Tanto Alister como Asta se miran un momento antes de correr hacía la torre, ambos con expresiones de preocupación y asombro al encontrarse cada vez más cerca del desastre en el suelo. Asta es el primero en llegar, aunque no se anima a intentar mover nada hasta no tener a su lado al profesor.
Cuando Alarik llega a su lado, el niño se aparta un poco, permitiendo que el profesor emplee su magia para levantar las piedras más grandes y dejarlas a un lado, ante la atenta mirada de otros profesores y alumnos del instituto; el niño demonio observa de reojo como nadie parece querer acercarse a ayudar.
—Bueno niño, parece que tendrás tu segunda lección del día. —dice en voz baja el profesor sin detenerse —Necesitaré algo de ayuda aquí.
—Pero yo…—Asta empieza a decir temeroso —De acuerdo.
—Perfecto, ahora, —la voz de Alarik adquiere un leve tono más serio mientras habla —solo tienes que mantener extendida la mano, así.
Mientras habla, el profesor se para junto al niño, extendiendo el brazo hacía el frente con la palma abierta y los dedos juntos, Asta hace lo mismo, notando como su mano tiembla ligeramente al mover la muñeca hacía atrás.
—Ahora solo concéntrate en la oscuridad que hay a tu alrededor, mantente tranquilo, —dice Alarik con la mayor calma que es capaz de reunir en este momento —solo trata de imaginar que quieres que haga esa sombra junta a la piedra en la cima.
Asta sigue con la vista hacia donde apunta el alargado y huesudo dedo del maestro: una piedra algo pequeña descansa sobre lo que parece ser parte del tejado, debajo de ella se proyectan varias sombras, algunas más oscuras que otras. Asiente con la cabeza antes de tomar un poco de aire y prepararse para intentarlo, aunque la mirada atenta del resto de personas en ellos se está volviendo algo molesta.
—ignóralos, solo concéntrate. —regaña Alarik lo bastante bajo para que solo Asta a su lado pueda escuchar —No necesitas cerrar la palma, solo te vas a lastimar y no va a funcionar, únicamente desliza la mano hacia un lado he imagina que esa sombra de ahí hace el trabajo de cerrar los dedos por ti.
Sintiéndose ansioso, el niño asiente y fija la mirada en la sombra bajo la piedra en la cima; su mente no deja de repetir que esto sería más fácil para el profesor si Finn fuera el que esta con él. Agita un poco la cabeza, se acomoda un poco y fija la vista en la sombra, su respiración empieza a ir más lento mientras más mira aquella oscuridad que lentamente se eleva y trepa por la piedra, envolviéndola por completo.
A su lado, Alarik sonríe sin dejar de apartar las piedras de su lado con más velocidad de la que Asta podría creer que el hombre delgaducho podría hacerlo.
—Ahora llévala a donde quieres y suelta. —dice el profesor con más entusiasmo aunque sin alzar mucho la voz
La mano de Asta se alza un poquito, notando como hay un pequeño tirón en su muñeca y un cosquilleo en sus dedos, algo que bien podría ser la magia o el peso de la piedra de la torre, es una sensación interesante a la que, en otro momento, habría prestado más atención.
Moviendo su mano, aun temblorosa hacia un lado, arrastra con ella el pedazo de la torre, dejándolo lo más apartado del centro que puede, sonríe un poco cuando la sombra suelta sin problema la piedra y permanece quieta a la espera de la siguiente instrucción que el niño le dé.
—¡Muy bien! Ahora ayúdame con lo demás, tal vez acabemos antes de que la noche termine. —dice Alarik con cierto cansancio
—Sería más rápido si alguien más ayudará. —murmura Asta con molestia en su voz
Una a una, las partes de la torre son removidas y dejadas a un lado, Alarik se muestra cada vez más preocupado mientras más cerca llegan del centro; el niño demonio solo nota como, mientras más piedras remueven, los cortes se muestran cada vez más peculiares, no solo por la forma de garras que parece haber logrado cortar piedra, sino que del borde de dichos cortes emana humo y un borde quemado es cada vez más visible.
Rápidamente consiguen apartar las últimas piedras y pedazos de techo, dejando el espacio suficiente para que alguien pueda adentrarse y revisar si, debajo de todo esto, hay alguna señal del príncipe. La señorita Gaia se acerca con cuidado, intentando ocultar su expresión de asombro al encontrarse frente algunas de las piedras más marcadas por el fuego, algo en la forma en que las mira hace que Asta se sienta como si estuviera perdiendo algo importante.
—¡Vianey! —grita la directora con un casi imperceptible temblor en la voz —¡Alguien… ¿alguien ha visto a Vianey?!
Asta voltea a la entrada de la torre en la que estaban, notando como sus amigos permanecen de pie en ese lugar, con expresiones de preocupación y, en el caso de Milo con algo de recelo, hacia la chica de cabellos dorados que avanza hacia donde la directora le llama.
—Ah, Via, —dice aliviada la señorita Gaia mientras le hace señas para que se acerque —necesito de tus luces por aquí.
Incluso Alarik parece asombrado por la petición, después de todo ¿no pudo haber llamado a cualquier ser de luz para ello? Asta evita mirar directamente a su hermana, aunque la incomodidad se siente en el ambiente.
La chica rápidamente crea una esfera del tamaño de la palma de su mano, la luz que emana es brillante y capaz de iluminar varios metros a su alrededor. Gaia luce aún más nerviosa de lo que Asta imaginaba al verla en la oscuridad.
—Perfecto, —se interrumpe la señorita antes de continuar —creo que alguien debería ir contigo para revisar, Alarik…
La mirada del profesor lo dice todo, ni siquiera hace falta que la mujer troll diga nada más: él no irá. Asta entiende porque, el espacio que lograron abrir es apenas lo bastante grande para que un adulto esté ahí adentro, no hay forma de que el espacio sea suficiente para una adolescente junto a un adulto.
—Tienes razón, —dice en voz baja la directora —niño, —llama con un poco más de fuerza de la necesaria —acompaña a Via, no quiero que se adentre ella sola.
La forma en que se corta su oración hace que Asta se pregunte que más quería agregar, pero no tiene tiempo para pensar alguna respuesta a ello, pues los reclamos de Vianey sobre poder ir ella sola y no querer tenerle cerca empiezan a llenar el silencioso ambiente. —No hay forma en que entré ahí, —dice molesta Via —menos si es con él.
Molesto, Asta avanza hacia ella, cruzándose de brazos. Ambos hermanos se miran como desconocidos, para este punto Asta está seguro de que eso es lo que son; una punzada en su pecho le pide que retroceda o se aleje de ahí lo más pronto que pueda, no queda rastro alguno de aquella mirada tierna y llena de amor que la niña le dedicaba incluso aquella noche,
—Puedo ir por alguien más. —sugiere Asta nervioso —No es como si no hubiera otros que puedan caber ahí.
—No hay tiempo, —dice con brusquedad la troll —no quiero oír más excusas, así que apresúrense.
Algo en el apuro de la señorita Gaia es lo bastante preocupante para que ninguno de los dos chicos pueda decir algo más; como si de un movimiento preparado y bien aprendido se tratase, el niño camina rápidamente hacía la entrada abierta de la torre, mientras que la chica va tras él, con la luz en alto.
El pasadizo de piedra es apenas lo bastante alto para que el niño pueda pasar gateando, por lo que Via tiene que ir casi arrastrándose para poder entrar. Los dos permanecen en silencio, teniendo como única fuente de luz la brillante esfera que la princesa aún lleva en su mano; los pensamientos de Asta avanzan tan rápido que no sé siente capaz de seguirlos, las preguntas y el despertar tan extraño tras el encuentro con la Bestia compiten por la atención del demonio mientras el dolor del golpe en su cabeza empieza a ser más evidente.
Finalmente llegan al interior de la torre, la forma en que el interior del cuarto de los chicos, incluso con parte del techo habiendo sido aplastado por piedras, permanece casi intacta es sorprendente. Nunca fue un espacio particularmente alto, aun así, Via comienza a quejarse de que Alister les engaño pues un adulto fácilmente puede estar de pie ahí adentro.
—Seguro pensó que todo aquí estaría en ruinas. —dice Asta en voz baja, temeroso de que al hablar más fuerte la estructura pudiera colapsar
—Oh claro, —responde burlona Vianey —¿no te diste cuenta? Querían deshacerse de nosotros.
Asta le mira con escepticismo, aun así le escucha mientras ella cuenta cada teoría loca que cruza por su mente. Una parte del niño disfruta realmente el momento, la forma en que la adolescente habla sin cesar, exagerando algunos de sus movimientos, le trae recuerdos de aquellos días de lluvia en que Vianey contaba lo que aprendió en clase mientras Valley preparaba la cena e intentaba alejar a Asta del postre.
—¿Y por qué todo aquí permanece de pie? —pregunta Via con más coraje del necesario —Debería estar todo en ruinas, con cosas por el suelo y…
—¿Un cadáver en medio? —dice Asta con seriedad —Deberías estar feliz de que no esté aquí.
La ira abandona la expresión de la chica, dejando en su lugar una mirada llena de burla y una sonrisa de lado se plasma en sus labios.
—Por supuesto que estoy feliz por ello, —dice en voz baja cargada de aquel tono meloso que ocupa al burlarse —no perdí a otro hermano por tu culpa, ¿o sí?
El niño aparta la vista, centrándose en escanear el lugar con la mirada en lugar de ver como la sonrisa de la chica se vuelve aún más grande al notar que aquel comentario le afecta.
—No hay tiempo para eso. —responde en un murmullo Asta pasando por su lado hacia la cama de Finn
—Bueno, —empieza a decir Via con voz burlona —no es que haya mucho más que hacer. No hay nada aquí.
Asta ignora los comentarios de la chica mientras se sienta en la cama de Finn, su mirada continúa viajando por la habitación. Algo en el lugar se siente extraño, incluso podría decir que no parece el mismo dormitorio que cuando salió, aunque no puede encontrar que es aquello que le incomoda tanto.
En algún momento la princesa se da cuenta de que su hermano apenas le esta prestando atención, pues detiene su hablar de golpe y sigue con la mirada lo que sea que el chico está observando.
La ventana esta rota, al mirar hacia arriba apenas puedes ver lo que alguna vez debió ser un techo cubierto por piedras, el piso parece intacto aunque los cristales rotos y algunos trozos de distintos materiales están ahí. La vista de Asta se clava en su lado del dormitorio, nota con algo de extrañeza que, aunque la habitación es la misma, la vista desde este lado es un tanto diferente, el cuarto parece más iluminado hacia su cama y las manchas en su pared son mucho más perceptibles que las del lado de Finn.
—Via, —llama Asta en un susurro —¿puedes alzar más esa luz?
La princesa se abstiene de quejarse por haber sido llamada por su apodo por el niño, incluso si continua molesta, sabe que este no es el momento adecuado para decir nada. Mueve un poco su mano hacia arriba, haciendo que la esfera rebote en su mano y despida un poco más de brillo, no lo suficiente para poder ver todo el cuarto sin problema, pero si para que Asta pueda ver su pared con mayor claridad.
Desea no haberlo hecho. Suelta un pequeño grito asustando a la chica que de inmediato voltea a ver la pared, gritando al igual que el niño; Asta se pone de pie y avanza hacia la pared, sin despegar nunca la vista de la silueta que se proyecta sobre la cama. Si bien, podría haber sido solo un manchón negruzco, la presencia de dos enormes ojos mirando fijamente hacia abajo y la silueta reflejada del marco de la cama de Asta que parecieran ser dos garras atrapándola es suficiente para que la casualidad deje de ser una opción.
—La Bestia vino del Bosque y no descansará hasta cumplir su propósito. —repite Asta en un murmullo
—¿Eso siempre ha estado ahí? —pregunta Via en un chillido asustado —¡¿Por qué estaría eso ahí?
—Finn escogió la cama, —dice Asta —no mencionó nada de esto.
Tragando saliva, el niño corre hacia el lado del príncipe, intentando ignorar el miedo que le produce darle la espalda a aquella criatura trazada sobre su cama. Se obliga a si mismo a centrarse en la búsqueda, aun si no sabe que pretende encontrar al revisar en aquella zona. Mira debajo de la cama, sin encontrar nada más que polvo y zapatos desgastados.
Via parece entender lo que esta haciendo, inmediatamente se dirige a la cómoda al lado de la cama de su hermanastro. Asta se une a ella rápidamente.
Dentro del primer cajón solo encuentran algunos libros y las vendas que ha estado usando con Asta; los hermanos sacan todo, dejándolo sobre la cama para mirar con más atención las cosas.
—¿Qué estabas buscando? —pregunta para si misma Via admirando las notas y hojas de libros de Finn
—Es casi como si…—empieza a decir Asta sin poder terminar su oración
—Se estuviera preparando. —agrega Vianey sorprendida
Los libros podrían fácilmente encontrarse en la habitación de un chico amante de las novelas humanas de fantasía: historias de romance, cuentos de hadas con todo menos hadas en ellos, incluso algunos básicos de estudios de seres mitológicos; pero algo en ellos destaca a la vista de los hermanos: las notas. Algunas hojas parecen marcadas, ya sea con un trozo de papel o dobladas, pero todas ellas parecen hacer referencia a lo mismo. Asta toma con cuidado una libreta, tal vez un diario o un cuaderno de estudio, sin embargo, lo que verdaderamente atrae al demonio es el grabado dorado que hay en su cubierta.
—Un sauce. —dice Via mirando por encima del hombro del niño —Es como el sauce que hay en el Bosque.
Ambos hermanos se quedan quietos, mirándose antes de mirar la pared detrás de ellos. Asta levanta un poco la libreta, posándola justo en medio de las garras de la Bestia, la sensación que sintió al ver como aquella criatura quería que le siguiera vuelve a él, es casi como si todas las piezas del rompecabezas estuvieran ahí, frente a ellos, pero por alguna razón falta algo para poder entender la imagen que el príncipe se encargó de crear.
—¡VIA! —un grito femenino los sobresalta —¡ASTAROTH! —otra vez el grito de la señorita Gaia resuena en el interior de la torre —¡¿Esta todo bien?!
Via se sacude un poco la ropa, apartando los mechones que caen sobre su rostro y trata de respirar un poco, intentando lucir tan tranquila y serena como sea posible.
—No dirás ni una palabra de esto, ¿quedó claro? —dice la chica susurrando —Si la Bestia venía por él o por ti no me interesa, pero esta claro que el que Finn desapareciera no fue un accidente como todos los demás que han estado pasando.
Asta mira sorprendido a su hermana, olvidando por un segundo que la Reina Blanca había mencionado el “problema” que hay en el Submundo y el Punto Muerto.
—Sea lo que sea que está pasando debe terminar pronto. —la voz de Via se quiebra un poco al voltear a ver la pared por última vez —Y mañana iremos por él.
Los niños salen, en silencio, incluso una vez que están frente a los adultos preocupados. Alarik mira con curiosidad al niño demonio, que solo niega a que Finn se encuentre ahí adentro. La pregunta continua en el aire, ¿Qué es lo que la Bestia del Bosque hacía aquí?
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