La juventud es una etapa llena de experiencias, momentos mágicos que nos hacen soñar, creer que esa etapa que se llama adultez está tan lejana, inalcanzable. Sentimos que tenemos mucho por vivir y poco por perder, pero a veces necesitamos pensar más a fondo para entender si podremos con el peso de nuestras decisiones.
—Ahora volvemos, iremos al tocador—Héctor y yo asentimos cuando las chicas se colocan de pie e ingresan al pasillo trasero del salón del evento.
—¿Cuánto invirtieron esta vez? ¿Mil dólares? —pregunto observando a mi mejor amigo.
—Con seguridad, unos tres mil—responde él y saluda a unos hombres de traje que nos observan a los lejos.
—¿En serio? —pregunto y él asiente. —Había olvidado que este evento solía ser tan importante.
—Sí que lo es, recuerdo lo mucho que mi padre espero por este día, anunciará el legado que mi hermano obtendrá y su próximo viaje a estados unidos—responde en un susurro y yo asiento tratando de recordar.
Observo a mi alrededor, la gran cantidad de mesas con manteles dorados, asientos muy finos de la misma gama de color que las mesas. Las lámparas de araña en la parte superior, toda la iluminación en cada ambiente del inmenso salón, podría asegurar que debe tener algo de quince metros de largo y unos diez de ancho.
Observo la entrada que antes por mi grata compañía había pasado desapercibida.
Muchas macetas con rosas rojas, características de los Steller, padres de Sara, girasoles y tulipanes , decoraciones muy típicas de los Méndez, padres de Juan Pablo y rosas blancas y rosadas de los Irazabal.
Los invitados siguen ingresando y tomando sus asientos respectivos. Froto mis manos en mi pantalón al sentirme incómodo. Las personas saludan a Héctor, los hombres de ternos relucientes y sus acompañantes de vestidos elegantes y peinados extravagantes.
—Igualmente, mi padre les brindará su cortesía en breves instantes, ¿Están siendo bien atendidos? —Bajo la mirada al ver como Héctor conversa con sus invitados—Descuide, el personal de servicio, lo arreglara.
Y es cuando las palabras de mi madre resuenan y me siento extraño entre tanto lujo.
—¿Todo bien? —escucho la voz de Héctor y asiento observándolo—Sé que esto te incomoda, pero no quería hacerlo solo, menos esta vez, él se encargara de humillarme en cualquier momento. —Héctor baja la mirada al referirse a su padre y yo palmeo su hombro—Mejor dejemos todo como está.
—No, sé que no entiendes por qué estás aquí reviviendo esto, pero quizás Fermín tenga algo ver, siempre te has preguntado que hubiera sido de tu vida, si tus padres hubieran seguido con vida, al igual que tu hermano, sé que es peligroso, pero te apoyo. —Trato de animarlo y me sonríe más tranquilo.
—Gracias hermano. —Pase al frente joven, su padre solicita su presencia—Uno de los mozos se acerca a nuestra mesa y Héctor me observa con cierto miedo, pero solo cierro los ojos indicándole que prosiga.
—Por supuesto.
Como si de un déjà vu se tratará recuerdo que el pañuelo del bolsillo de la camisa de mi mejor amiga al finalizar la noche terminará bañado en sangre, me coloco de pie y se la quito, observo la vestimenta que llevamos y al ver que traemos algo totalmente opuesto a lo que llevamos en este tiempo, me siento más aliviado. Hasta el más mínimo detalle puede traer el más grande cambio.
—No sabía que te interesara tanto el tiempo y los mundos paralelos o los cambios en el tiempo. —Sonrió incómodo ante lo que el profesor de ciencia dice.
—Profesor Javier, ¿Y si es posible modificar hechos de nuestro pasado? —pregunto sin responder lo anterior.
—Sí que estás muy interesado, escucha Pablo, ni siquiera la ciencia ha podido verificar si es posible que alguien logré viajar al pasado, es cierto que las películas o incluso los libros nos modifican algo de la realidad y eso puede hacerla ligeramente cierta.
—¿Entonces? —le interrumpo y él me observa con atención.
—Se dice que, si ese evento fuera posible, traería mucha repercusión en el futuro que ya conocen los individuos. Lo que te quiero decir es que , que sea posible o no, no se puede asegurar, pero hay algo que se teoriza, incluso el cambio mas pequeño puede traer el desastre o la modificación mas grande, solo basta con creerlo y estar listo para sostener el caos que puede traer nuestras decisiones.
Aunque por alguna razón, siento que he olvidado mas detalles.
—¿A dónde va? —alzo la mirada al escuchar la pregunta de Mariela y todos se colocan de pie, Sara los imita y nosotros al igual que ella.
—Ya lo veras, prestemos atención—Respondo y Mari asiente. Intercambio miradas con Sara y ella sonríe observando al estrado.
Bajo la mirada sonriendo, pero al instante niego con la cabeza al sentirme avergonzado.
—Me siento afortunado al contar con la presencia de mi hijo Fermín, mi hijo mayor y el heredero a mi legado familiar, que esta próximo a realizar un viaje para conseguir su posgrado y en su regreso tomar las riendas de nuestras empresas. —El padre de Héctor le susurra algo al oído y el retrocede, su hermano Fermín aparece por la puerta principal y todos los presentes aplauden ante su entrada.
—Muchas gracias, me siento honrado de la confianza que mi padre tiene sobre mí—Todos vuelven a aplaudir ante el discurso de Fermín—Aunque entiendo su orgullo, soy el mas capaz se llevar nuestras empresas a su mayor éxito.
—Desde luego que sí, no hay nada mas capaz—el señor Irazábal observa a mi mejor y luego regresa su vista a Fermín—Que tú, mi imagen y semejanza—Todos aplauden y yo suspiro hastiado.
—Ese viejo infeliz—Trago saliva ante las palabras de Mariela, ella no le quita la mirada al estrado, pero recién me doy cuenta que ni Héctor ni su hermano están de pie.
—¿A dónde fue? —ambos nos asustamos cuando Sara nos cuestiona , observo la hora en mi celular y visualizo todo a mi alrededor con mucha rapidez, pero no hay rastro de esos hermanos.
Y es cuando observo que ambos salen por la puerta trasera, Mariela , Sara y yo nos observamos mientras tratamos de seguirlo ante la gran multitud de personas que rodean a sus padres y sus cámaras.
Pero sucede algo inusual, algo que no estaba en mis recuerdos anteriores o quizás lo había pasado por alto, el señor Irazábal se despide de sus invitados y después de darle un beso a su esposa, se retira con una amplia sonrisa hacia la misma dirección de donde antes salieron sus hijos.
Eso hace que detenga mi andar y aunque las voces las chicas se escuchan casi nulas por los murmullos de los invitados, no hay rastro de Héctor y Fermín, mucho menos de su padre.
Trato de recordar cada ambiente de la mansión, observo cada instalación y cada mueble cerca.
—¡Héctor! —me siento ansioso al no recordar y las chicas me observan confundidas.
—¿A dónde ha ido? Quizás debemos… ¡Oye Pablo regresa! —una extraña sensación me invade cuando muchas imágenes de aquel accidente pasan por mi mente muy rápido y el pasto cerca a la acera del piso llama mi atención, ignorado sus gritos, corro hasta la parte trasera del lugar seguido de ellas.
—¿Qué pasa? —Sara se coloca delante de mi agitada y me observa preocupada.
Ignoro su pregunta y comienzo a caminar por este lugar que, aunque este iluminado como todo lo anterior, luce desolado, ni un solo vehiculó esta cerca. Pero mis recuerdos insisten que aquí debería ocurrir.
—¿Qué hora es? —pregunto observándolas, ambos se miran confundidas—Necesito saber—respondo ansioso, Mariela retira su celular de su cartera y se acerca a mí.
—Diez y media, ¿Pablo que esta pasando? —pregunta y comienzo a caminar por el lugar, pero no hay nada, ya debería haber ocurrido, tenia que ser justo ahora.
—Pablo, incluso el cambio más pequeño, puede traer el desastre mas grande, solo ten eso presente.
Pero en ese momento escuchamos gritos, aunque mas parecen reclamos y golpes secos.
—¡Ay no Héctor! —me espanto ante el grito de Sara, ella corre seguida de Mari y aunque se que se dirigen a una ruta que no estaba en mis recuerdos, las sigo porque, siento que hemos empeorado todo.
—¡Esto es tu maldita culpa! —me detengo en seco al ver que Héctor y Fermín forcejean en el sótano de la mansión.
—¿Lluvia? —pregunto confundido, esto no ocurrió antes.
—¡Pablo a donde vas! —corro muy deprisa subiendo por las escaleras hacia el sótano.
Ellos no tenían que estar ahí, ese no era el lugar.
Me detengo delante de la puerta que lleva un letrero “Solo personal de servicio” Pero lo extraño es que tienen cerradura, comienzo a desesperarme al ver todas las puertas cercanas de la misma manera.
Pero lo que llama mi atención es sentir mi ropa húmeda, cuando he estado muy poco tiempo bajo la lluvia.
—¡Que esta ocurriendo! —grito asustado, pero por más que golpeo la puerta o intento forzar la cerradura, esta no se abre y los gritos en el interior siguen mas resonantes al igual que los golpes.
—¡Hazte a un lado idiota! —Mariela me empuja y observo como retira algo que parece un pasador de cabello y luego de forcejar por unos minutos la puerta se abre, ingreso muy rápido, pero me quedo horrorizado al ver el escenario.
Fermín y Héctor inconscientes en el piso con sangre en la ropa y el cuchillo en las manos de Fermín me alertan, pero lo que más capta mi atención es ver que Héctor tiene entre sus manos el pañuelo que antes le había quitado y la vestimenta que debió tener como en mis recuerdos.
—¡Una ambulancia por favor! —grita Sara y sale por la puerta del sótano. Retrocedo asustado al ver la escena, Mariela se arrodilla en el piso y sostiene las manos de Héctor sin dejar de hablarle.
—Vas a estar bien, te lo juro, no te duermes y mírame por favor—Siento la garganta seca y el dolor en mi cabeza hace que me retuerza del dolor, tropiezo y caigo al piso, pero algo cae del bolsillo de mi camisa.
Una fotografía de nosotros cuatro, adultos se comienza a empapar en el suelo y trago saliva al sentirme mareado.
Solo observo que mucha gente pasa muy rápido y los gritos alrededor me ensordecen.
Sostengo mi cabeza ante el dolor, pero, aunque quiera, no puedo dejar de mirar aquella fotografía y es cuando mi vista comienza a desenfocarse y pierdo el conocimiento.
—Pablo… despierta. Chicos háganlo mientras este feliz, cuando me enoje será peor.—¡Ay despierten ya! —Abro los ojos espantados, pero al instante los cierro al sentir la iluminación sobre mis ojos.
—¡Que te pasa! —grito a quien sea que coloco eso.
—Oye, a mí no me grites idiota—siento unos golpes en mi espalda, pero alzo la mirada asustado al escuchar la voz de Mariela, pero se escucha un poco distinta. —¿Han tomado tanto anoche que piensan dormir todo el día? —Me coloco de pie al sentirme perdido y ausente. Pero al sostenerme de lo que parece ser una mesa de noche, observo todo abrumado.
El segundo piso de la casa de Héctor, los muebles beige, las fotografías descansando en la repisa, la alfombra plateada. Me acerco tambaleando hacia el inicio de la escalera caracol y al ver que esta lleva al primer piso me dejo caer al piso.
—Volvimos…—susurro cuando escucho un bostezo y me giro en cámara lenta, Héctor, de treinta y seis años, duerme en el piso y estira sus brazos frotando sus ojos. Retrocedo sin ponerme de pie al verlo. Y el proceso de localización se repite en él, pero muy a su estilo, termina deteniéndose frente al espejo de la repisa.
—¿Qué les ocurre?, Están más extraños de lo normal, ¿Pasa algo? —Ambos tragamos saliva y nos observamos confundidos. Pero Mariela, con el cabello recogido en una cola alta, jeans azules y blusa blanca, aquella mujer de treinta y cinco años nos observa con aires asesinos, pero ambos nos acercamos reuniéndonos en el centro de la alfombra.
—Como mierda volvimos aquí—Susurramos en unísono, ella se coloca de pie y comienza a regañarnos mientras recoge las botellas de alcohol en el piso.
—Sin duda tuvieron una gran celebración ayer, idiota—nos regaña y alza su mano como si simulara un golpe, pero luego retrocede y sigue limpiando, ladeo mi cabeza indicándole a mi mejor amigo que diga algo.
—¿Qué cosa? —pregunta en un susurro y yo golpeo mi rostro al sentirme abrumado.
—Bien, ya entendí—se coloca de pie e inhala profundamente.
—¿Qué quieren ahora? —Aunque Mariela no nos observa, Héctor la sigue y sostiene sus manos esperando su reacción y yo cierro los ojos asustado, porque estoy seguro de que ella le pegara en este instante.—¿Qué paso, quieres decirme algo? —Su voz se suaviza y abro los ojos confundidos.
—¿No me pegaras o gritaras por invadir tu espacio personal? —pregunta Héctor y yo los observo con expectativa.
—¿Por qué le haría eso a mi novio? —Me cubro los labios ante lo que dice. Me coloco de pie muy rápido aun sin asimilar lo que dice, pero Héctor sigue quieto y yo le empujo y él asiente.
—No sé qué les ocurre, solo venía a decirle que Sara se fue con los niños de viaje de fin de semana con Juan Pablo—alzo la mirada al escuchar ese nombre.
—¿Juan Pablo? —pregunto y ella asiente, Héctor, aprovechando la situación, la rodea con sus brazos por la cintura y ella deposita un beso en su mejilla.
—Sí, el que conocemos, se reencontraron el día de ayer, al parecer ha tenido éxito y bueno, se enteró de que están por divorciarse, así que fueron a pasear juntos o no sé, Sara es muy extraña últimamente.
Bajo la mirada al ser consiente que al menos mi panorama sigue siendo el mismo. Pero observo a mis amigos que se abrazan y Héctor me observa confundido y yo solo le sonrió aun sin entender bien lo que sucede.
—Bueno, me voy, una exposición está por iniciar y falta su organizadora, los veo mañana en la galería, no hagan tonterías o no responderé tus llamadas Héctor. —Ambos asentimos observándola.
—¿Solo así te despedirás de mí? —Contengo una risa ante lo que Héctor dice y Mariela se gira y suspira sonoramente, pero sonríe y sube las escaleras al segundo piso.
Rodea con sus brazos el cuello de Héctor y luego de un beso algo corto ella sonríe y se despide con un beso en la mejilla y este idiota solo la observa agitando la mano.
—Mari, sé que esto sonara extraño, pero—Héctor me observa dudando y yo solo encojo los hombros—¿Desde hace cuanto tenemos una relación?—Mariela ríe, pero al vernos serios solo suspira sonoramente.
—Esperando que este año te dignes a pedirme matrimonio y calculando lo demás, digamos que unos diecisiete años, para ser exactos, el día de tu accidente en dos mil cinco, ¿Lo olvidaste?—Ambos nos observamos confundido ante lo que ella dice.
—No, claro que no, solo quería saber si lo recordabas, cuídate y ve con cuidado.
—Adiós Pablito, cuídense chicos, nos vemos después—La observo salir de casa de Héctor y él sigue agitando la mano.
—No quiero sacarte de la escena romántica, pero necesitamos entender que está pasando, ¿Lo entiendes Héctor?—Lo zarandeo y asiente observándome.
—¿No está claro? —pregunta de la nada y cruzo los brazos—Regresamos a dos mil veintitrés.
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