Armando leía unos documentos para su clase de enfermería psiquiátrica, aún le faltaba casi un año para terminar la carrera en caso de que no se atrasara más. La mayor parte del tiempo estaba estresado, aunque en el fondo también disfrutaba bastante su carrera. En especial porque tenía una gran motivación por convertirse en enfermero.
Mientras el joven estaba sentado en una banca en el jardín de su facultad una mano le tocó el hombro. Él alzó la vista y logró ver a una joven morena de cabello rizado, rojizo, usando una blusa blanca que dejaba ver un poco sus hombros, pantalón de mezclilla y su cara estsba maquillada ligeramente; pero se veía linda a comparación de otros días, no solo por su apariencia, también por la energía que demostraba.
—¿Claudia? —preguntó Armando mirando arriba.
La chica le sonrió y después se sentó a su lado para hablar cara a cara. Por primera vez en varios meses, Claudia tuvo el ánimo para dejar de venir a la universidad en ropa más holgada que su cuerpo, descombinada y un aspecto en su cabello desarreglado y sucio. Incluso, era como ver a otra persona; eso le hizo entender a Armando que la chica estaba mejor que el día que David la tocó.
—Hola, ¿qué haces? —preguntó la chica sentándose a su lado.
—Solo leo algo de una tarea. Te ves bastante bien.
—Estoy mucho mejor, enserio. ¿Crees que le guste a Alberto como me veo?
Armando soltó una sonrisa burlona y después desvío la mirada para responder.
—Claro que sí. Me alegra verte mejor que ese día.
—Estoy muy feliz —contestó Claudia—. Además mi querido Alberto cumple años mañana, por eso le estoy organizando una pequeña sorpresa.
Armando sonrió y solo prestó atención a lo que la chica decía. De cierto modo Armando mostraba cierta tranquilidad al ver que la joven había vuelto a la universidad mejor que nunca. Se veía incluso más feliz; eso, aunque no consideraban que eran amigos como tal, le alivio de cierta manera. Jamás creyó preocuparse por ella, pero tampoco le incómodo cuando sucedió. Además adoraba ver a su amigo feliz, sentía que le quitaba un peso de encima.
—¿Qué sorpresa? —cuestionó Armando.
–Una pequeña fiesta, bueno, más bien un pastel. Le mandé a decorar uno perfecto para él —contestó Claudia haciendo énfasis en “perfecto”—. ¿Podrás venir mañana en la noche a la casa de Alberto? Su papá me dio permiso de que vayamos.
Armando cada vez sentía más curiosidad y aceptación hacía la chica, le sorprendía lo cercana que se estsba volviendo de su amigo en tan poco tiempo.
—Claro, ahí estaré Claudia —dijo Armando levantándose para después darle un beso en la mejilla a la chixa—. Nos vemos, tengo que ir a clase.
Claudia finalmente asintió, después ella también se separó, se levantó y se fue hacia su facultad. También para ella era nuevo la extraña sensación de calma que estaba sintiendo, era como si hablar al respecto con Alberto de lo que sucedió le ayudara bastante. Sin mencionar que sintió un gran peso de encima cuando habló nuevamente con Regina, era algo que siempre había querido hacer por la manera en la que ambas se alejaron; ella había sanado una herida y lo sentía. Sabía que su corazón seguía en algunos pedazos, pero la venda ayudaba a sanar poco a poco. Estaba feliz.
Claudia caminó hacia la salida de la facultad de medicina para tomar el camión que debía e irse a la casa de Alberto mientras él seguía en clases. A Claudia solo le faltaba un semestre poco pesado para acabar la carrera; por eso tenía más tiempo libre, aunque seguía buscando influencias para saber donde entrar a trabajar y lejos de cualquier lugar parecido a donde hizo sus prácticas profesionales. La chica suspiró profundo al recordar que pudo haber terminado la carrera antes, de no ser por todo el tiempo que se atrasó. Por otro lado, miró atrás observando la facultad de medicina con todos los colegios relacionados en ella. Sonrió al pensar que ya no sentía miedo para irse de aquel lugar.
Pronto el camión llegó y ella se subió. Observó como aquel lugar se alejaba muy lejos de la chica, para después dejar de verla y así dejar de sentir miedo. No tardó en llegar a la casa de Alberto, dónde aunque dudó, tocó el timbre enseguida. Pronto un hombre bien vestido le abrió.
—Claudia, querida. Llegaste justo a tiempo, terminé la decoración —habló el señor Rojas dejándola pasar.
Claudia asintió con una sonrisa para después entrar con el permiso del señor. Al entrar notó como en la decoración había demasiados números, y símbolos de programas, aplicaciones o herramientas que solían usar los contadores para su trabajo o estudio. Pensar que le organizó un pastel de cumpleaños con temática de su carrera le hizo gracia. La chica sabía que él chico al tener los mismos gustos y pasión por las finanzas que su papá iba a adorar la decoración.
—Muchas gracias Señor, es realmente lindo este gesto.
—¿Por qué me agradeces a mí? Tú fuiste la de la idea, nunca nadie me había pedido algo así para mí hijo. Tiene una novia asombrosa.
—¡No!, no… Cómo cree que soy su novia. Solo somos… Buenos amigos.
—Bueno, cuando sean novios oficiales me dices —dijo el señor sabiendo que no era tonto ante lo que veía—. Por lo mientras sé que mi hijo va a adorar esto.
Claudia se sonrojó al saber que el padre de Alberto sabía del sentimiento que existía.
—Solo espero que el que no venga su mamá y hermano no lo desanime, su mamá se fue de viaje con él. No podrán venir.
—¿Se llevan bien? —preguntó Claudia como si ya estuviera en mucha confianza.
—Nos respetamos, que es lo importante —contestó el señor que no le incómodaba las preguntas de Claudia.
Claudia sonrió al escuchar eso. Solo se preguntaba qué pensaría su papá de Alberto. Ella sonrió al saber que pensaría que era un gran chico.
El padre de Alberto había pedido permiso para salir más temprano del trabajo, para así ayudar a la pelirroja; le dio la confianza a Claudia de quedarse en su casa lo suficiente para recibir el pastel que ambos habían ordenado para el chico con temática de hojas de cálculo. También se quedó para recibir a Arlet, ella esperaba que Armando llegara también; pero nunca lo hizo.
Arlet también se encargó de invitar a dos o tres amigos de la facultad de Alberto, ya que a pesar de que el chico solía hablar con todo el mundo sin problemas, no era cercano a cualquiera. Pronto el papá volvió y fue cuando saludó a Arlet al verla. Claudia solo ansiaba la llegada de Alberto en cualquier momento, sufrió el no verlo. Así fue hasta que finalmente el protagonista de ese día apareció.
Alberto al llegar a su casa estaba confundido porque había luces prendidas, además de que se oía bastante ruido en su casa que siempre había sido de las más silenciosas. Por un momento pensó que habían entrado a robar, hasta que al abrir despacio; se dio cuenta que solo se trataba de sus amigos. Eso le hizo reír ya que pensó que ese día no iba a ver a Claudia porque lle le mandó mensaje diciendo que estaría ocupada.
—Dios mío… —dijo el chico entre risas al ver si casa decorada—. Creo que estoy en el cielo.
Claudia rió y se acercó a él para abrazarlo fuerte. Todos los demás también se acercaron para abrazare y darle su regalo, sin embargo, Claudia fue la primera en abrazarlo fuerte y no soltarlo por varios minutos.
—Felicidades Alberto, no sabes cuánto te quiero —habló Claudia abrazando fuerte al chico.
—Y yo a ti te adoro —contestó Alberto besando su cabeza.
—Bueno, bueno, yo también quiero felicitarte. Te conozco desde chavo —dijo Arlet uniéndose al abrazo—. Y… Armando no pudo venir, no sé qué pasó, pero…
Alberto interrumpió a su amiga.
—Él siempre está muy ocupado y lo entiendo, tranquila. Lo entiendo, gracias a todos —habló fuerte el chico, mirándolo a los ojos a todos.
La fiesta avanzó bien, tranquila, pero sobre todo muy agradable para el cumpleañero. Alberto miró a Claudia a su lado; para él se veía hermosa. Sabía que había hecho bien en no dejarla sola, pero también entendió en ese momento, que había tomado una decisión. No dejó de mirar a Claudia, quien se dio cuenta de eso.
—¿Pasa algo? —preguntó la joven con una sonrisa.
—Te ves muy linda —habló sin pensar Alberto.
—Gracias, tú también te ves bien —contestó Claudia sonrojada.
—Me gustó que me recibieras en casa, fue lindo —Claudia asintió en ese momento con una sonrisa—. Me gustaría que pasara siempre, en algún momento. Cuando estemos juntos.
Claudia en ese momento se sorprendió bastante, esperó que su chico arreglara su oración; pero nunca lo hizo. Alberto le acababa de decir que quería estar con ella y eso le hizo emocionar su corazón.
—Pasará —se limitó a responder.
Deja un comentario