Los chicos comenzaron a reír después de que Alberto y Claudia dieran la peor interpretación de una canción en sus vidas. Todos estaban muy divertidos, incluso las chicas habían olvidado las preocupaciones que tenían sobre sus chicos. Arlet estaba recostada en Armando con sus piernas encima suyo, sabía que tenía que hablar con él; pero por ahora quería disfrutar el momento. Por otro lado Alberto vio con cariño a Claudia quién le devolvía la sonrisa con amor.
Para Armando era una sorpresa que todos se llevaran tan bien, no pensó que Claudia le agradara tanto. Además de que estar con Arlet se había vuelto más cómodo. El chico era tranquilo, disciplinado y tampoco estaba interesado en tener parejas como tal. Veía el matrimonio como una pérdida de tiempo, además de que no quería tener hijos. Por eso pensaba que lo sucedido con Arlet en su casa había sido no más que un desliz, pero a partir de que la chica comenzó a acercarse más a él, comenzó a dudarlo. Lo que más le preocupaba era que le gustaba. Temió el rumbo de la relación si es que había una. Armando acarició el hombro de Arlet mientras sus amigos volvían a la mesa del café – bar al que habían ido para el karaoke.
Claudia llegó roja de la risa de lo horrible que cantaron. Se había divertido como nunca. Al menos esas risas se detuvieron cuando Arlet miró a su amiga con miedo. En la mesa el único que no se dio cuenta de ese miedo fue Alberto, él seguía riendo y viendo los videos que se tomaron juntos. Armando miró extrañado a Claudia que un sujeto la tomó de los hombros al llegar a su mesa. La pelirroja alzó la mirada al ver que la estaban sujetando y pronto se paralizó. Regresó la mirada al frente asustada. Alberto dejó de ver su videos entre risas y al alzar la vista se dio cuenta del hombre que tocaba a Claudia.
—David, qué sorpresa verte aquí —mencionó Alberto al notar a su ex cuñado presente.
Armando, Claudia y Arlet no sabían reaccionar.
—Sí, vine con mi prometida a pasar el rato. Es un gusto verlos —dijo David sin soltar a Claudia quién pronto comenzó a temblar del pánico—, enserio, a todos, incluyendo a las dos lindas pelirrojas.
Arlet quería salvar a su amiga, pero no sabía cómo. Incluso ella entró en pánico al ver aquella escena. Claudia tenía miedo de que Regina también estuviera cerca, no quería saber nada de esa familia y menos del hombre que la molestaba a propósito.
—Que bueno verte… —mencionó Alberto confundido al notar que el joven no dejaba de tocar a Claudia.
Alberto admitió en su mente que eso le ponía algo celoso. Armando notó que Claudia estaba a punto de llorar, razón por la cual, si bien aún no eran amigos; al ser el único en darse cuenta de la situación y no entrar en pánico, actuó al respecto. Armando lanzó uno de sus vaso de soda en la ropa de Claudia, quién se asustó por eso.
—¡Oh, Dios mío! Cuanto lo siento Claudia —mencionó Armando fingiendo lamento—. Ven, vamos a limpiarte.
Armando, sin intentar ser grosero se acercó a Claudia quitándole de encima a David, quien miró a Armando con cierta sorpresa y molestia. Armando hizo la vista gorda mientras se alejaba con Claudia a su lado. Alberto miró confundido la situación, no entendió nada de lo que había pasado al respecto, pero sabía que había algo raro.
—No quiero sonar grosero, pero ¿solo pasabas a saludar? —preguntó Alberto alzando una ceja.
Arlet por fin reaccionó después del shock, se levantó con fuerza de la mesa y azotó con su puño esta.
—¡Qué te pasa? ¡No la vuelvas a tocar! —gritó Arlet molesta.
David nuevamente se burló de ella, verla molesta solo lo motivaba más. Alberto sintió tenso todo, pero no entendía el por qué.
—Para nada Alberto, en realidad te quería decir que mi hermanita vino conmigo. Al verte ocupado le dio pena hablarte y vine yo a decirte que quizás debas hacerlo.
Claudia no estaba muy lejos de la escena, los baños estaban cerca. Armando no sabía cómo consolar, pero sabía que la chica seguía mal. Por eso permaneció a su lado.
—En realidad estoy ocupado ahora mismo —respondió Alberto tratando se alejarse de lo que estuviera ocurriendo.
—¿Por qué? ¿Por Claudia y tus amigos? —preguntó el joven molestando—. Solo será un segundo, Regina quiere mucho estar contigo.
—¡David, vete ya! —volvió a gritar Arlet alterada.
Lo único que hacía que no los sacaran del restaurante era el ruido del karaoke en el café.
—¿Cómo conoces a Claudia? —preguntó Alberto molesto, la situación ya le había incomodado lo suficiente—. Y si Regina necesita hablar conmigo que ella venga.
—Bien —respondió David sonriendo burlón.
En eso Regina salió detrás de él después un rato, su hermano la había llamado para que fuera con él y viera a la cara a su ex. Claudia ya no podía soportar la situación que comenzó a llorar sin parar. Armando al verla intentó animarla, pero sus intentos no valían nada.
—Alberto, hola… Yo… ¿Podemos hablar? —preguntó Regina nerviosa.
Arlet había perdido el control completo de la situación. Por eso se sentó nuevamente en su lugar con miedo.
—Regina, ¿qué está pasando? —cuestionó Alberto ya frustrado.
—Me quedé pensando en lo último que me dijiste, sobre la cita. Me he dado cuenta que todo este tiempo tú lo has estado intentando y yo no tanto como tú. Creo que debemos hablar de eso y salir de verdad para hablarlo.
En ese momento Claudia no lo soportó más, ni siquiera hizo un intento en buscar sus cosas y salió del local. Armando sin saber qué hacer decidió ir a la mesa por las cosas de Claudia y después seguirla. Arlet, decidió hacer lo mismo dejando a Alberto solo e incómodo en la mesa.
—Regina, ¿de verdad creíste que este era el mejor lugar para hablar? —preguntó Alberto viendo como sus amigos se alejaban.
—Lo siento, había querido acercarme en ti en la facultad, pero últimamente ya no te veo por ahí en horas libres —respondió Regina poniendo cara inocente.
—Sé que te prometí la cita, yo, es decir sí quiero cumplir… —Alberto no sabía qué decir.
—Lo sé, solo quería asegurarme. No quiero molestarte más, ni a tus amigos. ¿Mañana vemos bien todo?
Alberto asintió nervioso, los hermanos se fueron y pronto se dio cuenta de que se había quedado completante solo sin razón.
Por otro lado en el estacionamiento del café estaba Armando dándole sus cosas a Claudia después de que esta le explicara el por qué de su reacción. Armando sintió asco por lo contado, más que asco, enojo y rabia al entender que todo este tiempo que le decían “loca” a Claudia no era porque de verdad lo estuviera. Era una joven triste, solitaria, que le habían roto el corazón para después humillarla públicamente, sin mencionar el constante acoso que recibió después de eso. Incluso el chico se sintió arrepentido de haber creído cosas malas de ella.
—Por favor no se lo digas a Alberto —le dije Claudia limpiándose las lágrimas.
—Está bien, porque no me corresponde; pero…
—Por favor…
Armando cedió y después le dio un abrazo. La joven correspondió porque lo necesitaba para después irse lejos de ahí. Arlet salió para ver a Armando ahí en el patio, fue corriendo a él para abrazarlo fuerte entre lágrimas.
—Gracias por protegerla, yo no pude.
—Sí lo hiciste —respondió Armando abrazando con fuerza a su acompañante.
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