43. LA CONCEPCION DE JAZ

—Cierto, te veo después.

A veces tenía la sensación de que alguien la observaba, pero sabía que era su imaginación o el deseo de tener más compañía que la de Jazmín con quien esa noche veía una revista.

—Mira mi amor —atrajo su atención —es papá. Repite: pa-pá — Jazmín sólo emitió un sonido de bebé —pa-pa —volvió a decir.

Miranda pudo ver por la ventana desde su cama, donde estaba recostada, una luz en la casa de al lado. Tomó a la pequeña en brazos, se paró frente a la ventana y sus ojos se fijaron en la recámara principal, ahí donde Roman y Amy pasarían sus noches uno en brazos del otro. Apretó los labios y los ojos se le humedecieron.

—Algún día querrá conocerte —suspiró con tristeza.

Era muy de mañana cuando abrió la puerta y entonces vio a Valerie frente a ella.

—Buenos días Miranda —saludó la doctora con una actitud insegura que la sorprendió.

—¿Qué quieres? — preguntó con rudeza.

—¿Puedo pasar?

—Según el plan en que vengas.

—Vengo en paz.

Miranda le ofreció una taza de café y se sentó frente a ella en el comedor para darle el desayuno a Jazmín que estaba en una silla alta.

Valerie iba a comenzar a hablar cuando el timbre sonó de nuevo.

—¡Vaya! ¡Parece que voy a estar muy solicitada este día!

Abrió la puerta y no pudo creer lo que veía.

—¡Vaya, vaya, qué sorpresa!

La nueva mujer de Roman estaba a un lado, una Barbie rubia, con cara de mojigata, la malvada pelinegra y hermosa madrastra de Blanca Nieves, que también saboreó los besos de Roman, la doctora y ella que era el punto medio: la castaña que le dió una hija.

Afortunadamente no era prejuiciosa ni tenía problemas de autoestima, solo pensaba que la situación era divertida. Aunque ellas tal vez no opinaban igual.

—¿Y que se les ofrece señoras?

—Yo soy señorita —dijo Amy.

—No hablaba de tu estado civil —musitó Miranda.

—¿Podríamos hablar a solas? —inquirió la rubia.

—Si se trata de asuntos relacionados con Roman, les anuncio que es un tema que está cancelado.

—Yo vine por Gustav —declaró Valerie.

—¿Gustav —repitió Amy —el ex marido de Miranda?

—Si, ¿lo conoces? —inquirió la castaña alimentando a su bebé.

—No. Pero sé que ustedes tenían una relación, que habían vuelto a estar juntos.

Miranda le acercó un plato a Jazmín y la pequeña empezó de inmediato a batir el contenido con sus manitas.

—Es mi productor de televisión.

—Son pareja, yo los llegué a ver.

—No te confundas, desde que me divorcié de él jamás volvimos a tener nada —respondió Miranda atendiendo a su bebé, sin verla.

—Pero por él fue que dejaste a Roman.

—No —le echó una rápida mirada —fue otra la causa verdadera.

—Fue porque Miranda creyó que era estéril —dijo Valerie sorprendiendo a Amy y le dió toda su atención —Miranda no pudo embarazarse estando casada con Gustav.

—Y Gustav ansiaba ser papá —agregó Miranda —por eso me engañó con ella quién era mi ginecóloga.

Amy la miró con sorpresa.

—Pero finalmente tuvo a la niña.

—El tiempo que estuve con Gustav, supongo que por el estrés de querer el embarazo no lo conseguí y tras el divorcio durante un tiempo seguí con el tratamiento, pero lo dejé cuando Isaac nació, no tenía caso seguirme engañando.

—Y fue cuando llegó Roman —susurró Amy.

—Si con su llegada sucedió, pero no lo supo hasta que el médico que le abrió el vientre vio que aquellos dolores no eran debido al tumor que le diagnosticaron.

—¿Tenías un tumor? —inquirió Amy.

—Era un quiste gigante —dijo Miranda ya sin darle importancia.

—Por ese quiste tu hija nació a los 6 meses y a ti casi te extirpan la matriz.

—Afortunadamente no.

Amy veía a una y otra hablar.

—Dios mío —musitó sabiendo que estaba ante dos mujeres de carácter.

—No te angusties —dijo Miranda —ya todo pasó.

—¿Roman lo sabe? ¿Hablaste con él de lo que te pasó?

Miranda se aclaró la garganta.

—No quiso escucharme —confesó —seguía enfadado luego se puso grosero y preferí venirme sin decirle nada.

—No sabe que tiene una hija.

—Creo que no y si se enteró y no vino es porque sigue tan furioso conmigo por lo que le hice que pasará mucho tiempo para que se tranquilice.

—Si te escuchara decir todo esto que acabo de oír…

—No será necesario.

—Miranda… Roman y yo vamos a casarnos, no quisiera que en el futuro ocurran malos entendidos.

—No temas —le sonrió —, ya mi cuñado puso en venta la casa y sé que no tardaré en salir de aquí.

—¿Te vas a mudar? —preguntó Valerie con un brillo en los ojos.

—Me voy a Canadá con mis papás.

—¿Entonces te alejarás de Gustav y de Isaac?

—Alégrate, se quedarán solos para ti —sonrió alegremente. En el fondo envidiaba a ambas.

Poco a poco fue recogiendo sus cosas en cajas y otras las regaló entre los vecinos quienes al verlo tan dadivosa se quedaron boquiabiertos. No podían creer que la vecina que alguna vez fue tan odiosa ahora los abandonara, justo cuando se había transformado por completo.

—Disculpen que haya sido tan malhumorada, estaba muy amargado —les dijo a más de uno, especialmente a la vecina que la ayudó cuando Jazmín iban a nacer.

—Gracias Miranda —dijo conmovida.

—Tengo más cosas por si quiere ir a ver.

—Te vas ahora que comenzaba lo mejor.

—No se preocupe, pronto tendrá nuevos vecinos ya ve que el luchador se casa y luego tendrá un montón de chiquillos escandalosos.

—Yo no sé por qué terminaron, se veían tan felices juntos. Ahora ese pobre hombre parece que lo atropelló un camión —comentó haciéndola reír —viene una o dos veces por semana, a veces muy tarde y se quedó toda la noche, pero no enciende ni una luz, no se ve nada bien —dijo sorprendiéndola.

—¿Roman ha venido?

—Sí, desde hace dos o tres semanas.

—Estará arreglando los últimos detalles de la casa antes del matrimonio.

—Pues por lo que sea, pero a mí se me hace que no se olvida de ti porque siempre que llega, camina para tu casa, pero no se atreve a llegar.

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