llegar a su casa, dormida con una paz innegable; cuando veía su cuerpo al espejo ya no sentía repelo de ninguna manera. Era otra persona. Cuando Alberto la conoció estaba empezando a ser diferente de lo que en algún momento consumió el alma de la chica, fueron sus amigos y el chico que le gustaba, así como su familia la que al apoyarla en todo momento lograron hacerla salir por completo del hoyo en el que estaba.

Ya temprano Claudia decidió ponerse una ropa más fina de la que solía usar en su trabajo. Un vestido de tirantes blanco con estampado de flores amarillas, acompañado de pulseras y su hermoso collar otorgado hace años por su abuela. El vestido dejaba ver la buena figura que la chica tenía, que si bien nunca había sido el característico sueño de modelo, sí era una joya ante cualquiera que supiera admirarlo.

Como sabía que en la tarde no le iba a dar tiempo de arreglarse como ahora, decidió irse bien maquillada, bañada y vestida a su trabajo; aunque lo que le importaba era la cita.

Una vez la chica terminó sus cosas salió de su habitación dando una vuelta frente a sus familiares. Su mamá alzó la ceja mientras terminaba de cocinar la comida que solía vender por litro a las personas de la colonia; su hermana dejó a un lado la cuchara del cereal que estaba desayunando para admirar a su hermana. Ambas mujeres esperaban una respuesta acerca de su vestimenta, a lo que Claudia respondió.

—Alberto dijo que me invitaría a una cita importante hoy y bueno… ¿Qué tal me veo?

La madre sonrió feliz, pero no dijo nada más que dar una sonrisa conmovedora a su hija que ella aceptó. La hermana por otro lado la miró de arriba abajo para darle a entender que enserio se veía bien.

—Eres bastante linda. Si Alberto no te pide hoy que seas su novia entonces definitivamente está loco.

Claudia rio ante el comentario de su hermana y se sentó en el comedor con ella. Su mamá le dio un tazón de leche para que ella también desayunara antes de irse a su trabajo.

—¿De verdad creen que me pida hoy ser su novia? Es que, creo que ya estamos listos y me encantaría bastante; pero quizá solo me estoy haciendo ilusiones —dijo Claudia nerviosa mientras Servía el cereal.

—Ya lo dijo tu hermana, si no lo hace entonces está loco porque te ves divina mi niña.

Claudia se emocionó por el comentario de su mamá ya que la lleno de una emoción difícil de explicar.

La mamá de Claudia ya aceptaba a Alberto. Le quedaban muchas pruebas para que terminara de demostrar que era el hombre adecuado para su hija, pero de entrada ya aceptaba que salieran juntos de vez en cuando. Por otro lado la hermana de Claudia adoraba a Alberto y quería que se casara con su hermana.

Pasó el día a lo largo para todos. Alberto estaba en la universidad esperando que pronto fuera la hora de salida para que se fuera corriendo por su chica. Lo bueno era que le pidió prestado el coche a su papá para llevar a Claudia a donde ella quisiera, eso porque el señor adoraba a esa chica. El señor también quería que ambos tuvieran un futuro juntos ya que veía un gran futuro en ambos.

Cada segundo esperando era eterno para ambos. Hasta que finalmente Claudia salió de su trabajo ya en la tarde, era un trabajo de becario; y aunque la paga era mínima por su experiencia siempre pensó que era mejor que cuando trabajó en una cocina, se quemó varias veces. La chica salió feliz del trabajo cerca de la universidad, antes de salir se volvió a retocar varias veces su peinado y maquillaje para sentirse bonita. Caminó con una gran sonrisa en su casa hasta aquel parque. Al llegar le agradó tanto la idea de sentirse bien que incluso vio el parque con amor. Comenzó a observar alrededor recordando lo hermoso que era; miró feliz hasta que llegó a ver al lado suyo. Ahí se encontraba la banca en la que había hablado con Alberto el día que se confesó, pensó que sería un lindo recuerdo, pero en realidad algo más nubló ese pensamiento. La presencia de alguien indeseado.

—Dios, sé que siempre has sido hermosa, pero admito que hoy te ves más que bien —confesó la voz desagradable para la chica.

Claudia al inició se impresionó, pero pronto pudo conservar la clase y responder.

—No te ves muy bien, David.

Continuará…

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