El camino es bastante silencioso, todos intentan recuperar el aliento perdido durante la ida en el puente, y el avance es apenas más rápido que una caminata normal. Cualquier esperanza de llegar al Bosque de los Lamentos esta misma noche ha desaparecido, ninguno parece tener la energía necesaria para quejarse por ello.
Milo y Asta van al frente, guiando a todos por entre los altos árboles que rodean al Submundo. Hasta este momento ninguno de los dos había agradecido tanto el que todos los caminos den al Instituto Silverlight, si no fuera por ello probablemente tendrían que pasar más de la mitad de la noche buscando una forma de llegar.
Dhyani permanece pisándole los talones a Asta, nervioso por estar aquí, Enid y Twyla se toman de las manos mientras avanzan con cuidado de no tropezar con algo. Los candidatos no están mejor que ellos, aun viendo de reojo, Astaroth está seguro de que Cindy, Leith y Enia están tan juntos más por temor a las siniestras siluetas que proyectan los árboles que por el frío aire del pasadizo. Vianey y Tiago van hasta atrás, la chica apenas consigue mantenerse de pie, y Asta tiene que reprimir el impulso de ir a comprobar si su hermana esta herida.
—¿A dónde vamos? —pregunta Dhyani con apenas un hilo de voz
—¿Crees qué podamos detenernos aquí un momento? —dice Asta a Milo con preocupación
Su amigo asiente y ambos avisan que se detendrán, eso no impide que Tiago tropiece antes de detenerse. Todos están tan cansados que en cuanto escuchan que se detendrán, la mayoría se deja caer con pesadez al suelo.
—Necesitamos encontrar un sitio para pasar la noche. —dice Dhyani en medio de un bostezo —No llegaremos a ningún lado estando así.
El niño señala al resto, Milo suelta una carcajada al ver a Tiago en el suelo cabeceando, Asta solo sonríe ante la vista, pero ambos están de acuerdo. Todos necesitan descansar.
—Podemos ir a “La Campanella”, —propone Milo —seguro que mi tía no nos cobrará mucho por quedarnos ahí.
Dhyani se le queda viendo sin comprender del todo. Asta asiente, incluso si nunca ha ido, ha escuchado que es una buena posada para los viajeros, siempre y cuando no comas en ese sitio.
—Es la mejor opción que tenemos. —acepta Asta cansado —Llegar hasta el castillo nos llevará un día entero a este paso y, la verdad, preferiría mantenerlos lo más alejados de la vista de la gente de por aquí.
—¿Qué? ¿Nunca han visto tanta belleza junta? —bromea Leith un tanto lejos de ellos
—Nunca han visto tantas riquezas juntas, principito. —dice Milo molesto —Cualquiera que los vea sabría de inmediato que son de la Superficie y créeme, no querrán que eso se sepa.
Los adolescentes se quedan en silencio, inseguros de decir algo; Asta suspira, sabe que Milo tiene razón, mientras más tiempo permanezcan ahí más arriesgado será para ellos. Tomando su mochila con la mano izquierda, la deja en el suelo y empieza a rebuscar entre lo poco que guardo ahí. Saca un par de suéteres, la tela está un tanto percudida y en uno de ellos puede notar un par de hoyos en la manga.
—Enid, Twyla, —llama en voz baja a sus amigas —tengan. Sé que no van con algo tan elegante como ellos pero, es mejor prevenir.
Enid asiente y rápidamente se coloca el suéter, con cuidado usa una de sus propias pulseras para atar su cabello rojizo en una coleta. Twyla observa un instante el suéter, como si intentará convencerse de que aquella pequeña prenda le quedará, finalmente se la pone, cuidando el no romperla más.
—La verdad, pensé que tendrías mejores cosas en el guardarropas. —dice Milo en broma dándole un suave golpe en el costado a Asta
—Ya ves. —dice entre risas Astaroth —Bien, démonos prisa, ya casi amanece.
Un quejido se escucha, pero ninguno se niega. Se ponen de pie y continúan su caminata, poco a poco, los árboles dejan de ser constantes y, en su lugar, enormes troncos negruzcos se alzan hacia el cielo. Algunas pequeñas casa van apareciendo a en su campo de visión, Cindy suelta una exclamación de sorpresa al notar el reducido tamaño y forma tan peculiar en una de las casitas está construida. Están acostumbrados a los enormes edificios y grandes casas incluso para las familias más reducidas, por lo que ni Asta ni Milo voltean a ver a los demás.
El silencio únicamente se ve interrumpido de vez en cuando, con una ocasional discusión o el llanto de un bebé. A pesar de lo oscuro que se ve el cielo y los tonos rojizos en el suelo, las luces que salen de las ventanas llenan el ambiente de un brillo único y acogedor, algo que ni siquiera la magia del castillo en el Instituto es capaz de emular.
Milo apresura el paso, sonriendo mientras más cerca están de la pequeña posada. Asta mira asombrado como frente a ellos hay una bella casa con un gran letrero de madera blanca con el nombre “La Campanella” sobre su puerta, el estuco en las paredes está pintado en un bonito tono anaranjado brillante, y de sus ventanas la luz y la música salen.
—Parece que la tía Mara tiene fiesta. —dice emocionado Milo —¡Vamos! ¡Corran!
Los niños salen corriendo hacia la posada, aunque los adolescentes apenas logran moverse por el cansancio. Asta los espera un momento en la entrada.
—Wow, esto es…—dice Enia un tanto incrédula —más pequeño de lo que esperaba.
Leith le da un golpe con el codo, la chica solo gruñe en respuesta; Asta suspira y pasa la mano por su rostro con molestia.
—Sé que no es a lo que están acostumbrados, pero ¿los mataría no demostrarlo por una noche? —dice Asta en voz baja intentando no mostrarse molesto —Por favor, la tía de Milo es la dueña de este lugar y no creo que sea bueno molestar a la persona que podría abandonarlos en medio del Submundo.
Tiago ríe, antes de entrar emocionado, dejando que una melodía alegre salga del interior por la puerta.
—Wow, me encanta este lugar. —dice alegre Tiago viendo el lugar con emoción
Asta no puede estar más de acuerdo, el lugar es cálido y agradable, la música es interpretada por un par de hadas de largo cabello dorado y extravagantes vestidos coloridos.
—Bienvenidos a La Campanella, —introduce animada una señora de cabello oscuro —¿vienen a la fiesta?
—Vienen conmigo, tía Mara. —responde Milo acercándose
—Ah, eres tú niño. —dice sonriente Mara —Adelante, tomen lo que quieran de la cocina y quédense a la fiesta.
—Como digas. —grita Milo mientras se aleja
Asta sigue de cerca a Milo, asiento una rápida y disimulada reverencia al pasar al lado de la mujer, un hábito que aún con el tiempo no ha podido quitarse.
El ambiente es agradable, algunos niños juegan y bailan al ritmo de la música, mientras los padres atrás conversan o disfrutan de un complejo baile que se han inventado. Asta y Dhyani se quedan observando la fiesta con diversión, una pequeña niña se acerca a ellos y lleva a Dhyani de la mano a unirse a su baile; Milo sale de la cocina con una bandeja en la que trae varias tazas de color oscuro, probablemente de barro, con algunas decoraciones de campanas pintadas en blanco.
—¿Café? —ofrece Milo tranquilo
—Gracias. —acepta Asta tomando una taza
El primer sorbo se convierte en el último para el niño demonio, sin ser capaz de tragarlo. El sabor es demasiado fuerte, no cree que nadie pueda ser capaz de tragar ese líquido.
—Tan terrible como siempre. —dice Milo tomando de su propia taza —¿Disfrutando la noche?
Asta asiente, mirando como Tiago, Enid y Twyla se han unido a la celebración. La música es suave y alegre, perfecta para que incluso los niños puedan bailar sin problemas; Asta y Milo se quedan ahí, ignorando la bebida en sus manos, conversan y disfrutan de la noche.
—¿Crees qué puedan pasar aquí la noche?—pregunta Milo
Milo señala a los príncipes y princesas en el interior de la cocina, todos tienen una cara de aburrimiento que apenas pueden con ella. Asta voltea a ver a su amigo, el rostro de Camilo es de molestia, incluso si quiere preguntar que tiene en contra de ellos, prefiere permanecer en silencio y suspira, agotado.
—Tienen que. —dice Asta —No será fácil, pero no hay más opción.
—Si, —admite Milo soltando una pequeña risa —bueno, supongo que por ahora solo podemos disfrutar de la fiesta ¿No?
El chico extiende la mano y la ofrece a Asta, arrastrándole hacia la pequeña e improvisada pista de baile.
Por una noche son solo niños, disfrutando del momento.
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