Mientras tanto en un parque cerca de Ciudad Universitaria se encontraba Claudia. Estaba triste porque no sabía cómo enfrentar a Alberto, tenía miedo del rechazo y desaprobación. Fue entonces cuando vio a Regina hablar con su amiga Raquel. Está vez Claudia ya no sentía miedo, pero sí desánimo al verlas pasar tan cerca. Aunque la animó saber que en realidad no la había visto.
—¿Entonces volverás con Alberto? —preguntó Raquel confundida.
—No, obvio no. Sé cuánto le ilusiona la idea de la cita, me lo dijo David. No quiero romperle su corazón. Por eso quiero que sepa que aún me tiene presente.
Claudia no podía creer lo que había escuchado. Estaba asqueada por ese comportamiento. Por eso, finalmente decidió hacer algo que tuvo que hacer hace mucho tiempo y comenzó a seguir a Regina a su casa. La indecisión la consumió durante un tiempo; pero estaba harta de sentir lo que sentía. La chica conocía bien el camino a la casa de la bella mujer, muchas veces estuvo ahí. Pasaron varios minutos hasta que la chica finalmente llegó a su hogar. Claudia se quedó esperando afuera de la puerta una vez vio cómo Regina se despedía de su amiga para entrar a su casa. La futura psicologa no sabía cómo reaccionar ante nada; pero sí sabía que todo el pánico que había sentido por la familia Torres debía terminar.
Regina cuando llegó a su hogar empezó a cepillar su cabello en el baño de su casa. Vivía en un departamento espacioso con su familia. En ese momento ella estaba sola arreglándose para ir al cine con su mejor amiga Raquel. Siempre se vestía lo más arreglada posible, maquillaba y además se ponía la ropa que más consideraba sexy, es decir ropa corta. Una vez terminó de arreglar su cabello se admiró en el espejo para después lanzarse un beso al espejo al sentirse bonita. Le gustaba sentirse feliz. Su amiga Raquel había ido a su casa que estaba bastante cerca para arreglarse también, por eso se habían separado.
Una vez Regina estaba bastante contenta escuchó sonar la puerta. Aquello le pareció extraño, pero de igual manera caminó hasta la puerta para abrir. Sin preguntar quién estaba detrás de la puerta la abrió y su mirada cambió a una totalmente asustada y con miedo. Por impulso, al ver a la chica pelirroja en su puerta le cerró la puerta en la cara. Miró a todos lados buscando una manera de librarse de ahí, de reaccionar u lograr algo, pero era claro que no fue así. Por eso lo único que se limitó a hacer fue esconder el collar de cuello debajo de su blusa, cerró los ojos para prepararse y una vez lista, volvió a abrir la puerta.
—Pensé que me dejarías aquí toda la tarde —respondió Claudia sarcástica.
Claudia a diferencia de Regina no estaba arreglada. Usaba su clásica sudadera que parecía un trapo para taparse, un pants gris, nada de maquillaje en su cara y además un cabello totalmente desarreglado. Regina no reaccionó ante lo dicho por la chica. Aún así trató de hablar rápido para terminar la situación incómoda.
—David no está.
—¿Por qué piensas que busco a ese imbécil? No, no, es más, deberías decirle a tu hermanito que si me vuelve a tocar en su vida, yo misma le arrancaré el brazo —contestó en tono intenso, casi por mero impulso, pero después se calmó—. No vengo por eso.
Claudia trató de relajarse en ese momento para no gritarle a la chica, no quería que pareciera un ataque. Regina por otro lado, ni siquiera sabía qué pensar.
—No entiendo, Claudia. ¿Qué haces aquí? —preguntó Regina nostálgica.
—Tú sabes por qué estoy aquí. Vine por Alberto. Te escuché hablar con tu amiga sobre que quieres darle esperanza. ¿Qué te sucede?
—Clau… disculpame, pero creo que mi relación con Beto no te incumbe.
Claudia suspiró fuerte en ese momento, tapó su boca con fuerza mientras cerraba los ojos y segundos después liberó el estrés que sintió al hablar.
—Sé que no tengo ningún derecho de estar aquí, pero lo hago porque he visto cuánto te quiere Alberto. El te adora como nunca, pero tú… Ni siquiera sabes si quieres estar con él. Solo vine a decirte que no puedes hacerle eso. Si lo quieres, pero no sabes lo que quieres con él; entonces déjalo libre. Si deseas volver entonces hazlo, pero decídete, no puedes pasar toda la vida ilusionando a un gran chico.
—Sé que te has acercado a él, pero…
—Escucha Regina, solo me estoy metiendo porque sí me importa. No seas un idiota como tu hermano y deja las cosas claras con él, le harías un gran favor. —Claudia por primera vez en la tarde alzó la vista para ver los ojos de la castaña—. Me gusta Alberto, por eso me meto, porque si no te interesa me gustaría seguir conociéndolo. Ya pasó un año desde lo de tu hermano y nunca me había sentido así. Por eso vengo a darte la cara, a decirte que si tú no te das chance yo avanzaré con él —Claudia hizo una breve pausa—… Pero si lo quieres, como sé que es correspondido me haré a un lado.
Regina se quedó perpleja al oír eso ella intuía, que a Claudia le gustaba Alberto, pero jamás pensó que fuera verdad. Recordó las pláticas con su hermano, persona que le dijo que Alberto seguía babeando por ella. Solo por ello Regina pensaba que había sido muy dura con Alberto al terminar y no quería quitarle la esperanza de intentar algo; a pesar de que sabía que era casi imposible que volviera a sentir algo por él. Por eso, ahora pensaba que era mala por ilusionar a Alberto solo porque su hermano le dijo que así eran las cosas.
Claudia observó con cautela el silencio de su excuñada y después asintió con la cabeza para dar media vuelta. No sin antes despedirse.
—El señor Torres y su esposa siempre fueron amables conmigo; mejor de lo que tú como amiga jurabas ser. Sé que siempre elegirías a tu hermano, pero me dolió que lo hicieras. Compermiso.
Aquellas últimas palabras no eran de Claudia a Regina reclamando sobre Alberto; sino de aquellos recuerdos que no habían quedado claros al final del día.
Deja un comentario