Surcando el Gran Canal, finalmente el carro naval alegórico por peces gondoleros tirado a Venecia llegó disfrazado. En cuanto aterrizó, me puse el antifaz, el traje rombado, calcé las aletas volantes y me mezclé con la multitud. Estaba sobrevolando el Campanario para captar lo extraordinario de esta juerga con mi disfraz fotográfico. Tras haber captado la esencia carnavaleska que tanto me alimenta y me rejuvenece, busqué un sitio para abrir la puerta interdimensional. Entonces clavé la espada transmisora en el Puente Rialto en un rinconcito, introduje las coordinadas GPS cuando de golpe mi puntiagudo gorro sensorial estalló. Algo, o alguien, le había quemado los fusibles. Tendría que ser algo muy fuerte pues esta brújula sólo absorbe pachangas … había acusado la presencia de una máscara distinta de las demás que tenía que conocer antes de volver…. era una guapísima chica que llevaba una careta apalomada con un gran tatuaje cadavérico en su cuerpo. Pero lo más raro era que cuanto más me le acercaba más su apariencia cambiaba… ahora se parecía a una esfinge, por casualidad ¿llevaría una máscara holográfica como yo?… Recordaba aquel refrán:”Si a tu semejante en Venecia encuentras la muerte te espera”. La sambista paloma roja me seducía, ¿por qué sería?, la perseguía incansablemente, abriendo paso por la mar de gente enmascarada, ¿dónde estaría?, entonces gracias a mis poderes telepáticos la descubrí… estaba en el Puente de los Suspiros suspirando… volé hacia ella, acto seguido estaba besándola y pude darme cuenta de que su cuerpo no era virtual sino hueco, ceniciento, pálido, hecho de piedra, sus labios tenían un sabor metálico, quemado y áspero que me absorbían el subidón carnavalesko. Le quité la máscara…. Mientras tanto el tatuaje había cobrado vida: el dibujo espectral asumía una figura craneal que proyectaba un mensaje tridimensional …
“Una adivinanza te voy a poner
Todo tendrás que acertar
Tu alegría no quieres perder
Este espíritu quieres ahuyentar…”
Ya lo sé. Era Colombina Cuaresmal que quiere sepultar el Carnaval anticipadamente. Era aquel mito urbano que había escuchado sendas veces: “El martes de Carnaval Colombina elige un bromista y le hace preguntas que sólo un artista puede contestar correctamente pues si no jamás volverá a disfrutar de esta fiesta.”
-¿¡No has descubierto quién soy!? ¡Nada me podrás hacer hoy! A ti no tengo que contestar, tú eso sí tienes que respetar. Me llamo Arlequín Carnavalín, Antes me llamaban Saturnalia, ahora me llaman también Carnaval. Soy la personificación carnavaleska que todo el universo imita…
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