Octavio se encontraba en la oscura sala de vigilancia, rodeado de monitores que mostraban diferentes ángulos de la mansión. La tensión en el ambiente es palpable mientras intenta encontrar respuestas a las preguntas que han surgido en su mente después del enfrentamiento con Nadir.
Su corazón late con fuerza mientras navegaba por las grabaciones de las cámaras de seguridad. Las imágenes se desplazaban ante sus ojos, mostrando momentos aparentemente triviales de la noche en la mansión. Pero su atención está enfocada en aquel encuentro fugaz entre Celeste y Nadir, antes de que ella entrara a la biblioteca.
Las imágenes retrocedieron en el tiempo. Octavio observa a Celeste en medio de la fiesta, su rostro mostrando una mezcla de tristeza y resignación. Algo en su mirada parecía esconder un secreto profundo. Entonces, ve cómo Celeste se retiraba discretamente del bullicio de la fiesta, como si alguien la estuviera esperando en las sombras.
Octavio siente un nudo en la garganta mientras continuaba viendo. Entra a las grabaciones dentro de la casa. Las luces de la mansión se desvanecen a medida que avanzaba por los pasillos, hasta que finalmente llega a la biblioteca. Justo en ese momento, la puerta se cierra tras Celeste, ocultándola de su vista.
El corazón de Octavio late con fuerza mientras continuaba observando la grabación. No pasa mucho tiempo antes de que Nadir ingrese a la biblioteca.
Octavio siente que su mente trabaja a toda velocidad, tratando de conectar los puntos. ¿Qué hacía Nadir ahí? ¿Qué tipo de relación tiene con Celeste? Su intuición le dice que hay algo más profundo que simplemente una conversación casual.
Mientras sigue viendo, su mente comienza a divagar. Una historia comienza a formarse en su imaginación. La mirada compartida entre Celeste y Nadir parecen llevar consigo un peso emocional, una conexión que trascendía las palabras. Y en medio de esa oscuridad, Octavio empieza a imaginar una historia de amor prohibida, de secretos y traiciones.
Una vez que las imágenes de la grabación se detuvieron, Octavio se encontró en un dilema. ¿Debía compartir sus sospechas con su jefe? ¿Y si estaba equivocado? Podría estar creando una narrativa en su mente que no tenía fundamentos reales. Sin embargo, la lealtad le grita que debe hacer o correcto, si el señor Ricardo se enteraba por propia cuenta, él perdería su trabajo.
“Revisa las cámaras de vigilancia constantemente, me reclamará el que pase por alto este suceso. Importante o no debo decírselo. Aunque no sé si de inmediato.”
Mientras tanto, en otro punto de la ciudad, Ricardo disfrutaba de la compañía de las modelos y Luca, el fotógrafo estrella de su empresa.
Cámaras y flashes capturaban momentos fugaces de belleza y elegancia, creando un mundo de glamour y encanto. Sin embargo, la serenidad de ese momento pronto se perturba por una llamada.
Ricardo saca su teléfono, con una sonrisa aún en su rostro, sin sospechar lo que está a punto de escuchar. La expresión de su rostro cambia rápidamente a medida que la voz de Octavio resuena al otro lado de la línea, llevando consigo un tono inquietante que lo deja desconcertado.
«Señor, necesito hablar con usted de inmediato. He descubierto algo que creo que debe saber», dijo Octavio con una seriedad evidente en su tono.
Ricardo intercambia miradas con las personas que lo rodean, preguntándose qué podría ser tan urgente como para interrumpir este momento de diversión. «¿Qué ha pasado, Octavio? Estoy ocupado en este momento.»
La respuesta de Octavio fue contundente, casi sin emoción. «He visto a la señora Celeste hablar en privado con Nadir en la biblioteca. Eso no tendría nada de malo, salvo por un pequeño detalle. Nadir se ha sobresaltado.»
La mención de Celeste en medio de la conversación hizo que Ricardo sintiera un nudo en el estómago. Nadir, Celeste, Octavio… Todos estos nombres se entrelazaban de manera inquietante en su mente, recordándole los secretos que ha luchado por mantener ocultos.
«Está bien, Octavio. Estoy en camino», responde finalmente Ricardo, su tono de voz había perdido la alegría y la despreocupación que lo habían caracterizado momentos antes. «Algo más, necesito que vigiles de cerca a Nadir. Averigua todo lo que puedas sobre él. No puedo permitir que haya interferencias en mis asuntos personales. Si descubres algo, tráemelo inmediatamente».
Octavio asintió con seriedad, aunque su voz reflejaba cierta preocupación. «Entendido, señor.»
La conversación terminó, y Ricardo se quedó solo con sus pensamientos. Cierra su teléfono con un movimiento brusco, la tensión palpable en su rostro. El lujoso hotel donde se encontraba parecía empequeñecerse a medida que sus pensamientos se sumían en un torbellino de preocupación y enojo. La voz de Octavio resonaba en su mente, trayendo consigo las palabras que habían agitado su mundo cuidadosamente construido.
Con una disculpa rápida a sus acompañantes, Ricardo deja atrás la habitación llena de luces y risas, adentrándose en los pasillos del hotel en dirección a la salida. Su mente está llena de preguntas y temores. ¿Qué había descubierto Nadir? ¿Cómo podía estar relacionado Nadir con Celeste? Mientras avanzaba hacia su destino, una sensación de inquietud crece en su interior.
Mientras Ricardo se dirigía hacia su destino, su mente estaba llena de pensamientos tumultuosos. La figura de Nadir se había convertido en una sombra amenazante en el fondo de sus pensamientos, y las palabras que Octavio le había dicho resonaban en su cabeza. La idea de que Nadir pudiera ser un espía, alguien que había infiltrado su vida y había ganado la confianza de Celeste, lo llenaba de una sensación de traición y paranoia.
Desde el principio, había sentido una cierta aversión hacia Nadir. Había algo en su presencia, en su mirada, que lo hacía sentir incómodo. La primera vez que lo vio, había sido como si su instinto le hubiera advertido que no debía confiar en él. Por esa razón, lo había mantenido a distancia, lejos de Celeste y de su familia.
Pero a pesar de sus esfuerzos por mantener a Nadir alejado, había notado la simpatía que Celeste sentía hacia él. Había ocasiones en las que los había visto charlando en la mansión, compartiendo momentos que lo dejaban con una sensación incómoda en el pecho. Y no solo Celeste, incluso su hijo, parecía haber formado un lazo especial con Nadir, algo que no podía ignorar.
Sus ojos claros reflejaban una mezcla de ira y ansiedad mientras contemplaba el paisaje urbano a través de la ventana.
Mientras continuaba su camino, Ricardo reflexiona sobre quién podía ser Nadir en realidad. ¿Qué lo había llevado a la vida de Celeste y a su hogar? ¿Era solo un hombre que coincidentemente había llegado a sus vidas o había algo más oscuro en juego? La idea de que Nadir fuera un espía, alguien que había estado observando y recolectando información sobre ellos, lo llenaba de una mezcla de enojo y miedo.
La puerta de la habitación de Octavio se abrió, y Ricardo entró, encontrándose con la mirada seria y comprometida de su leal guardaespaldas. Sin preámbulos, Octavio comenzó a hablar, compartiendo la información que había recopilado.
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