La Princesa Rosada: Episodio I El Frustrante Caballero – Tercera parte: Conociendo al enemigo – Capítulo X: Emboscada en Namir

Lo que partió como un viaje emocionante y con grandes expectativas fue viéndose truncado en la medida que abandonaban el bello Valle de Salicis y se aproximaban al reino de Clanavis, notando que en su límite oriental había mucho movimiento de tropas en dirección al reino de Xynichov, el cual no parecía tener buen aspecto, pues varias columnas de humo emergían de distintos puntos y ello hacía pensar en que la desgracia había caído sobre aquel lugar. Kasym y Xynos no perdieron tiempo alguno y cabalgaron hasta la ciudad clanavisiana de Romithir, donde el mercenario buscó inmediatamente una taberna.

— ¡Ah! Tiempo sin venir a Romithir, aquí las comodidades son tantas que pierdes la noción del tiempo y casi nunca hay acción, por lo que te puedes confundir entre la gente y nadie sospecharía de tu procedencia –Xynos sonreía jactancioso-. Y, aunque llegaran a adivinarlo, ni le darían importancia alguna… ¡Sin mencionar las buenas pintas de cerveza que sirven en la taberna del viejo Wilhem! ¡Ya estoy saboreando ese tarro espumoso!
— Al parecer sabes tanto de bebidas como de armas –Kasym rió ante las palabras de su amigo.
— Bueno, así es la vida del mercenario –el swatlio le guiñó un ojo y su rostro se alegró tras ver la taberna, la cual indicó en breve-. ¡Oh! Ahí está.

Kasym miró el edificio y le pareció agradable, pese a ver un par de borrachines que no se podían el cuerpo y tambaleaban graciosamente, lo que no le pareció extraño, pues una taberna sin al menos un borracho era como para él tener una espada sin filo.

— Te invito una pinta, espero que aguantes porque no cargo bultos –sonrió Xynos.
— No me juzgues tan tempranamente –Kasym descendió del lomo de Flying y se acercó a un abrevadero.

Ingresando a la taberna, Xynos no encontró a nadie conocido de entre las personas que estaban allí, todas las mesas estaban prácticamente ocupadas y solo unos pocos lugares junto a la barra estaban disponibles, por lo que, junto al caballero, se acercaron y pronto el mercenario fue reconocido por el dueño.

— ¿Xynos Wa’el? ¡Sigues vivo, muchacho! –el viejo Wilhem secaba una copa.
— Hola, viejo. ¿Qué tal las pintas? –Xynos sacó unas monedas y, con los dedos, indicó que quería dos tarros.
— Como siempre, a pesar de la guerra, sigue llegando grano desde Octumia y, por consiguiente, la cerveza no se termina –el viejo les dio a los recién llegados sus respectivos pedidos.
— El sur nunca ha caído en desgracia y no lo hará nunca –Kasym bebió un poco de cerveza.
— No me confiaría tanto, hace unos meses hubo una invasión de monstruos en la costa y casi llegaron a la capital, el ejército estuvo a unos pelos de ser reducido a un recuerdo –Wilhem siguió limpiando copas y jarras.

Kasym se quedó pensando en las palabras del dueño de la taberna.

— ¿Qué hay de Xynichov? Se podían apreciar columnas de humo desde el límite boreal de Salicis –Xynos bebió un largo sorbo.
— No he tenido noticias de Xynichov –el anciano lo miró con extrañeza.

Kasym se sentía un poco mal ya que el desayuno había sido demasiado liviano y temía que la cerveza le pudiera jugar una mala pasada, ante lo cual trató de dar aviso a su amigo lo más disimuladamente posible tirando de la manga de su chaqueta, ante lo cual el mercenario le vio y comprendió lo sucedido, sacando un par de monedas más.

— ¿Podrías darnos algo de comer? –Xynos le guiño un ojo a Wilhem.
— Claro, en seguida les traigo –el anciano vio que el joven caballero tenía la mirada algo perdida.
— Creo que terminaré siendo un miserable bulto, maldita sea mi suerte –Kasym puso su codo sobre la mesa y con la mano sostuvo su cabeza.
— Debí pedir algo de comer primero antes de beber –Xynos posó su mano en el hombro de su amigo-. Ya llegará, aguanta.

El viejo Wilhem apareció y les dio a cada uno un plato con carne seca, queso y un pan, lo cual repuso a Kasym en tanto sintió el olor. Comió con tantas ganas que de a poco sintió alivio y lo que pudo haber sido un crudo insoportable nada más quedó en la insinuación. Xynos siguió conversando con el dueño de la taberna y, a ratos, los tres rieron ante algunos comentarios, acabando todo en tanto los platos y las jarras estaban vacías.

— Parece que el crudo nada más quedó en la amenaza –sonrió Wilhem.
— Sí, fue suerte que no tuviera –Kasym se sintió un poco avergonzado.
— Creo que es hora de irnos, tenemos cosas que hacer –Xynos codeó a su amigo para que se levantara.
— Bien, fue un gusto verte, muchacho –se despidió el anciano-. Vengan sin cuidado.
— Lo haremos, amigo –el mercenario se puso de pie al igual que su compañero.

Saliendo de la taberna, Kasym se mantuvo pensativo y no hizo comentario alguno sobre la pinta ni el ambiente de aquel lugar, mientras que Xynos se remojaba los labios recordando el sabor de la cerveza y haciendo exclamaciones de agrado.

— Gracias por salvarme –Kasym mantuvo la mirada baja.
— Tranquilo, noté que no tienes ni la más mínima experiencia –Xynos sonrió.
— No sería buena idea cruzar Xynichov, tendremos que ir hacia occidente –dijo el caballero.
— ¿Occidente? Pero si Sweetlen está al otro extremo –el mercenario se detuvo de improviso-. No me harás viajar más de lo presupuestado.

Las expresiones de ambos se tornaron serias.

— Si viajamos directamente, seremos presa fácil, hay que circundar el núcleo, debemos aprovechar la retaguardia –insistió el muchacho.
— Maldita sea, chico, no me vengas con idioteces –Xynos se cruzó de brazos-. Sigue solo si quieres, te dije que te acompañaría hasta la taberna más cercana y eso hice.
— No me dejarás recién iniciado el viaje. ¿Qué te pasa? –Kasym se desesperó.
— Deja de chillar, ni siquiera te estoy cobrando –el mercenario se mantuvo firme.
— ¡Si es dinero lo que quieres, entonces te pagaré! –el caballero sacó una bolsa de oro y se la lanzó con rabia.
— No vengas con berrinches, aquí acaba mi trato –Xynos recogió la bolsa y se la extendió al muchacho-. Si tanto quieres ir a Sweetlen, hazlo. Yo no voy a desperdiciar mi vida inútilmente.

En un intento por apelar a su sensatez, Kasym recordó un suceso que supo de algunos compañeros.

— Escuché que el rey Milos te contrató para acabar con los mensajeros que intentaran ingresar a Kranis y tú no disparaste una flecha siquiera, incluso acompañaste a uno hasta el palacio en contra de la voluntad del rey –Kasym rechazó la bolsa con oro.
— Esta vez es distinto, no voy a arriesgar mi pellejo en una misión que no es mía –recalcó el mercenario.
— Hablas como Milos –bufoneó el muchacho.

Aquellas palabras acabaron haciendo el efecto tan deseado.

— ¡Está bien! –Xynos miró al cielo, resignado-. Te acompañaré hasta Sweetlen circundando el núcleo del continente, pero cobraré por el rescate.
— Del dinero no te preocupes, seguro la familia real te dará oro inconmensurable –el caballero se acercó a su caballo y lo montó luego.
— Espero no tener que arrepentirme de esto –Xynos buscó a su compañero y pronto se reunió con el joven kranisiano.

**

El sendero les condujo hacia oriente, de modo que, inevitablemente, se acercaron hacia el límite con el reino de Xynichov y, nuevamente, las columnas de humo fueron apreciables, pero con mayor claridad. Bastaba solo con echar un vistazo desde el punto donde se encontraban para notar que las ciudades habían sido atacadas y una gran masacre se llevó a cabo, lo que preocupó a Kasym.

— Ahora entiendo porqué el viejo no tenía idea de lo que pasaba allí –dijo Xynos.
— No tengo muchos recuerdos del reino, pero seguro tenía tanta majestuosidad como el resto de los aliados –meditó Kasym.
— Ni yo, si es que alguna vez me acerqué –el mercenario se rascó la nuca.
— Tendremos que ir por el corredor de Hamilther para llegar al puente de Goldren y cruzar el río Kinara hasta llegar al Bosque de Namir –concluyó el muchacho.
— Apresuremos el paso, tardaremos, a lo más, diez días si tenemos contratiempos –reparó Xynos.
— Debemos ser cautos –Flying avanzó tras un toque de pie de su jinete.
— Te sigo –Xynos no quitaba la vista de las columnas de humo.

Habiendo avanzado un buen trecho del camino, ambos divisaron a un hombre que avanzaba errante y Xynos reconoció por su vestimenta que era un comerciante, ante lo cual acordó con el caballero acercarse para hablarle y obtener algo de información.

— ¡Ey! ¿De dónde vienes? –preguntó Xynos a secas.
— Soy un comerciante que lo ha perdido todo, si fueran tan amables de darme, aunque sea, una moneda, se los agradecería enormemente –el hombre extendió su mano.
— Si nos das una información que valga la pena, te daré una buena recompensa –el mercenario le enseñó una pequeña bolsa.
— El reino de Xynichov fue atacado por legiones de caníbales, arrasaron con las ciudades y la gente huyó hacia el sur y occidente, todos desordenados –jadeó el comerciante-. Si alguien se quedó, es posible que no siga con vida.
— Bien, es suficiente –Xynos le arrojó el saco.

El maltrecho hombre tenía los ojos brillantes de solo ver el apreciado pago.

— Bendecido sea, mi señor –el hombre atrapó el objeto.
— Nos dirigimos al Bosque de Namir –habló Kasym-. ¿Hay problemas para llegar.
— Hasta donde sé, no lo hay –contestó el comerciante-. Yo perdí toda mi mercancía en Athgorel y quisieron los dioses que yo pudiera salvarme.
— Bien, debemos seguir nuestro camino –Xynos estaba impaciente-. Que tengas suerte en tu camino.
— Cuídense mucho –el hombre alzaba la mano en señal de despedida.

Xynos apresuró el paso de su caballo y Kasym le siguió detrás.

— No parecen agradarte las alusiones divinas –exclamó el caballero.
— Simple cuento de viejas para meter miedo –el mercenario hizo una mueca-. Ni siquiera me trago eso de que Sweetlen fue atacado por un dios, seguramente les alcanzó una plaga y no supieron controlarlo o qué se yo.
— Bueno, yo me crié sin tener conocimiento alguno de la existencia de dioses, he escuchado algunas historias vagas pero nunca supe hasta ahora –Kasym extrajo el pergamino con el rostro de la princesa Tryanna y se lo extendió a su amigo.
— No te fíes de un simple dibujo, las apariencias engañan –Xynos revisó la pieza y se la devolvió al kranisiano.

El joven sureño se quedó pensando un momento

— ¿Qué pasa si es real todo esto? –el caballero miró fijamente a su compañero.
— Cuando lo vea con mis propios ojos, te diré, por ahora apresura el paso –el mercenario arreó a Arthus y éste corrió a toda prisa.
— ¡Espera! –Kasym trató de alcanzarle con Flying.

**

Desde que ingresaron al camino de Halminther hasta llegar al puente de Goldren transcurrieron unos quince días, ello debido a que el sendero conducía hacia Athgorel y, recordando las palabras del comerciante, cuidaron su andar a fin de no caer emboscados, mas fue inevitable toparse con muros colapsados derrumbándose y ruidos de pasos presurosos muy cerca de ellos. Debido a ello, avanzaron siempre teniendo una mano en la rienda y la otra en la ballesta y espada respectivamente, a lo cual debía sumarse la espesa niebla que cubría el lugar sin favorecerles siquiera un poco y hasta la más mínima proyección de una sombra resultaba ser motivo de alarma. Trataron de buscar el sol, pero les fue imposible y la desorientación se acrecentó, sin embargo, ni Kasym ni Xynos parecieron sentirse doblegados y, temerarios, continuaron hasta por fin ver el cauce del río Kinara, por lo que nada más debían buscar el puente que les permitiría cruzar hacia occidente como el caballero tenía predispuesto hacer.

El Bosque de Namir era una gran mancha verde que servía de antesala al nevado paso de Kalish, un accidentado corredor que atravesaba la cordillera de Vanyr. La región boscosa resultaba muy importante, pues, por cada árbol, había junto una tumba, creyéndose que el alma de los fallecidos formaba parte de la flora y, por lo tanto, era responsabilidad de sus descendientes preservarlo, razón por la cual la práctica de talado estaba innegablemente prohibida. Curiosamente, la niebla que cubría Xynichov también estaba presente en el bosque, lo que generó gran extrañeza en Xynos porque nunca había visto niebla en el lugar.

— No se ve muy seguro el bosque –exclamó Kasym mientras miraba a derecha e izquierda.
— Dijiste que marcháramos a occidente y eso hicimos, no te vayas a echar atrás, chico –Xynos lo miró serio-. ¿Quieres llegar a tu preciado castillo? Deja de chillar.

Kasym se encogió de hombros y ambos se adentraron en el bosque, montados en sus caballos y muy alertas entre el sacudir de las hojas y el crujir de unas ramas. Unos lejanos gemidos y gruñidos se escucharon con claridad y ello hizo que el joven caballero tomara con firmeza el mango de su espada, lo que a Xynos le resultó gracioso y le fue inevitable reír.

— ¡Oh, vamos! ¿A poco te asustaste? Solo es un ruido lejano –dijo el mercenario.
— No me asusta, pero tampoco es prudente bajar la guardia –contestó Kasym.
— Como quieras, muchacho –el mercenario rodó los ojos.

Los gemidos se hicieron más próximos y tanto la niebla como el eco no ayudaban a identificar su origen. Xynos se descolgó la ballesta y, rápidamente, cargó una flecha por si llegara a necesitarla.

— Eso no sonó muy familiar –miraba a todas partes-. Será mejor averiguar qué es.
— No, debemos permanecer juntos –dijo firme Kasym.
— Tienes razón, si nos sorprenden podremos contenerles –el mercenario puso su arma a la altura de su ojo derecho para enfocar.

Cabalgaron con sumo cuidado unos pocos metros y los gemidos se hacían muy cercanos, parecía que estaban cerca del oído y ello los alertó aún más. ¿Qué podría estar entre los árboles y arbustos? El canto de un ave, el chillido de un jabalí y el ronroneo de un felino eran reconocibles, pero los gemidos no. Kasym desenvainó su espada en cosa de segundos y, justo entonces, salió una extraña criatura detrás de un matorral y se abalanzó hacia el caballero, pero el flechazo de Xynos fue tan rápido que solo se sintió el sonido del gatillo y un silbido suave y agradable.

— ¿Pero qué diablos fue eso? No había visto semejante porquería rondando por aquí –Xynos se apretó la nariz-. Y hasta huele fétido.
— Es un caníbal seguro… O un caminante –Kasym descendió del lomo de Flying, apretó su nariz y, con su espada, examinó al susodicho-. Fue un tiro certero.
— Soy el mejor tirador entre los mercenarios –el ego del mercenario era bastante notorio-. Pero es mejor asegurarse.

El hombre cargó inmediatamente otra flecha y la disparó a la criatura, la cual no movió músculo alguno. Kasym volvió con su caballo y lo volvió a montar con la clara intención de marcharse pronto.

— Será mejor que sigamos, pero con cautela, quizás no sea el único aberrante que encontremos por aquí –sugirió el caballero.
— ¿Por qué no regresamos? Podríamos ir de nuevo con el viejo Wilhem –Xynos se mostró inseguro.
— No pienso retroceder –Kasym se mostró firme-. O me ayudas a llegar a Sweetlen o lo haré solo, pero jamás retrocederé. Mi honor como caballero depende de esta misión.
— Me dijiste que te dieron de baja luego del incidente con la hija del rey Milos –el mercenario lo miró extrañado.
— Por lo mismo debo llevar a buen término la campaña, es preciso hacerlo –reafirmó el muchacho.

Xynos meneó la cabeza y justo en ese momento se escucharon más gemidos, esta vez a muy poca distancia, ante lo cual ambos cruzaron mirada y, sin decir nada, prefirieron descender de sus caballos para enfrentar cualquier cosa que se les apareciese. Ocho muertos vivientes emergieron entre la niebla y los dos hombres se dispusieron a hacerles frente, disparando flechas, desmembrando y decapitando a sus atacantes mientras sus dos caballos se alejaron asustados.

— ¡Empiezo a creer que hay más de estas cosas! –temió Xynos.
— ¡Solo deshazte de ellos! –Kasym maniobraba su espada con gran agilidad.

Aquellos aberrantes solo fueron una suerte de precalentamiento para los dos hombres, quienes sentían más gemidos aproximándose mientras buscaban desesperados a Flying y Arthus, silbándoles para que aparecieran lo más pronto para salir de la trampa boscosa. Habiendo hallado a los animales no dudaron en montarlos y cabalgaron hacia el noroeste para internarse en el paso de Kalish y perder el rastro de los caminantes, los cuales aumentaban en número en la medida que avanzaban.

— Espero que no haya más caminantes en occidente –exclamó Xynos.
— Si tenemos suerte, llegaremos a las dunas de Mahir y podremos virar hacia el norte, al reino de Spalius –Kasym miraba hacia el frente, algo inseguro.
— ¿Sabes lo que haces? –el mercenario veía ya a distancia a los aberrantes.
— Confía en mí y no mires hacia atrás –el caballero arreó a Flying, el cual no dejaba de correr.
— Tranquilo, parece que ya los perdimos –Xynos se volvió hacia el frente.

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