La mansión Di Marco estaba envuelta en un silencio matutino mientras Ricardo comparte un desayuno tranquilo con su padre, Lorenzo.
—Cuanto silencio hay esta mañana. ¿Celeste no piensa acompañarnos? — pregunta Lorenzo.
—No está en la casa, pasará el fin de semana con Titi, en la hacienda de sus abuelos.
—Vaya, parece que la señora, empieza a soltarse las alas—dice con sarcasmo.
—No lo menciones— responde un tanto enojado, Ricardo—Hace semanas está muy extraña, se ha reunido mucho con sus abogados. Algo me huele mal, me pone nervioso, tengo la sensación de que estoy pasando por alto, algo importante.
—¿Hablaste con ellos?
—Esos malditos metiches, no han dejado de inmiscuirse en mi camino—golpea la mesa, omitiendo la pregunta de su padre—Quisiera terminar con ellos, pero eso solo me complicaría la vida.
—Tienes que pensar con la cabeza fría, no olvides que el pasado siempre pesará sobre tus hombros.
—¿Ahora pretendes hacerme único responsable?
—Yo solo te di una sugerencia.
—No pretendas dar un paso al costado, padre, tú y yo estamos en el mismo camino y compartimos las mismas responsabilidades. No olvides que sigues haciendo de las tuyas, gracias a mí. Tú y mamá… —Piensa un instante, para darse cuenta de su ausencia —¿A dónde fue ahora?
—A las Vegas, con unas amigas.
A Ricardo eso no le sorprende, pues, su madre, suele tener escapadas repentinas y lujosas a lugares exóticos.

—Ahora entiendo por qué perdiste nuestro patrimonio.
—Pero ya lo estamos reconstruyendo ¿O no?
—Tus deudas son cada vez mayores, no te garantizo que tengas dinero suficiente para terminar tus días con dignidad.
—¿Piensas dejará a tus padres en la miseria?
—Desde hace décadas, llevas una vida de lujos prestada.
—Entiendo la indirecta — s e pone de pie— debo ir a justificar mis honorarios. Espero que no te importe que lleve a Vinny a la empresa.
—¿Y Nadir?
—Lo envié hacer algunos pendientes del club.
—¿Y cuándo regresa?
—El lunes, no creo que tarde más.
—¿Cuándo se fue? — pregunta Ricardo, sus ojos estrechándose ligeramente mientras buscaba pistas en las palabras y expresión de su padre.
Lorenzo levantó una ceja, aparentemente sorprendido por la pregunta directa de su hijo.

—Ayer por la tarde. ¿Por qué lo preguntas?
Las palabras resuenan en la mente de Ricardo mientras trata de juntar las piezas del rompecabezas. La ausencia de Nadir coincidía con la de Celeste en la hacienda de su amiga. Un nudo de sospecha se forma en su estómago, y la idea de que su esposa y el guardaespaldas pudiesen estar juntos comienza a tomar forma en su mente. Hasta que su padre vuelve a repetir la pregunta.
—Para tomar en cuenta sus días que no debo pagarle— responde, levantando la taza de café.
Más, sus pensamientos siguen girando en torno a las posibilidades. Sabe que su relación con Celeste desde hace unos años ha terminado, y la presencia de Nadir pone en riesgo su futuro.
Lorenzo pareció detectar la tensión en la voz de su hijo. Hay algo que lo inquieta.
—Debería protestar, pero tú eres el jefe— lo observa con ojos penetrantes, como si tratara de leer sus pensamientos en cada gesto y palabra, finalmente vuelve a habar—Si necesitas hablar de algo que te preocupe, recuerda que puedes contar conmigo.
Ricardo se levanta de la mesa dejando un claro mensaje—Lo tendré en cuenta, padre.
Sin decir más, Ricardo se dirige hacia la puerta, sintiendo el peso de las sospechas en su mente. Debe tomar cartas en el asunto, pues la creciente certeza de que algo estaba ocurriendo entre Celeste y Nadir lo ponen de muy mal humor. Y mientras abandona la mansión, no puede evitar pensar en lo feliz que deben estar en la hacienda.
Así, preso de su paranoia y sospechas, marca el número de Octavio antes de subir a su vehículo. Su guardaespaldas tarda unos segundos en contestar.
“Dígame, señor”
«Necesito que viajes de inmediato a la hacienda de los abuelos de Titi, en Saratoga County, te estaré enviando a dirección exacta. Quiero que obtengas evidencia de la infidelidad de mi esposa con Nadir.»

La mención de Nadir como parte de su solicitud hace que Octavio se sobresalte, y por un momento, tenga dificultades para procesar la información.
«Entiendo, señor», responde, tratando de ocultar su sorpresa. «Señor, ¿está seguro de que su esposa está con Nadir? Es una acusación seria, y necesitamos estar completamente seguros antes de tomar medidas.»

Ricardo, atrapado en una tormenta de emociones y desconfianza, respondió con firmeza, aunque sus palabras revelaban su propia incertidumbre. «No estoy completamente seguro, Octavio, pero las circunstancias son sospechosas. Necesito que vayas a la hacienda y obtengas evidencia de cualquier actividad inapropiada entre ellos, un acercamiento mínimo, lo que sea, quiero que quede registrado.»
«Entiendo, señor.”

Con esas palabras, Ricardo cuelga el teléfono, dejando a Octavio con la responsabilidad de investigar la situación. Mientras conduce por la carretera, sus pensamientos siguen girando en torno a la posibilidad de la infidelidad de Celeste. El enojo y la rabia que siente se refleja en su agresividad al golpear el volante con fuerza. La idea de que su esposa pudiera estar experimentando la felicidad con otro hombre lo llena de resentimiento y celos.

No solo teme perder el control sobre ella, sino que también se preocupa por las consecuencias financieras de un posible divorcio. Sabe que, aunque su fortuna no es suya, los abogados de Celeste presionarían para echarlo a la calle.
La mezcla de emociones conflictivas y la incertidumbre sobre el futuro de su matrimonio lo atormenta, mientras avanza por la carretera.
“Si consigo una sola foto de tu infidelidad, tomaré la delantera. ¡Sí! Ha llegado el momento de jugarme la última carta.” Se dice, toma de nuevo el teléfono para marcar a su abogado.

Aprieta el volante con fuerza mientras conduce. La determinación arde en su interior mientras marcaba el número de su abogado, Jackson. Sabía que este era un paso crucial y que estaba dispuesto a jugar su última carta.

Cuando Jackson respondió al teléfono, Ricardo habló con voz firme y decidida: «Hola, Jackson, ha llegado el día que tanto esperábamos. Prepárate para los documentos de custodia de Lucas. Y asegúrate de que los abogados de Celeste se mantengan en su lugar.»

La voz de Jackson resonó con confianza en el otro extremo de la línea. «¡¿En serio?!”
“La maldita se metió con el guardaespaldas. Y aunque detesto la idea, no puedo negar que es conveniente para nuestros planes”
“Sé que es difícil y de que…”
“No seas imbécil, Celeste no me interesa, así que ahórrate los sermones para hacerme sentir menos miserable. Lo único que me interesa es su dinero. No puedo perder lo que ya es mío. Si esa maldita empresa sigue a flote, es gracias a mí.”
“Por supuesto, Ricardo. Estoy listo para actuar. Y por esos viejos decrépitos no te preocupes, no podrán hacer nada. Tendremos una estrategia sólida, al igual que el testamento”
“Shh, nunca vuelvas a mencionarlo. Y por tu bien, más te vale que siga perdido.”
“Por supuesto, nadie jamás podrá encontrarlo”

seguir leyendo

Loading


Deja un comentario

error: Contenido protegido
%d