Alberto caminó lejos de la casa de su ex. Aún era temprano por lo que pasó a comprar tortas de agua a una tiendita cerca de su casa. Eran casi las ocho de la mañana por lo que sabía que su padre estaría ya despierto.
Él por su parte solo esperaba que Claudia no lo estuviera hace tiempo. Caminó con prisa analizando la conversación con Regina. Ella le dijo que Claudia también estaba interesado en él, y aunque no sabía como lo supo; sintió felicidad al saber que lo que sentía era correspondido. Pero sabía que en algún momento debía confirmarlo por la chica que quería y no por otra persona.
Cuando finalmente llegó a su casa vio a su papá que había servido la mesa, al verse se sonrieron. Alberto entró y se cerró la puerta enseñándole la bolsa de tortas a su padre. Después de eso puso la caja en la mesa de centro pequeña enfrente de sus sillones.
—¿Claudia sigue durmiendo? Pensé que los dos estaban juntos en el cuarto así que no quise molestarlos.
—No, cómo crees. Yo dormí aquí en la sala. Y tú deja de recordarme que en el baño hay preservativos.
Su papá rió al escuchar eso, pero no dijo nada más al respecto mientras servía comida. Alberto por otra parte después de dejar la comida decidió ir por Claudia. Caminó hasta afuera de la puerta y después tocó. La puerta se abrió de inmediato, dando a relucir a la chica ya cambiada, arreglada e incluso un poco maquillada.
La mujer había tendido la cama del chico e incluso escombrado un poco sus cosas. Alberto sonrió al verla, sonrisa que fue correspondida.
—Buenos días, ¿cómo dormiste? —cuestionó Alberto tomando la mano de la chica.
—Bastante bien, tu cama es cómoda —contestó con tono pícaro en ese momento—. Gracias por dejarme quedar aquí.
—Siempre, le dije a tu mamá que te cuidaría y que te quiero.
—Yo también te quiero —contestó Claudia sonriendo.
La chica salió del cuarto de la mano con el joven. El padre sonrió al verlos sin decir nada, pero señalando con los ojos a Alberto el baño; este le respondió con una mirada molesta tratando de explicarle sin palabras que él sabía perfectamente lo que necesitaba para vivir su sexualidad de forma segura.
El padre se volvió a burlar de él sin en una risa quedita. Le divertía molestar a su hijo.
—Claudia, buenos días. ¿Dormiste bien? —preguntó el padre de Alberto bebiendo un poco de café.
—Bastante, muchas gracias señor.
—No es nada, ya era muy tarde. —El señor dejó de lado su taza de café y después tomó su maletín para irse—. Nos vemos por hoy chicos, tengo que entregar unos medicamentos a un hospital y ya se me hizo tarde.
—Nos vemos Pa’ —habló Alberto sentándose con Claudia en la mesa—. Y muchas gracias por el desayuno, nos vemos en la noche.
—Nos vemos señor.
El señor Rojas asintió con la cabeza para luego salir de la casa. Alberto miró a Claudia con una sonrisa, se levantó para ir por la caja y luego se volvió a sentar con ella cuando le entregó esta en sus manos. Claudia la miró con cierta confusión hasta que empezó a revisar el contenido, el cual impresionó a la joven.
—¿Qué es esto? —preguntó la chica sorprendida al tocar cada cosa de la caja—. Dios, es mi sudadera. ¿Entonces la que compré de reventa en internet no era la mía?
Alberto rió sin querer en ese momento, pero se tragó su risa porque sabía que no era la situación adecuada.
—Fui a hablar con Regina en la mañana. Ella me dio esto, todo es tuyo.
—Dios… pensé que nunca recuperaría esto. ¿Fuiste por ellos?
—Algo así. Claudia, fui a decirle a Regina que no quiero volver con ella nunca, que nuestra relación acabó y lo acepto; que debía cortar lazos con ella por tu bien y por el mío.
Claudia lo miró con mucha sorpresa, incluso le costó trabajó hilar las palabras antes de hablar.
—No… Yo… No puedo creerlo. ¿Por qué hiciste eso? ¿Por qué dices que por mi bien?
—No te asustes. Tú me dijiste que te alejarías de mi vida si yo regresaba con ella —contestó Alberto tomando su mano—. No entendí la razón al inicio, pero no puedo hacerte eso. Lo de David y Regina es, no te obligaré a soportarlo. Además, necesita dejar ir a Regina; lo nuestro acabó. Como me dijiste cuando nos conocimos, me convenía, pero acabó.
—No debías, es decir, solo soy alguien cualquiera que apenas y puede graduarse de su carrera.
—Claudia, eres maravillosa enserio. Además hay otra razón que te involucra —dijo con timidez el chico—. La verdad, es decir, te conozco hace apenas meses y estoy encantado contigo. Creo que realmente me gustas bastante.
Claudia no pudo evitar sonreír en ese momento. Sintió como si toda una vida mala hubiera desaparecido de ella y una nueva estuviera floreciendo.
—Tú también me gustas Alberto.
Alberto sonrió al oír eso, se sentía bien que aunque lo pensaba la chica se lo confirmara.
—Quiero darte tu espacio, mientras nos vamos conociendo. También quiero ayudarte en todo, como tú me has ayudado a mí. Esta decisión está bien por mí si me aceptas. Claro, aunque no me aceptes era una decisión que debía tomar.
—Alberto… —Habló Claudia con cierto amor—. Claro que te acepto, hoy y mañana.
—En ese caso, oficialmente, nos estamos conociendo para ver si podemos tener una relación. ¿Está bien? —cuestionó Alberto con una gran sonrisa.
—Está bien —afirmó la joven devolviendo la sonrisa—. Gracias por mis cosas.
—Aun falta algo, pero prometo que no tardará. Quiero cuidarte y eso haré.
—Te adoro Alberto —mencionó Claudia viendo con amor al chico.
Aquella mirada fue correspondida con el mismo amor.
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