Enya – XV

—Tardaste mucho.

—Para que se supone que estoy aquí.

—¿Molesta?

—No es de su incumbencia, Tareq.

—Vaya que lo es. ¿Tu caballero acaba de ignorarte no es cierto?

Me sorprendí. Probablemente ese hombre nos habría estado espiando. Aunque a este momento y con todos los sucesos cualquier cosa podría ser posible.

—No puede ignorarme si no sabe quien soy — atiné a decir para tratar de salvar mi orgullo.

—Tienes toda la razón, niña. Las estrellas nunca fallan, y tu llevas su sabiduría por lo que, si las escuchas nunca fallarás. Ya ellas me habían hablado de todo esto. No entiendo porque eres tan cabeza dura que no las escuchas.

—Mi vida ha sido una falla en si misma demasiado tiempo atrás. No creo que “la sabiduría” de esas luces en el cielo pueda ayudarme.

—Mientras no lo creas no sucederá. Son sabias, y pueden guiarnos en el camino. Si no, ¿Cómo iba a saber yo que vendrías?

Guardé silencio porque tenía algo de razón. Nadie sabía quién era yo. Me creían un flacucho con suerte que había llegado al reino de Lergolla. Pero Tareq parecía saber mucho más. Me hizo una seña para que lo acompañara mientras él se acercaba a una mesa en donde encendió un incienso y luego dejó caer lo que parecían ser granos de arroz sobre un tablero en ella.

—Vienes de un lugar donde fuiste feliz, pero todo fue destruido. Tu familia, tu alma, incluso tu cuerpo. ¿Tus padres no eran de este reino cierto?

Asentí con la cabeza.

—Las estrellas dicen que querías huir por las aguas. Querías llegar a un puerto. Pero nadie escapa al destino que ya está escrito.

Tomó la varita de incienso y comenzó a agitarla sobre el arroz. Luego sacó un par de pequeñas piedras brillantes y las arrojó de nuevo al tablero.

—Tu vida no ha sido fácil, como la de muchos, pero está destinada a la grandeza guiando a los demás a la victoria. Hay traición en medio, no podrás confiar en algunas figuras, pero eso llevará a tu verdadero camino. El oro te envolverá la piel como una fina vestidura y todos deberán inclinarse frente a ti. No te quedaste en el reino por nada pequeña niña, tu protector te llevó a ese lugar porque las estrellas se lo dijeron en sueños.

<<Ortoz>> pensé. <<Se refiere a Ortoz>>

Tareq cerró sus ojos y juntó sus manos. Parecía estar escuchando cosas que no podían ser audibles, pero después de unos momentos habló.

—Cuando las estrellas me hablaron de ti te mencionaron como una mujer fuerte vestida con la piel de un varón. Tu revolucionarás las cosas. Descubrirías la trampa que se cierne sobre el reino de Lergolla y serías recompensada. Tu serías la estrella más brillante de todas. Tus días han sido difíciles porque te preparan para el gran momento. Nada de lo que te ha ocurrido ha sido en vano.

—¿Que me haya quedado sin familia, que me hayan golpeado hasta darme por muerta y tener que estar en peligro de muerte por traición al usurpar un hombre son las cosas que el destino quería para mí?

—Aún no lo comprendes.

—Tiene razón. No lo comprendo ni lo comprenderé. No encuentro sentido al hecho de que deban sucederme este tipo de tonterías en mi vida.

—En eso te equivocas. Gracias a esas tonterías hoy salvaste la vida de un hombre, y no cualquier hombre. El también tiene un camino por recorrer y justamente eres tu quien abre ese camino. No es coincidencia que ambos estén en el mismo sitio, ni que el haya hecho de tu maestro para ayudarte. Él te ha mostrado un secreto que debes encontrar y cambiará la vida de ambos para siempre.

Tareq parecía hablar bastante en serio. Creyera o no en sus palabras, había cosas que no tenía por qué saber.

—¿Y que se supone que debo hacer? ¡Habla y dice mensajes que para mí no tienen coherencia!

—Claro que la tienen. Es solo que no la quieres ver. No aún. Eso ya no es mi asunto. Yo cumplo mi misión con decirte lo que las estrellas quieren que sepas.

—Si tienen algún mensaje podrían ser más directas ¿no cree?

—Eres tu la que no puede verlo, pero lo verás. En algún momento. La sabiduría de las estrellas está contigo y si la tienes no fallarás.

Ya había tenido suficiente. Eran demasiadas emociones para un solo día y lo único que deseaba era sumirme en un largo sueño. Uno donde mis padres estuviesen vivos. Uno donde mi querida Ortiga estuviese sana y salva. Uno donde no habría tenido que salir sola de Maleda por las malditas circunstancias y uno donde no me doliera el alma por haber conocido a Darco.

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