A la mañana siguiente, el sol brillaba sobre el jardín de la casa Di Marco, Lucas y Catalina; la niñera, jugaban a las escondidas. Luca, emocionado por el juego, buscaba el lugar perfecto para ocultarse. Observó a Nadir lavando el auto en el patio y decidió que sería un excelente escondite.
Sigilosamente, Luca se deslizó detrás del auto mientras Nadir continuaba su tarea. Sin embargo, justo en ese momento, Catalina aparece, persiguiéndolo por el jardín. Eso hace que Nadir levante la vista y se percate del pequeño Luca escondido detrás del auto, se detuvo un instante y notó algo extraño en la expresión del niño.

—Eres bueno para esconderte, Catalina no va a encontrarte por un buen rato—Le dice Nadir con media sonrisa en su rostro.
Sin embargo, Lucas se sorprende por los moretones y rasguños en el rostro de su amigo.

—¿Te golpeó mi papá? —preguntó Lucas inocentemente.

La pregunta de Luca tomó por sorpresa a Nadir, que trata de encontrar las palabras adecuadas para responder, pero antes de que pudiera decir algo, Luca continúa hablando.

—Es que… una vez vi a mi papá golpear a mamá. ¿Él te hizo daño también? —dijo Luca, recordando aquella escena que había presenciado sin entender completamente lo que estaba sucediendo.

Nadir se queda sin habla por un momento, mientras su mente intentaba procesar la revelación de Lucas. Sabe que debe ser cauteloso en sus respuestas y no quiere asustar al niño con sus palabras.
—Lucas, a veces las cosas pueden parecer confusas o malinterpretarse. No creo que tu papá le hiciera daño a tu mamá. Es importante recordar que las personas pueden tener discusiones o desacuerdos, pero eso no significa que haya violencia o maltrato. A veces, las personas pueden tener problemas y necesitan resolverlos hablando y buscando soluciones pacíficas.
A lo largo de su carrera, Nadir ha desarrollado una habilidad especial para leer las emociones de las personas a su alrededor, lo que le permite entender sus preocupaciones y necesidades. A pesar del poco tiempo que conoce a la familia, ha desarrollado un vínculo cercano con ellos, especialmente con Celeste. Ha comenzado a sentir una atracción emocional hacia ella, que creció después de que, en un momento de vulnerabilidad, Celeste, pasada de copas, lo besara. Desde entonces, Nadir ha tratado de mantener una distancia adecuada y profesional, pero sus emociones siguen siendo un desafío para él.
Preocupado por la situación de Celeste y deseando conocer más sobre su bienestar, Nadir decide acercarse a Luca para intentar comprender cómo se siente el niño en su hogar. Al preguntarle si es feliz en casa, el pequeño Luca responde con sinceridad que le gusta estar con su papá y mamá, pero que no le agrada ver a su mamá llorar.

La respuesta de Lucas afecta a Nadir, quien se siente aún más preocupado por la situación en la casa de la familia. A medida que intenta equilibrar sus sentimientos personales y profesionales, sabe que la seguridad y el bienestar de Lucas y Celeste son lo más importante. Está dispuesto a hacer lo que sea necesario para protegerlos y apoyarlos en estos momentos difíciles, aunque se enfrente a desafíos emocionales propios en el proceso.
Catalina, siente su corazón latir rápidamente cuando descubre al pequeño conversando con Nadir. Sabe que una de las reglas es que Luca no tenga contacto con ciertas personas, y este encuentro la pone muy nerviosa y preocupada.

—Lucas, te encontré —dice, Catalina tratando de disimular su nerviosismo, mientras toma al niño del brazo, para llevarlo lejos de Nadir lo antes posible.

—Hola, Catalina— Saluda Nadir.
—Buen día, Nadir— responde, casi sin mirarlo, para evitar algún intercambio de palabra.

Lucas, sorprendido por el tono apresurado de Catalina, mira a Nadir con una expresión confundida, pero confía en su niñera y se deja llevar. Sin embargo, antes de alejarse, puede notar que Nadir tiene una mirada preocupada y comprensiva hacia él.

—¿Ya entraremos a casa? Quiero seguir jugando.
—Jugaremos en tu habitación, luego de tu clase de piano. La maestra no tarda en llegar.
—No me gusta tocar piano, la maestra se enoja mucho. Yo quiero tocar la batería.
—Son órdenes de tu padre, cariño. Debemos obedecer.
—Pero no quiero aprender tocar el piano. No me gusta.
—¿Qué te parece si antes de la clase comemos helado?
Esa propuesta hace que los ojos de Lucas brillen.

—Quiero tres bolas y chocolate extra.
—Que sean dos y una galleta.
—¡Sí! —da unos brinquitos de emoción.

Mientras Nadir continúa lavando el auto, ve a celeste salir presurosa de la mansión, y Ricardo, detrás, se ve enojado. Aunque no puede escuchar las palabras que intercambiaban, puede sentir la tensión en el aire y la incomodidad en la expresión de Celeste. Nadir sabe que algo no está bien y que la situación requiere intervención.
El corazón de Nadir se aprieta al ver cómo Ricardo toma con fuerza el brazo de Celeste, impidiendo que ella suba a su auto. A pesar de la intimidación, Celeste no se dejaba vencer y responde con valentía, lo que solo enfurece más a Ricardo, que responde con una violenta bofetada. Es impactante y doloroso de presenciar, pero no tanto como la llegada de Lucas, la presencia del niño hizo que Ricardo soltara su agarre sobre Celeste. El pequeño abrazó a su madre, mostrando su amor y apoyo incondicional. Celeste, con una sonrisa forzada y tratando de ocultar su dolor, besó la frente de Luca y le susurró palabras de tranquilidad antes de subirse al auto y marcharse.

Nadir observa cómo Ricardo intenta mantener la compostura frente a Lucas, pero la angustia y la confusión en el rostro del niño son evidentes. El pequeño intentaba alejarse, pero Ricardo lo toma de la mano para hablar con él. Se hinca y lo mira directo a los ojos.
—¡Lucas!, no quiero que pienses que papá no quiere a mamá. Los adultos hablamos fuerte, mamá y papá se aman, todo está bien, ¿entendido? —Lucas no dice nada, solo lo mira con temor—. Te hice una pregunta, y debes responder —se oye amenazante, mientras el pequeño agacha la cabeza—. Te he dicho muchas veces que se respeta a los adultos, y aún más si son tus padres. Si te hago una pregunta, debes responder.

Vuelve a hablar en tono más fuerte, en este instante, Nadir se hace presente, interrumpiendo la escena.
—¡Señor! — interrumpe Nadir con determinación y respeto, captando la atención de Ricardo, quien estaba sumergido en sus pensamientos.
—¿Qué quieres? — pregunta con cierta brusquedad, sacando toda su frustración.
Voltea a mirar a Nadir, sorprendido por su intervención. En ese instante Lucas se va corriendo al interior de la casa.

—Perdón por interrumpir, señor, pero creo que es importante recordar que estamos hablando con un niño. Presionarlo con preguntas amenazantes puede asustarlo y generar más confusión en su mente.
—¿¡Disculpa!? Tú estás dándome un consejo a mí. ¿Con qué derecho? Yo soy tu jefe— enfatiza.
—Lo siento, no quise…
—Si quieres preocuparte por algo, hazlo por tu aspecto lamentable ¿Tuviste un accidente?
Mueve su mano, para señalar su rostro.
—Señor, no fue un accidente. Como guardaespaldas, a veces me encuentro en situaciones complicadas y mi prioridad siempre es proteger a quienes debo cuidar, en este casi su padre—, dice Nadir, explicando sin entrar en detalles sobre cómo obtuvo los moretones en su rostro.
—Si sigues defendiéndolo de esta manera, no durarás mucho tiempo.

Se retira, dejando entrever que conoce muy bien los pasos de su padre.
La advertencia de Ricardo hacia Nadir, diciéndole que si sigue defendiendo a su padre, como lo hace, no durará mucho tiempo, deja una profunda impresión en Nadir. La frase parece sugerir que Ricardo está al tanto de los negocios de su padre en el club, lo que lo deja inquieto y lleno de dudas.
Nadir se encuentra en una posición difícil. Como guardaespaldas de la familia y testigo de algunas situaciones comprometedoras, tiene un deber de lealtad hacia ellos, pero también es consciente de la importancia de mantener la integridad y la ética en su trabajo.
En su mente, surgen varias preguntas y dilemas, lo único que tiene claro es que debe ser cauto y observar de cerca las interacciones entre Ricardo y su padre, sin sacar conclusiones precipitadas. Su prioridad sigue siendo proteger a la familia y garantizar su seguridad, pero también es consciente de la necesidad de mantener cierta distancia y discreción.

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