—¿Crees que puedes llevarte a mi hija solo porque te da la gana? —Day había avanzado y señalaba a su enemigo.
—No, niña. No creo que pueda llevarme a tu hija. Sé que puedo, ella me pertenece.
—¡Ella NO te pertenece! —gritó Day—. Ella le pertenece a sus padres.
—Tú y tus amiguitos fueron a mi casa y se llevaron algo que me pertenecía. Además, ¡mataron a mi ayudante principal! ¿Me dices entonces que tú no hiciste nada malo? En lugar de quedarme con tu Leonard, me llevaré a tu hija y así ya estamos a mano.
Todos se pusieron en posición de ataque pues sabían que era una amenaza real. Day, Matthias, Nick, Shirley, Keira y los demás ángeles sacaron sus espadas y los demonios sus garras. Trent, Sarah y Sam protegieron a los niños y Nelly cada vez se aferraba más a Nikki, Shirley estaba casi encima de ellas dispuesta a luchar para proteger a su asignada.
—¡No te llevarás a mi hija! —gritó Trent y se acercó decidido—. No sé qué quieres hacer con ella, ni porque te interesa tanto, pero primero pasarás por encima de mi cadáver antes de que puedas ponerle una mano encima a esa bebé.
—Disculpa… ¿Tu qué? ¿Dijiste hija? Muy bien, muy bien… —contestó Lucifer como si nada.
Con un sencillo movimiento, sacó una espada roja de entre sus ropas, esta parecía tener fuego y resplandecía como si emitiera mucho calor y apuntó directo al corazón de Trent.
—¿Dices que estás dispuesto a morir para cuidar a esa niña bastarda?
—Esa niña no te pertenece —dijo Trent nervioso.
—¿Aunque no sea tu hija? —preguntó Lucifer—. ¿Aunque sea la hija de tu querida amante y otro hombre?
—Eso no…
—¿Aunque sepas que ella aún lo ama a él y solo está contigo por interés y conveniencia?
—¡Basta! —gritó Day acercando más su espada.
—¿Qué pasa, Day? ¿Te da miedo que tu amiguito sepa que no sueñas con él en las noches?
—¡Lárgate! —gritó Day enfurecida.
—Espera, espera, solo quiero hacerle una pregunta a tu amigo… ¿En verdad estás dispuesto a morir por esa niña que no es tuya?
—Claro que sí, estoy aquí para protegerla y tú no le harás daño. De eso me encargo yo —dijo Trent convencido.
—Muy bien —dijo de nuevo el demonio y blandió su espada con tal facilidad que, de un solo golpe, mandó a Trent a tres metros de distancia, dejándolo tirado e inmóvil.
—¡Nooooo! —gritó Day y se acercó con tal fiereza que lo atacó con su espada de luz.
Las dos espadas chocaron y, al hacerlo, se escuchó un tipo de explosión. Ambos dieron un paso hacia atrás como si una fuerza negativa los hubiera separado.
—¿Podrían hacerme el favor de darme a esa niña para que pueda irme de este asqueroso lugar? —preguntó Lucifer con un tono de cansancio.
—¡Nunca! —dijo Nelly.
—En ese caso… Y no digan que no se los advertí —dijo y se dio la media vuelta para dirigirse a su séquito—. ¡Ustedes! Necesito viva a la recién nacida, los demás no importan, ¡ahora!
Los demonios sacaron sus garras, enseñaron sus dientes y miraron con sus ojos amarillos a cada uno de los presentes, los únicos que podían resultar ilesos de esa batalla eran los ángeles guardianes, pero ellos tampoco podían luchar. Avanzaron unos pasos mientras Day y Nick se acercaban, estaban dispuestos a matar a cada uno de ellos con tal de proteger a la niña.
Cuando Day blandió su espada y casi la enterraba en el cuello de un demonio, algo llamó su atención a lo lejos por el camino de entrada a las cabañas. Una nube de luciérnagas había entrado desde el cielo, seguida de algo más, un gran ejército de ángeles guerreros estaba guardando sus alas y avanzaban hacia ellos con pasos decididos, pero lo que más le llamó la atención a Day, era el ángel que los lideraba. Un ángel que vestía de blanco y guardaba en su espalda unas alas hermosas y blancas también.
Todos corrieron hacia la cabaña y se enfrentaron a los demonios, en cambio, el líder, caminó directo hacia dónde estaba Day a un lado de Lucifer, sacó su espada y por fin Day pudo ver de quién se trataba.
—¡Tú no tocarás a mi hija! —dijo Leonard y se enfrentó al demonio, comenzaron a chocar las espadas—. Day, hazte cargo de Nikki, ¡protégela!
Ella, tras sacudirse el hielo que sentía en su cuerpo y que no la dejaba moverse, corrió hacia Nelly y le quitó a Nikki de sus brazos. Shirley, Nick y los ángeles formaban un círculo protegiendo a los habitantes del bosque y Trent seguía inconsciente en el suelo, su ángel lo cuidaba a su lado sin despegarse de él.
Todos observaban boquiabiertos la escena que tenían frente a ellos, un ejército de ángeles guerreros liderados por Leonard y acompañados por una infinidad de insectos luminosos, peleaban contra un ejército más pequeño de demonios. Lucifer y Leonard se seguían enfrentando, pero ambos eran muy fuertes, no se podía saber qué iba a pasar con ellos mientras que los demonios iban convirtiéndose en polvo negro uno a uno.
Sarah estaba muy nerviosa y apretaba a Caleb en sus brazos, Sam cuidaba a Lily quien estaba llorando, pero se encontraba tranquila, su ángel guardián estaba a su lado y trataba de consolarla. Nelly no se había apartado de Day y seguía cuidando a Nikki.
La guerra en el planeta había terminado y ahora estaban destruyendo lo último que podían destruir, las últimas vidas humanas y, además de eso, los malos tratarían de llevarse a la hija de Day. Ella estaba segura que después de eso irían al cielo a terminar con todos los ángeles y enfrentarse a Dios.
Todo parecía eterno hasta que comenzaron a ver que ya casi no quedaban demonios; en un segundo, Lucifer tiró su espada y levantó los brazos rindiéndose. Leonard se quedó inmóvil y aunque podía matarlo de una tajada, no lo hizo.
—Está bien, está bien —dijo Lucifer soltando un bufido—. Ustedes ganan, están acabando con mi ejército y no me lo puedo permitir. Me rindo.
—¡No le harás nada a mi hija! —ordenó Leonard y le lanzó una mirada de furia—. Dilo, di que no lo harás.
—Ya vi que no puedo, son demasiado fuertes —contestó el demonio—. No puedo con ustedes. No le haré nada a la pequeña, me iré.
—¡Lárgate! Quédate lejos de nosotros —le dijo Day mientras apretaba cada vez más a la pequeña.
—Sí, sí. Me iré.
Y un segundo después se desapareció junto con los pocos demonios que quedaron vivos.
Day y sus amigos respiraron aliviados, Sarah puso a Caleb en su portabebés y corrió a ver a Trent, Day caminó hacia Leonard que guardaba su espada. Todos los demás se sentaron o se alejaron un poco para darles algo de espacio.
—Has regresado —le dijo Day al ángel.
—No podía estar allá arriba viendo cómo peleaban, mi lugar era aquí.
—¿Recuerdas todo?
—Lo hago ahora, Day. Lo recuerdo. —Con el dorso de la mano tocó la mejilla de su amada y sus ojos se movieron hacia donde estaba su hija, le acarició el pequeño rostro y unas lágrimas salieron por sus ojos color cielo.
—Es mi hija, nuestra hija. Day, yo te…
Pero una carcajada horrible lo interrumpió, Satanás había aparecido de
nuevo sin anunciarse y en sus manos sostenía al pequeño Caleb.
—Dije que no le haría nada a la mocosa, pero no dije nada de este. Él es
hijo de un ángel oscuro, así que me pertenece.
Y así como había aparecido, desapareció de inmediato con el bebé en brazos. Sarah, que ya había logrado despertar a Trent, corrió enfurecida al ver la escena y comenzó a llorar y a gritar.
—¿Dónde está Caleb? ¡Regrésamelo! ¡Regrésamelo! —gritó al aire.
Todos se acercaron a ella sin saber qué hacer, no había manera de recuperar a Caleb. Sarah estaba llorando y había caído al suelo de la impotencia de no poder hacer nada.
Day le pasó a Nikki a Leonard y corrió a abrazar a su amiga, pero esta la rechazó.
—¡Todo es tu culpa! ¡Aléjate! —Le escupió Sarah—. Si no hubiera sido por todo esto, mi hijo seguiría conmigo.
—Pero, Sarah…
—Pero nada, Day. Quiero a Caleb de vuelta, lo necesito de vuelta conmigo y no allá en el infierno donde no pertenece. —Las lágrimas habían sido reemplazadas por odio y señalaba a Day con el dedo—. Tú debías de estar muerta, no sé qué haces aquí viva.
—¿Por qué dices eso, Sarah? —dijo Day sin poder ocultar las lágrimas de su rostro—. Te ayudaré a rescatar a Caleb, todos lo haremos.
—¡No entiendes, Day! Yo te maté, me aseguré que estuvieras muerta. No sé cómo es que estás de nuevo aquí. Sin ti, esto no hubiera pasado.
—¿Tú…? ¿Qué dices?
—Lo que escuchas, yo te maté hace unos meses en esta cabaña. Yo entré y te enterré ese cuchillo varias veces en el pecho, ¡yo te vi muerta! ¿Qué demonios haces aquí viva?
Day no podía creer lo que estaba escuchando, aquel día ella trató de matarse, pero antes de morir desangrada supo de alguien que había llegado apresuradamente a la cabaña y la había matado, recordó aquella voz y sus lamentos y se dio cuenta que era verdad. Sarah era la que había ido a asesinarla. Su mejor amiga le había enterrado un cuchillo en el corazón no una, sino varias veces.
Tal fue la impresión, que Day cayó desmayada en el suelo del pórtico. Había sido demasiado lo que había vivido ese día y no pudo más. Su cuerpo pegó en la madera helada y su mente viajó lejos, a otro sueño en donde ella moría una y otra vez.
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