—Algo así o una de esas cosas… ¿quistes? Además, ¿quién más tiene una hija tuya?
—Mitch…
—Mis papás me dijeron que no sabías, pero si yo lo sé, no creo que tú lo ignores ¿o sí? —inquirió viéndolo negar —¿Entonces no sabes que creyó que era estéril y que nunca supo que estaba embarazada hasta que despertó de la operación?
Roman lo escuchaba sin creerlo.
—Nunca quise escucharla —musitó comenzando a sentir culpa.
—Pues con ese genio de menopáusico que traes, es difícil hablar contigo. Apenas te dirige uno en la palabra y comienzas a soltar golpes… de palabras claro.
Roman recordó la visita de Miranda en el hotel meses atrás y saber que tuvo razones para dejarlo cuando se dió cuenta de que deseaba compartir su vida con ella, formar una familia y tener hijos… debió sentirse miserable.
Miranda lo dejó para que lograra con otra mujer su sueño de tener descendencia, aunque fuera con alguien más.
—Oh mi Dios —se dejó caer en el sillón nuevamente. Se pasó las manos por el rostro con estrés—. Mi pequeña gánster. ¿Qué voy a hacer?
—¿Y esos conejos de quién son? —inquirió sin atreverse a tocarlos.
—No conozco a nadie que use cosas tan feas más que Miranda —susurró viendo los conejos con colmillos—. ¿Cómo habrá llegado esto a mi habitación? —se preguntó imaginando toda clase de ideas.
—Entró en la casa sin que te dieras cuenta. ¿Revisaste las cámaras?
Roman recordó que las tenía.
—¿Será posible? Aunque ya ha demostrado que tiene habilidades delincuenciales.
—Si vas a verla tendrá que ser en televisión porque la vi salir en su auto.
—¿Cómo que no está? Es temprano.
Roman se levantó soltando las pantuflas.
—No, cuando yo llegué ella iba saliendo. Por cierto, creo que aún le gustas porque estaba rodeando tu hermoso auto, y por la forma en que pasó sus manos por toda la carrocería, creo que se estaba masturbando.
Roman arrugó el ceño. Esas palabras le dieron un mal presentimiento.
—¿La viste junto a mi carro?
—Sí y lo acariciaba con mucho amor, pero apenas me notó se fue de prisa.
Roman decidió salir.
—Tal vez me dejó un mensaje —dijo sin creérselo.
—¿Un mensaje?
Mitchell se llevó las manos a la rizada cabellera. Roman se quedó paralizado como estatua. La mandíbula estaba completamente caída. Mitch empezó a hacer el recorrido con la mano.
—Hermano, esta chica es fuerte. Le hizo un hoyo…
—¡Cállate Mitch!
El menor siguió observando y Roman se unió a él. Ambos inclinados ante el rayón llegaron al garabato y al final un mensaje que con solo imaginar el rechinido sobre el cristal les erizó la piel.
—¿Cómo pudo…?
—»Soy un puto hijo de mierda» —leyó Mitchell en voz alta—. ¡No lo puedo creer! —gritó asombrado y divertido.
Sus carcajadas hicieron que Roman soltara un puñetazo al espejo lateral.
—¡Miranda Cross, esto lo vas a pagar caro! —juró golpeando con los puños el techo.
—No sabía que te conocía tan bien —su hermano siguió riéndose, poniendo distancia entre ellos. Fue a tirarse al frente del auto—. Esa mujer está muy enojada contigo, Roman ¿qué carajos le hiciste aparte de robarle las pantuflas?
Roman supo que había entrado a la casa y que estuvo cuando habló con Amy.
Lo único que pudo pensar de su actuar, fue que aún le importaba.
—¿Tienes idea de cuánto te va a costar arreglarlo? —inquirió Mitch levantándose.
—Yo no voy a pagarlo —aseguró pensando en cómo le iba a cobrar.
—Oh hermano… —dijo viendo lo que había debajo de él.
De repente saltó hacia atrás causando que Roman fuera hacia él.
Roman miró el dibujo del enorme pene en el cofre.
—»Román lo tiene chiquito»
Mitchell se empezó a reír como loco cayendo al suelo mientras el gladiador levantaba los brazos como cuando estaba en el cuadrilátero y soltó un grito lleno de frustración.
—¡Mirandaaaaa!
Fue una grata sorpresa saber que ya no solo tenía una pequeña sección en el programa, sino que era conductora del mismo por dos horas.
Su rostro bello, sonriente, angelical se despedía de la audiencia mientras cargaba sobre sus piernas a la pequeña que por primera vez apreciaba con calma, sólo para descubrir en ella sus rasgos.
—¡Qué linda está la pequeña! ¿verdad? Se parece a ti, pero ella sí es bonita y ni que hablar de la mamá, está más bella que nunca. No sé por qué la dejaste luego de que supiste la verdad.
—Por imbécil.
Estaba tirado en el sillón mirando la televisión.
—Si yo lo sabía, tú también debías de saber.
—Nunca quise escuchar su explicación, estaba cegado por el rencor.
—¿Sabías que tu ex Miranda anda con su ex?
—¿De qué hablas?
—Valerie regresó con Gustav. ¡Apenas podía creer que el hijo del productor era de la doctora, el ex marido de Miranda!
Roman no podía creer todo lo que ignoró a causa de su egoísta decepción.
—Me voy a radicar a otra ciudad —dijo Miranda en televisión—. Mi casa está en venta, por cierto —agregó causando conmoción en Roman.
—¿No me digas que no has visto el letrero? —inquirió Mitch.
—No…
—Pensé que se quedaría a hacer tu vida imposible con cosas como lo del auto, pero parece que prefiere comportarse civilizadamente. No sea que una de estas noches entré a la casa y te lo arranque.
Roman entrecerró la mirada.
—No digas estupideces. Si se va ya no la veré —musitó.
—¿Y eso qué te importa? La dejaste sola con una bebé, nunca quisiste oírla, la insultaste, la despreciaste y ahora te vas a casar con alguien que no quieres. Que egoísta te has vuelto.
—No voy a seguir con Amy. Y si me porté así con Miranda fue porque ella me dejó.
—Claro, el síndrome del niño despreciado que sufrió mucho con unos padres que lo dejaron. ¿No crees que fue mejor así? Nuestros padres fueron unos irresponsables, pero llegamos con Lauren y Víctor que nos amaron sin ser de su sangre.
Roman cerró los ojos y se echó boca arriba, comprendiendo todo lo que ella hizo para que no sufriera, sin importarle su propio sacrificio.
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