—Ya sabes, Lía —le advirtió Lory—, hoy mismo.
Tan solo poner un pie en casa, Lory había clavado en ella su penetrante mirada de advertencia. Insistió en hablar con su padre ese mismo día, así como ella insistió en llevar a Rosalba a casa tan pronto.
—Sí, ya sé —replicó—, no tienes que recordarlo.
Lo haría, eso no tenía duda, solo que nunca se le hizo fácil hablar de esos temas con su padre. Le tenía mucha confianza, ¿a quién más confiaría temas importantes de su vida si no era él? No sabía que decir con exactitud que palabras usar, o como describir la situación lo mejor posible para que sintiera que Rosalba era una buena chica.
—Hola, nena, ¿qué haces? —le susurró su padre.
—¡Pa! —exclamó sorprendida—. Que susto me diste.
—No es mi culpa, estabas distraída, ¿en qué tanto piensas, niña? —le interrogó.
—Nada en particular, solo… —titubeó nerviosa—. Una nueva idea de trabajo, tal vez empiece a hacer tareas para otros. ¿Qué dices?
La miró sorprendido y muy analizador, como queriendo leer cada uno de sus pensamientos. Cuando niñas, siempre que sospechaba sucedía algo lo hacía, sabiendo que así soltaría sea cual sea el problema que tuviese en mente. ¿Lo peor? Aún le funcionaba con Lía.
—¿De verdad? —se burló—. A duras penas haces las tuyas, ¿ahora quieres hacer las de otros?
—Es un negocio rentable, ¿sabes?
—No me digas, más bien que es lo que…
—¿Ya comiste? —le interrumpió— Hoy me toca hacer la cena, no tardo.
Se encaminó con aparente calma a la cocina, pensando con alivio que, si hubiese permanecido así por unos segundos más, tal vez o muy probablemente habría vomitado toda la información. Si eso sucedía, no lograría endulzarle el oído respecto a Rosalba. Aunque, muy en el fondo, sabía que no necesitaba hacer eso, ella misma se encargaría de caerle bien a su padre. Lía consideraba un amor de persona a Rosalba, si ella se había encariñado hasta enamorarse en tan solo dos meses, con toda seguridad su padre también podría apreciarla como parte de la familia.
—¿De verdad estoy considerando eso? —susurró para sí misma con una amplia sonrisa.
Empezó a buscar y pensar que cocinaría, algo rico y que le encantara a su padre. Porque por más encantadora que sea Rosalba, pensaba ir tanteando el terreno poco a poco. Encontró los ingredientes necesarios para hacer sándwich, algo de fruta para jugo y unas cuantas papas. No era demasiado elaborado, pero si algo que su padre disfrutaba mucho. Sin más tiempo que perder, puso manos a la obra.
Mientras cocinaba, tarareaba canciones y recreaba en su mente todos aquellos momentos junto a Rosalba. Desde ese primer momento en que la vio saliendo de la taquilla, caminando apresurada con esa expresión de cansancio en su rostro, por lo que quiso acercarse a ella y solo conversar. Pero nunca encontraba el momento, si Lía estaba disponible ella estaba trabajando en la taquilla o el comedor, y cuando salía de clases ya no estaba por ninguna parte.
A veces pensó en solo dejar las cosas así, pero algo muy dentro de ella insistía en acercarse y hablar. Muchas veces se sorprendió así misma solo observándola, pensando que había sido afortunada por estar presente las pocas veces que la había visto sonreír. Y eso, aquella suave y dulce sonrisa era lo que le atraía. Así que solo se acercó, casual y como si nada, pero como siempre André estaba en medio de todo tratando a los demás como quería. Sin embargo, y por muy egoísta que aquello suene, gracias a él pudo dar inicio a una muy bonita amistad que terminó convirtiéndose en algo mucho más fuerte, por lo menos por parte de Lía.
—¿Ya está? Muero de hambre —dijo Lory sacándola de sus pensamientos.
—Ya estoy sirviendo, cálmate —contestó.
—¿Ya le dijiste? —preguntó, y ella desvió la mirada—. Veo que no, ¿quieres que lo haga yo?
—Lory, en serio, no lo hagas y no me presiones —exigió Lía algo irritada.
—Eras tú la que andaba insistiendo, ¿ya se te paso la emoción? Pobre Rosi Rosita —se burló.
—No se me ha pasado nada, es solo que quiero hacerlo lo mejor posible para que papá tenga una buena impresión —explicó entre susurros—. Así que te pido por favor que no andes de metiche, ¿sí?
—De acuerdo —se rio—, solo dame mi comida y estaré bien calladita.
—Ok, pero antes —anunció con una sonrisa manipuladora—. ¿Podrías prestarme para comprar algunas cosas? Le prometí que le haría mi especialidad, ramen de cerdo.
—¿Dónde quedó el no meterme en tus asuntos amorosos? —se carcajeó.
—Esto es más un tema culinario —le corrigió con seriedad.
—Un tema culinario para tu ligue, eso lo convierte en amoroso —refutó con autoridad.
—¡Lory!
—Bien —suspiró—, pero será mejor para ti que prepares para los cinco, no estarán solas, ¿sabes?
—Por desgracia —murmuró.
La mirada de sorpresa de Lory se clavó en Lía, sus ojos abiertos por completo denotaban cuán grande era el asombro al escuchar aquello de boca de su hermana.
—¿Qué estás insinuando, Lía Mercedes?
—No es lo que estás pensando, cochina —se quejó, pero el sonrojo de su rostro no le ayudó mucho.
—Te estás saliendo del cascarón, como crecen tan rápido —se burló aún más.
—Mira, agarra y ve a tragar, largo.
Salió de la cocina con su cena y la de su padre, sin esperar siquiera a qué las carcajadas de su hermana terminarán por alterar sus nervios. No era nada raro que quiera pasar tiempo a solas con la chica que le gusta, no pensaba hacer nada indebido más por lo apresurado que sería, aunque ganas no le faltaban. Sin embargo, las cosas apresuradas no siempre salían bien y con ella quería hacerlo lo mejor posible. Si eso significaba aguantarse un tiempo, lo haría con todo el gusto del mundo, mientras tanto solo podía soñar con besarla y acariciarla.
—La cena está servida —anunció Lía—, buen provecho.
Se sentaron tranquilamente a ver la televisión mientas comían, una costumbre que solo se incumplía cuando su padre tenía turno de noche en la fábrica. Su trabajo como celador le había permitido no solo sacar a su familia adelante, sino darles una buena educación y crianza.
—¿Qué tal la universidad? —preguntó cómo todos los días.
—Cancelaron el examen porque al parecer la facultad cambiará todo el formato —contestó Lory—, algún gracioso se le ocurrió decir que le habían pasado todas las respuestas.
—¿Cómo hacen eso?
—Es examen de facultad, ponen el mismo todos los semestres —se burló Lía.
—Exactamente, y como se supone no deberían estar los mismos estudiantes, creen que nada malo pasará —explicó Lory entre risas.
—Tú no estabas entre los copiones, ¿verdad? —interrogó mirándola de soslayo.
—Obvio no, papi —contestó con aires de ofendida.
—¡Ja! —se burló Lía.
—¿Y tú examen, Lía Mercedes? —replicó su padre.
—Me fue de maravilla, era de inglés así que es como pan comido —contestó con seguridad.
—¿Y por qué andas tan pensativa?
Seguridad, fuera.
Aquella simple pregunta había avivado todos los nervios que tenía, aumentándolos incluso de intensidad. Y por supuesto, Lory no estaba para ayudar en absoluto.
—Por otro pancito que se quiere comer —dijo Lory estallando en carcajadas.
—¿Cómo así? —indagó su padre confundido.
—No le hagas caso a Lory, solo quiere joder —se excusó—, pero sí quiero hacer ramen mañana para la cena, aprovechando que hablan de comida.
—No me gusta que coman mucho eso, ya se los dije —se quejó su padre, ignorando las risas de Lory.
—Será el último, lo prometo —añadió Lía dándole seguridad a su padre.
—Bien, yo lavo los platos —anunció mientras se levantaba y recogía todo—, ustedes vayan a estudiar.
—Sí señor —contestaron al unísono.
Y no más alejarse un poco, Lía se lanza contra su hermana con cojín en mano para cobrar venganza.
—A ti no se te puede decir nada, ¿verdad? —le golpeaba cada vez más fuerte sin surtir efecto—. Jamás en la vida te diré otra cosa, ¿me oíste?
—Solo te doy un empujón porque… —decía entre risas logrando quitar el cojín de sus manos— sé que eres bien cobarde.
Se fue sin más, esperando poder calmarse y que su padre terminara su labor para hablar con él. Lo pensó y volvió a pensar, pero nada totalmente satisfactorio pasaba por su cabeza.
—Ya es tarde, deberían ir a dormir —ordenó su padre—. ¿Mañana tiene clases?
—Sí señor.
—Bueno pues, que deben madrugar —reiteró.
Al salir, Lía fue detrás de él ignorando la mirada traviesa de su hermana. Solo quería hacerlo y decirlo tal cual lo pensaba, sin planificarlo demasiado ni que se viera forzado.
—Papi, ¿puedo decirte algo? —dijo con cautela.
—Claro, ¿tiene que ver con lo que te tiene tan distraída? —fue directo al grano.
—Bueno, verás —titubeó nerviosa—, es que invité a una amiga para que viniera mañana a estudiar con nosotras. No la conoces aún, pero sé que te agradará. Es una buena chica, muy inteligente y linda.
Su mirada era más de curiosidad que de cualquier otra cosa, y Lía entendía que no se iba a tragar solo el cuento de ser su amiga.
—Y esa amiga tuya, ¿estudia con ustedes?
—No, ella… estudia en una corporación, pero trabaja en el comedor de la universidad —explicó—. La conocí hace un par de meses, hemos estado almorzando juntas y hablando todos los días, Lory la conoce también. Es muy… atenta y agradable, incluso a Auri le cae bien.
—Ok, no hay problema con eso, puede venir —dijo su padre, encogiéndose de hombros—. ¿Eso es todo?
Lo sopesó por unos segundos, pero por más que dudara debía decirle la verdad. Ella estaría allí al día siguiente y su padre igual, sería demasiado evidente como para negar que siente algo más que una amistad.
—En realidad… —suspiró decidida— ella me gusta mucho, y… estoy pensando en decirle que sea mi novia, no sé cuándo exactamente, pero quiero hacerlo, por eso quería que la conocieras. ¿No estás molesto?
Su miedo se fue aplacando al ver la sonrisa de su padre, y sentir sus fuertes brazos protegiéndola.
—Claro que no, si te gusta estoy bien con eso, siempre y cuando no te lastime de ninguna forma posible —aseguró—. Eso sí, primero quiero conocerla antes que tengan algo real, ¿vale?
—Esa es la idea —suspiró aliviada—. Gracias papi, de verdad eres el mejor.
—Y siempre estaré para ustedes, ahora ve a dormir.
—Claro.
La emoción que aquello le produjo amenazó con estallar, le llenaba el pecho de alegría y la hacía soñar despierta. Aún no eran nada más que amigas, pero ya tenía el permiso de su padre para traerla a la familia. Estaba segura que la amaría, no era difícil hacerlo cuando de Rosalba se trataba. Por el momento, solo se dirigía a su habitación para dormir y esperar el grandioso día. Sin embargo, su padre la llamó de nuevo.
—Espera Lía —la miró confundido—, ¿esto tiene algo que ver con el chiste de tu hermana del pan que te querías comer?
Peligro número uno, sí entendió.
—Hasta mañana, papi, descansa —salió casi despavorida directo a su cuarto.
Su corazón latía a mil, miedo, emoción y algo de rabia a partes iguales. La venganza aún no estaba cobrada del todo, y no lo dejaría pasar de ese día.
—Lory Belmor, voy a matarte —anunció para luego lanzarse encima de su hermana.
—Uy, qué miedo —se burló, intercambiando posiciones—, con ese cuerpecito de pitufo lo máximo que puedes hacer es servirme de morral.
—Quítate elefante, pesas —exigió.
—¿Ya le dijiste? —preguntó entre risas sin quitar su peso de ella.
—Sí, y entendió tu chiste, gran idiota —replicó dando puñetazos en sus brazos.
—Ay ternurita, con esos puñitos me das cosquillas —ágilmente, se quitó de encima y subió con rapidez a su cama—, pero gracias a Dios le temes a las alturas y papá eligió un camarote para nosotras. Alcánzame si te atreves.
—En serio te detesto —bufó, tirándose con rabia a su propia cama, justo debajo de la de Lory.
Aunque sus bromas la sacaban de quicio, sus juegos la hacían reír internamente. Sí, se pasaba a veces de lista con eso, pero nunca sería capaz de lastimarla de forma intencionada.
—Eres muy dramática, ¿sabes? —dijo Lory después de un rato—. Pero creo que está vez sí es en serio, me sorprendes de verdad. Ni con André, gracias al cielo, ni mucho menos con Sofía te vi tan embobada.
—Sí, sí, ya, hasta mañana Lory —sentenció, apagando todas las luces de la habitación.
—Delicada —se burló Lory.
La noche paso lenta y tortuosa, Lía no podía pegar el ojo dada la enorme emoción que tenía. ¿Por qué si solo era una simple reunión? En definitiva, no lo era, esperaba que todo se diera a la perfección y que su padre conociera la mejor versión de Rosalba. Esa parte de ella dulce y carismática, la que no teme ser ella misma frente a los demás, esa que ha llegado a enamorarla sin siquiera intentarlo o notarlo.
—Buenos días, papi, ¿dormiste bien? —saludo llena de energía.
—¿Desde cuándo estás despierta? —indagó curioso aun fregándose los ojos para despertarse.
—Hace poco, así que estoy haciendo el desayuno, ¿quieres café?
—Por favor —suplicó.
Una taza caliente y humeante de café con leche era el activador general para toda la familia, aunque ese día Lía no la necesitaba para llenarse de energía. Esperó pacientemente a que su padre terminara de beberlo, necesitaba un último favor y debía estar listo antes que ellas llegarán de clases.
—¿Y a esta que bicho le picó? —preguntó esta vez Lory, llegando de la misma forma que su padre, bostezando y lagrimeando.
—Agradece que te estoy haciendo el desayuno —refunfuñó.
—¿Hay algo que necesites, señorita enamorada? —se burló.
—Lory, espero no salgas con esos chistes durante sus «estudios» esta tarde —advirtió, enfatizando aquella palabra con sus manos.
—¡Apa! No le sigas la corriente —se quejó con un puchero—, pero sí necesito algo, ¿hoy estás de descanso?
—Sí, lo estoy —suspiró resignado.
—¿Podrías comprar lo que falta para la cena? Te dejo la lista y el dinero —suplicó con sus ojitos de borrego—. ¿Sí? Solo es comprarlos y ya, así estará todo listo cuando lleguemos y será más rápido cocinar.
—¿No quieres que lo prepare también? —añadió Lory.
—Cállate tú —replicó molesta.
—Niñas, no en mi presencia —advirtió seriamente, pero volvió a suspirar—. ¿Qué es lo que es?
—Gracias, papi, te adoro.
—¡Ja! —bufó Lory.
Con algo de frustración por no ser lo suficientemente alta y fuerte como para golpear a su hermana, se encaminó a sus clases ignorando por completo la presencia de Lory. En algún momento se desquitaría, pero no sería ahora ni ese día, tenía cosas mucho más importantes que hacer y que pensar.
En su primera clase las horas pasaron lento, solo era escuchar el mismo sermón de todos los cortes. No había actividades pendientes más que el parcial final, y ese estaba programado para la semana siguiente.
Entonces, ¿que estaban haciendo? Simplemente analizando sus notas, viendo que les falta y que deben recuperar. Más importante, cuánto deben sacar en el examen para no perder la materia. Sí, muchos llegan a ese extremo, pero no era su caso, no cuando estaba en juego una beca estudiantil.
Decidió solo repasar en el tiempo que le quedaba, algo para distraer su mente y no dormirse del aburrimiento. Ya la siguiente clase sí debían hacer un taller, uno de los que asignaron en remplazo de los exámenes. Eso sí, nada le salvaba de hacerlo de igual forma la semana entrante. No era un alivio, porque se le acumulaba más de 3 exámenes casi de seguido, pero así lo decidieron los maestros y muy poco se podía hacer.
Y por fin, la hora de salir había llegado. No era el fin del día, pero sí uno de los momentos en qué podía ver y hablar un rato con Rosalba. Cómo todos los días, se hizo hasta lo último de la fila esperando que más nadie llegara para poder tenerla un buen rato para ella sola.
—Hola Rosi Rosita, ¿cómo estás? —saludó enérgicamente.
—Tengo hambre, no sé, es como un antojo extraño que me ha dado hoy —dijo Rosalba con fingida inocencia.
—¿En serio? A ver, cuéntame —le siguió el juego.
—No soy muy fan de eso, pero…. —hizo una pausa conteniendo la risa—. Me antojé de ramen de cerdo al estilo Belmor, y quién sabe dónde lo pueda conseguir.
Su expresión le pareció tan dulce y cómica al tiempo, que no pudo evitar reírse de buena gana hasta dolerle el estómago.
—Me ofendes —se quejó cruzándose de brazos.
—Claro, mi linda señorita ofendida, mientras se te pasa el berrinche, ¿me das tres bonos? —continuó Lía con las burlas.
—Me toca —concluyó entre risas.
Mientras escaneaba y digitaba los bonos, no pudo evitar sonreír y deleitarse con sus facciones. Le encantaba cada vez más el ver cómo se mordía los labios cuando estaba nerviosa, verla fruncir el ceño cuando se concentraba y ese brillo en sus preciosos ojos cuando reía.
—Listo, tres bonos —anunció—. ¿Nos vemos en el almuerzo?
—Desde luego que sí, pero… —suspiró quejosa— nos toca aguantar a Lory y Auri.
—No hay problema, tu hermana es divertida.
—Sí, sobre eso… —titubeó—. Tal vez hoy este un poco más odiosa que de costumbre, así que no creas en nada de lo que diga. ¿vale?
—Sospechoso, demasiado sospechoso, pero está bien —contestó entre risas—, nos vemos en un rato.
Rosalba empezó a apagar todos para salir y regresar al comedor, tal y como hacía todos los días. Pero Lía no quería dejarla ir así como así, necesitaba algo más para estar satisfecha por el momento, por lo que se devolvió.
—Rosi… —canturreó llamando su atención—. Acércate un momentito, quiero decirte algo.
Rosalba se acercó sin decir nada, apoyando sus manos en el mostrador solo para mitigar el temblor de sus manos, y mordiendo su labio inferior para suavizar sus nervios. Y tal como hizo ese día, depósito en su mejilla un cálido y tierno beso, está vez con intensiones escondidas dado que se acercó mucho más a la comisura de sus labios.
—Hasta luego —ronroneó a su oído.
Sonrió al ver la expresión anonadada y sonrojada de Rosalba, le encantaba ver el efecto que solo un pequeño beso tenía en ella y saber que no es la única qué reaccionaba de esa manera.
Besarla en ese momento fue tentador, bastante, a decir verdad, pero no quería arruinar la oportunidad de darle un primer y mágico beso en una ocasión mucho más especial. No ese día tampoco, pero sí uno mejor planificado y que estén solo las dos.
—¿Ya compraste los bonos? —preguntó Auri llegando a su lado.
Se había dirigido por inercia a la plazoleta de su facultad, lugar donde solían reunirse en sus ratos libres como ese antes de almorzar. Había llegado sin tropezar no estrellarse con nadie, pero seguía sin prestar demasiada atención a su alrededor. Mantenía su vista fija en el horizonte sin mirar nada en particular, con la mente divagando y una sonrisa tonta en su rostro.
—Definitivamente los compró, nada hace que tenga esa cara de idiota más que ver a Rosi Rosita —se burló Lory—. ¿O no?
No contestó, solo se reía sin dar atisbos de estar escuchando lo que decían.
—Dios, si eso es estar enamorada no lo quiero, por favor —decía Auri.
—Te veré, Auri querida —dijo por fin sin dejar de sonreír y suspirar.
—¿Ah, pero sí estás con nosotras? —replicó burlona Lory.
—No, estoy en Marte —contestó siguiéndoles la corriente.
—Yo te creo, pero, en fin —suspiró Auri—, ¿compraste los bonos?, ¿podemos almorzar ya?
—De poder pueden, ya a esta hora están repartiendo los almuerzos —comentó Lía—, pero no iría con ustedes porque almorzaré con Rosi.
—Yo espero, quiero pasar un rato de gracia con mi «compañera de bromas» —reiteró Lory, enfatizando sus palabras con un gesto de manos.
—Eres exasperante —le reprochó Lía—. ¿También vas a esperar, Auri? No tienen que hacerlo si no quieren, pueden comer cuando quieran.
—No tengo prisa, igual cenaré ramen hoy, ¿no? Eso llena —se burló.
—¡Vendida!

Deja un comentario