La espera no fue muy larga, conversar con su hermana y mejor amiga era entretenido y hasta divertido. Siempre estaban sus bromas de mal gusto, y el hecho de tener a dos fastidiosas unidas haciéndole bullying continuamente le exasperaba, pero igual le hacían reír y lo disfrutaba. Un mal necesario al que se había acostumbrado.
—La comida ha llegado —anunció Rosalba muy animada.
—Cuanta demora, te daré media estrella por el mal servicio —vociferó Lory con fingida diplomacia.
—¡Lory! —exclamó Lía en tono de advertencia.
—Perdone, su majestad —se burló Rosalba—, permítame compensarle trayendo la porcelana de oro solo para usted.
—Bien pueda, esclava.
Rosalba solo se reía de su expresión y palabras, siguiéndole el juego y hasta dramatizando igual que ella.
—Ahora vuelvo, ya traigo los demás almuerzos.
—Te ayudo —dijo Lía.
Ambas se alejaron, escuchando las estridentes risas de Lory tras ellas. Lía estaba algo preocupada, su hermana era muy impredecible cuando de sus bromas se trataba. No quería ponerse en evidencia, ni por culpa de ella ni por accidente al tratar de controlarla.
—Oye, ¿puedo preguntar algo? —Rosalba interrumpió sus pensamientos.
—Ya estás preguntando —se burló.
—Una pregunta adicional, ¿va?
—Claro, dime.
—¿Le caigo mal a Auri? —preguntó con preocupación—. Es que siempre está callada cuando estoy presente, no sé, siento que no está a gusto conmigo. Tampoco quiero incomodar ni causar discordia.
Se le veía realmente angustiada por ello y no estaba de más, entendía su sentir y al tiempo sabía que no era del todo cierto. Auri podía ser un poco inexpresiva con desconocidos, pero en cuanto entra en confianza es una persona muy diferente. No por nada era su mejor amiga, no por nada tenían más de diez años de relación y la quería como una hermana.
—Claro que no, en realidad le caes bien —contestó—, es solo que ella es así cuando aún no entra en confianza. Solo dale un tiempo, mientras se acostumbra y te conoce un poco más.
—¿Segura? No quiero ser una molestia para…
—Tranquila cariño, no eres ninguna molestia, te lo aseguro. Eres muy linda para caerle mal a alguien —besó con dulzura su mejilla—. Vamos, muero de hambre.
—Claro —murmuró sonrojada.
Regresaron con los almuerzos restantes como si nada hubiese sucedido, pero sin poder ocultar ese leve rubor en sus rostros. Y sin esperarlo, como si de algún truco se tratara, las conversaciones se tornaron más animadas que de costumbre. Lo raro estaba en el silencio de Lía y la habladuría de Auri, como si hubiesen cambiado los papeles. Era extraño, Lía pensaba que demoraría en lograr que su amiga se abriera un poco ante Rosalba, pero no fue así. ¿Habría pasado algo mientras no estaban?
—¿Cómo no te puede gustar The Big Bang Theory? —le reclamó Auri ofendida—. Eso es un insulto a mi espíritu interno de nerd.
—Lo siento espíritu interno de Auri, pero lo encuentro un poco aburrido e infantil —dijo Rosalba entre risas—, prefiero la acción y la ciencia ficción.
—A ver, ¿qué te has visto? —preguntó Lory curiosa—. Tal vez así veamos algo similar entre tus gustos y los de la nerd, tal vez así no te mate después. Sabe trucos, ¿eh?
—No sirvo para ver series, me desentiendo rápidamente de ellas —explicó pensativa—. A menos que tengan una única temporada, máximo dos, de no más de 10 capítulos y que lo vea de seguido. Las pausas lo arruinan todo, me ocupo y pierdo el interés.
—Eso no es nada —se quejó Auri—, es como ver películas.
—Exacto, prefiero las películas —aseguró Rosalba—, se pueden ver de un sentón y no necesita tanto tiempo.
Lía observaba atenta la escena, le surgían tantas preguntas sin ninguna respuesta. ¿Qué sucedió para llegar a ese punto? Le encantaba ver cómo su mejor amiga se llevaba bien con la chica que le gusta, era lo mejor y lo que más quería. Sin embargo, que sucediera de la nada le parecía extraño y preocupante. «¿Qué se traen entre manos estas dos?» pensó, mirando a Auri y la sospechosa sonrisa cómplice de Lory.
—¿Saga de películas por lo menos? —insistió Auri.
—Las de Terminator son mis favoritas, aunque Harry Potter no se queda atrás y el terror me llama a veces —contestó emocionada—. Y aun así muy poco veo películas, no me queda tiempo con el trabajo y las clases.
—Qué lástima, no puedo decir que eres de las mías —suspiró Auri con melancolía.
—Aún falta una pregunta crucial —dijo Lory con malicia.
—Esto no me va gustar —murmuró Lía para sí misma.
Un silencio expectante se intensificó en el ambiente, esperando alguna gracia o frase sin sentido venir de Lory. ¿Qué más podría decir?
—¿Eres Fujoshi? —soltó por fin.
—¡Lory! —exclamaron espantadas Auri y Lía.
—Te estabas demorando —se quejó Lía.
—Sí, me gusta el yaoi —contestó Rosalba con naturalidad, dejándolas a todas boquiabiertas—. Aunque lo más hardcord que he visto es… ¿Bj Alex?… No, miento, Pintor nocturno es lo más fuerte hasta ahora, soy más de romances tiernos como Love Stage y Given, me gusta sufrir a lo bruto.
Todas se quedaron mudas, en sus caras se podía ver qué no imaginaban que le podría gustar algo como aquello. No lo veían raro, a ellas mismas les gustaban esas cosas y lo veían normal, pero no todos pensaban igual.
—Ya te amo, es más, olvídate de Lía y cásate conmigo —expresó Auri rompiendo el silencio—. Voy por los anillos.
—¡Auri! —exclamó Lía roja de la vergüenza—. Lo esperaba de Lory, ¿pero tú?
—Pero, ¿cuál fue el mal que yo dije? —se quejó la susodicha.
Los nervios instantáneos de Lía mitigaron al escuchar la carcajada de Rosalba, seguida, Lory empezó a reírse de la misma manera. Era cómico, ver cómo había pasado de inexpresiva a súper interesada. Pero también veía en Rosalba una expresión de profundo alivio, recordando que aquello le había preocupado hace tan solo unos minutos.
Continuaron hablando de ello, series y mangas que ambas habían compartido, se recomendaron otros tantos e intercambiaron números para seguir hablando de ello. Por un momento sintió celos, creía que le robarían la atención de Rosalba, pero conocía muy bien a Auri para saber que eso era más que imposible. Y al mismo tiempo, se creía la persona más egoísta por querer tenerla solo para ella. No había problema si ellas dos fuesen amigas, todo lo contrario, era muy bueno y conveniente.
Por desgracia, al terminar de almorzar cada quien tuvo que regresar a lo suyo. Lía aún tenía una hora libre antes de su última clase, y Auri sí tenía dos clases más, una de ellas acompañada de Lory solo para ver a su muy atractivo profesor. Tenía novio, pero eso no evitaba que alimentará el ojo con uno de los profesores más jóvenes y bien parecidos que había en la universidad. Lía no podía culparlas, incluso las entendía, pero tampoco era para exagerar.
En su última clase tenía la mala suerte de ver a André, era el problema principal de estudiar lo mismo que su ex pareja. Por más que tratara de ignorarlo, no podía evitar sentirse incómoda ante su fija y penetrante mirada. Y por esa misma razón se decía así misma que jamás llegó a conocerlo, ni durante ni después de año y medio de relación. ¿cómo pudo durar tanto con alguien como él? Aún no entendía sus razones de ser, ni sus acciones ni nada que tenga que ver con él.
—¿Quieres dejar de mirarme como un idiota? —exigió Lía exasperada—. Ya me tienes harta.
—¿Qué tiene de especial esa cocinera? —interrogó con altanería.
—Se llama Rosalba, para tu información —contestó de la misma manera—. Además, ya te dije una vez y lo vuelvo a repetir, no te dirijas de esa manera hacía ella. ¿Entendido?
—¿O sea que sí es por ella? ¿Me estás jodiendo? —replicó indignado.
—A todas estas, ¿por qué te interesa con quién salgo? —le interrogó con interés creciente—. Si mal no estoy, terminamos hace un año, y desde ese entonces no te habías dignado a dirigirme la palabra más que un cordial y distante saludo. No te creas, me sentía bien así, como si yo no existiera para ti. ¿Por qué el cambio?
—Nunca has dejado de gustarme, y aun no entiendo por qué…
—Ay por favor, a otra con ese cuento —le interrumpió con firmeza—. No me vengas ahora con que soy inolvidable para ti, cuando perfectamente sé que a la semana de terminar ya estabas con Lucy. Pobre de ella, por cierto.
—Las cosas no son así, ella fue solo una distracción —decía con desespero—. Quería olvidarme de ti y ella se confesó, solo…
—Tomaste la oportunidad, pobrecito —se burló—. Solo te diré una cosa, con lo que acabas de decir no hiciste más que confirmar lo bien que hice en terminar lo nuestro. ¿Las mujeres solo somos un juego para ti? Ve con un hombre a ver si eso te gusta, pero a mí déjame en paz y a mi Rosi también, si no es mucha molestia.
—¿Tu Rosi?…
—Sí, mía. ¡Bye!
Se sintió satisfecha con ello, esperaba que de una buena vez la dejara en paz. Había preferido mantenerse alejada de él, pero la incomodidad que sentía la superó obligándola a tomar cartas en el asunto. Y esperaba que eso haya bastado para alejarlo, evitar que siguiera molestando, que se olvidará ya de ella. Sus intenciones no eran solo regresar, si es que de verdad esa opción pasó por su cabeza. No entendía aún cuál era el verdadero motivo de su insistencia, ¿después de tanto ignorarla volvía como si nada? Sospechoso, pero tampoco sentía ganas de querer saberlo.
Gracias al cielo y al universo entero ese día la clase se canceló, el profesor no había llegado y ya había pasado más de cuarenta y cinco minutos de espera. Así que poco a poco, todos los estudiantes fueron abandonando el salón y ella no sería la única en quedarse. Se adelantó a las chicas y fue directo a la biblioteca, allí junto a Rosalba esperarían para irse a su casa e iniciar la que deseaba fuese la mejor de toda su vida.
—Rosi Rosita, ¿qué haces, mi amor? —susurró a su oído para luego besarla en la mejilla.
—Te estaba esperando, y adelantando mi tráfico —dijo, enfatizando con la mirada llena de reproche.
—Ay, pero que rencorosa eres —se burló—, y yo que lo dije con tanto cariño.
—Tu cariño es extraño, ¿sabes?
—Dijiste lo mismo de mi sentido del humor —le recordó.
—Entonces me corrijo —comento jocosamente—, tú eres extraña y también eres rencorosa.
La expresión dramática de digna ofendida no tardó en salir a la luz, siempre le gustó hacer aquello como parte de su estilo humorístico.
—Extrañamente adorable —añadió Rosalba.
Se atragantó con sus propias palabras, la había tomado por sorpresa y a la vez le encantó. En especial por la forma en que la miraba y sonreía, una imagen preciosa que jamás borraría de su memoria.
—¿Nos extrañaron? —anunció Lory interrumpiendo el momento—. ¿Por qué esas caras? ¿Qué estaban haciendo, y en la biblioteca, pervertidas?
—Lory, contrólate —le riñó Auri—. Estamos en público, deje de joder… pero en serio, están medio coloradas las dos, ¿no? Sospechoso.
—Ay no, vayan a comer…
—Pancito dulce —le interrumpió Rosalba.
Rosalba miró a todas partes, esperando que está vez no las corrieran como la anterior por el escándalo de Lory.
—Veras que sí, Lía quiere precisamente probar ese pancito dulce —se burló Lory.
—Yo sé dónde venden uno muy rico, ¿quieres uno? —dijo Rosalba mirando a Lía, pero al escuchar las carcajadas de las otras dos, lo dudó—. O sea, ¿cómo? No entendí.
—Aún te falta maldad en el corazón para entender los chistes de Lory —explicó Auri.
Apenada, Lía enterró su rostro colorado en la mesa mientras su hermana se reía. No quería levantar la cara y enfrentar su vergüenza, aunque esperaba no entendiera aquello ni ahora ni nunca. Y, sin embargo, sonrió para sí misma al sentir caricias en su cabello. No podía ser más nadie que ella, su dulce Rosalba.
—¿Quieres que te explique, mi adorable futura «compañera de bromas»? —interrogó Lory con picardía.
—Si se puede…
—Saben, creo que deberíamos ir saliendo, los buses se llenan, ¿por qué no nos vamos ya? —les interrumpió Lía apresurada—. Antes que alguien se busque más razones para morir.
—¿No es una ternura, Rosi? —preguntó Auri uniéndose a la broma.
—Las detesto, de verdad.
—Sí, muy tierna.
Recogieron y salieron tranquilamente, estallando en risas ya estando fuera de la biblioteca. Lía estaba igual de apenada, se sentía demasiado expuesta y con ansias de ser hija única. Sin embargo, la molestia con su hermana mitigaba cada vez que su mirada se cruzaba con los ojos de Rosalba. La miraba con esa mezcla de dulzura y cariño, como si tuviese ante ella lo que más deseaba. Y eso era lo que ella esperaba, ser lo único que Rosalba quiera y desee. No esperaba ser la primera, siendo una chica tan linda físicamente no le extrañaría que tuviese relaciones pasadas, pero si anhelaba ser la última en su vida. Quería algo serio, algo duradero, de verdad algo hermoso.
Aún faltaban un par de cuadras para qué llegarán a la parada de buses, sin embargo, una extraña y repentina lluvia empezó a caer. De inmediato, una tela cálida y suave se posó sobre su cabeza. Rosalba se había quitado su buzo para protegerla a ella de la lluvia, mojándose incluso más que las demás.
—¡Gracias! —susurró Lía evidentemente enternecida—. No tenías por qué.
—No quiero que te resfríes…
—Y yo sí, ¿verdad? —le reclamó Lory—. Que se muera la copia más alta, ¿cierto? Antes me caías bien.
—Tú estás bien, hierba mala nunca muere —se burló Rosalba.
—Esa es —exclamó Auri riendo y chocando los cinco con Rosalba—. ¿Segura que no te quieres casar conmigo? Seríamos una pareja increíble.
—Ninguna me cae bien —se quejó Lía.
La lluvia no paraba, aún en medio del viaje las gotas caían fuertes sobre las ventanas. El aire se había enfriado muy rápido, y aunque no lo decía, se notaba que Rosalba estaba por tiritar del frío. Estaba mojada, desabrigada y expuesta a la baja temperatura. Estando por llegar a su destino, intentó devolver el buzo para que se protegiera. Pero justo antes de siquiera hablar, ella misma se encargó de acomodar el buzo sobre su cuerpo, sin dejar de mirarla a los ojos con una sonrisa tierna y terminando en una suave caricia en sus mejillas.
—Así te ves más linda —dijo, y Lía se sintió morir de emoción.
Corrieron las dos calles que las separaba de su casa, llegando empapadas y por poco congeladas.
—Por Dios, ¿por qué no me avisaron que llegarían? —les reclamó su padre—. Les habría llevado un paraguas.
—Lo siento, pa, no se nos pasó por la cabeza —se excusó Lory.
—Papi, ella es Rosalba —anunció Lía con una gran sonrisa.
—Mu-mucho gusto señor, puede llamarme Rosi si gusta —tartamudeó, más por los nervios que por el frío.
—Carlos Belmor, el gusto es mío —estrechó su mano—, pero por ahora será mejor que se cambien, se van a resfriar.
—Lory, préstale algo de ropa, ¿sí? —solicito Lía.
—Claro, soy la única con la estatura suficiente para prestarle ropa —se burló.
—Lory, aquiétate —volvió a reñirle su padre.
Se dirigieron a la habitación de ambas, mientras Rosalba se cambiaba y colocaba la ropa a secar, las demás estaban fuera esperando su turno. Simultáneamente, su padre preparaba una bebida caliente para pasar el frío de la inesperada lluvia.
Mientras se duchaba y cambiaba, Lía pudo escuchar con claridad las voces de Rosalba y su padre charlando. Entre veces se unía Lory y Auri, al parecer ambas controlándose para no decir algo indebido delante de su padre.
—Y ahora, ¿qué me pongo? —se preguntó.
Debía apresurarse, cocinar y así poder pasar todo el tiempo que sea posible con Rosalba. Sin embargo, quería verse linda y seductora al tiempo, pero sin ser tan evidente y ganarse tres regaños. Se decidió por algo sencillo, solo un pantalón largo y ajustado, una blusa de tirantes y encima una franela de algodón por el frío. Estaba bonito, sencillo y para nada evidente. Salió por fin, escuchando con más claridad las palabras de Rosalba.
—… y la dulce princesa, con su voz más delicada posible le dijo: «me llamo Alfredo».
Y las carcajadas sonaron estruendosamente, viendo a su propio padre reírse con libertad como solo lo hacía con ellas. No era de los que se reía de todo, pero sabía apreciar una buena historia y Rosalba era la mejor en eso.
—Veo que empezaron sin mí —dijo anunciando su llegada.
—Solo les contaba sobre… —se interrumpió bruscamente, mirando de arriba abajo la figura de Lía y un suave sonrojo se esparció en sus mejillas— la vez que uno de mis compañeros confundió a un chico con una muchacha, porque sí parecía serlo.
Verla sonrojada era, según los pensamientos no tan puros de Lía, lo más adorable que había podido ver en toda su vida. Mejor todavía, que esos nervios sean producidos por ella misma le daba aún más satisfacción y esperanzas.
—Oh, recuerdo ese —expresó Lía enternecía—, es gracioso. Y, por cierto, te queda genial ese vestido.
—Gracias…
—Tortolis, tengo hambre —anunció Lory.
Con una mirada penetrante y acusadora, Lía lanzó la primera advertencia de la tarde a su hermana. Al parecer, la presencia de su padre no era impedimento para ser una bocafloja.
—Ya empiezo a cocinar, bocona —exclamó exasperada.
—Te ayudo, a ver si aprendo tu súper receta especial —se burló Rosalba.
—¿Eso fue sarcasmo? —replicó Lía con fingida indignación—. ¿Te estás burlando de mi súper receta fabulosa?
—Para nada, como crees, soy incapaz de hacer tal cosa —se rio.

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