Vínculo prohibido: El precio de la verdad

Tres meses habían transcurrido desde que Ricardo ha comenzado a mantener un estrecho ojo sobre Nadir y Celeste. Durante ese tiempo, sus sospechas se han intensificado, alimentadas por las miradas compartidas, las sonrisas cómplices y las conexiones que ha notado entre ambos. Cada gesto, cada palabra, parece confirmar sus temores más profundos.
La sensación de traición y angustia se ha vuelto casi insoportable para Ricardo. Cada vez que ve a Nadir y Celeste interactuar, su corazón se llena de un dolor que parece consumirlo desde adentro. Ha mantenido su distancia, evitando confrontaciones directas y tratando de ocultar su tormento bajo una fachada de normalidad.
La relación entre Nadir y su hijo, Lucas, es un golpe adicional para él. La estrecha relación que están forjando está amenazando su mundo cuidadosamente construido. No puede permitirse perder todo lo que ha ganado.
“No vas a robarme lo que es mío, maldito guardaespaldas” pronuncia entre diente, mientras observa, desde la distancia, a Luca y Nadir jugando juntos en el jardín de la mansión. Las risas y los gestos de complicidad entre ellos parecen insufribles para él. Siente una mezcla de rabia y dolor.
“Esto se termina ahora Nadir. Estás muy equivocado si piensas que fingiendo ser el bueno de la película, podrás arrebatarme todo lo que he logrado construir estos años. No he soportado a esa estúpida buena para nada de Celeste para que tú simplemente aparezcas y te la lleves. ¡No! Su fortuna me pertenece, cada centavo que posee, me corresponde por derecho.”

****A la mañana siguiente, por la tarde****
El almuerzo en el lujoso restaurante dentro de la empresa es una escena que se ha repetido en numerosas ocasiones a lo largo de los años. Para el mundo exterior, Ricardo y Celeste son una pareja perfecta, un matrimonio ejemplar que comparten momentos de cariño y complicidad. Pero bajo esa fachada, sus vidas son un laberinto de secretos y engaños.
La atmósfera en la mesa es tensa mientras el matrimonio comparte un silencio incómodo. La presión de mantener las apariencias es palpable, y ambos saben que están atrapados en una danza peligrosa de mentiras. Las miradas fugaces y las sonrisas forzadas se entrelazan, creando una ilusión que cada uno de ellos tiene que mantener.
Ricardo toma un sorbo de su vino, intentando encontrar las palabras adecuadas para romper el silencio. Sabe que tiene que mantener el juego, pero la falsedad de la situación le pesa cada vez más.

—¿Cómo ha estado, tu día? —, preguntó finalmente, tratando de iniciar una conversación superficial.

Ella lo miró con una sonrisa que no llega a alcanzar sus ojos. —Oh, lo mismo de siempre, Ricardo. Manteniendo todo en orden la casa, tratando de reconstruir los sueños que me quitaste para el próximo desfile de fin de año.
Ricardo asiente —Supongo que, como siempre, solo pierdes el tiempo.
La conversación continuó en esa línea, una serie de frases hechas y comentarios cuidadosamente calculados para herirse y defenderse uno del otro. A medida que el almuerzo avanzaba, Ricardo se daba cuenta de lo absurda que era esta situación. La presión de mantener las apariencias pesa sobre él, y sabe que la verdad finalmente tendrá que salir a la luz.
El tenso almuerzo continuaba, cargado de una atmósfera que parece a punto de estallar en cualquier momento. Mientras las palabras intercambiadas son cuidadosamente elegidas, Ricardo siente la necesidad de enfrentar la situación con un enfoque directo, muy a su estilo.
Ricardo vuelve a tomar un sorbo de su vino, y fija su mirada en su esposa.
—Sé que las cosas entre nosotros han cambiado a lo largo de los años. Pero no podemos permitir que esa distancia afecte a nuestro hijo.
—Me parece correcto que pienses en Lucas.
—Hay ciertos… riesgos que debemos evitar. Los rumores pueden ser devastadores, y podrían afectar tu custodia sobre Lucas.

Las palabras de Ricardo colgaban en el aire, dejando en claro la amenaza velada que esconde. Celeste frunce el ceño, su confusión y preocupación son evidentes. —¿De qué hablas?
—He estado investigando a Nadir. No es más que un pobre diablo con un pasado sombrío. Si descubriera que tienes alguna conexión con él, podría arruinar tu reputación y tus posibilidades de mantener la custodia de Lucas, cuando quieras dejarme. No quiero que eso suceda, pero debes entender que haré lo que sea necesario para proteger a nuestro hijo—manifiesta con voz fría y calculada.

La amenaza es clara, y Celeste siente un escalofrío recorrer su espalda. Las palabras de Ricardo resuenan en su mente, y sabe que está atrapada en un juego peligroso. La relación entre ellos está fracturada, y ahora la custodia de su hijo está en juego. La situación la abruma, y no sabe cómo podrá proteger a su hijo sin caer en las trampas de Ricardo.
El tenso silencio continúa mientras Celeste procesa las palabras amenazadoras de Ricardo.
—Ya no puedes controlarme con amenazas. No importa cuán desesperado estés por mantener una fachada, no puedes usar a Lucas como un peón en tu juego—, dijo con una voz que reflejaba su resolución.
—He visto cómo te miras a los ojos con Nadir, las sonrisas y las complicidades. No necesito pruebas concretas para saber lo que está sucediendo. Si no quieres que las cosas empeoren, debes ser consciente de las consecuencias de tus actos de zorra.
—¿Crees que soy tan ingenua como para no darme cuenta de lo que estás insinuando? Sí, he hablado con Nadir, pero no de la manera que estás pensando, él es mi empleado y no recibe un trato diferente al de otros.
—Es lo que tú dices.
— No tengo que justificarme ante ti ni ante nadie. Y si tengo o no amoríos, tampoco debería importarte, como a mí no me interesa que amanezcas en una cama distinta, cada tres días.
—No se trata solo de controlar tu vida. Se trata de proteger a Lucas y mantener nuestra imagen. Si descubro pruebas concretas de que estás teniendo un affaire con Nadir, no dudaré en tomar medidas para asegurarme de que no quede nada de ti en esta familia.
La amenaza colgaba en el aire, pesada y amenazante. Celeste siente un nudo en el estómago, pero también sabe que no puede permitir que Ricardo tenga ese poder sobre ella.
—No permitiré que uses a Lucas para controlarme. Y si quieres encontrar pruebas, adelante. No tengo nada que esconder— lo reta— pero ten en cuenta que yo haré lo mismo, ventilaré a los cuatro vientos cada nombre de tus acompañantes sexuales los últimos cinco años, será una lista larga y entretenida.
—Lo que será entretenido, es ver el tiempo que perderás tratando de recuperar a Lucas.
El corazón de Celeste late con fuerza mientras escucha las palabras amenazadoras de Ricardo. Pero esta vez, algo ha cambiado dentro de ella. Durante años, ha soportado las manipulaciones y las amenazas en silencio, permitiendo que su orgullo y dignidad fuesen pisoteados.
Las palabras de Ricardo resuenan en su mente, recordándole todas las veces que ha cedido ante sus demandas, todas las veces que ha sacrificado su felicidad en aras de mantener las apariencias. Pero ya no puede seguir por ese camino. El amor que una vez había sentido por Ricardo se ha desvanecido, reemplazado por una mezcla de decepción y resentimiento.
—He vivido bajo tu control y tus amenazas durante demasiado tiempo. No voy a seguir permitiéndote que manipules mi vida y la de nuestro hijo. Ya no me importa lo que puedas hacer para intentar dañarme. Mi dignidad y mi felicidad son más importantes que cualquier fachada que hayamos construido.
Ricardo la mira con incredulidad, como si no pudiera creer lo que está escuchando. —No puedes estar hablando en serio. No sabes lo que puedes perder si decides enfrentarme.
—Sé exactamente lo que puedo perder. Pero también sé lo que ganaría: mi libertad, mi integridad y la posibilidad de encontrar una vida verdadera y auténtica.
—¿Crees que puedes encontrarla en los brazos de ese infeliz?
—¿Y si así fuera qué? Tengo derecho a ser amada, a que un hombre me desee y me haga sentir especial.
Las palabras de Celeste resuenan en el aire, llenas de fuerza y determinación. Era como si estuviera liberando años de frustración y opresión con cada una de sus frases. Su confesión provoca un torbellino de emociones dentro de Ricardo, emociones que luchan por salir a la superficie. Sus palabras lo golpean como una puñalada en el corazón, revelando una verdad incómoda que ha tratado de ignorar durante mucho tiempo. Ha sido egoísta, ha buscado satisfacer sus propios deseos sin considerar las necesidades y los sentimientos de ella, que ahora lo mira con emoción.
—¿Qué pasa, Ricardo? ¿No puedes soportar la idea de que merezco encontrar la felicidad fuera de esta farsa que hemos construido?
—Eso no justifica tus acciones.
—Acepta que eres demasiado egoísta. ¿Sabes? Tienes razón, no justifica mis acciones. Pero he llegado a un punto en el que ya no puedo seguir sacrificando mi propia felicidad por una imagen que ya no tiene significado para mí. Si quieres encontrar pruebas para desacreditarme, adelante. Pero no permitiré que eso me detenga.

La conversación se había vuelto un enfrentamiento emocional, un choque de deseos y necesidades. Celeste está decidida a reclamar su propia felicidad y autonomía, inventándose una mentira, mientras que Ricardo lucha por mantener el control sobre una situación que se escapaba de sus manos.
El almuerzo llega a su fin, y ambos se levantan de la mesa con una sensación de tensión palpable en el aire. Los secretos y las amenazas siguen en suspenso, y las decisiones difíciles están a la vuelta de la esquina. La conversación ha sido un enfrentamiento de voluntades y emociones, una batalla que ha dejado al descubierto verdades incómodas y deseos reprimidos. Aunque Celeste ha hablado con determinación, todavía no se siente satisfecha. Ha logrado retar a Ricardo, pero sabe que debe hacer más para liberarse completamente de sus cadenas.

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