Vínculo prohibido: Corazones en tormenta

Celeste despierta con un nudo en el estómago, consciente de la situación complicada en la que se encuentra. Cuando Titi le informa que Nadir se ha marchado y que llevará a Catalina y Lucas a recorrer la hacienda para distraerlos, una mezcla de alivio y tristeza la invaden. Sabe que es lo mejor para mantener a todos a salvo, pero no puede evitar sentir un vacío en su corazón por la ausencia de Nadir.
—Me quedaré un rato más en la cama, me duele un poco la cabeza— le dice con pesar.
—No hay problema, querida. No tardaremos mucho, deberías tomar un baño y bajar a desayunar. Catalina preparó algo delicioso.
—Gracias.

Titi deja la habitación, y después de unos minutos, Celeste deja la cama para observar pro la ventana. Puede observar a su amiga, llevar a Lucas a explorar la hacienda, Celeste se siente atrapada en una encrucijada emocional. Por un lado, sabía que debe proteger a su hijo y a Nadir de las consecuencias de su relación prohibida, pero, por otro lado, no puede evitar extrañar su compañía. Las emociones que comparte con Nadir son intensas y genuinas, pero también son peligrosas. Tiene que encontrar una manera de equilibrar su vida y proteger a su hijo. Pues, aunque Nadir se ha marchado, dejando atrás un torbellino de emociones y una sensación de pérdida, no pudo evitar sentir una profunda tristeza.
No hay nada que pueda hacer, más que seguir, fingiendo felicidad para no entristecer a su hijo.
Toma una toalla y se dirige al baño, primero se cepilla los dientes y se prepara para entrar a la regadera, cuando la puerta se abre y se cierra de repente. Pega un grito, mientras se cubre como puede, pues ya tiene la bata desabrochada.
—¡joder! ¿Qué haces aquí, no te habías ido? — le reclama enfadada.
—Lo hice, pero Titi me pidió que arreglara la regadera de inmediato, lamento si te asuste.
—La regadera está bien— le informa—Ahora, serias tan amable de salir, por favor.

Nadir no dice nada, pero a abrir la puerta, balbucea algo. Celeste vuelve a insistir en que se marche y lo que dijera la deja sin palabras.
—La puerta está cerrada— comunica.
—Imposible.

Se acerca para comprobarlo y en efecto, estaba cerrada. Trata de abrirla y se enfurece, golpeándola con desesperación.
—Vas a lastimarte si continúas así.
—Entonces derríbala.
—No puedo hacerlo, es propiedad privada.
—¿No puedes o no quieres? — lo mira enfadada.
—Talvez no quiera.
—Eres un idiota —lo aparta furiosa y empieza a gritar.
—Estamos solos— le recuerda— Titi llegará al medio día.
—¡No, no, no, no puede ser! — se lleva las manos a la cabeza, muy desesperada— No puedo estar aquí contigo. Esto es una pesadilla.
—Tranquilízate.
—¡¿Qué me, tranquilice?! ¿Cómo se supone que lo haga? Esto no debe pasar.
—Tampoco soy la peste, para causarte tanto pavor.
—Eres peor que eso.
—Si se calmara, puedes darte cuenta de que podemos salir por esa ventana—señala la ventana alta de la habitación.
—Perfecto. Súbeme.
—Si la subo, ¿volverá para abrirme la puerta?
—Por supuesto que no — responde de inmediato —Claro que lo haría.

Nadir lo piensa un instante y entra a la bañera y le pide hacer lo mismo, ella lo mira dudosa, pero él le muestra la ventana. Cuando están cerca, él intenta tocarla y de inmediato ella se aparta.
—Se supone que debo levantarla ¿Cómo lo haré sin tocarla?
—Puedes colocarte como banquillo, me subiré a tu espalda y me levantarás lentamente para alcanzarla.
—Como quiera.

Se agacha, colocando las rodillas y manos en el piso. Ella se sube a su espalda y da la indicación para que se vaya levantando, pero no logra siquiera llegar a ella.
—Levántame más — ordena.
—Tendrá que colocarse sobre mis hombros, no sea necia.
—¡olvídalo!- se baja enojada— no sirves para nada.

Vuelve a golpear la puerta, pidiendo a gritos ayuda, luego lanza unas patadas desesperadas. La escena hace que Nadir se acerque aprisa y la detenga antes de que se haga daño. La sujeta entre sus brazos con firmeza, evitando. Celeste estaba asustada, aterrada por pasar más tiempo con el hombre que la derrite por completo. A pesar de sus temores y la lucha interna, el contacto físico entre ellos hace que sus corazones se aceleraren y el deseo arda en sus miradas.
Ambos se encuentran mirándose con un deseo innegable que ninguno puede ocultar. En esos segundos, la conexión entre ellos se hace más fuerte, y sus cuerpos parecen consumirse en el calor de la pasión reprimida. La tensión en la habitación es palpable, y sus corazones latían al unísono.
Nadir acerca sus labios para besarla, pero ella se aleja ligeramente, con una pequeña frase suplicante: «Por favor, no». Celeste lucha con sus deseos, tratando de resistirse a la pasión que la consumen, pero Nadir no está dispuesto a obedecer.
«Lo siento», responde él con determinación antes de robarle un beso. Al principio, fue un beso desesperado y tímido, pero pronto se vuelve más apasionado y dulce. La pasión que ha estado reprimiendo durante tanto tiempo finalmente encuentra su liberación en ese momento, y sus labios se funden en un beso ardiente y profundo.
Nadir despega sus labios de los de Celeste para mirarla profundamente a los ojos y confesarle con pasión: «Te amo». Sus miradas se pierden nuevamente en un mar de emociones indescriptibles, y la excitación florece aún más intensamente entre ellos.
En ese momento, las palabras se vuelven innecesarias. Sus corazones hablan el uno al otro a través de las miradas y los gestos apasionados. Entregándose por completo a la conexión que han estado reprimiendo durante tanto tiempo, permitiendo que el amor y el deseo los consuma por completo.

El mundo exterior desaparece mientras se sumergen en un abrazo apasionado y en la promesa de un amor prohibido que cambiará sus vidas para siempre. Las sombras de la duda y los secretos se disipan ante la luz de su amor compartido. Ya no hay miedos ni inhibiciones, sus corazones se han rendido y las almas anhelan encontrarse.
En esa habitación silenciosa, las prendas caen al suelo, y sus manos exploran un nuevo camino.

Las sensaciones son nuevas para Celeste y su cuerpo está viviendo algo que nunca pensó volver a experimentar: sentirse deseada y amada. Su cuerpo arde en el fuego de la pasión prohibida mientras se entrega por completo a la intensidad del momento.
En ese instante, sus preocupaciones y secretos parecen desvanecerse, perdidos en el éxtasis compartido de su amor. El mundo exterior desaparece, solo existían ellos dos, unidos en un abrazo apasionado y en la búsqueda desesperada de la satisfacción de sus deseos más profundos.
Unos minutos después, Celeste y Nadir están vistiéndose, riéndose de lo ocurrido, pero sin sentir arrepentimiento alguno. Han cruzado un límite que han estado conteniendo durante mucho tiempo, y ahora que ha cedido a sus deseos, se sienten más unidos que nunca.
—Debo estar loca.
—Somos dos locos ahora— le sonríe, mientras le toca la punta de la nariz.
Nadir ya no puede ocultar su amor y las ganas de estar cerca de Celeste. No desaprovecha un solo segundo para tocarla, besarla, acariciarla y decirle lo hermosa que es. Cada gesto y palabra son una expresión de su profundo amor y deseo por ella.

Celeste y Nadir comparten un momento de intimidad mientras se visten.
—A partir de ahora, debemos ser discretos. No quiero que Ricardo te haga daño— le dice ella, preocupada en su futuro.
—No le tengo miedo.
—A veces, quiero irme lejos. La fortuna de mis padres no me interesa. Solo quiero estar con mi hijo. Pero Ricardo tiene poder ahora, se apoderó de la herencia de mis padres y me tiene en sus manos, consumiendo mi vida, destruyendo mis sueños.

La preocupación por el control que Ricardo tiene sobre su vida y la de su hijo pesa sobre Celeste. A pesar de su amor por Nadir, la realidad de su situación es complicada y peligrosa.
—Encontraré esos documentos, y tú podrás finalmente ser libre de ese idiota. Lo prometo.
Sus ojos reflejaban su profundo amor y la promesa de hacer todo lo posible para protegerla.
—Gracias, pero primero salgamos de aquí, no me gusta estar mucho tiempo en lugares cerrados. Aunque Titi se enfade, derriba esa puerta.
—Y… si usamos la llave— saca la llave del bolsillo de su pantalón, dejando una linda mueca en su rostro.
—¿Tenías la llave?
—Lo siento, amor, es que en verdad necesitábamos un tiempo a solas.
—Solo abre a puerta— manifiesta Celeste con una sonrisa cómplice.

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