Enya – XIII

Mi cabeza se aceleraba como la de un caballero en medio de una justa. ¿Que estaba sucediendo? ¿Quién era ese hombre? ¿Como sabía de mí?

<<Las estrellas, mencionó a las estrellas>>

Tenía que averiguar con rapidez lo que estaba pasando si no quería terminar muerta, pero en ese momento el punzante dolor en la herida me devolvió a la realidad que tenía de frente. Si no me lavaba podría infectarse y la ponzoña sería la responsable de mi muerte, no la espada del rey por ser una «traidora».

Me dirigí hacia donde el hombre me había dicho y encontré las cosas dispuestas tal como me las había ofrecido. Con cuidado y mucha dificultad me quité las botas, la malla y para terminar las prendas ensangrentadas. Me introduje en el baño y poco a poco comencé a lavar cada parte de mi cuerpo. Mi cabello rojo parecía confundir la sangre que tenía en mi cabeza y mi piel tenía pegada tierra, más sangre semi seca que, por más que tratara de aclarar con el agua, el tinte rojo en la misma no cesaba. Después de unos momentos por fin terminé y con cuidado me sequé. Noté que de la herida seguía brotando un poco de sangre y comprendí que necesitaría que cosieran la piel para juntarla, pero no podía salir campante y triunfal pidiendo ayuda. Tendrían que ver mi torso desnudo y entonces todo se iría al carajo.

Apenas estaba terminando de colocarme la túnica cuando el hombre de antes volvió.

—Salam Aleikum.

Yo solo asentí con la cabeza.

—Toma— dijo mientras estiraba su mano y me daba un frasquito de vidrio — bébelo.

Me dio la espalda y caminó hacia una larga mesa llena de artilugios y cosas extrañas.

Yo había aprendido a desconfiar desde pequeña, además recordé que Darco me había pedido que no confiara en nadie, así que mi pregunta fue obligada.

—¿Que es esto?

—Alcohol.

—¿Y para qué es?

Entonces se giró. Vi como entre sus manos cargaba una cajita de metal como la que algunos magos y parteras utilizaban y pronto pude asimilar un poco la situación.

—Tengo que cerrar esa herida.

Dos problemas estaban resueltos. Él sabía (por algún motivo que aún desconocía) que yo era una mujer y también sabía juntar la piel para sanar heridas. Pero ese alcohol que me ofrecía ya me daba la certeza de que el dolor iba a ser fuerte.

Destapé el frasquito y un fuerte olor me hizo alejar la cabeza de él.

—Anda niña, no seas quisquillosa y bébelo. O ¿piensas llevarte en tus cinco sentidos la costura de la piel?

Aquellas palabras sonaron más a un reto que a otra cosa, pero la batalla ya había sido pesada así que un poco de alcohol podría ayudarme a mejorar las cosas.

Más equivocada no podía estar. A pesar de que la bebida me había escaldado la lengua y quemado las entrañas a su paso, nunca llegó la serenidad prometida y mientras estaba tumbada boca abajo en una cama, puntada a puntada sentí como la aguja rompía otras partes de mi piel para luego dar paso a la fricción del hilo entre ella. Terminé con un lienzo arrugado entre los dientes mientras las lágrimas se agolpaban en mi rostro y la respiración se me entrecortaba por el dolor, pero después de un tiempo que me pareció eterno por fin el hombre dijo lo que tanto anhelaba escuchar.

—Listo, he cerrado la herida.

Mi respiración poco a poco se calmó y me incorporé apenas pude.

—Gracias—mencioné con timidéz.

—Pronto estarás bien. No es profunda así que en pocos días el dolor irá amainando.

—Se lo agradezco mucho. —Tomé de nuevo la ropa que estaba dispuesta para mí. Era de varón y hasta ese momento dilucidé un poco la situación. Si este hombre hubiese querido delatarme ya lo hubiese hecho. Me estaba dando ropa que me permitía seguir fingiendo. Probablemente quería algo a cambio.

—Debes apurarte, ya van a servirles la cena.

Pero yo seguía teniendo más preguntas que respuestas

—Ántes necesito saber quien es usted.

—Realmente no lo necesitas, eso es algo que quieres.

—Sea como sea, ¿quien es usted?

—Ya habrá tiempo para responderte. Las estrellas también me dijeron lo intempestiva que eres. De todos modos, puedes llamarme Tareq. Ve con los tuyos ahora, pero vuelve aquí al anochecer. Hay cosas que si necesitas saber.

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Una respuesta a «Enya – XIII»

  1. Avatar de patycastaldi

    Pero cómo es posible este sucesooo??

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