La Princesa Rosada: Episodio I El Frustrante Caballero – Segunda parte: Renovando esperanzas – Capítulo VII: Un caballero frustrado

El sol asomaba tímidamente desde la cima de la cordillera Vanir justo cuando Kasym y los Barodil estaban a punto de salir del Bosque de Cranitua tras poco más de un mes de viaje luego de la desastrosa campaña en la región boscosa de Faw. La baja moral era aún perceptible entre los jinetes y nadie tenía siquiera la intención de compartir su pesar con el compañero más cercano, la pérdida de la heredera al trono de Kranis les dolía y temían la reacción del rey Milos cuando supiera la cruda noticia en tanto le fuera entregado el cuerpo.

De a poco se podía apreciar con claridad la entrada norte del Cañón del Megalión, por lo que, esperando encontrar al cuerpo de vigilancia, varios caballeros, incluido el mismo Kasym, hicieron sonar sus cuernos en señal de saludo, recibiendo como respuesta un sonido poco familiar.

— Esa respuesta no es la del cuerpo de vigilancia, algo anda mal –reparó Floth.
— No creo que en un mes el reino haya sido atacado –pensó Kasym-. Quizás sean mercenarios.
— ¿Mercenarios en el cañón? No tiene sentido –comentó su compañero.
— Paciencia, si fueran enemigos, no habrían contestado el tono del cuerno, se habrían preparado para emboscarnos –Kasym parecía tranquilo.
— ¿Ha hablado con alguno? –Floth lo miró con asombro.
— Directamente no, aunque mi padre me habló de ellos, son poco amistosos y carentes de modales, pero son muy serviciales a la hora de ser requeridos para un trabajo tanto militar como particular –contestó el General.

Abandonando ya el bosque, el heraldo logró divisar algunas fogatas apagadas y comprobó entonces que el cuerpo de vigilancia no se encontraba en la entrada norte, sino que, en su lugar, confirmó la sospecha sobre la existencia de mercenarios.

— Buen día, caballeros. ¿Desde dónde vienen? –preguntó Zorth, con una sonrisa poco amable.
— Soy el General Kasym Barodil, mis hombres y yo venimos desde el Bosque de Faw para hablar con el rey Milos –contestó el heraldo.
— ¿Algo que reportar? –el mercenario reparó en el bulto cubierto con tela que el General cargaba.
— Nada que sea de su interés –Kasym dijo con pesadumbre.
— Entiendo, prosiga la marcha –Zorth hizo señas a sus compañeros para que guardaran distancia y permitieran a la tropa continuar.

El Monte Kathum es la cima más alta entre las cadenas montañosas que cruzan el sector centro norte de Flydia, continente ubicado al norte de Iraya. En aquella montaña fue erigido un castillo de nubes similar al Divino Paraíso, con la única diferencia de que solo era habitado por un ser muy poderoso, el Dios Protector Erthum, el alma del planeta Tierra. Ahora bien, los cuatro Dioses Guardianes se encontraban en un gran salón observando con mucha atención a Kasym y los Barodil desde una esfera de plasma que levitaba ante ellos.

— Es seguro que el rey Milos no le perdonará, aunque no fuera el responsable de la muerte –dijo Rokthell preocupado.
— Tengamos un poco de paciencia, el muchacho debe saber explicarse –Goldus se mostró seguro.
— Hablar con Milos es lo mismo que hablar contra un muro de piedra, no cederá con facilidad –Robegger se cruzó de brazos-. Es un completo testarudo.
— Mors ha sabido llevar a cabo un excelente plan, la desmoralización de los humanos le dará poder suficiente para dominar con mayor facilidad el continente y, luego, poner sus ojos en el resto del mundo para tener el poder absoluto –la voz de Meliavir fue grave.

El silencio reinó en el lugar, pero Goldus pareció divertido al pensar algo.

— Hay que admitirlo, el rey de Kranis carece de virtudes -Goldus sonrió-. Si el chico sobrevive a su ira sería considerado un gran afortunado.
— Si fuera tú, no haría bromas de tan mal gusto, hermano –Robegger lo fulminó con la mirada y el aludido tragó saliva.
— ¡Ah krala! –todos los presentes guardaron silencio ante la clara orden de su padre, Erthum.

La noche había caído recientemente, justo cuando los Barodil ingresaron a la capital y, en tanto llegaron frente al palacio, se detuvieron por orden de Kasym. Floth, Gadamel, Avariol y Osgoreth descendieron inmediatamente de sus caballos prestos a cargar el cuerpo de la fallecida princesa, un penoso trayecto que generó gran incertidumbre. Los guardias ni siquiera dimensionaban de quién se trataba la persona que estaba cubierta por mantas, mas, al ver que la princesa Thrandril no estaba con el cortejo, comenzaron a temer que la campaña no tuvo buenos resultados.

Adentrándose en el salón del trono, los cinco caballeros se detuvieron ante el rey Milos, quien aguardaba en su trono y, frente a él, se encontraba el Alto General Becktler. Kasym quiso hablar, mas sintió un nudo en la garganta y acabó tragando saliva, gesto que generó sospecha en el monarca.

— Salve, rey Milos, señor de Kranis –dijo el muchacho en tanto se inclinó ante el monarca.
— Al fin has llegado, muchacho –Milos saludó-. ¿Dónde está Thrandril? Quiero ver a mi hija.
— Majestad… –la voz de Kasym se quebró-. Hallamos a la princesa encerrada en una torre en el corazón del Bosque de Faw, custodiada por una legión de aberrantes monstruos y un siniestro hechicero. Nosotros, al igual que los Krahel, hicimos frente al enemigo pero…
— ¿Dónde está la princesa? –el rey preguntó de golpe.

Kasym volvió a tragar saliva, le costaba hablar y ello impacientaba al monarca.

— El rey te ha hecho una pregunta, General –Becktler trató de mediar, hablando con serenidad.
— El General Khor consiguió rescatarla de su claustro, pero se vio atrapado por un grupo de bestias que lo acosaron incansablemente hasta alcanzarles y… –el joven heraldo bajó la cabeza ocultando su llanto.
— ¿Dónde está mi hija, Thrandril? –el monarca se puso de pie, encolerizado, y Becktler le contuvo rápidamente.

Meliavir no soportaba ver tan dura escena y, dejándose caer de rodillas, se echó a llorar mientras Robegger se agachó para contenerla. Rokthell apretaba los puños al ver a su protegido ser una futura víctima de la ira del rey Milos y Golldus apretaba los dientes.

— Vamos Kasym, tienes que decirle la verdad, tienes que contarle todo lo que ocurrió en Faw –murmuraba Rokthell.
— Debe ser fuerte, la muerte de la princesa no fue su culpa –Robegger secaba las lágrimas de su hermana.
— El rey no lo entenderá. ¡Querrá su cabeza! –Rokthell giró y dio una patada al aire, lleno de frustración.

— ¡Dime en dónde está mi hija, Kasym! –Milos trataba de librarse de la contención del Alto General-. ¡Exijo ver a la princesa, ahora!
— La princesa murió –susurró el líder Barodil, llorando desconsoladamente.

El rey Milos se heló ante esas palabras y, en cuestión de un parpadeo, su mirada se endureció mientras que Becktler lo liberó para voltear incrédulo hacia el joven Barodil.

— Estás mintiendo –el monarca entraba en cólera-. Tú estás mintiendo. ¡Ella está viva!
— ¡Los caminantes rodearon al General Khor y a la princesa! –Kasym se levantó rápido al ver que su señor desenvainó su espada-. ¡No hubo forma de salvarlos!
— ¡Mientes! –lleno de ira, el rey alzó su espada presto a atacar al muchacho.
— ¡Su majestad, no! –Becktler logró contenerle nuevamente, sosteniendo sus muñecas al punto que el rey soltó su arma y la dejó caer.
— Estás mintiendo, mi pequeña no puede estar muerta –Milos cayó de rodillas y golpeaba el suelo con rabia-. ¿Cómo no pudieron salvarla? Mi hija…

Kasym deseaba decirle toda la verdad, mas el dolor que sentía por dentro le impedía articular una oración inteligible, no había palabra alguna que pudiera consolar al rey y, menos aún, aminorar su pena. El linaje de los Krahel pendía de un hilo y, con ello, estaba en riesgo el trono de Kranis, algo no menor considerando que ellos mantuvieron el poder por siglos e hicieron que por casi cuatro milenios fuera un símbolo de respeto en toda Iraya. Milos gritaba lleno de rabia mientras lloraba desconsolado, no tenía forma de recuperar a su hija, ni siquiera una simple plegaria le serviría, pues en toda su vida siempre se mantuvo distante de la creencia en Erthum, el dios que por siglos protegió y bendijo a los Krahel desde que tomaron el control de Kratúm, la cuna de la humanidad en Flydia. Sus ancestros siempre tuvieron temor de dicha figura divina y permanentemente ordenaban hacer sacrificios para pedir por el bienestar de su gente, la buenaventura de sus soldados y buenas cosechas, sin embargo el rey Milos era bastante soberbio y no tenía respeto por nada ni nadie, se sentía superior a todos, mas nunca se consideró un dios como quizás sí ocurría en otras regiones del mundo.

Rokthell sentía una fuerte opresión en el pecho, no soportaba la idea de ver a Kasym en tan gran predicamento mientras que el resto de los Dioses Guardianes permaneció en silencio y Erthum no hacía acto de presencia alguna con sus palabras. La desesperación del Dios Guardián de las familias guerreras era enorme y no había forma de calmarlo.

— ¿No puedo siquiera ir a defenderlo y despedirme? –Rokthell levantó la mirada-. Está solo, no tiene en quien apoyarse.
Hüwen hov le dya contú, nutha can di agens ith… –Erthum recordó lo dicho en la reunión anterior.
— ¡Pero el muchacho me necesita! –Rokthell estaba furioso.
— Nada sacas con enojarte –Robegger posó su mano en el hombro de su hermano-. Ya es hora de que el muchacho enfrente su destino, si los Dioses Herederos quisieron que así fuera, nada podemos hacer nosotros.

El Dios Guardián, todavía molesto, solo empuñó su mano derecha.

— No es justo, Kasym tiene un corazón muy noble, es mejor que cualquier miembro del ejército –Rokthell deshizo la esfera de plasma-. No fue su culpa que la princesa cayera en desgracia.
— Ni la nuestra –Meliavir lo abrazó afectuosamente-. Debes entenderlo, Rokthell, hiciste bastante por ellos, ahora es tiempo de que actúen por su propia cuenta, que forjen su propio destino y, si el muchacho puede hacerlo, entonces debes permitir que lo haga y descubra por su propia cuenta, ya no por tu consejo.

Un momento de silencio en el quebrado Dios Guardián.

— Yo sé que es capaz, no lo pongo en duda –Rokthell abrazó a su hermana.

El rey Milos estaba sentado en su trono observando la camilla en la que fue colocado el cuerpo de la princesa Thrandril, mientras que Kasym y Becktler estaban de pie a cada lado de la difunta y el silencio en la sala resultaba inquietante. Floth, Gadamel, Avariol y Osgoreth estaban más atrás, en línea junto a los guardias a cada lado de la puerta, esperando instrucciones.

— Cuando murió mi padre, él pidió ser sepultado para encontrarse con el Creador. Era un hombre muy devoto y nunca lo comprendí –el monarca tenía la mirada perdida-. Pero ahora toca la partida de mi hija… Ni siquiera pude despedirme de ella… Ahora ese maldito dios de la muerte debe estar riéndose a carcajadas en sus catacumbas… No le entregaré su alma. No continuaré la tradición de la sepultura.
— ¿Preparo la cámara crematoria, mi señor? –Becktler se adelantó.
— No le daré la oportunidad de reírse en mi cara –aquellas palabras parecían ser una respuesta afirmativa.

Kasym volteó un tanto e hizo algunas señas a sus compañeros para que prepararan la cámara, ante lo cual los aludidos abandonaron el salón rápidamente. El heraldo Barodil volvió hacia el rey, pero sin mirarlo, pues no quería parecer desafiante ni grosero.

— En cuanto a ti… –el rostro de Milos era terrible y su dedo índice señalaba directamente al joven heraldo-. Te despojo de tu título y tus posesiones, tu nombre será borrado y nunca será pronunciado. Tienes, a lo mucho, una semana para abandonar mi reino y apelaré a mis aliados para que no te den asilo. Si aún te encuentras aquí o en algún reino aliado, pondré precio a tu cabeza. Creo haber sido claro.
— Me encargaré personalmente de él –Becktler miró directamente a Kasym y el aludido asintió.

Robegger había creado una nueva esfera de plasma por medio del cual todos los presentes vieron la reciente escena. Bien era sabido por todos los observadores que el desposeído caballero recibió una pena menos dura en comparación a lo que Rokthell esperaba.

— Está hecho –suspiró Golldus-. Milos no pudo ser duro con el muchacho, algo que no sorprende en lo absoluto.
— Nunca ha podido serlo, es un cobarde –sentenció Rokthell-. Aún así, el muchacho necesita ayuda.
Nuth –Erthum respondió firme-. Yu wacca pishi, aoya yu nutha can mon di. Le Sinthe shath pishi yu leinch.

Las calles de la ciudad de Barúd estaban completamente desoladas y ninguna casa tenía luz. Mucha gente se congregó en los santuarios pidiendo por el alma de la princesa Thrandril, acto que seguramente era realizado en todas las ciudades del reino ya que la noticia no tardó en darse a conocer. Kasym se limitó a marchar a casa junto a Flying, el cual no emitió sonido alguno como un acto condescendiente con su amigo, quien, llegando a casa, ingresó lentamente y sin decirle dónde instalarse para pasar la noche.

El muchacho estaba completamente deprimido, no sabía qué camino seguir y la falta de sus padres y de Rokthell le pesaba mucho. Los cuartos vacíos, la fogata de la cocina apagada y el silencio lo hacían entristecerse aún más, ingresando pronto a su cuarto antes de estallar, arrojando su casco lejos y quitándose la armadura, la cual esparció por el lugar.

— ¿Por qué? ¿Qué hice mal? –Kasym se quitó los guantes y se sentó en la cama para luego mirar hacia lo alto-. ¿Me están castigando por dejar a mi madre sola? ¿Por no acompañar a mi padre en su noble lucha? ¿Es mi castigo por no estar con ellos?

La frustración de Rokthell conmovió a sus hermanos, sobretodo a Robegger, quien, si bien no tenía fe en Kasym, podía ver que el joven era una buena persona y merecía una ayuda, aunque fuera pequeña. El corazón del Dios Guardián fue remecido por el dolor de su hermano y, ante ello, tuvo la necesidad de intervenir.

— ¿Al menos puedo volver al continente para tomar registro de los eventos? –Robegger alzó la mirada-. Es mi deber hacerlo, después de todo.
— ¡Que mezquino eres! –Rokthell avanzó enojado hacia su hermano.
— ¡Rokthell! –el aludido volteó hacia Meliavir, quien pestañeó lentamente.

Rokthell comprendió que su hermano trataba de tomar parte de forma indirecta y entonces lo miró sereno mientras dio unos pasos hacia atrás.

Yu can ritter tu Irh aiia, but nuth hov pharth fur nite, unle yu can luk, nuth dir –la voz de Erthum tranquilizó a todos.

SEGUIR LEYENDO


Loading


Deja un comentario

error: Contenido protegido
A %d blogueros les gusta esto: