—Omar, un tonto emoji no es la respuesta que buscaba a mi foto —me dijo Kevin en cuanto ingresó a la habitación del hotel Mónica, donde lo esperaba.

Durante los meses que llevábamos saliendo, solíamos encontrarnos en aquel lugar para no levantar sospechas, después de todo, uno de mis sitios favoritos era el restaurante Il Girasole, ubicado en la punta; Kevin quedó fascinado la primera vez que lo visitamos juntos, es que esa mágica visión de 360° era fantástica.

Había pasado un rato, leyendo El libro del crimen, solo una trama de misterio, detectives y asesinatos podía evitarme pensar en el encuentro venidero; pese a vernos con cierta frecuencia en ese lugar, aún me sentía nervioso. Cerré la novela y le devolví una sonrisa desde el sillón junto a la chimenea.

—Sí, claro, ríete ahora, a ver si lo haces dentro de un rato —dicho eso, acabó de entrar.

En el momento que se sacó el abrigo para colgarlo del perchero, se me escapó una estruendosa risa pues traía el mismo uniforme de enfermero que portaba en la fotografía y a paso presuroso, pero con rostro de póker, llegó conmigo. Tragué con dificultad y quedé mudo.

Estaba muy cerca, pero no me tocó y cuando yo lo intenté, palmeó mi mano cual niño chiquito, el gris de sus ojos asemejaba a un profundo pozo que amenazaba con tragarme. Entonces noté el botiquín que traía.

—¿Qué piensas hacer con eso? —indagué un poco nervioso, de hecho sentí mi voz temblorosa, su rostro continuó imperturbable y solo se limitó a posar el pequeño bolso en la mesilla junto al sillón, donde previamente ubiqué la novela.

Apoyó las manos en los reposabrazos, dejándome atrapado, solo su ardiente mirada gritaba el deseo y anhelo que su inexpresivo rostro camuflaba a la perfección.

—¿Responderás mi pregunta? Dime, ¿listo para tu intramuscular? —Ignoró lo que dije para averiguar con esa voz grave y seductora, la respuesta omitida en mi oficina, cuando fui interrumpido por Oli.

Tragué saliva y repentinamente deseé alejarme de esa chimenea, me sentí invadido por una abrasadora sensación que inició en mi rostro para luego extenderse por todo el cuerpo, abrí la boca un poco, me costaba respirar, empezó a volverse difícil ante el errático latido, martilleando dentro de mi pecho. Eso pareció complacerlo porque pude notar una diminuta sonrisa asomarse.

—¿Significa acaso un sí? —Volvió a indagar, esta vez, una sonrisa ladeada expuso un colmillo; luego se acercó más, el excitante y varonil aroma de su perfume me embriagó, esa fragancia amaderada con notas de menta y cítricos bastaba para disparar todos mis sentidos— Omar, ni siquiera te he tocado y todo un circo podría funcionar bajo esa carpa.

Un ardor se extendió desde el rostro hasta las orejas y apenas le contesté titubeante:

—E-es tu cu-culpa, Kevin.

Siguió en lo mismo, su sola mirada era intimidante, acercó el rostro al mío lo suficiente para percibir el calor de su respiración sobre mi piel, ese nimio contacto me provocó un leve escalofrío. En un acto de valentía me atreví a besarlo, aunque intentó apartarse para continuar su juego, lo obligué a sentarse a horcajadas sobre mi regazo. Si ya el calor era increíble, llenarme con el suyo, sin duda, estaba a punto de quemarme.

—Si que me extrañaste, Omy —expresó en un susurro quedo y con fuerza le mordí el labio inferior por el terrible apodo.

—No me llames así —sentencié con seriedad, pero lejos de intimidarse o al menos acceder, sonrió burlesco y añadí—: Hablo en serio, Kevin.

—¡Uyy!, ¿qué harás al respecto, Omy?

Volví a besarlo y con premura comencé a remover la filipina de su uniforme, sentí un nimio vacío cuando se apartó por un segundo mientras acababa de sacarle la prenda sobre su cabeza. El calor regresó con mayor intensidad en el momento en que su boca y la mía volvieron a buscarse. Disfrutaba sentir el fuego emanar de su desnudez, la tersidad y rigidez de esos provocativos músculos que me llamaban a morder.

Las inquietas manos de Kevin liberaron cada botón de mi camisa y con pericia se desplazaron por cada parte de mi torso, le gustaba hacer círculos y enrollar los vellos de mis pectorales entre sus dedos.

Aquella no fue la primera vez que estuvimos juntos, pero cómo sea, me sentía nervioso, igual que si lo fuese. Tampoco éramos un par de conejos que se apareaban a diestra siniestra y quizás por eso solía sentirme de tal manera.

—Me encantas, Omar —susurró contra mis labios y después llevó su boca hasta mis pezones.

Él era chispa y extintor; encendía todo dentro de mí con una simple mirada, luego cada embestida o el vaivén de sus caderas aplacaba las flamas y me llevaba a otra dimensión.

De manera vehemente y sin cuidado, liberó mi pene de la opresión del pantalón y enseguida me produjo una descarga eléctrica con una salvaje felación que a nada estuvo de mandarme a volar, todo mi cuerpo se retorció entre involuntarios espasmos ante su experto trabajo.

En algún punto, mientras mi mirada perdida se encontraba flotando por las estrellas, me colocó un preservativo; solo recuperé la consciencia cuando la estrechez y el hervor de su cuerpo comenzaron a engullirme.

—Kevin…

—Shh, shh, déjame a mí.

El vaivén de su cuerpo inició despacio y poco a poco incrementó, no obstante, la intensidad adquirida en cuestión de minutos estuvo a punto de hacerme acabar. Mordí su cuello y trapecio, eso bastó para provocarle una jadeante risa baja y forzarlo a disminuir la velocidad de sus movimientos.

—Perdón —habló en un tono bastante juguetón a la vez que hacía suaves círculos con sus caderas que me obligaron a voltear los ojos más de una vez—, me gusta sentirte dentro de mí.

—También a mí, pero ¿quieres matarme tan pronto?

—Aún sigues sin responder mi pregunta.

Sonreí. Volvimos a besarnos y él a moverse de esa desquiciada manera, su cuerpo me consumía, lo sentí absorberme. Envolví con una mano la cálida dureza de su pene para acariciarlo, usando la misma intensidad que él empleaba sobre mí, sus gemidos se descontrolaron y escucharlo resultaba todavía más excitante; no estaba muy seguro de cuánto podría aguantar a ese desenfrenado ritmo.

—¡Ay, Omar…!

—Kev… —Cada jadeo salía más débil, la exquisita sensación que su cuerpo me producía resultaba inefable, pero equivalía a flotar más y más y más alto—. No puedo más.

—Entonces, no te resistas…

Una ola de placer nació en mi vientre y se apoderó de todo el cuerpo. Su pregunta volvió a resonar con fuerza dentro de mí.

No estuve seguro si se notó el leve asentimiento de mi cabeza, pero dejé de luchar por aguantar y solo permití que aquella sensación me llevara más allá de las estrellas. La estrechez de su cuerpo ganó, el desenfreno de sus movimientos ni se diga, sentí el orgasmo extenderse por cada nervio, entumeció mis músculos por lacónicos segundos. Él sonrió al percibir el palpitar de mi miembro vaciarse en su interior.

—Sí… —Fue mi nimia respuesta, envuelta en jadeos asíncronos; la pícara sonrisa que me devolvió antes de besarme, con el mismo fuego con que sus caderas me habían poseído, hablaba de sus ansías por escucharla.

Kevin se puso en pie, presuroso, yo estaba debilitado por el orgasmo, respirando a destiempo, a duras penas conseguí remover el preservativo. Sin embargo, su erección a la altura de mi cara lucía provocativa, me sentí como Eva en el paraíso a punto de probar la fruta prohibida. Él estaba por colocarse un nuevo condón, en lugar de eso, notó mi anhelante mirada y decidió acariciarme la barba con una mano, de camino a ceñirla entre mis cabellos.

—Hazlo, Omar —exigió con voz ahogada. Si yo me sentía como Eva en tal momento, él sin duda era la serpiente que me invitaba a pecar y su jadeante tono sonaba demandante, una orden en extremo excitante que estaba dispuesto a cumplir.

Su mano la sentí aferrarse con fuerza a la raíz y un jadeo se me escapó ante ese leve dolor que, lejos de incomodarme, fue una feroz invitación, misma que acepté nervioso, pero con el deseo palpitando dentro de mí.

Con cuidado, mis labios se apropiaron del glande, oírlo jadear conforme introducía su pene en mi boca, equivalía a una fanfarria que me motivaba a seguir, el cosquilleo que sentía al interior era curioso, pero agradable, solo superado por los gemidos que brotaban de él y exigían más placer.

Había sentido a Kevin en mi boca antes y fue allá, el último día que pasamos en San Sebastián; no obstante, aquella no se comparaba a esa. El orgasmo previo hizo estragos conmigo y solo deseaba retribuirle con la misma intensidad, pero jamás habría imaginado que sería capaz de provocarle tal sensación como en ese momento. El nervio y la pena se fueron de sabático, mi lengua jugaba a voluntad con la dureza de su miembro, marcaba caminos traslúcidos desde la base a la punta y luego de varias lamidas al glande, volví a engullir con pericia y desenfreno.

Incrementé la intensidad, no supe ni cómo, pero me sentí poderoso al ver sus ojos blanquearse y el rostro enrojecido. Lo extraje una vez más y sus gemidos ahogados de pronto ganaron volumen cuando mi mano le masturbaba con vehemencia y mi boca se apoderaba de sus testículos.

—¡Maldición, Omar! —le escuché en medio de fuertes jadeos.

Sus manos se enredaron entre mis cabellos, ambas, aferradas con mucha fuerza; quizás intentó detenerme o tal vez guiar en el momento que su miembro volvió a colarse entre mis labios. Sin embargo, no presté atención, seguí adelante, era como si mi cavidad bucal hubiese sido diseñada para recibir la longitud de su pene y deseaba demostrárselo a toda costa mientras lo llenaba con ese mismo placer que él me produjo a mí, sus fuertes gemidos me motivaron a continuar con mayor fiereza. El fuerte sabor de sus fluidos comenzó a derramarse e incluso así, no paré de succionar y masturbarlo hasta extraer la última gota.

El orgasmo estremeció su cuerpo, Kevin casi se desplomó sobre mi cabeza luego de acabar, de hecho, tembló cuando mi boca liberó su pene. Su desenfadada respiración, aunada a la debilidad de sus piernas, me obligaron a reír bajo mientras le ayudaba a acomodarse, pero lo hizo a horcajadas sobre mi regazo una vez más. Mi pene cobró vida propia y se estrelló con fuerza contra sus glúteos.

—Omar, estás insaciable —me dijo con una débil sonrisa entre jadeos.

—Lo siento…

Experimentar un oral de ese nivel con él, me había excitado en una manera muy distinta a cualquiera de las anteriores, sentía el corazón bombear a un ritmo errático.

Su boca se apropió de la mía, compartimos un lánguido y profundo beso, pese a que nos faltaba el aliento, sentí algo de miedo cuando volvió a introducirme en su interior, por más que negué con la cabeza en silencio, no quería abusar o lastimarte, pero él ni se inmutó; esa vez, la excitación nos ganó, tampoco hubo tiempo de pensar en preservativos, mi corazón se hallaba a punto de estallar y aunque él también estaba al borde del colapso, nos giré de posición, aprisionándolo a él entre el sillón y mi cuerpo, sus inertes piernas reposaban sobre mis hombros a la vez que aferraba mis manos a su cintura.

—Sé rudo, Omar —exigió casi como una súplica, pero yo no me sentí del todo seguro.

—Kev…

—¡Hazlo, maldición!

Acaté su nueva orden igual que el más obediente de los sumisos.

—¡Sí, Omar, hazme tuyo…!

Cada embestida resultaba más intensa que la anterior; entrar y salir de su cuerpo, de esa descontrolada manera, sus gemidos, gruñidos… todo sonido que brotaba desde lo más profundo de su garganta me provocaba una nueva descarga eléctrica en el vientre y me tocó sellar su boca con la mía cuando se tornaron gritos suplicantes de más. Mis dientes se hincaron en su hombro izquierdo en el justo momento en que comencé a vaciarme dentro de él mientras nuestros cuerpos estallaban a la par por segunda vez.  

♡⁀➷♡⁀➷♡⁀➷♡⁀➷♡

—Eso fue injusto —me dijo Kevin, haciendo puchero igual que niño chiquito y sonreí. Permanecíamos desnudos, frente a frente en la cama luego de bañarnos—. Una doble injusticia, además, tampoco era tu boca exactamente lo que quería.

—Demándame.

—Pierdo el caso ante uno de los mejores abogados de la ciudad. Además, ¿cómo me quejo de una mamada de otro planeta?

Sus palabras me hicieron reír, sin embargo, sentí un terrible ardor en el rostro.

—No digas eso —le pedí apenado y lo vi sonreír burlesco.

—¿Seguro que no lo habías hecho antes?

—Segurísimo —afirmé sonrojado e intentando ocultar mi rostro con un brazo, su risa burlona creció.

Sí, el sexo con él se sentía genial, como nunca, porque podía ser yo mismo y no quien se supone que debía ser; no obstante, eran los momentos posteriores los que más disfrutaba porque bromeábamos, reíamos y hablábamos tonterías, apartados del mundo real.

Aquella habitación era una representación del gigantesco armario del cual no me atrevía a salir, pero en su compañía, se hacía más divertida y llevadera la espera de ese momento en el cual, finalmente, pudiera atravesar las puertas.

Me gustaba escucharlo hablar y contar anécdotas alocadas de su día en el hospital, como aquella acerca de un sujeto que llegó con un florero atorado en el recto y cuando consiguieron «extirparlo», el hombre preguntó por esa cosa antes de marcharse.

—¿Sabes qué fue lo peor? —preguntó risueño y lo contemplé atento con el mismo gesto— ¡Regresó hoy, Omar, exactamente una semana después de su alta, con otro florero en el culo!

Sin duda, me provocó una enorme carcajada. Era divertido pasar el rato con él, quizás mi parte favorita luego de un largo día de trabajo.

También contaba cosas sobre la universidad y su jocoso mejor amigo quien parecía ser demasiado importante en su vida.

—Hablas mucho de Ricky —le dije en un momento y él me observó extrañado.

—¿Celoso, Potter?

Negué en silencio con una sonrisa porque para nada, en realidad me gustaba escucharlo. Quería conocer todo de él.

—Creo que es linda la relación que tienen. —Él sonrió y yo proseguí—. Solo me preguntaba, ¿qué hay de tu familia? O bueno, como dijiste, las personas que se encargaron de ti, jamás los mencionas.

El chico guardó silencio por largo rato con la mirada perdida, después se sentó para observarme completamente inexpresivo, parecía meditar qué decir o hacer. De la gracia y jolgorio previo no quedó ni rastro; en cuestión de segundos, todo se tornó mutismo, realmente parecía no agradarle el tema.

—Kevin, yo… —intenté decir algo, él me interrumpió con un beso y trató de subir a horcajadas sobre mí, pero lo detuve—. Espera, Kevin, para. Por favor —le exigí en un tono condescendiente.

Lo vi liberar un lánguido suspiro y luego intentar erguirse.

—Kevin, espera. —Sostuve su muñeca para impedirle marcharse y su inexpresivo rostro volvió a clavarse en mí—. ¿Por qué lo haces? ¿Crees que no lo he notado? Siempre que algo te resulta incómodo o quieres evadirlo, tratas de resolverlo con sexo…

—Lo siento…

—No, yo lamento mover alguna fibra sensible. —Me apresuré a interrumpirlo, quería dejarle claro que podía confiar en mí, no buscaba lastimarlo, quería conocerlo y que fuese capaz de abrirse para mí, no solo en el plano sexual—. Kevin, yo no te forzaré a hablar si no quieres hacerlo, pero tampoco intentes evadirme de esa manera, no soy idiota.

El silencio volvió a sembrarse, él se giró en cuanto liberé su muñeca y solo esperaba escucharle, al menos, una excusa antes de marcharse.

—Omar, no suelo hablar de esto, pero haré una mínima excepción por hoy. —Tomó una profunda bocanada de aire y luego de un larguísimo suspiro continuó de espaldas a mí—: no tengo una familia. El dieciséis de septiembre no es mi cumpleaños, sino de Ricky, él decidió compartirlo conmigo desde que nos conocimos y supo mi historia, no hablaré de ella ahora… —Su tono tembló, incluso sus ojos lo hicieron, pude notarlo cuando apenas giró un poco el rostro para mirarme—. Te-te pido que no-no inten, intentes indagar, ¿puedes?

No dije nada, pero el golpe que sentí dentro de mí me obligó a incorporarme y halarlo con fuerza para envolverlo en un abrazo al cual respondió enseguida; se veía muy afectado por lo que quiera que fuese.

A pesar de no emitir ni un sonido, noté las lágrimas de Kevin empaparme el hombro y lo único que sentí en ese momento fue el irrefrenable deseo de protegerlo; aunque ni siquiera sabía de qué.

♡⁀➷♡⁀➷♡⁀➷♡⁀➷♡

El tiempo siguió su curso y conforme pasaba, me sentía más ligado a Kevin, a pesar de eso, no me atreví a indagar nuevamente después de lo que me dijo en el hotel aquel día, pensé que sería mejor darle el tiempo necesario para atreverse a contarme. Por otro lado, empezaba a estar más cómodo con ese yo real y tenía la esperanza de que pronto pudiese dar la cara sin tapujos, aunque por lo pronto, intentar salir del gigantesco armario era un reto que no me atrevía a tomar.

Con la llegada próxima de las vacaciones de invierno, se me ocurrió invitarlo al viaje familiar que haríamos a España para encontrarnos con mi nenita y él me contempló extrañado, de hecho, su rostro se contorsionó de tal manera que parecía mirarme como si me hubiese crecido una segunda cabeza.

—Omar, ¿si escuchaste lo que me pediste?

—¿Te parece mala idea?

—Bueno, pasarán las fiestas en familia, ellos no saben que eres homosexual, mucho menos que sales conmigo. ¿Qué quieres? ¿Aventarles la verdad en la cara y luego huir tomados de la mano por las calles de Madrid…?

—Barcelona… —corregí y él realizó ademanes con sus manos para restarle importancia y continuar:

—¡Lo que sea! La cosa es, ir como duendes de la felicidad mientras cantamos La vie in rose. ¿Eso es lo que quieres?

Fue imposible no reír ante el tono irónico que empleó y toda la tontería que dijo. Tomé su mano sobre la mesa, cenábamos en Il Girasole aquella noche y él no dejaba de mirarme con una silenciosa negación.

—Omar, no me mal entiendas —expresó en un tono más condescendiente—, me gustas y mucho, la verdad, pero creo que antes de realizar una locura como esa, debes ser capaz de enfrentar tus miedos, aceptar quién eres realmente y mostrarte ante tu familia. No puedes escudarte en mi presencia para hacerlo.

—Lo sé.

—Si haces las cosas así, lograrás justo lo que no deseas que pase, alejar a tu familia. Piensa: voy contigo, ¿qué les dirás? ¿Qué soy tu asistente? ¿Y luego soltarles la verdad sin anestesia cuando estemos allá?

Un lánguido suspiro emergió desde lo más profundo de mi garganta porque él tenía razón, no era la forma correcta de tratar el tema. No obstante, lo veía frente a mí y un sentimiento de vacío se formó en mi interior con solo pensar en tener que alejarnos.

Tal vez interpretó mi pesar o pudo notarlo en mis ojos, lo que haya sido, llevó a Kevin a cambiar la posición de nuestras manos para apretar con fuerza la mía.

—Voy a extrañarte.

—Yo, mucho más a ti, Kevin.

Cuando llegó la noche en que debía partir, reía mientras cargaba a mi nieta, nos sacábamos fotos familiares a la espera del vuelo, conocí a mi nueva nuera en cuanto Mike apareció con su novia, una chica bastante dulce y quizás ella sí resultaría la indicada, al menos quería pensarlo ya que la invitó al viaje.

A pesar de todo el jolgorio, habría deseado siquiera despedirme de él en ese aeropuerto, pero tampoco fue posible, mi miedo a ser descubiertos lo impedía. Tocó conformarme con abrazar el recuerdo de sus profundos besos y la esencia que su piel dejó en mi cuerpo, la mañana anterior, hasta mi regreso.

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