Capitulo 21: Afrontar lo que ya no se puede reparar.

Nuestra vida es corta y pasajera, tratar de vivirla de la mejor manera debería ser nuestro objetivo más personal, sin sobre pensar si está bien o mal, solo viviendo cada momento como si fuera el último.

—Si… ella está conmigo, no se preocupe, yo sé lo diré. —Escucho la voz de Sara aun estando dentro de los servicios higiénicos, aseando mi rostro.

Inhalo profundamente y regreso a la pequeña sala de nuestra casa por así decirlo, Mariela está sentada al lado de mi novia, bebiendo una te caliente.

—¿Te sientes mejor? —Pregunto observándola, aunque evita mi mirada, solo asiente.

Pablo un rato por favor—Camino hacia Sara y ambos nos alejamos un poco de Mari sin dejar de observarla.

—¿Sabes algo de Héctor? —Pregunta y niego con la cabeza—Ya pasaron dos semanas, ¿A dónde ha ido? —Suspiro con pesar —Ese idiota, cuando lo encuentre, ¡Yo lo mataré! —Exclama molesta, pero la abrazo tratando de calmarla.

—No puedes reaccionar así, debe haber un motivo, estoy seguro—Respondo, pero Sara forcejea y se aleja de mí.

—¿Saben algo de Héctor? —Trago saliva ante la pregunta de Mariela—Lo imaginé, no debí habérselo contado.

Sara la abraza y ambas susurran sin alejarse.

Su teléfono está apagado y en su casa no hay rastro de él, su último mensaje indica que estaba de camino a Estados Unidos, yo lo siento Mari. —Bajo la mirada preocupada y ella solo niega con la cabeza.

Decido salir de la habitación donde nos quedamos para respirar un poco de aire fresco.

Han pasado muchos días desde que he perdido contacto con Héctor, he intentado volver al pasado para tratar de cambiar algo que podemos haber hecho mal, pero las fotografías que antes tenían desaparecieron de forma extraña, lo cual me hace pensar que quizás ya no haya retorno a lo antes vivido.

Espero equivocarme, no podemos habernos equivocado otra vez.

—¿Ocurre algo? —Me giro al escuchar la voz de Sara. —Lamento lo que dije antes, no debí expresarme así. Sostengo sus manos y la estrecho contra mi pecho acariciando mi cabello.

—No tienes por qué disculparte, Mariela también es mi amigo, es posible que Héctor esté en problemas—Sara me observa confundido y yo bajo la mirada—Intentaré averiguar qué pasa, ahora ingresemos por qué debemos… ¿Iras a algún lugar? —La castaña oscura, Mariela sostiene su mochila entre sus manos y nos observa desde el umbral.

—Estoy agradecida con ustedes por dejar que me quede aquí estos días, pero no está bien, mi abuela no quiere verme, lo entiendo, pero ustedes también necesitan proyectar su futuro, estaremos bien, tengo dinero ahorrado y lo solucionaré.

—No puedes, quédate con nosotros, ¿Verdad que sí puede? —Sara pregunta observándome.

—Sí, es muy noche Mari.

—Si siguen insistiendo, haré coraje y le hará daño a su sobrino o sobrina, prometo avisarles si algo sale mal, estaré bien. —Sara y yo nos observamos y asentimos en silencio. —Los quiero mucho, estaremos en contacto, Pablo, te estaré vigilando, tienes prohibido lastimar a mi amiga, cuídense mucho. —Nos abrazamos en silencio y ella ingresa en un taxi que se estaciona delante de nosotros.

—¿Estará bien? —Abrazo a Sara mientras que ambos la observamos marcharse.

Yo espero que sí.

Froto mis manos por el frío y con la lámpara en el escritorio intento organizar los gastos que ahora tendremos. La habitación que mi hermana nos rentó es algo pequeña y aunque está cerca de la universidad de Sara, sigue estando muy lejos de la mía.

Aunque ambos hemos faltado en estos días.

La observo dormir y suspiro agobiado. Me aterra pensar que otra vez se esté repitiendo todo, aunque intente evitarlo.

Regreso la vista a mis cuentas y por más que intento ajustar lo ahorrado que mi yo de esta edad tenía ahorrado, mis pagos semanales en mi trabajo de medio tiempo no daría para los gastos mensuales.

—¿Debería volver a dejar la universidad? —Pregunto ofuscado.

—Claro que no—Me tenso al sentir que alguien coloca sus manos sobre mi hombro—Yo tampoco lo haré.

—Sara deberías estar durmiendo. —Respondo observándola, ella jala una silla de plástico y la coloca a mi lado observándome.

—No tengo sueño—Responde y coloca sus manos sobre mi rostro—Estamos juntos en esto, no lo olvides. —Cierro los ojos en silencio—Podemos estudiar de forma virtual, al menos unos meses, luego veremos como seguir.

—Mi carrera no puede ser virtual y tu necesitas asistir presencial también—Respondo retirando sus manos, pero ella las entrelaza con las mías y me observa molesta.

—Ni se te ocurra desanimarte Pablo, encontraremos la manera, ¿Sabes utilizar una bicicleta? —Pregunta y me observa sonriendo, niego con la cabeza—Yo te enseño.

Trago saliva y ella enciende la pantalla de su celular y comienza una llamada algo extraña sin dejar de mirarme.

—Ahí estaremos, te prometo que te devolveré el favor pronto. —La observo confundido y ella finaliza la llamada—Esta solucionado y yo voy en autobús todos los días, ahorraremos más de la mitad de lo que se gastaría en un taxi.

Ella me quita el bolígrafo de mis manos y comienza a sacar sus cálculos al lado de los míos, sonrió observándola.

—Siempre fuiste así—Susurro y ella deja de escribirme para mirarme con atención. —Gracias.

Deja el bolígrafo en la mesa y me abraza en silencio.

—¡Mucha suerte futuro doctor! —Asiento muchas veces desde las escaleras del cuarto y Sara me sonríe desde el umbral, le quito la cadena a la bicicleta, inhalo profundamente y me pongo en marcha a lo que será una hora de pedalear esto.

Había transcurrido un mes desde que comenzamos a planear todo.

Un mes desde que Mariela vive sola en un pequeño cuarto como el nuestro, al que cada fin se semana visitamos Sara y yo. Un mes desde que Héctor desapareció sin dejar rastro. Un mes desde que no hemos podido volver a nuestro presente.

—¡Tarde Foster, otra vez tarde! —Le coloco la cadena a mi bicicleta y me disculpo con el guardia de seguridad. —A clases.

—Gracias—Respondo rápido y el asiente dejándome ingresar por la puerta trasera de la universidad. El tener mi beca no me permitía tener tardanzas o alguna clase de falta o podría perderla y ese sería otro gasto y gracias al señor Gustavo eso estaba siendo menos un problema.

Corro muy rápido e ingreso a la facultad de medicina, Observo de reojo la puerta del laboratorio y al no ver docentes en el interior ingreso muy rápido.

Minutos después, el maestro a cargo hace su ingreso y la clase inicia.

—Bien jóvenes, eso es todo por ahora—Comienzo a guardar mis pertenencias rápido al escuchar aquello—Menos tu Foster, necesito hablar contigo, el resto puede retirarse.

—Dígame profesor, ¿Ocurre algo malo? —Pregunto nervioso delante del pupitre del profesor.

—Siéntate Pablo, es urgente lo que te diré.

Le hago caso y continuo en silencio mientras lo escucho hablar.

—Es todo, nos vemos la siguiente clase, retírate Pablo—Asiento abrumado, bajo las escaleras de la facultad en silencio.

—Hasta el lunes, señor Gustavo—Respondo retirándole la cadena a mi bicicleta.

—Llega temprano Foster—Asiento sin mirarle. —Y ánimo con todo lo que aún te falta—Alzo la mirada curioso y él sigue en su posición firme, pero menos severo que antes—Si sales ahora podrás llegar más rápido, no hay mucho tráfico en estos momentos.

Le hago caso y me pongo en marcha. En cada cambio de semáforo comienzo a pensar en todo lo que ocurrido en este nuevo pasado que no conocía y en Héctor. La semana pasada fui a ver a su padre y me amenazo con lastimar a Sara si me seguía entrometiendo.

—Joven, ya cambio el semáforo, cruce—Asiento cuando un policía de tránsito me observa.

Aunque tengo los audífonos a todo volumen, mi mente está en otro lugar menos en prestar atención a la música.

Por fin, después de más de una hora por estar casi deteniéndome más de la cuenta, logro llegar a lo que para mí ahora, es mi casa. Ingreso con cuidado y me siento sobre las sillas que ahora ya son de madera y suspiro agobiado al sentirla desolada.

—Sara debe de seguir en la universidad—Susurro observando la hora, ella suele finalizar sus clases una hora más tarde de mi hora de llegada.

Vuelvo a marcar el número de Héctor, pero esta sigue fuera de servicio. Desordeno mi cabello al sentirme frustrado.

—¿Por qué no podemos volver al pasado para modificarlo otra vez? —Me cuestiono abrumado.

Y un recuerdo algo borroso regresa a mi mente.

—Entonces, si no podemos volver en años atrás, deberíamos ir a nuestro futuro, ¿No lo crees? —Siento una opresión en el pecho ante ese pensamiento.

Retiro de mi mochila aquel bloc de notas que encontré hace meses en dos mil cinco cuando volvimos al pasado por primera vez y por extraño que sueñe esto es lo único que no ha desaparecido.

Al menos puedo ver que no me he vuelto loco y todo está siendo real. Trato de releer muy rápido, las páginas y ligeros recuerdos regresan a mi mente sintiéndose lejanos y las pequeñas notas escritas en nubes de pensamiento me hacen rebuscar mi mochila tirando todo al piso.

—Si no existe una fotografía del pasado… quizás se conserve una del futuro, ¿Sería posible?

Me quedo en silencio ante la absurda idea, pero otra vez mi mente que sobre prensa trae a mí un recuerdo de ya antes sucedido.

—¿Cómo conseguiste esa fotografía Héctor?

—No lo sé, cuando desperté la tenía en mis manos, ¿Por qué la tuya es de nosotros, de adultos, si en ese tiempo no lo conocíamos?

Paso las páginas muy rápido tratando de recordar como sucedió eso y por qué logramos vernos en un futuro estando en el pasado.

Un dibujo entre las páginas me hace respirar más tranquilo y la pequeña nube a su alrededor con texto en su interior hace me inquiete.

“Logramos salvar a Fermín, entonces le dimos vida a alguien que no estaba con nosotros, ese fue un cambio drástico”

—Un cambio drástico…—Susurro cerrando el bloc. Observo la habitación en donde estoy y es tal cual a como la recuerdo, pequeña con paredes blancas de menos de dos metros, donde solo ingresa una cama, una pequeña mesa y dos sillas, una cocina y dos armarios no muy grandes.

Aunque la única diferencia es que, nos lo consiguió Lucia y no Mariela.

—¿Eso tendrá alguna consecuencia? —Me pregunto preocupado, pero vuelvo a negar en silencio—¿Entonces que debemos cambiar? —Mi voz suena desesperada y no logro entender que es lo que debo hacer.

—¿Estás aquí? —Me coloco de pie cuando la puerta se abre y la suave voz de Sara me hace intentar sonreír. —¿Tarde demasiado? —Pregunta y niego, nos fundimos en un abrazo y beso su frente mientras que los dos nos sentamos en las sillas.

—Lamento no haber ido por ti hoy yo…—Sara coloca su dedo, indica sobre mis labios y sonríe.

—No pasa nada, en sí es difícil que estén en unir y venir diario, necesitas descansar un poco, nada malo me ocurrirá. —Entrelazamos nuestras manos y ella sonríe tratando de darme calma.

—¿Has venido con tus amigas? —Pregunto y ella asiente sonriendo—Qué bueno, me alegra saber que no vienes sola. —Ella desordena mi cabello haciéndome sonreír, pero agacha la mirada y su espalda se encorva confundiéndome. —¿Sara que ocurre? —Pregunto preocupado cuando ella sigue en silencio.

—S-sangre—Tartamudea y la sostengo de los hombros alarmados, ella se sostiene el vientre y con cuidado trato de que se coloque de pie, pero el dolor la inmoviliza.

—Debemos ir al hospital, ahora mismo. —Trato de que de sostenerla con cuidado, pero ella me observa con lágrimas en los ojos.

—Él bebe Pablo—Susurra y yo niego con la cabeza.

Estarán bien, todo estará bien—Sara aprieta mi brazo y escucharla, dar quejido por el dolor, me desespera.

—Señor, necesita estar tranquilo, el médico está atendido a su esposa—No he dejado de dar vueltas del pasillo a la puerta de la habitación donde se encuentra Sara. Hace quince minutos logramos llegar y aunque el sangrado no fue abundante, no dejo de preocuparme.

Esto no ocurría antes…

Un cambio drástico para volver al presente—Ese pensamiento surca por mi mente y niego muy rápido asustado. —No, así no.

—¿Señor Foster? —Alzo la mirada al escuchar la voz de un médico—Pase por favor. —Necesitamos hacer una prueba más, pero todo está bien, fue una amenaza de aborto, la señora Steller tiene que estar en reposo absoluto. —Asiento ante las indicaciones, Sara me observa preocupada y yo sostengo su mano.

—Así será, ¿Ella y el bebé se encuentran bien? —Pregunto asustado.

Sí, ambos están bien, pero es un embarazo de riesgo. —Vuelvo a asentir en silencio. —Acompáñeme para que llene los datos de la señora, mientras ella descansa.

Me coloco de pie siguiendo al médico, pero Sara me detiene del brazo, me giro y al ver que el miedo baila en sus ojos me agacho y la observa en silencio.

—Volveré pronto y nos iremos a casa, ¿Sí? —Pregunto y ella asiente sin dejar de observarme. —Confía en mí, todo estará bien. —Vuelve a asentir y coloca su mano en su vientre, yo hago lo mismo sobre la suya y ella sonríe. —Ya regreso, trata de dormir un poco.

Cierro la puerta de la habitación y respiro preocupado. Comienzo a caminar siguiendo al médico, pero una extraña sensación se hace presente en mi interior al ver que una luz en el fondo del pasillo parpadea y toda mi atención se basa en eso, es como si lograra hipnotizarme.

—¿Señor Foster? —Me asusto al escuchar la voz de una enfermera. —El doctor Vásquez lo está esperando.

Finalizo con el pago del centro médico y de rellenar los datos de Sara y regreso a su habitación, pero al ver que duerme profundamente sonrió cerrando la puerta. Me siento en la sala de espera y vuelvo a marcar el número de Héctor, pero cuando este timbra me coloco de pie confundido.

—¿Pablo? —Observo a mi alrededor cuando escucho su voz desde la otra línea—¿Qué está ocurriendo? —Pregunta y el tono de su voz es de confusión—Las fotografías de antes ya no…

—Lo sé… No entiendo tampoco qué ocurre. —Respondo honesto—Debemos volver a nuestro presente, ¿Lo entiendes? —Pregunto, pero otra vez aquella luz al final del pasillo vuelve a llamar mi atención. Comienzo a caminar en silencio hacia ese lugar.

—¡Pablo! —Me sobresalto cuando Héctor grita y recién soy consciente que estoy de pie al borde de aquella habitación. —Revisa el bolsillo de tu pantalón—Tanteo lo que indica y al sentir algo frío como un papel o algo similar lo retiro y me sorprendo al ver una fotografía donde estamos los cuatro de adultos otra vez. —Lo sé, también parpadea todo aquí.

Ingreso a la habitación en silencio, pero me arrepiento al recordar que Sara me espera.

—No puedo, no ahora. —Respondo tratando de retroceder, pero el dolor en mi cabeza me nubla.

—No finalices la llamada, tengo miedo de que no regresemos juntos, pero esta vez, ayúdame, necesito entender que ocurre con Mariela y tú necesitas salvar a Sara—Eso basta para que me sostenga de la pared más cercana y caiga al piso por el dolor que siento.

—Sara—Susurro dejando caer el celular al piso.

—Sí, Sara. —Responde Héctor en un susurro. —Perdóname, amigo, pero es necesario—Aunque el dolor en mi cabeza es insoportable, no logro escuchar lo último que dice y finaliza la llamada. Trato de colocarme de pie, pero la habitación continúa parpadeando con más rapidez y logro escuchar el sonido de la lluvia que resuena con fuerza.

Poco a poco siento que los ojos me pesan y de pronto todo se oscurece otra vez.



—Doctor Foster se le solicita en la sala de urgencias—Me remuevo en mi sitio aun sin abrir los ojos. —Solicitamos que el doctor Foster se aproxime a la sala de urgencias. Siento mi garganta seca y aunque aquella voz resuena en mi mente sigo sin poder abrir los ojos.

—Pablo, te están solicitando—Una voz distinta da pequeños golpes en mi hombro—¡Pablo!

—Y como ya es costumbre, abro los ojos espantado—¡Me asustaste idiota! —Observo a mi alrededor confundido, pero cuando intento removerme mi trasero cae al piso y contengo un quejido de dolor.

—¿Qué es lo que…?—Me asombro al escuchar mi voz más gruesa y recién alzo la mirada y al ver a un hombre que no reconozco me asusto.

—¿Estás bien?, me miras como si no me reconocieras, el Doctor Cortés te está buscando, apresúrate—Aquel chico me jala del brazo obligándome a colocarme de pie, aun con mis extremidades adormecidas me coloco de pie. —Mírate en el espejo, estás todo ojeroso, parece que tuvieras sesenta y no treinta y cinco, apresúrate—Camino hacia el espejo un poco lejos de mí y tanteo mi rostro al reconocerlo.

Sonrió moviendo mis brazos y la bata blanca que llevo.

—Sin duda estás muy extraño, sal de una vez, me adelantaré y le diré a mi padre que ya lo alcanzarás. —Asiento dándome la vuelta sin dejar de observarme en todos los ángulos posibles—Te vez ridículo haciendo eso—Carraspeo ante lo que dice y el hombre de cabello negro se retira.

Acomodo mi bata y acomodo mi cabello siguiéndolo, pero vuelve a abrir la puerta de la habitación y me observa inquieto.

—Deberías apresurarte, mi padre me dijo que el paciente de urgencias es un conocido tuyo—Mi sonrisa se borra ante lo que dice.

—¿Qué? —Pregunto asustado.

—Sí, ¿te suena el apellido Irazábal? —Trago saliva al escucharlo—Como lo colocaron en esta historia clínica, ah ya sé, su nombre es Héctor, Irazábal Héctor. —Corro hacia las escaleras cuando escucho ese nombre y aunque aquel hombre me sigue, continuo en negación y sin comprender nada.

—Al fin, Foster, preparen la sala de operaciones, necesita con urgencia una intervención o puede entrar en un coma etílico. —Me espanto ante lo que el doctor Cortés indica, fijo la vista en mi mejor amigo, tienes golpes en el rostro y está inconsciente, tiene hematomas en los brazos y piernas.

¿Qué hiciste Héctor?

Es la pregunta que surca por mi mente sin dejar de mirarlo, mientras que las enfermeras y médicos siguen ingresando y saliendo de la habitación, siento que mencionan mi nombre, pero no puedo dejar de observar a Héctor sin comprender que ocurre.

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