Capitulo 11: Entonces, todo tomara su rumbo.

Remordimientos, esos pensamientos que nos mantienen contrariados, crean angustia en nuestro interior y se replican con los años atormentándonos. Se sabe que nuestra vida no se puede modificar como una historia con muchas páginas, pero, si pudiera modificar eso que deseabas eliminar, ¿lo harías?

Una buena pregunta, pero una respuesta muy filosa que puede más complicada de lo que parece.

—Dos mil cinco…

—La fiesta de confraternidad…

Nuestros susurros resuenan en el segundo piso de la casa de mi mejor amigo, ambos seguimos sentados sobre la alfombra plateada de su piso. Llevamos más de una hora intentando entender cómo fue que de un momento a otro estábamos en el pasado y ahora habíamos regresado a nuestro presente.

Acaso, ¿Era otro sueño?

—¡No entiendo nada! —grito exasperado y desordeno mi cabello hastiado.

—Volvimos a casa, ¿verdad? —Héctor me observa y yo lo miro de reojo y asiento sin convencerme en mi totalidad. —No entiendo, ¡mierda como volvimos!

—No lo sé, deja de gritar que no me dejas de pensar idiota—Regaño a mi mejor amigo y al verlo con la misma ropa de aquella vez que se embriagó y ambos regresamos en el tiempo.

¿No había transcurrido el tiempo aquí?

—P-pablo tienes que ver esto—Suspiro molesto porque lo único que hace es quejarse—Es muy extraño, no tenía esto antes—Alzo la mirada y al ver que se retira la camisa y se observa en el espejo, solo muevo mis brazos delante de mí rostro evitándolo.

—No quiero ver tus miserias idiotas, intento concentrarme en lo antes, en lo que volvimos y…—me arrastro al ver una cicatriz en su abdomen que se ve incluso algo reciente. —¿Ya tenías eso antes? —pregunto pensativo.

—Eso quería decirte, no lo tenía, lo juro—responde asustado y me coloco de pie, pero el zumbido en mis oídos hace que me apoye en la repisa, por el mareo que siento tan repentino. Y muchas imágenes pasan por mi mente.

—Oye, siéntate, ¿Estás bien? —Escucho la voz de Pablo, pero me siento aturdido por todo lo que logro visualizar en mi mente muy rápido, pero la imagen de Sara a sus diecisiete años arrodillara en el piso con su celular en sus manos mientras que las lágrimas caen por sus mejillas y Mariela presiona el abdomen de Héctor.

—¡No fue un sueño, eso te lo hiciste en el evento de confraternidad! —exclamo asustado, Héctor asiente y observa su herida. —Aunque hay algo que no entiendo, si hace unos minutos estábamos en dos mil cinco, como es posible que al volver Mariela sea tu novia, si antes de eso se odiaban.

Héctor encoge los hombros, pero parecer recordar algo y se sienta a mi lado.

—Quizás hice algo que altero los recuerdos—susurra y lo observo confundido. —Tengo los recuerdos muy confusos, pero antes de seguir a mi hermano, cuando Sara y tú saludaban a sus padres, le pedí a Mariela que fuera mi novia—susurra y yo me cubro los labios. —Aunque no entiendo como logramos modificar algo en nuestro futuro.

—Eso me gustaría saber, aunque me alegra por ti, diste un cambio, aunque siento que no termina aquí. —respondo, Héctor sonríe, pero ante lo último que sigo baja la mirada.

—Tengo muchas preguntas.

—Yo también.

Ambos suspiramos pesadamente y aunque continuamos en silencio el resto de la tarde, sé que ambos estamos tratando de entender como sucedió o mejor dicho, sigue sucediendo todo esto.

—¿La están pasando bien? —Pregunto sentado en el sofá de la sala principal y Héctor teclea algo en su celular.

—¡Sí! —Mis hijos exclaman desde la otra línea y sonrió sintiendo paz al escuchar sus voces, ambos continúan narrando lo que hicieron durante el día y yo solo asiento sin dejar de escucharlos.

Observo la fotografía que descansa en la pequeña mesa frente a mí. Algo en ella me genera confusión. Me acerco sin finalizar la llamada y la sonrisa en esas cuatro personas me crea conflicto. Mariela, Sara, Héctor y yo sonreímos aún con los uniformes puestos de la escuela secundaria. Sostengo el recuadro y quito la fotografía, le doy la vuelta y ladeo mi cabeza confundido al ver la fecha.

—Veinticinco de setiembre del dos mil cinco—susurro confundido. Héctor ríe recostándose en el sofá, pero siento un ligero dolor de cabeza al ver como los cristales de las ventanas se empañan por la reciente lluvia.

—Chicos entre con mamá, les llamaré después, abríguense y no descansen tarde—Respondo sin quitar la mirada de la ventana, me coloco de pie y escucho que mis hijos se despiden y sin darme cuenta ya estoy de pie caminando hacia la ventana. Pero es la voz de Sara desde la otra línea la que hace que detenga mi andar, aunque no respondo a lo que pregunta lo último que dice hace que baje la mirada.

—Es extraño que no estés aquí—Susurra y siento un dolor en el pecho—Los chicos… ellos te extrañan—Cierro los ojos al escuchar sus palabras—Descansa Pablo—Y sin poder responderle finaliza la llamada.

—¿Pasa algo? —Me sobresalto al sentir que alguien palmea mi hombro. —Maldito idiota me asustaste, parecías hipnotizado con alguien o algo—Abro la boca para regañar a Héctor, pero al ver que lleva entre sus manos el recuadro que hace un rato me saco de la realidad se lo quito muy rápido.

—¿De dónde sacaste esa fotografía? —Le cuestiono y desordena su cabello confundido.

—No lo sé, cuando volvimos la tenía entre mis manos—Respondo y enarco una ceja sin entender lo que dice. Subo muy rápido las escaleras hacia el segundo piso donde ambos despertamos al recordar aquella fotografía de nuestra actualidad en la época pasada.

—Debe estar aquí—susurro nervioso mientras rebusco el desastre en el piso.

—¿Qué ocurre?, ¿Recordaste algo más? —Héctor sigue con sus preguntas y luego de unos minutos de casi traer el segundo piso abajo, logro encontrar aquella fotografía que se ve muy colorida y extraña, le quito de las manos la que Héctor lleva y la coloco sobre el piso.

La brisa de la noche se cuela por la ventana abierta de este ambiente de la casa y aunque no quiera logro escuchar la lluvia que se intensifica.

—¿No me dirás que pasa? —Cuestiona y aunque no dejo de observar aquella fotografía sonrió al ver que algo en ellas es similar.

—¿No lo ves? —pregunto al ver que en efecto somos los cuatro en ambas fotografías, pero él me observa confundido, giro ambos recuerdos y al mostrarle la misma fecha en ambas, pero en diferentes años él me observa más confundido. —Yo no recuerdo que nos hayamos tomado estas fotografías, solo significa que cambiamos algo, debimos modificar un hecho.

—¿Quieres decir que nada es como antes? —pregunta y ambos observamos ambos escenarios paso las yemas de mis dedos tratando de observar cada detalle, aunque sea el mínimo. —Espera, eso es—Se queda en silencio y sonrío al reconocer la estatua detrás de cada fotografía, aunque una se ve más desgastada de que la otra, el lugar donde se creó, coincide.

—Festival de música dos mil, cinco y dos mil veintitrés, es el mismo lugar, y como hoy y aquellas veces, está lloviendo, están fotografías, eran distintas en nuestros recuerdos, pero están conectadas, no logro entender el porqué, pero, debemos volver, están reconstruidas, como si alguien…

—Las hubiera roto—Respondemos ambos.

Vuelvo a acomodarlas en el piso, pero esta vez la de dos mil delante de mí y me siento detrás y la otra en medio de ambos.

—¿Qué haces? —Héctor me detiene del brazo, pero por alguna razón siento que debemos regresar para ver tanto, alteramos nuestro futuro.

—Quiero regresar, necesitamos volver—respondo muy rápido.

—Te veías aliviado al regresar, ¿Por qué debemos hacerlo? —me cuestiona molesto.

—¿El único arrepentimiento de tu pasado era ser novio de Mariela? —pregunto y el me observa en silencio—Yo no creo que sea solo eso, intenta recordar Héctor, en aquel momento lluvia como ahora, ¿Qué más tenías cerca? —Él parece pensarlo y yo sigo observando aquella fotografía.

Y los recuerdos de aquella noche tormentosa, cuando el ruido de la lluvia se mezclaba con el de mi llanto regresan, recién logro entender o más bien recordar que llevaba una fotografía en mis manos.

Héctor sostiene una de las fotografías de nuestra actualidad y abre la puerta de su habitación, trato de seguirlo, pero al sentirme solo en este lado del segundo piso logro recordar el mismo escenario.

Y la pregunta se repite en mi mente, siento miedo de los cambios, pero me da más terror seguir teniendo arrepentimientos. Cierro los ojos y vuelvo a recordar aquel día en la notaría, nuestros abogados y el llanto de mis hijos me hacen sentir desolado.

—Otra oportunidad, solo otra más, tiene que funcionar, debes funcionar—Cierro los ojos aun repitiendo aquella y con temor de que nada vuelva a repetirse, rompo la fotografía que llevo en mis manos y otra vez el dolor en mi cabeza se presenta como un estallido incesante y siento mi cuerpo débil.

Intento abrir los ojos, pero siento los parpados pesados, pero al terminar de romper en más pedazos como dificultad los sueltos en el piso y siento que las luces se apagan muy rápido y el sonido de la lluvia se escucha más cercano y es cuando dejo de escuchar.

—Por favor, tienes que despertar… ¿Puedes escucharme? —El eco de esa voz dulce resuena en mi mente, pero el dolor en mi cabeza me ensordece y aunque quiero no logro abrir los ojos.

—¿Pablo puedes oírnos? —Y como si fuera lo más normal, abro los ojos de golpe y siento que el corazón se me detiene por unos segundos al ver a dos chicas con uniformes escolares, obsérvame con preocupación.

Trato de removerme en donde sea que este, pero siento un dolor en el brazo y recién ladeo la cabeza para ver lo que me impide moverme, pequeñas sondas en mi brazo conectadas a un aparato, la bata blanca que visto y las sábanas del mismo color me hacen asustar.

Trato de mover los brazos y al verlos tan delgados me desespero.

—Iré por la enfermera, quédate con él.

Me quedo quieto al ver como Mariela acaricia mi cabello y sale de la habitación, que parece ser una de hospital.

—Es normal que estés confundido, despiertas después de una semana de estar inconsciente, ¿Te sientes mejor?

—¿Qué hago aquí? —pregunto al ver a Sara de diecisiete años sentada en la cama vacía a mi lado.

—¿No recuerdas nada de lo que paso? —me pregunta y niego con la cabeza. Acomoda la sabana sobre mis piernas y suspira sonoramente.

—Después de lo que sucedió en el evento de confraternidad, Héctor, Fermín y tú tuvieron un accidente, eres el segundo en despertar, trata de descansar, tus padres deben estar por llegar, estaré a fuera con las enfermeras—Aunque no logro entender bien lo que dice, al ver que se coloca de pie dispuesto a irse, estiro el brazo como puedo y la detengo.

—Puedes… solo quedarte un poco más—Me observa extrañada, pero asiente regresando a su sitio. No entiendo por qué la detengo, pero es como si hubiera extrañado su presencia o quizás fue escuchar su voz antes de volver.

Por qué al parecer regresamos a dos mil cinco.

—¡Oye, aún no estás recuperado, Héctor! —Ambos desviamos la mirada cuando puerta de mi habitación se abre y observo a mi mejor amigo ingresar con un soporte de goteo que Mariela sostiene, la bata blanca que lleva puesto me hace observarlo con tristeza.

—¿Te encuentras bien? —Pregunto acomodándome sobre la cama de hospital y Sara se coloca de pie cuando él le indica que quiere sentarse y asiente. Se acerca a abrazarme y palmeo su espalda muy despacio.

—Creo que estamos sobrando, parecen una pareja romántica extrañándose—Ambos nos separamos al escuchar el comentario de Mariela y la observamos molestos.

—Ay Mari, que dices, es normal, se accidentaron juntos. —Indica Sara y Héctor y yo asentimos.

—Bueno, debe volver a su habitación, tu padre se molestará si te ve… Fuera—Susurra y la puerta de mi habitación se abre muy rápido, enfermeros y los padres de Héctor me observan en silencio para luego acercarse a mi mejor amigo.

—Te cambiarán de habitación, no abuses de tu recuperación y guarda reposo—Mi mejor amigo me observa con tristeza y yo solo asiento indicándole que vaya con ellos—Niña lo mejor es que te quedes con Pablo, mi hijo no necesita involucrarse con gente como tú—El señor Alberto observa con desprecio a Mariela y ella baja la mirada retrocediendo.

—Papá, no puedes hablarle así—Héctor responde muy rápido, pero su madre lo observa molesta y solo baja la mirada.

—Sara, tu padre no tardará en llegar, ¿puedes acompañarnos? —La mencionada nos observa incómoda y Mariela asiente indicándole que los siga—Estoy seguro de que con tu compañía mi hijo se sentirá mejor. El silencio vuelve a reinar en mi habitación.

—Mari ignora lo que dijo el señor Alberto, Héctor te quiere en verdad—Respondo observándola, ella asiente y sonríe.

—Lo sé, pero todo es muy complejo, me enoja que las clases sociales estén tan marcadas, pero a pesar de eso, no me rendiré tan fácil, no quiero—La observo con ternura y ella se ve muy decidida. —Te gusta Sara, ¿no? —pregunta y no sé qué responder—Descuida, no le diré nada, eso debes hacerlo tú.

—¿Podemos pasar? —Ambos desviamos la mirada al ver que Sara nos observa de reojo y Héctor también.

Mariela se coloca de pie y corre a abrazarlo y yo sonrió al verlos así de felices.

—Los padres de Héctor ya se fueron, pedimos permiso para dar un paseo y él quería verlos—Indica ella y yo sonrió. —¿Ya te sientes mejor? —Pregunta y asiento al sentirme nervioso. —Qué alivio.

—¿Sentirse mejor? —pregunta con cierta ironía Mariela y yo le hago señas para que guarde silencio—No ha dejado de quejarse del dolor de cabeza, que le duelen las articulaciones y siente frío, deberías cuidarlo un poco, Héctor y yo iremos a dar una vuelta. —Mi mejor amigo y yo intercambiamos miradas y solo asentimos.

—¿Es verdad? —Pregunta Sara y me observa con preocupación, Mariela me observa de forma intensa y asiento. —Pueden ir, me quedaré con Pablo, tengan cuidado con los de seguridad y no tarden mucho en volver, el señor Alberto volverá en una hora.

Ambos asienten y salen de mi habitación.

—Ya me siento mejor, no tienes que… Cuidarme así—Susurro cuando ella acomoda las sábanas sobre mis hombros, pero nuestros rostros están muy cerca y mi respiración se entrecorta cuando nuestras miradas se cruzan.

—Lo lamento, iré a los servicios, ya regreso—Responde muy rápido y sale de mi habitación. Me recuesto sobre la cama y cierro los ojos al sentirme confundido.

Esto es un verdadero caos.

Los días transcurrieron muy rápido, entre visitas al hospital y chequeos diarios, ya había transcurrido dos semanas y logramos volver a clases, pero todo era diferente. Después de evitar la muerte de Fermín, el tío de Héctor falleció de un paro cardiaco.

Y aunque evitamos una muerte, ese año los Irazábal tendría su momento de Luto.

Pero hay algo que no entiendo, el señor Saúl Irazábal, en nuestro presente actual, era uno de los socios mayoritarios de las empresas que los padres de Héctor le heredo a él, ¿Quién ocupará ese lugar ahora que no existirá en ese presente?

¿Tendremos otro cambio si logramos regresar?

Aunque la idea me aterraba, el ver a Héctor llevarse mejor con su hermano, lo que me hacía sentir que a pesar de todo habíamos tomado la mejor decisión. Eso espero.

Desde aquella vez que regresamos de forma extraña, no volvió a suceder algo similar.

—Excelente, jóvenes, que continúe el grupo de la señorita Steller—Los cuatro nos colocamos de pie con nuestros trabajos listos, aunque solo habíamos avanzado el inicio, Sara y Mariela lo finalizaron mientras que ambos nos recuperábamos. —Comiencen chicos.

Con las explicaciones de mis amigos, porque eso éramos. Amigos.

Logramos finalizar nuestra exposición.

—Muy buen trabajo, chicos, me atrevería a decir que es el mejor hasta este momento, Excelente presentación, regresen a sus sitios.

—¿No quieren agradecernos? —Mariela y Sara colocan sus manos sobre el hombro de Héctor y el mío y ambos giramos con nuestros asientos y sonreímos. —Buenos chicos—Mariela desordena nuestros cabellos, me quejo ante su gesto y Sara ríe con mi comportamiento.

—¡Sara! —Mi sonrisa de borra al ver a un chico del salón de al lado, que observa a la mencionada desde el borde del aula. —Solo un minuto, quiero entregarte algo—Indica, ella se coloca de pie y luego de pedir permiso a la profesora, sale del aula.

—¿Otra declaración? —Me giro al escuchar los murmullos de unas chicas que se sientan en los asientos de adelante—¿Cuántas fueron esta semana?, ¿Cinco, siete?

Ambas ríen burlándose y todos observamos curiosos hacia donde ambos conversaban, aquel chico le entrega algo a Sara y después de darle un abrazo se retira con una sonrisa en el rostro.

—¿Creen que esta vez no lo rechazo? —Pregunto Franco y Juan Pablo encoge los hombros sin dejar de observaros.

Sara vuelve alguna con un sobre celeste, ingresa al aula, Se sienta en su asiento y lo guarda entre sus cuadernos, recuesta su rostro, su rostro.

Y el resto del día continuo así, hoy nos quedaríamos hasta tarde para aprovechar la biblioteca escolar e iniciar el trabajo en grupo.

Cruzo los brazos molestos al ver como muchos chicos de distintas aulas y otro de la nuestra le sonríen y Sara solo los evita. Recibe más regalos y declaraciones de amor. Héctor Mariela, se quedaron el resto de la tarde en la biblioteca, pero más allá de nosotros, ambos comenzábamos a sacar resúmenes cortos ´para ir avanzando de a pocos.

Y aunque aún sigo sin entender estos fenómenos que estamos presentamos, ni cuánto tiempo estaremos en este año, lo único que sé es que, entre más trato de ralentizar cada momento del día, y mi sonrisa es amplia al ver como nuestra amistad comenzó a crecer muy rápido entre ambos

Y eso era algo que a mi yo de ese tiempo se le había hecho muy difícil.

SEGUIR LEYENDO

Loading


Deja un comentario

error: Contenido protegido
%d