Leyendas de Silverlight – Capítulo 9. Temporada de lamentos lunares

Las pesadillas son algo regular para un niño como Asta, cualquier cosa puede traerlas a su mente agotada, desde la fría sensación del aire que se cuela por la ventana hasta el aroma a humedad que inunda la torre de Vacío. Incluso si no había motivo para tener esperanza en que al llegar a la Institución éstas desaparecerían, la realidad llega en forma de un grito aterrado a medianoche.

Con el sudor cayendo por su rostro y la respiración agitada, el niño se sienta en la cama intentando recordar cómo respirar. Una voz a su lado empieza a hablarle, con calma e intentando ayudar a que se tranquilice, aunque el hecho de que la voz lleve el nombre de su hermano muerto no ayuda tanto como cree, incluso si es normal en este punto.

Una vez que pasa el susto inicial que acompaña el despertar, Asta mira a su alrededor, prestando atención a su entorno, notando como el arrullo del agua proveniente de una de las torres de al lado y los ronquidos del príncipe que duerme frente a él es lo único que interrumpe el silencio nocturno; el niño no puede evitar soltar una risa al ver cómo Finn tiene medio cuerpo colgando por el borde de la cama y un hilo de baba goteando en el suelo.

Con una sonrisa de lado vuelve a recostarse con la mirada fija en el techo. Cualquiera que le viera en este momento pensaría que intenta descubrir algún enigma oculto en los tablones sobre su cabeza, algo en dicha acción suele resultarle lo bastante relajante y aburrido para volver a conciliar el sueño. Claramente no siempre funciona.

Suspira, frustrado, sabiendo que será una larga noche; su mente no deja de dar vueltas a la extraña ceremonia, incluso si realmente su atención estaba fija en las mesas de banquete a su alrededor, la realización de lo que implica la elección de los guardianes no le permite volver a cerrar los ojos. Una parte de él sabe que es ridículo estar preocupado por ello, después de todo, en realidad no es un candidato elegible y, aun así, el temor le invade al pensar en lo que significa que si quiera se haya pensado que se necesita llamar a un candidato: la situación se ha vuelto imposible de ocultar por más tiempo.

El recuerdo del cuerpo que encontraron colgando es imposible de borrar de su mente y ¿realmente vale de algo hacerlo? Incluso desconociendo si aquel ser tenía un nombre, si tenía a alguien llorándole o si estaba por su cuenta, la idea de que algo esta intentando terminar con la vida

Aparto su vista del techo, como si el hecho de seguir mirando aquel espacio haría que algún cadáver cayera sobre él en cualquier segundo. La mirada de Asta se detiene en la ventana, el cristal quebrado luce aún más sus grietas con la luz plateada de la luna, sería un lindo detalle para admirar si el aire frío del exterior no se estuviera filtrando al interior de la habitación.

Tras admitir que no volverá a dormir, deja de lado las cobijas y se pone de pie lo más silencioso que puede; sus pies descalzos tocan el frío suelo, la sensación que trae a él resulta hasta cierto punto tranquilizante. Pasa con cuidado por en medio de las camas, aunque si aún después de aquel grito que pegó, duda que algo sea capaz de lograr que el príncipe se levante, y se dirige a la ventana.

Pega su frente contra el cristal, disfrutando del escalofrío que provoca el frío de la superficie, cierra los ojos un segundo, permitiéndose disfrutar de la tranquilidad de la noche.

Un golpe en la ventana le hace abrir los ojos de prisa. Estando en la cima de la torre es imposible que alguien pudiera tocar; la mirada de Asta se encuentra con un par de enormes ojos rojos brillantes, rodeados por el espeso humo negro que por tantos años no ha podido dejar de odiar.

La criatura permanece inmóvil, solo viéndole desde afuera, incluso cuando Asta da un golpe suave a la ventana, la espesa masa de humo se queda quieta. El niño comienza a apartarse, intentando llegar a la cama de Finn, tal vez con él despierto sería capaz de hacer algo con aquella cosa que no ha dejado de seguirle desde aquel ritual en el Bosque de los Lamentos.

—Finn…—dice Asta en un susurro —Finn, despiértate por favor.

El príncipe solo suelta una queja antes de reacomodar su cuerpo en la cama, sin prestar atención al niño que, asustado, le llama. La criatura se mueve golpeando con fuerza el cristal antes de apartarse y lanzarse hacia el suelo a gran velocidad, Asta se acerca corriendo hacia allí, empujando el cristal hasta abrirla y mirando el suelo.

Aquella cosa no deja de moverse en círculos debajo de la torre, con aquellos brillantes ojos fijos hacia arriba.

—¿Qué es lo qué…? —pregunta murmurando Asta

El movimiento tan repetido que hace la criatura se frena de golpe en cuando el demonio parece entender el mensaje: “Sigueme” Ridículo o no, el niño esta dispuesto a seguirle. Tomando aire, sube sus pies descalzos al marco de la ventana, intentando mantener el equilibrio lo mejor posible mientras ve como el humo empieza a moverse nuevamente por el patio, hasta perderse tras la construcción principal.

Sin perder más tiempo, Asta toma impulso y salta, transformándose en ave algunos centímetros antes de golpear el suelo y vuela siguiendo la dirección que aquella criatura le marca.

Dándose la oportunidad de admirar un poco el castillo durante su vuelo, Asta observa asombrado como el diseño del castillo resulta extraño, incluso si no es capaz de decir la razón, solo sabe que una sensación de inquietud llega a él mientras más observa aquellos muros de piedra.

Apresurando el ritmo, finalmente encuentra a la criatura, que se detiene en una esquina, frenando con brusquedad antes de subir rápidamente y desvanecerse en la cima del castillo. El niño sigue la misma ruta, inseguro de porque le ha conducido hasta este sitio, no es ningún lugar misterioso ni siquiera esta oculto o protegido por algún tipo de encantamiento, simplemente es la ventana que da al salón de eventos de la Institución. Confundido, aterriza en la marquesina de uno de los grandes ventanales, comienza a mirar a su alrededor intentando encontrar algo, cualquier cosa que haya hecho valer el viaje.

—Debiste decir algo. —una voz femenina se escucha al interior del edificio

Astaroth se pega un poco más al cristal, forzando la vista en el intento de ver lo que ocurre ahí adentro. La poca iluminación que llega al interior proviene de la luna y, al estar en la parte trasera del edificio, realmente no es mucha; aun así, es capaz de distinguir un par de siluetas, una un tanto robusta y alta, mientras que la otra es realmente delgada.

—No era necesario, Gaia. —responde la otra silueta, su voz tan clara y firme como Asta la recuerda —De cualquier forma es inútil, solo los mantendremos tranquilos en lo que resolvemos esto.

—Pero…—comienza a responder la señorita Gaia, siendo interrumpida de inmediato

—Todavía no lo entiendes, ¿cierto? —dice burlona la otra voz, empleando un tono que bien podría ser el de alguien que le habla a un bebé —Si cualquiera de ellos se entera de que su candidato no sirve para el trabajo, empezarán las preguntas ¿por qué solo los príncipes pueden ser candidatos? ¿Acaso el Submundo no importa para Silverlight? ¿por qué solo hay un par de muertos en la Superficie si nuestros hijos e hijas llevan años siendo asesinados? —hace una pausa, intentando controlar su voz —Ahora, ¿entiendes por qué no podía decir nada?

No hubo respuesta, pero un leve movimiento es perceptible, por lo que Asta asume que la señorita Gaia estuvo de acuerdo.

La silueta de la Reina Blanca se mueve hacia la puerta, con gracia y elegancia, algo que la mujer trol que avanza tras ella no comparte. Los movimientos torpes, llenos de nervios que la directora no deja de mostrar al avanzar con prisa tras la reina, son lo único que le indica que han salido por completo de la habitación.

La criatura de humo aparece en medio del salón, justo donde la reina y la trol habían estado de pie, su mirada rojiza esta clavada en la puerta.

Asta casi cae de la marquesina al sentir la vista de la criatura volver a él, un terror que no sentía desde que era más pequeño le invade, algo en esa presencia cambio de la peculiar mensajera que había visto hace tan solo unos minutos, remplazada por una que pareciera estar cargada de una ira incomprensible, sus ojos rojos se niegan a abandonar al niño.

Sintiendo como el aire se vuelve pesado y caluroso, quemando sus pulmones al intentar respirar, el ave se aleja volando con velocidad mientras el estruendo de cristales rotos se escucha a sus espaldas.

La necesidad de voltear le invade, incluso cuando mueve con mayor velocidad las alas, puede sentir como a su nariz llega el humo negruzco que conforma a aquella criatura.

Intenta subir y bajar tan rápido como puede, dando vueltas por las torres y volando entre sitios que normalmente evitaría por su estrechez, aun así el humo no se aparta de él.

Desesperado voltea a ver lo que está tras él, encontrándose con lo que solo puede describir como una clase de dragón hecho de humo negro y chispas de fuego rodeándole, de varias alas afiladas y enormes ojos rojos, aunque el detalle de la falta de hocico le da una extraña apariencia, como si de un ser hueco se tratará.

El ave intenta volar más rápido, aunque la falta de sueño y el cansancio empiezan a reducir su ritmo, el humo pica en su garganta y las chispas que desprende el ser humeante hacen que sus ojos ardan. Vuelve a mirar por encima del ala, aterrado al ver como de la masa una enorme garra se extiende hacia él.

Sin saber que más hacer, se dirige hacia la primer torre que encuentra, preguntándose si romper una ventana será tan fácil como parece, sin embargo, no logra averiguarlo, pues cuando esta a punto de golpear el cristal puede sentir como aquella garra lo atrapa, apretándole y llenando sus pulmones de humo, haciendo que sea imposible para el niño respirar, lo único que alcanza a hacer es gritar.

El sonido de un ave resuena por todo el castillo, un sonido que nadie en Silverlight había escuchado desde hace mucho tiempo: el chillido similar a un “tué-tué”. Un aviso de muerte dirían los más ancianos, una advertencia dirían algunos más, pero para el niño que comienza a perder la consciencia es solo un pedido de ayuda.

Lo último que escucha antes de que el mundo desaparezca es el ruido que la bestia produce a su oído.

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