—¿Acaso están sordos? —grita molesto el recién llegado
—¿Daigo?
Asta llama la atención del demonio Oni, quien de inmediato cambia el semblante molesto por uno alegre; los demás miran como el enorme demonio se mueve hacia donde está el pequeño niño, incluso Tiago se levanta lentamente del suelo para mirar con curiosidad como el cuerpo del chico es envuelto casi por completo en un abrazo del Oni.
—También me alegra verte. —dice Asta intentando respirar
—Lo siento. —dice apenado Daigo —Ahora sí, ¿me quieres explicar que hacen aquí? Pensé que era de nuevo esa cosa sombra que ha estado…
—¿Cosa sombra? —pregunta Milo curioso —¿Se refiere a la Bestia?
Diago voltea a ver al brujo de luz, su mirada refleja entre sorpresa y molestia, aunque podría ser solo un reflejo de lo que los niños sienten en este momento.
—¿Qué saben ustedes? —pregunta cortante el Oni
—Lo suficiente. —responde Asta cansado —Te prometo que lo explicare todo pero, ¿podrías llevarnos al castillo?
Daigo gruñe, cubriendo su rostro con la mano y suspirando, se toma un instante para observar al cansado y peculiar grupo, decir que está sorprendido apenas describe lo que el demonio puede decir: un niño en el suelo con algunos mechones de pelaje en su cuerpo, un príncipe de agua herido y con sangre goteando, un hada de aire aterrada usando de escucho a un grupo de niños con la ropa que claramente no es de ellos y la extraña sensación de que la chica rubia intenta asesinar con la mirada al joven hijastro del señor del infierno.
Decir que desearía no haber hecho la ronda en este momento es quedarse corto.
—Supongo que si no lo hago, Lucifer me colgará de la punta del castillo. —dice cansado el demonio arrastrando un poco las palabras —Otra vez.
Un gritillo de parte de Cindy se escucha al fondo, mientras el enorme demonio se acerca y toma como si nada el cuerpo de Leith, colgándolo al hombro. Un chillido del chico es lo único que se escucha antes de ser llevado.
—¿Tú también quieres que te lleve? —pregunta Daigo al joven en el suelo
—No, no, yo estoy de maravilla. —balbucea deprisa Tiago mientras se pone de pie —¿Quién necesita ayuda? Yo no.
Milo y Asta se ríen, mirando con compasión al pobre cambia formas que apenas es capaz de permanecer de pie por más tiempo. Dhyani, Enid y Twyla comienzan a seguir al Oni que camina a paso rápido, Via se acerca a Tiago a brindarle un poco de soporte mientras avanzan.
—Sabes que tendrán que hablarlo pronto, —dice Milo al quedar a solas con Asta —¿no?
Asta le mira, incrédulo, sin saber que responder o si siquiera ambos se refieren a lo mismo, aunque por la mirada que la princesa le dedico al pasar frente a ellos no deja lugar a muchas opciones.
—No sé cómo podría arreglarlo. —admite derrotado el niño —Es como si cada vez que me ve, lo único que puede recordar es lo que paso con Valley.
—¿Valley? —pregunta Milo sin comprender a lo que se refiere su amigo
—Mi hermano mayor, —dice Asta con media sonrisa en su rostro —era el gemelo de Via.
Milo asiente, esperando en silencio a escuchar lo que su amigo quiera decirle, incluso si intenta sonar convencido de lo que debe decir, el brujo de luz realmente es apenas consciente de lo que ocurre entre la princesa y Astaroth.
—Creo que jamás dejará de culparme por su muerte. —dice Asta en voz baja deseando que nadie más lo escuche
Apartando la mirada, Asta parpadea un poco, intentando contener las lágrimas que comienzan a escocerle los ojos, su pecho duele al recordar la forma en que Via no paraba de gritarle mientras le acusaba de haber asesinado a su hermano, mientras sus ojos no podían apartarse del cuerpo colgando sobre ellos.
—Como si tu lo hubieras hecho.
—Tu cállate. —murmura Asta golpeando su sien con la mano
La voz distorsionada que retumba en su mente se vuelve un dolor de cabeza, esta seguro de que tras tantos años no es capaz de recordar si quiera como debería sonar realmente la voz de su hermano, aun así, siempre está ahí burlándose y encargándose de no permitir que el niño pueda olvidar todo.
—¿Estas bien? —pregunta Milo
Colocando su mano sobre el hombro de Asta, Camilo trata de sonreír lo más tranquilizador que puede, sabiendo que probablemente no deberían estar teniendo esta conversación a pocos centímetros de la única familia que el niño tiene y que parece evitarle con todas sus fuerzas.
—Supongo que sí. —dice Asta cansado —Después de tanto tiempo te acostumbras a la idea de ser el culpable de todo lo que ocurre.
Milo mira con curiosidad hacia la pared, el reflejo de sus siluetas se proyecta contra el muro de piedra oscura. Aun así, algo extraño se proyecta al mismo tiempo que las de ellos, incluso si mira hacia todas partes no parece haber algo que lo proyecte. Una figura pequeña y delgada, que se mueve como si intentara envolver y engullir la silueta de Asta, aferrándose a su espalda sin intensiones de soltarlo en algún momento.
—¿Pero qué?
La pregunta de Milo es interrumpida al escuchar a una emocionada Enid llamarles, ambos chicos se miran y asienten con la cabeza, sabiendo que el tema volverá a surgir en algún momento incluso si por ahora hay un acuerdo de no mencionarlo a nadie más. El secreto de uno y el misterio para el otro, ambos de acuerdo por ahora.
—¡Bienvenidos al castillo del Submundo! —anuncia Diago sin mucho entusiasmo
—Es más pequeño de lo que esperaba.
Todas las miradas se fijan en Tiago, ni siquiera Via puede evitar cubrir su rostro y fingir que no viene con él mientras que el Oni les guía al interior del castillo.
Las altas columnas de piedra oscura y el enorme portón de madera les recibe, la sensación de hogar es algo que Asta no esperaba extrañar tanto como en estos días. La añoranza por la calidez que brinda aquella construcción es embriagadora, por lo que el niño no puede evitar sonreír al ver como sus amigos comparten su alegría al mirar los retratos siniestros colgados en las paredes y las terribles decoraciones que su padre insiste en tener.
—No rompan nada. —dice Diago al pasar —Les costará su alma si bien les va.
Dhyani traga saliva, deteniéndose en seco, quedando tan pálido que su rostro rivalizaría con una hoja de papel. Diago suelta una carcajada al ver la expresión de espanto en el rostro de los niños y adolescentes, Asta sonríe y camina hacia su amigo.
—¿Puedes dejar de molestar a mis amigos, Oni? —dice Asta entre risas
—No creo. —admite el demonio —Ahora, si me disculpa, señor, iré a dejar a su invitado al ala correcta.
Asta le gruñe con molestia antes de ver al demonio adulto alejarse con el príncipe colgando como si de un costal de papa se tratara.
—¡Oye! —grita Asta —¿Y mi padre está en casa?
—No. —dice Diago dejando de reír —Volverá pronto. De ser tú, me apresuraría a ocultarme.
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