El fallo de cupido – Un amor que vi

Ambos chicos sonreían felices mientras tenían la mejor cita de su vida. Alberto y Claudia estaban felices estando juntos viviendo más felices que nunca. Por mucho, esta era la mejor cita que habían tenido en toda su vida.

—Preciosa, ¿crees que tu mamá prefiera gelatina de coco o de chocolate? —preguntó Alberto escogiendo frente al estante con curiosidad.

La joven le miraba con cierto entusiasmo.

—Ella siempre a preferido el de nuez, mejor compra ese.

—En ese caso, nuez será. Quiero caerle bien a tu mamá —dijo Alberto aventando dos sobres de grenetina al carrito del super.

—Le caes bien, además mi hermana te adora. No te preocupes.

—Eso espero —dijo Alberto recostando su cuerpo un rato—. Quiero que mi futura suegra me acepte.

Claudia le dio un pequeño pellizco en las mejillas mientras puso sus labios en trompa como si estuviera viendo algo tierno.

Mientras estaban en el supermercado en ningún momento dejaron de hablar, jugar o incluso jugar con el carrito. Caminaban por los pasillos del supermercado con un carrito lleno de comestibles. Mientras seguían recogiendo los productos de las estanterías, Claudia y Alberto compartían un sin fin de pláticas banales que hacían más amena la situación.

—¿Qué te parece si compramos pizzas para hornear y yo se las preparo? Así tu mamá no pensará que solamente hago bulto —recomendó Alberto poniendo la pizza congelada en el carrito.

—Bien, si tanto te preocupa está bien. ¿Vamos por más ingredientes para la masa? —preguntó Claudia acercándose al chico para compartir el manejo del carrito.

—Perfecto, por eso te adoro, me apoyas en esto.

—Y en todo lo que desees hacer.

Claudia se dio cuenta de que en ese momento ninguno podía dejar de verse a los ojos. La forma en que Alberto la miraba, el cariño con el que la ayudaba a elegir los ingredientes se sentía especial.

—Claudia —dijo Alberto con tranquilidad en su palabras.

Claudia se detuvo en el pasillo de frutas y verduras para elegir la que quería su mamá. Mientras todo eso sucedía preguntó con cierta serenidad. Él chico la miró por unos segundos antes de hablar, la vio como si fuera lo más hermoso del mundo, para después tomar un respiro profundo y confesarse.

—Quiero que seas mi novia —admitió Alberto. Claudia sonrió apenas le escuchó.

—¿Tú novia? Alberto asintió con una sonrisa sincera.

—No trato de decir que ahora mismo te estoy pidiendo que seas mi pareja; pero enserio estoy dispuesto a que esto siga avanzando hasta que pueda pedirte de verdad que seas mi novia. Eres perfecta.

Claudia sonrió, sintiendo una oleada de felicidad. No pudo evitar abrazarlo en ese momento, porque sí bien no le estaban pidiendo nada formal, se había vuelto algo más serio que antes.

—Yo también quiero que seas mi pareja. Los ojos de Alberto se iluminaron de alegría al oír lo que esperaba.

—En ese caso, bueno, me gustaría solamente hacer este tipo de cosas contigo. Ver a dónde nos lleva esto, sé que hay cosas que aún no sanas por completo y no quiero que pienses que solamente estoy despechado por Regina o algo parecido. Cuando sea el momento preciso, me encantaría… Formalizar esto.

—No tienes que explicar nada Alberto —mencionó Claudia separandose del abrazo para meter una penca de plátanos al carrito—. Enserio quiero ser tu novia y también me gustaría ver a dónde lleva todo esto antes de serlo formalmente.

Alberto asintió con una sonrisa y siguieron comprando. Después de un largo rato donde siguieron llenando el carrito con lo necesario y se dirigieron a la caja para pagar.

Mientras esperaban en la fila, Claudia y Alberto se miraron con complicidad.Así fue el rato hasta que llegaron a la casa de Claudia. Al entrar empezaron a acomodar la despensa.

En la sala de estar estaba sentada en el sofá Marisol, la hermana menor de Claudia. La adolescente observaba con mucha concentración   su teléfono. Observaba de vez en cuando a la cocina para ver cómo convivían juntos. Marisol a diferencia de la señora Rojas estaba más tranquila por su hermana, incluso le agradaba bastante Alberto.

Cuando ambos enamorados terminaron incluso calentaron la pizza preparada que tenían, fueron a la sala con Marisol que los miró con una sonrisa agradable.

—¿Les fue bien en las compras? Normalmente no veo a Claudia tan feliz después de ellas. —Bromeó Marisol guardando si celular.

—Fue bastante agradable Mari, deberías venir la próxima vez; así eliges la próxima cena —dijo Alberto haciendo énfasis a la pizza que compraron.

—Así que compraron pizza, pues muchas gracias —mencionó la mamá de Claudia llegando a la sala.

Así como con todos se sentaron todos en familia en el sillón.

—Espero que le guste enserio —mencionó Alberto con timidez.

Sabía que le faltaba toda una vida para que la señora estuviera tranquila, pero estaba bien.

—Muchas gracias —se limitó la señora relajandose por completo.

Marisol quiso hacer sentir mejor el ambiente. La chica se levantó, después de acerco a un cajón cerca de la televisión y finalmente sacó varios videojuegos que pronto empezó a preparar en la tele.

—¿Quieren jugar? —preguntó la joven dándole feliz un control a cada uno.

—Claro Mari, estaríamos encantados. Ya no soy malo jugando —contestó Alberto amable y aceptando el control.

—Esto será divertido —mencionó Claudia tomando el otro control.

La única que no tomó un control fue la Señora Romero porque prefirió observar a los más jóvenes divertirse. Aunque no se lo admitiria tan pronto a Alberto, se sentía más tranquila por saber que su hija por fin estaba terminando de superar lo que vivió hace tiempo. Sabía que el hecho de que ahora estuviera interesada de verdad en alguien después de mucho tiempo significaba un gran cierre en la peor etapa de su hija.

Después de algunas partidas, Marisol se relajó y comenzó a hablar con confianza con Alberto así como con su hermana.

—Oye, Alberto, ¿qué es lo que más te gusta de tu carrera? —preguntó Marisol espectante a la respuesta.

—Lo que pasa es que en unos meses Marisol hace su examen de Admisión, pero no está muy segura de que la carrera que escogió sea la adecuada —explicó Claudia ante la misteriosa pregunta de su hermana.

—Sí, Claudia me dice que enserio amas tu carrera y yo no siento ese entusiasmo con… —Marisol guardó un silencio leve para terminar de hablar decepcionada—… Antropología.

—¿Humanidades? Bueno, debiste elegirla por algo, ¿por qué? —preguntó Alberto tratando de hacerla sentir escuchada.

—Mi papá lo era —respondió la chica con nervios.

—Mi querido Ian se dedicaba a eso, era profesor en tu universidad —la madre de ambas se unió a la conversación, con un tono de nostalgia—. Amaba lo que hacía.

—Así es, por eso me llamó la atención esa ciencia social. Es maravillosa, es algo genial y quiero aprender a amarlo —se sinceró la joven con pena.

—Lo harás bien, y si no sabes te ayudaremos en lo que prefieras. No todos tienen esa ventaja de poder desertar si lo desean, pero sé que no lo harás —le comentó Claudia a su hermanita animandola.

—Yo también elegí finanzas por mi padre —confesó Alberto con tranquilidad—. Él es mi mayor admiración y siempre quise ser como él. Aunque al inicio me di cuenta que eso no bastaba para que yo siguiera en la carrera —comenzó a sincerarse con nostalgia—. No era bueno como él, pero aún así quería ser tan grande como él. Aunque si te confieso algo, no pude serlo hasta que empecé a seguir la carrera por un amor propio. Siempre me gustó, pero me costó entender el por qué lo hacía. Quizá te suceda lo mismo.

Marisol sonrió, apreciando la respuesta sincera de Alberto. Adoró que este se hubiera sincerado ante ella de manera tan tierna. La señora Romero también se sintió bien en la plática en la que al terminar solo calló sin decir más una palabra. Las charlas siguieron por varias horas hasta que se dieron cuenta de la hora. Alberto se puso de pie y se estiró sin incomodar a nadie.

—Muchas gracias por permitirme estar en su casa, pero realmente tengo que irme. Muchas gracias por la hospitalidad, de verdad.

—No es nada Alberto, de hecho tendrías que venir más seguido —dijo Marisol con tono alegre.

—Sí deberías —dijo Claudia sonriendo con vergüenza.

La señora Romero solo asintió para después despedirse e irse a su cuarto. Después de despedirse, Claudia acompañó a Alberto hasta la puerta. Antes de que él se fuera, se detuvo y la miró con la misma pasión de todos los días. Claudia sonrió y lo abrazó.

—Nos vemos después, ¿de acuerdo? —preguntó Claudia mirando a su tierno amigo.

El chico acepto mordiendose el labio y asintiendo con la cabeza. Pronto él se fue, Claudia cerró la puerta detrás suyo y se sintió agradecida por tener a alguien como él en su vida. Sabía que lo que tenían era valioso, y estaba lista para explorar lo que el destino les tenía preparado.

Continuará…

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