Celeste, aun con la angustia fresca en su mente después de la pelea con Ricardo, se refugia en su oficina para trabajar en sus diseños, buscando un poco de tranquilidad y distracción. Sin embargo, necesitaba hablar con alguien al respecto y se comunica con Titi.
Titi, preocupada por su amiga, la abraza con cariño al verla visiblemente afectada.
—Celeste, cariño, ¿qué pasó? Cuando me llamaste, me angustie tanto. Salí como de rayo de casa, ni siquiera me puse aretes, ¡mírame! — le muestra sus orejas—¿Qué sucedió? ¿Que este hizo el animal de Ricardo? — pregunta con empatía.
Celeste suspira y le cuenta a Titi sobre la terrible pelea que tuvo con Ricardo. Le explica que él se enfadó por algo insignificante y le reclamó sobre sus salidas a almorzar siempre en el mismo lugar a la misma hora y que curiosamente es el mismo mesero que la atiende. Para luego llegar al extremo de atreverse abofetearla.
Titi se queda en shock al escuchar lo sucedido.
—¡Dios mío, ¿Qué le sucede a este hombre? ¡está loco! ¿Cómo se atreve a tocarte? ¿Por qué se lo sigues permitiendo? No tiene ningún derecho a reclamar nada, acaso tú le reclamas el que se cueste con cuanta mujerzuela tenga en frente.
—No le reclamo nada porque no me interesa, y si lo soporto es por mi hijo. Si hubieras visto su carita, estaba asustado.
—¿Y por qué no estarlo? Su padre es un monstruo, ni siquiera disimula un poco el pisotearte. ¡Ay amiga! En verdad no soporto tu situación. No te dejes humillar más. Tienen derecho a ser feliz, y coquetee con quien se te da la gana y darte un gustito de vez en cuento. Ahora con mucha más razón.
Celeste escucha las palabras de Titi con atención y siente el apoyo sincero de su amiga. Sus ojos se llenan de lágrimas al hablar de su situación.
—Tienes razón, Titi. No merezco que me trate así. Es solo que… a veces siento que estoy atrapada en esta situación. No quiero que Lucas sufra o se sienta confundido si tomo una decisión drástica.
Titi toma las manos de Celeste con cariño y le dice con firmeza:
—Entiendo que te preocupes por él, pero también es importante que Lucas crezca en un ambiente seguro y saludable. Ver a su madre siendo maltratada no es lo que necesita. Merece ver a su madre feliz y respetada. Además, si sigues permitiendo esta situación, él podría pensar que es normal tratar a las mujeres de esta manera.
Celeste asiente, sabiendo que Titi tiene razón. Está cansada de soportar la violencia emocional y física de Ricardo.
—¿Pero qué puedo hacer? Tú mejor que nadie, sabe que estoy atada de manos, si no me voy, Ricardo se quedará con mi patrimonio. Quiero recuperar lo que me pertenece, lo que le corresponde a Lucas antes de que su padre nos quite todo con su maldito vicio.
—Hablando de vicios, acabo de ver a Nadir todo golpeado.
—Tenía que caer en las garras de Lorenzo. Luego en su prueba de entrada, estoy seguro de que lo pidió como su guardaespaldas para explotarlo. Pensé que era diferente, pero la ambición es más fuerte que todo— responde un tanto molesta.
—No tiene cara de ser un vividor, estoy casi segura que Lorenzo lo arrastro con engaños a esos lugares.
—Como sea, es su problema. ¿Por qué estamos hablando de él?
—No tengo idea— sonríe Titi —¿y qué te parece si vamos a comer algo?, muero de hambre. Y sabes que nuestro lugar favorito es The American palate y ser atendidas por ese precioso ojiverde de Emiliano. Ese condenado mesero está como me lo recomendó el psiquiatra.
—Creo que sería una buena idea demostrarle a Ricardo que no puede controlar mis decisiones y mis gustos —responde Celeste con una sonrisa valiente.
Al salir del despacho, ambas se dirigen a el ascensor cuando este se abre, ven a nadir, que justamente bajaba del piso superior hacia el estacionamiento.
Titi parece emocionarse al ver a Nadir en el ascensor y celeste está muy nerviosa, mientras su amiga saluda la guardaespaldas con amabilidad, ella apenas si lo mira tras un casi frío, “Buenas tardes”
Sin embargo, Titi, queriendo ser el ángel del amor detiene el ascensor.
—¡No puede ser! —se exalta Titi, dando una vuelta, como buscando algo — qué descuidada, se me quedó la billetera, regreso enseguida, cariño, espérame en el estacionamiento.
—Pero…
—No tardo.
Titi sale de inmediato, sin dejar hablar a su amiga. Nadir y Celeste quedan solos dentro del pequeño espacio. El silencio se siente incómodo por algunos minutos, hasta que Nadir decida romperlo antes de llegar a su destino.
—Parece que la señorita Titi es bastante distraída, ¿no? —Sonríe tímidamente.
—Suele hacer sus tonterías, cuando cree que hace lo correcto— murmura para sí, Celeste.
—¿¡Disculpe!? — se acerca un poco.
—Lo dije para mí— responde, sin atreverse, a mirarlo.
—Creí que… ¡Olvídelo!
—Soy su jefa, trate de mantener su distancia. No se tome demasiadas atribuciones.
—Lo siento, no quise incomodarla, solo quise ser amable.
—Evite hacerlo conmigo. Sin embargo, le daré un consejo gratis. Si considera su vida, evite involucrarse demasiado en la vida de mi suegro. Es un hombre peligroso.
—Gracias.
Celeste guarda silencio, esperando ansiosa que la puerta del ascensor se abra, cuando lo hace, es la primera en salir. Pero se da cuenta de que Nadir la sigue. Su corazón se acelera y por alguna extraña razón recuerda ese beso desastroso que trata de borra de su memoria.
—¿Te estacionaste justo a mi lado? — inquiere un tanto fastidiada.
—Tal vez, lo hice sin darme cuenta.
—debí suponerlo. Los golpes en la cabeza no son buenos.
—¿Sabes algo de las peleas nocturnas?
Celeste detiene los paso y quiere girar para responder mirando sus ojos, peor no lo hace, pues desde aquella noche, no se atreve a mirarlo de frente, la vergüenza la consume.
—Mantente lejos de Lorenzo si quieres seguir viviendo.
—¿Le preocupa mi bienestar? — insiste.
—Como el de todos mis empleados. No se sienta importante, y vuelvo a repetirle que trate de mantenerse lejos.
—Le preocupa que termine besándola.
Celeste se siente abrumada por las sensaciones y emociones que le provoca el recuerdo, y la reacción de Nadir no ayuda a calmarla. Su corazón se vuelca en sensaciones inexplicables, que termina girando.
—Jamás vuelva a repetir eso. ¡Entendido! —reitera Celeste con voz temblorosa, intentando ocultar su confusión y vulnerabilidad.
Nadir, sin embargo, no parece perturbarse por la reacción de Celeste y continúa con su enfoque sereno. —¿Le enoja el haberme besado o el hecho de que pretenda tomar la iniciativa esta vez? —pregunta con una sonrisa, lo que solo aumenta la irritación de Celeste.
—¿Cómo se atreve? —responde Celeste, sintiéndose invadida y vulnerable.
Nadir parece entender la incomodidad de Celeste y su reacción defensiva. —La que se atrevió fue usted —dice en un tono calmado pero firme—. Fue un error, y lo siento si eso la incómoda.
Las palabras de Nadir la irritan aún más, y Celeste le exige que se aleje de ella. —Quítese esa sonrisa estúpida de su cara y aléjese de mí —reprende, tratando de mantener su compostura.
—Así que recuerda lo ocurrido. Debí darme cuenta después de su rotundo distanciamiento al día siguiente.
—¿Pretende chantajearme con eso?
—En lo absoluto, señora —afirma con seriedad—. Mi objetivo siempre ha sido protegerla y apoyarla, y eso es lo que haré sin importar lo que haya ocurrido en el pasado.
—Enfóquese en su trabajo y aléjese de mí.
Nadir no dice nada más y se aleja hacia el vehículo de Lorenzo. Se siente abatido y confundido, se recrimina a sí mismo por haber mencionado el beso y por haber malinterpretado la situación. Celeste ha dejado claro que no busca una aventura y que su prioridad es enfrentar su matrimonio tóxico y proteger a su hijo Lucas.
Mientras ingresa al auto, se cuestiona sus acciones y sentimientos. Se da cuenta de que ha estado dejándose llevar por sus emociones y que sus propios deseos personales han nublado su juicio y profesionalismo como guardaespaldas de la familia. Su papel es protegerlos y ofrecer su apoyo sin cruzar límites personales.
“¡Soy un estúpido!, ¿Qué pretendía con recordarle el beso? ¿Acaso esperaba que ella dijera que le gustó?”
Deja un comentario