La Princesa Rosada: Episodio I El Frustrante Caballero – Primera parte: Campañas desesperadas – Capítulo III: Sombras hacia el sur

Noli se encontraba en una de las torres de vigilancia del puesto de Salaw, posición que marcaba la frontera austral del reino de Sweetlen y que se encontraba de frente al río Valire. El nigromante había recibido instrucciones de movilizar algunas legiones de muertos vivientes con el fin de mantener a los ejércitos de la Alianza del Sur lo más marginados que pudieran, considerando que era uno de los grupos más poderosos, militarmente hablando, en todo Iraya. La criatura estaba bien irritada esperando a que llegaran sus compañeros Phasner y Phusta, quienes aún no se presentaban.

— Maldita sea la hora en que Mors me ordenó organizar el ataque con esos dos idiotas. Pagarán por hacerme esperar tanto tiempo… –las maldiciones de Noli se vieron interrumpidas ante el rugir de dos bestias aladas procedentes del norte.

El líder de los corrompidos hechiceros volteó para ver las criaturas que se acercaban rápidamente, aterrizando en las almenas y acomodándose para que sus jinetes pudieran descender. Aquellas especies voladoras eran de terrorífico aspecto, con enormes alas, larga cola y una cabeza de mediano tamaño, con ojos rojos como el mismo fuego, dientes que parecían picas bien afiladas y una lengua larga que siempre acostumbraban sacudir de lado a lado cuando la estiraban. Dicho medio de transporte animal era la favorita de los nigromantes porque iban a tono con su terrorífico aspecto que contemplaba túnicas rasgadas de color negro, manos huesudas y rostros cubiertos con máscaras de animales bovinos.

Ahora bien, Phasner y Phusta se acercaron al líder de los nigromantes, el cual los miró con mucha rabia, la cual se notaba en el plasma que brotaba de las cavidades oculares del cráneo de buey.

— Perdón por la demora, estuvimos ocupados alistando las legiones –Phasner no mostró mucha preocupación.
— Agradezcan que no es Mors el que los está esperando, ya los habría mandado someter –el plasma verde que simulaba ser los ojos de Noli flameaban con violencia, mostrando enojo.
— No vengas con tus aires de grandeza -Phusta no se podía quedar callado-. Serás el favorito del señor oscuro, pero bien sabes que aún eres inestable.

Pero el aludido no le prestó mayor atención.

— Los sureños han perdido la campaña para rescatar a la princesa Thrandril y ello deja al Reinado de Kranis sin linaje –el más importante entre los hechiceros se mostró muy interesado en dicha situación-. Mors ha ordenado que empecemos por atacar Clanavis y Xynichov para comenzar el avance hasta el extremo austral del continente.
— ¿Por qué tenemos que atacar los reinos aliados si el problema es con el kranisiano? –Phusta era lento para comprender las cosas.
— Porque si los aliados de Milos se dan cuenta de nuestra arremetida van a reaccionar enviando un ejército sectorial y nos harán polvo, es por ello que debemos neutralizarlos antes de que hagan cualquier intento de ataque frontal –Noli alzaba su mano derecha amenazando con golpear al más lento de los nigromantes.

Tanto Phasner como Phusta se mostraron débiles.

— Y bien. ¿Por dónde empezamos? –Phasner estaba ansioso.
— Xynichov y Clanavis, como dije. Sus ejércitos son los más poderosos después de los kranisianos –el nigromante mayor caminaba de un lado a otro-. Debemos atacar dichos reinos en la madrugada, antes del alba para tomar a los humanos por sorpresa y atravesar sus muros. Una vez sitiados podremos avanzar más al sur.
— Mis legiones están listas para la campaña –los ojos de Phasner flameaban vivamente.
— Igual las mías, no han probado bocado y eso es lo mejor porque servirán muy bien en el frente –Phusta frotaba sus huesudas manos.
— Está hecho. Pasada la medianoche marcharán cada uno a sus objetivos y yo los reforzaré desde la frontera del Valle de Salicis –Noli levantó la mano derecha e hizo aparecer una  bola de fuego verde mientras miraba fijamente a Phusta-. No quiero fallas… ¿Entendido?
— A mi no me digas qué hacer –el aludido usó un tono desafiante.

Noli arrojó la esfera al suelo y desapareció, siguiéndoles sus compañeros luego para reaparecer frente al río Kinara, donde aguardaban nueve legiones de muertos vivientes prestos a luchar.

**

Los reinos del brazo sur de Iraya eran los más influyentes en cuanto a tradición militar respecta. En los cuatro milenios de historia realizaron numerosas campañas en las cuales casi siempre salieron victoriosos, tanto en conflictos dentro del continente como también contra los mismos kratumianos –procedentes de Flydia, continente ubicado al norte-. Kranis, Klamus, Morthren, Moclaux, Clanavis y Xynichov conformaban la Alianza del Sur, la cual era muy respetada, más si se tiene en cuenta que, si juntaban a los ejércitos de todo el continente, la mitad de la fuerza era austral.

Ahora bien, tras el intento frustrado de Morglú por sitiar el reino de Clanavis, tanto el rey Krax como el rey Trelis decidieron mantener bien vigilado los sectores fronterizos de sus reinos, encomendando la dirección de las defensas a sus respectivos heraldos Praxo y Antrik, quienes inmediatamente crearon cordones defensivos en torno a varios puntos estratégicos. Así entonces, la región de Rawtek, el Bosque de Namir y el río Kinara por el lado clanavisiano y el río Valire junto a parte de la región de Lenox xynichovena fueron los lugares donde grandes legiones fueron dispuestas para retener cualquier fuerza de invasión, teniendo varias escaramuzas insignificantes donde ningún muerto viviente salió bien librado.

Pasaron así dos meses y las cosas marchaban bien, pero las todo cambió repentinamente el 12 de octubre cuando la bruma que solo cubría el reino de Sweetlen se extendió hacia el suroeste, llegando hasta el Bosque de Namir y generando tanto confusión como alerta entre los ejércitos aliados, quienes no descansaron siquiera una hora. Tanto Praxo como Antrik decidieron desplazar sus fuerzas hacia las riberas del Kinara y Valire a fin de aprovechar la ventaja geográfica que ofrecían ambos cauces, sin siquiera imaginar la magnitud de la amenaza que se acercaba.

Pasaron así dos meses y las cosas marchaban bien, pero las cosas cambiaron repentinamente el 12 de octubre cuando la bruma que solo cubría el reino de Sweetlen se extendió hacia el suroeste, llegando hasta el Bosque de Namir y generando confusión y alerta entre los ejércitos aliados, quienes no descansaron siquiera una hora. Tanto Praxo como Antrik decidieron desplazar sus fuerzas hacia las riberas del Kinara y Valire a fin de aprovechar la ventaja geográfica que ofrecían ambos cauces, sin siquiera imaginar la magnitud de la amenaza que se acercaba.

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Cruzando la ciudad puerto de Geon, ubicado en el extremo sur del reino de Sweetlen, Phasner y Phusta sobrevolaban la ciudad montado sus bestias aladas mientras vigilaban el avance de cientos de miles de muertos vivientes. El plan era atacar por la zona del río Valire en las faldas del Monte Wallhor para así tomar control de la zona mediterránea y avanzar hacia el Bosque de Namir a fin de crear un cordón ofensivo que forzara el retroceso de clanavisianos y xynichovenos hacia el interior del brazo sur de Iraya. La bruma ayudaba a que el desplazamiento fuera realizado sin mayor inconveniente, pues sabían que las fuerzas locales estarían alertas, pero no lo suficiente para soportar un ataque sorpresa.

Fue entonces que en la madrugada del 12 de octubre la fuerza maligna alcanzó las faldas del Wallhor y aguardó un momento tras descubrir que el cordón defensivo creado por los xynichovenos estaba bastante preparado para un ataque.

— ¡Ataquemos primero! ¡Debemos atraer la atención de los humanos! ¡Neutralicemos la artillería! –indicó Phasner a su compañero.
— ¡No será fácil! ¡Sus fuerzas están en completa alerta! –Phusta pareció temer.
— ¡Solo sígueme! –el más listo de los dos nigromantes arreó a su bestia y se lanzó en picada.

Encogiéndose de hombros, Phusta siguió el paso de su compañero y su repentina aparición, acompañado del rugir de las bestias, causó la sorpresa de los xynichovenos, ante lo cual los arqueros dispararon sus flechas con intención de derribar a las criaturas voladoras, sin embargo, pocas alcanzaron a llegar y no causaron daños menores pero si el enojo de los nigromantes, quienes se abalanzaron contra sus atacantes y las fauces de los voladores cobraron varias vidas. Los artilleros abrieron fuego con la esperanza de que sus proyectiles fueran más eficaces, pero no tuvieron mucha suerte. Phasner tomó su cuerno y lo hizo sonar, invocando a las legiones de muertos vivientes que cruzaron el río con prisa y se lanzaron prestos a atacar a los espadachines, quienes sufrieron pocas bajas en sus primeras filas.

La contienda tanto en tierra como aire generó gran conmoción, pero los humanos supieron sacar fuerzas desde el interior de su ser y afrontaron la amenaza que les venía encima. Arqueros y artilleros apoyaban a sus compañeros espadachines, logrando generar serias bajas en las filas traseras de muertos vivientes, lo que ayudó a mantener el frente controlado ante la dispersión del enemigo. El General Antrik daba instrucciones a sus hombres y los alentaba a seguir luchando, pues sabía que el ataque de los nigromantes no era nada más que un esfuerzo por infundir terror en ellos y así conseguir su retroceso.

— ¡El terror es el arma de esas aberrantes criaturas! ¡Demuestren su valor, hijos de Xynichov! –gritaba el general mientras cabalgaba entre las filas- ¡Sigan luchando! ¡Sin descanso!

El frente se mantenía parejo pese a los esfuerzos de Phasner y Phusta, quienes maniobraban sus bestias aladas para que éstas cogieran soldados tanto con sus fauces como con sus patas y luego, en el ascenso, aventarlos al suelo para que murieran en la caída. Los arqueros del fondo se ocupaban de las criaturas voladoras, disparando sin cesar en un intento por derribarles.

— ¡No dejen de disparar! ¡Quiero las cabezas de esas bestias! ¡Dispárenles! –gritaba Antrik en tanto se aproximaba a los arqueros.

Habiendo escuchado esa orden, Phusta hizo que su criatura se lanzara contra el heraldo xynichoveno, esperando acabar con él y así desmoralizar a las tropas, pero, desgraciadamente, no contó con las certeras flechas que darían muerte a su mascota, haciéndola caer bruscamente. El nigromante consiguió salvarse luego de hacer un conjuro, apareciendo luego en tierra firme para encarar al líder de la fuerza defensiva.

— Ah thamun phalir –dijo Phusta, empleando la Lengua Phanthum, tan pronto desenvainaba su espada y se acercaba al xynichoveno
— No sé qué maldiciones has pronunciado, bastardo. ¡Pero aquí acaba tu vida! –Antrik arreó su caballo para lanzarse contra la oscura criatura.

El General tomó firme su espada y apuró el paso de su corcel para así atacar al nigromante, quien se limitó a echar el cuerpo hacia atrás y dar una estocada al muslo de la pata derecha del animal, el cual se alzó sosteniéndose sobre sus patas traseras y haciendo caer a su jinete.

— ¡Condenada criatura! –el General se puso de pie rápidamente y adoptó una posición defensiva, siempre con su espada en frente para detener cualquier ataque de su oponente.

Phusta se aproximó rápido con la espada en alto y pronto su adversario hizo lo mismo con la intención de detenerle, propinándole una patada para que se alejara de inmediato. En ese momento, los arqueros más próximos se acercaron a los contendientes y alzaron sus flechas contra el nigromante, el cual solo se limitó a reír y acabar tosiendo de forma grotesca, como restándole importancia a la situación. La criatura dejó caer su espada, confiando en sus habilidades y burlándose del “inútil esfuerzo” de los arqueros que lo cercaban junto al General Antrik. El plasma que brotaba de sus ojos ardió con violencia, momento en que el corrompido extendió sus brazos a cada lado e hizo emerger fuego para así lanzárselos, por lo que los xynichovenos se hicieron atrás y se agacharon tratando de esquivar el ataque. El líder Krahel alzó su espada y corrió hacia el hechicero, dando un salto con intenciones de decapitarle, mas no contaba con que su oponente se adelantaría a los hechos y volvería a desaparecer, solo para resurgir en la retaguardia, extraer una daga y cavársela a la altura de la clavícula derecha, causándole un gran dolor acompañado de un desgarrador grito. Los arqueros rápidamente dispararon sus flechas, pero otra vez el nigromante despareció tras una cortina de fuego que deshizo los disparos. Los hombre se aproximaron con prisa hacia el su General.

— Llévenselo de aquí, es preciso que reciba asistencia. ¡Rápido! –uno de los hombres extrajo la daga y la arrojó lejos.
— Lehter, no aguantará hasta la capital, los médicos están muy lejos de la contienda –dijo otro de los arqueros.
— Quizás el General Praxo cuente con un médico en la ribera del Kinara –dijo Lehter.
— Lo llevaremos hasta allá entonces. Traeré un caballo –dijo su compañero.

Ahora bien, Phasner continuaba atacando las catapultas y tuvo mejor suerte que su compañero Phusta al lanzar constantes esferas de fuego para deshacer las flechas que se aproximaban. Los muertos vivientes habían conseguido forzar el retroceso de los xynichovenos, quienes mantenían una fuerte resistencia y varios hombres gritaban arengas para que sus compañeros no se desmotivaran ante la falta que les hacía la figura del General Antrik.

**

Lehter y su compañero Asgareth cabalgaban a toda prisa hacia la ribera del Kinara, llegando a dicho lugar al mediodía del 13 de octubre. Cargando a su herido general, los xynichovenos consiguieron llegar pese a que bien podrían merecerse un escarmiento por abandonar su puesto, pero todo era por tratar de salvar a Antrik.

— ¡General Praxo! ¡Jinetes desde oriente! –gritó uno de los guardias clanavisianos.
— ¿Xynichovenos? Deberían estar en su puesto –el heraldo observó cuidadosamente a los jinetes-. Toca el cuerno.
— Si, señor –dijo el aludido y en seguida extrajo su cuerno para hacerlo sonar.

El sonido fue bien percibido por los xynichovenos, por lo que Lehter respondió con su cuerno de modo tal que logró advertir la urgencia de su visita.

— Traen un herido –advirtió Praxo y volvió a dirigirse al guardia-. Busca al médico, yo les recibiré.
— En seguida, General –el guardia se fue.

Los xynichovenos llegaron hasta el heraldo clanavisiano y en seguida detuvieron a sus caballos para descender y tomar en brazos al General Antrik, quien se encontraba inconsciente.

— General Praxo, nuestro líder ha sufrido un cobarde ataque de un nigromante, necesita medicina urgente –dijo Lehter.
— He ordenado que traigan al médico, vamos a mi campamento.

Con bastante prisa fueron al lugar indicado por el heraldo clanavisiano, llegando luego el médico de la unidad.

— Valder, nuestro amigo sufrió un ataque de parte de un nigromante. ¿Crees poder ayudarlo? –preguntó el general.
— Veamos primero la herida –dijo el doctor en tanto Lehter y Asgareth ladearon cuidadosamente al paciente-. ¿La daga entró completa?
— Parte, apenas una pulgada –dijo Lehter.
— No parece haber nada comprometido, ni huesos rotos, tendrá que quedarse aquí, yo lo revisaré y trataré de ver si tiene fragmentos del arma en la herida –dijo el médico.
— ¿El enemigo está movilizándose? –Praxo miró a los extranjeros.
— Varias legiones comandadas por dos nigromantes montados en bestias aladas –dijo Asgareth-. Nos sorprendieron en la madrugada, imagino que continúan acosando el cordón defensivo.

Praxo se quedó pensando un momento. No sería prudente restar unidades de su cordón defensivo para apoyar a sus vecinos y aliados, sin embargo, tampoco podían hacer vista gorda ante ese fuerte ataque perpetrado por las fuerzas malignas. Ante dicho predicamento, el heraldo salió del campamento y se acercó al Comandante Bolerg.

— Bolerg, necesito que vayas a Clanavis y convoques a las unidades de reserva, irás a la zona alta del río Valire junto a los xynichovenos –dijo Praxo en tanto el aludido se puso de pie.
— ¿Enviarás a las tropas de reserva? Podemos estar en un predicamento mucho peor, has visto las unidades que se han acercado, solamente son una distracción, no podemos descuidarnos –dijo el Comandante.
— Lo sé, pero el frente ahora es en el río Valire, los muertos vivientes no se acercarían por la costa, los puertos están seguros –el General trató de parecer calmado.
— Está bien, partiré a la capital de inmediato –Bolerg volteó en busca de un caballo.

**

En el extremo suroeste del río Valire, la batalla se volvía a favor de las legiones de Phasner y de Phusta, aunque éste último no estaba en el frente dado que volvió a Geon para traer más unidades en caso de que su compañero se viera forzado a retroceder ante una arremetida de los xynichovenos. Aquellos que mantenían resistencia en el alto cauce del Valire luchaban sin detenerse siquiera a respirar un segundo, estaban fatigados, tenían sueño, completamente sudados de pies a cabeza, pero el temor a que sus familiares, amigos y el mismo reino cayera en las garras de esas aberrantes criaturas los envalentonaba. ¡No bajen las espadas! ¡No dejen de lanzar flechas! ¡No claven las lanzas en tierra! ¡Peleen, hijos de Xynichov! ¡Peleen por sus hijos, sus esposas, sus padres, por su rey y su tierra! Los gritos del Capitán Craleth se escuchaban en todo el campo de batalla.

Algunos guerreros caían por la fatiga y, desgraciadamente, acababan muertos por rasguños y mordiscos de los muertos vivientes, los lanceros y espadachines disminuían lentamente en número, los arqueros empezaban a verse limitados en la cantidad de flechas y se veían obligados a usar espadas y dagas para defenderse y asistir a sus compañeros de lucha. Los proyectiles de las catapultas surcaban los cielos para caer sobre decenas de caminantes que cruzaban el río y se acercaban a la orilla noroeste del Valire, haciéndoles terminar ahogados y aplastados. ¡Sigan luchando! ¡Están disminuyendo en número! ¡Aún queda esperanza! Craleth continuaba animando a los combatientes, quienes respondían afirmativamente y ejercían presión contra su incesante enemigo.

**

El Comandante Bolerg llegó a la ciudad de Kalaborm entrada la noche. Allí aguardaban las tropas de reserva que, en su mayoría, eran escuadrones de caballería de los Karadil y Krahel, los mejores jinetes del reino de Clanavis. La camaradería que tenían hombres y caballos en ambas familias era tan íntima como en el caso de los Barodil de Kranis y los Pragatan de Sweetlen. Ahora bien, la aparición del heraldo produjo la alerta de los jinetes, quienes inmediatamente enfilaron frente a él prestos a recibir instrucciones y pensando que el frente en el río Kinara había caído en manos del enemigo.

— Comandante Bolerg. ¿Qué ha ocurrido? ¿El Kinara sigue seguro? –el Capitán Cerdal se presentó inmediatamente ante su par.
— El frente está seguro, Capitán, pero lo que no está seguro es el Valire –el Comandante detuvo su caballo frente al Capitán.
— ¿El Valire? Es territorio xynichoveno –reparó Cerdal.
— Sí, el General Praxo ha ordenado que las tropas de reserva marchen hacia ese lugar para asistir a nuestros amigos y vecinos –dijo Bolerg.
— Prepararé a mis hombres inmediatamente entonces –dijo el Capitán.
— Dos xynichovenos llegaron a nuestro campamento, esperaré junto a ellos en las faldas del Monte Wallhor, tienes hasta la medianoche –el Comandante arreó su caballo para marchar de vuelta al campamento.

Cerdal volteó hacia sus hombres, quienes solo esperaban que diera la orden de romper filas para alistar las provisiones, monturas y cabalgar sin mora hasta el punto de encuentro.

— ¡Caballeros! Han escuchado las nuevas instrucciones del General Praxo, alístense para cabalgar hacia el Monte Wallhor, tomen solo lo necesario, no carguen excesos. ¡De prisa! –todos se dispersaron en un parpadeo.

**

La contienda en el río Valire empezaba a tornarse a favor de las fuerzas oscuras ante el debilitamiento de los xnichovenos, quienes ya no resistían la difícil situación en la que se encontraban. Phasner animaba a sus legiones a continuar ejerciendo presión, montando siempre su bestia alada con la que había logrado deshabilitar las unidades de catapultas y ahora sembraba el pánico y la caída de la moral en los humanos, cambiando la suerte de la batalla a su favor. El caos en dicho campo de batalla era tal que era difícil distinguir cabezas, como un mar turbulento que se agitaba por fuertes corrientes de aire.

Las arengas poco a poco terminaban opacadas ante los gritos, gemidos y el rechinar de las armaduras, escudos, lanzas y espadas. La falta de un líder generó confusión y a pesar de los ánimos que daban algunos compañeros, necesitaban una figura a la que seguir. El número de hombres disminuía, era preferible la muerte antes que ver su tierra azolada por las legiones de muertos vivientes.

Phasner sabía que Phusta ya debía estar marchando con su fuerza de invasión hacia el río Valire para así iniciar la ocupación del extremo boreal del brazo sur, ante lo cual hizo sonar su cuerno mientras dirigía su bestia alada hacia el norte, indicando la dirección a la cual sus legiones debían concentrar el ataque, lo que no fue muy difícil ya que el número de combatientes era groseramente disminuido. El nigromante sonreía en sus adentros, pues ya daba por hecho que tenía la victoria considerando la carnicería que estaba ocurriendo debajo de él, mismo instante en que su compañero asomaba entre la bruma con sus unidades y Phusta se acercó para recibirlos.

— Está hecho, el río es nuestro –dijo Phasner.
— Entraré entonces, asegura nuestra marcha –Phusta no detuvo su paso.

La aparición de la fuerza invasora generó la desesperación de los xynichovenos, quienes inmediatamente reaccionaron y cobraron nuevas, aunque pocas, fuerzas para seguir luchando. ¡No permitan que se hagan con el control de río! ¡Sigan luchando! ¡No bajen la guardia! La contienda estaba en su contra, pero el coraje no se derrumbó, algo normal en los sureños, quienes, por costumbre, no descansaban hasta obtener la victoria o morir en el intento.

**

Había transcurrido un buen rato desde que abandonaron el campamento, Lehter y Asgareth mantenían su mente enfocada en el río Valire a la vez que en la salud del herido General Antrik. Sabían que habían dejado a su superior en buenas manos, pero el solo recuerdo de la daga enterrada por el nigromante los hacía estremecer.

— Comandante. ¿Cuándo llegarán las tropas de reserva? –Asgareth comenzaba a impacientarse.
— Les dije que debían llegar a la medianoche, hay que ser pacientes –dijo el inquirido.
— Espero que aguanten nuestros compañeros en el río, todo depende de que ese frente no caiga –Asgareth  se mostró afligido.
— No será fácil tomarlo, no lo permitiremos –Lehter lo miró serio.
— Parece que ahí vienen las tropas -Bolerg indicó hacia el suroeste-. ¡Al fin llegaron!

El cuerno del Capitán Cerdal se escuchó con total nitidez, ante lo cual tanto Bolerg como Lehter respondieron con sus respectivos artefactos y junto a Asgareth se acercaron para recibirlos.
— Han llegado a tiempo. ¿Ninguno falta? –preguntó el Comandante.
— Están todos listos y prestos al combate –Cerdal acariciaba la empuñadura de su espada guardada en la funda que colgaba del cinturón.
— Perfecto, los xynichovenos nos guiarán entonces –dijo Bolerg.
— ¡Hacia el noreste! –Lehter hizo sonar su cuerno mientras arreaba su caballo para ir a la dirección indicada y todos le siguieron detrás.

**

Las fuerzas de Phusta veían un poco entorpecida su marcha ante la cercanía de las lanzas y espadas, el nigromante que los dirigía lanzaba esferas de fuego a derecha, izquierda y delante para así alejar a sus atacantes y asegurar el corredor que Phasner había creado con sus legiones. El mencionado compañero se mantenía ocupado haciendo que su bestia alada cogiera hombres para aventarlos desde el aire y así acabarlos, desviando la atención de los xynichovenos para así permitir que los caminantes de su unidad los pudieran matar y asegurar más terreno a su favor. Era ya la madrugada del 14 de octubre y el caos reinaba en la ribera suroeste del Valire, el cual era ya prácticamente territorio de las fuerzas malignas.

Así pasaron horas y lo que alguna vez pareció ser un lugar impenetrable ahora era convertido en polvo y un ilusorio recuerdo. Los gritos de dolor reinaban y opacaban las pocas arengas que continuaban gritando algunos soldados, mas, en medio de la desdicha y la desolación, se logró escuchar un sonido imponente, el cual se acercaba desde el suroeste e interrumpió la carnicería. Phasner, que tenía mayor campo visual, divisando varias filas de caballeros acercándose desde la mencionada dirección, ante lo cual miró desesperado a sus unidades y la fuerza invasora de Phusta, forzando a su bestia a ir en picada para alertar al otro nigromante.

— ¡Jinetes al suroeste! ¡Los xynichovenos han traído refuerzos! –dijo el hechicero montado.
— ¿Cómo? Nadie ha podido abandonar la batalla… ¿O sí? –Phusta entró en pánico.
— Sigue tu marcha, no te preocupes de los caballeros –Phasner volvió a los aires.

Lehter, Asgareth, Bolerg y Cerdal vieron la destrucción de las catapultas y la gran masacre repartida frente suyo, ante lo cual el Comandante hizo que su caballo se desplazara unos pasos y volteara para encarar a la tropa de reserva.

— Cerdal, que tu compañía avance hacia el flanco sur, yo me ocuparé del centro y los xynichovenos del norte –los aludidos asintieron y se dirigieron hacia sus unidades-. ¡A mi señal!

Los caballeros se exaltaron al oír dicha exclamación y quienes estaban en primera fila presentaron sus lanzas con intención de embestir a quien se le cruzase en frente. El Comandante Bolerg desenvainó su espada para alzarla y, tras un fuerte grito, se hizo a la carrera seguido de su compañía, algunos gritaban y otros hacían sonar sus cuernos. Los muertos vivientes del lado sur corrieron hacia los caballeros en un esfuerzo inútil de encararles ya que acabaron siendo atravesados por las lanzas, estrellados o pisoteados por los caballos, haciendo que el caos de la masacre terminara siendo cubierta por miles de unidades ecuestres.

Phasner, en vista de dicha acción, hizo que su bestia alada fuera en picada contra los caballeros para así desmoralizarles, mas se vio amenazado por una gran cantidad de lanzas que eran alzadas sin algún titubeo. Enfurecido, el nigromante comenzó a usar sus habilidades oscuras para incinerar tanto a jinetes como a caballos con el fin de intentar dispersarles, pero sus esfuerzos se veían frustrados ante el gran número de caballeros que avanzaba como una gran ola que arrasaba con todo a su paso.

Al norte, Phusta se vio rodeado por las fuerzas dirigidas por Lehter y Asgareth, quienes forzaron su repliegue y retroceso. Rápidamente, el oscuro hechicero desenvainó su espada e intentó derribar caballos y atravesar a sus jinetes del mismo modo que días atrás lo había hecho con el General Antrik, en tanto que los muertos vivientes intentaban acabar a sus enemigos haciendo uso de sus garras y dientes, pero su suerte menguaba con el correr del tiempo. Pronto el nigromante que los dirigía terminó siendo emboscado por dos arqueros xynichovenos montados.

— ¿A dónde crees que vas, escoria? –Lehter sostenía firme su arco y la flecha para disparar.
— No tienen mucho tiempo, mi maestro dominará Iraya y el mundo será cenizas y humo, no quedará un solo hombre vivo, todos están condenados a morir –dijo Phusta en tanto sus manos ardían en plasma verde.
— Estás perdido, no tienes a dónde ir –Asgareth estaba tentado a soltar su flecha.
— Pierden su tiempo. ¡Sus armas primitivas no se comparan con el poder de los muertos! –el nigromante alzó sus manos para lanzar las esferas de plasma.

Los dos arqueros lograron esquivar los ataques y en un solo parpadeo dispararon sus flechas, las cuales acabaron siendo fulminadas por otra esfera de fuego del nigromante.

— Salvaron esta vez, humanos, pero la próxima no la contarán –Phusta desapareció tras un conjuro.

Las compañías de Bolerg y Cerdal continuaron derribando caminantes al punto de que varios de ellos intentaron cruzar el río para salvarse. Las constantes embestidas contra las fuerzas malignas fueron haciendo que el avance que habían conseguido en días fuera perdido en cosa de horas. La fuerza de invasión se vio acosada por la caballería a cargo de Lehter y Asgareth, obligándose a arrancar hacia el sur, pero, al verse cercados, quisieron retirarse y Phasner los conminó a seguir luchando sin descanso, pese a lo superados que se encontrabanen número. Otras unidades que estaban al otro lado del río Valire cruzaron hacia el campo de batalla y eso sirvió para que los que se mantenían en el frente se confiaran, alargando un poco más la contienda.

— Estos caminantes no cesan, vienen más unidades desde Geon, sin duda el plan era arrasar ésta ala para tomar el triángulo mediterráneo y forzar el retroceso –Cerdal decapitaba a sus acosadores.
— Lo tenían bien pensado –Bolerg pateaba a un caminante que intentaba trepar el caballo.
— ¡No debemos detenernos! ¡Entre más resistamos podremos vencer! –Cerdal tocaba su cuerno para ordenar el repliegue de sus hombres y preparar otra oleada.

Entre embestidas y repliegues, clanavisianos y xynichovenos lucharon como iguales contra un mismo enemigo, el cual no daba el brazo a torcer dado que se mantenía agrupado como una sola unidad que intentaba ahora resistir al cerco de caballería. Transcurrió el día así y el combate finalmente se volcó a favor de los sureños, lo que hizo a Phasner entrar en cólera e hizo sonar su cuerno para ordenar la retirada.

— ¡El nigromante está invocando refuerzos! –Lehter, junto a Asgareth, se aproximaba rápido hacia los heraldos clanavisianos.
— ¡No! ¡Está ordenando la retirada! ¡Su bestia está volteando hacia el oeste! –Bolerg hacía sonar su cuerno ordenando el repliegue- ¡Formen todos! ¡Cargaremos contra esas aberrantes criaturas! ¡Todos síganme!

El sonido de los cuernos clanavisianos y xynichovenos se hicieron escuchar en todo el frente, ante lo cual todos los aludidos emprendieron la carrera hacia el oeste para cruzar el río Valire prestos a finiquitar a los invasores, concretando la victoria en la entrada al Geon al amanecer del 15 de octubre.

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