PRINCESA CON CICATRIZ UN NUEVO COMIENZO-QUIERO VER A MI PAPÁ

Esa tarde, en la playa, sentada con la compañía de Jonathan y esa refrescante agua de coco, que me había tomado hasta no quedar nada, insistí en que me quería comer la masa, y Jonathan fue detrás del coquero que aún estaba cerca, para partir el coco por la mitad, y así cumplir mis deseos, el coco estaba tierno, como me gustaba

Después de un rato de estar echada en la arena con mis pies metido en ella, decidí que era momento de hacer algunas fotografías, pero estaba buscando algo entretenido que llamara mi atención, pues lo que mis ojos alcanzaban a ver, era más de lo común, niños jugando en la arena, el chapoteo de los turistas en la playa, animé a Jonathan para que siguiéramos caminando y él me siguió el paso, lo más entretenido y diferente que encontramos en el camino, fue un partido de futbol en la arena, que habían improvisado al parecer unos conocidos de Jonathan que al vernos pasar, lo invitaron a jugar porque les faltaba un jugador.

Esa es la ventaja de vivir en un pueblo pequeño, que todos se conocen, a mí me reconocieron enseguida también, me saludaron como la hija de la modelo famosa, o la chica del video en la tienda, puff, ya tenía un apodo.

Jonathan se prendió enseguida al juego y yo con mi cámara le seguí la jugada, desde ese día, me propuse a capturar cada detalle de los momentos que pasaba en Santo Andrés, se me había olvidado que mi cámara tenía el poder de animarme y de cambiar los instantes tristes por los alegres. 

Cuando estuve en Leblon, ella fue mi mayor aliada, además, ese era el único regalo que conservaba de mi amigo, el Japonés, cuando me la regaló antes de volver a su país, dijo que vio en mis ojos el alma de una artista, aunque después de eso, esperé un año para usarla y descubrir que me gustaba la fotografía.

El treinta de diciembre, en casa, estábamos alistándonos para la fiesta de despedida del año, al día siguiente, pues teníamos pensado hacerla un poco más copiosa que la del 24, pues el abuelo había invitado a sus empleados de la finca, que en total eran diez, con sus respectivas familias, y Jonathan oficialmente había sido invitado con su banda para armonizar la fiesta.

Esa vez sí, la abuela decidió que no estaría a cargo de la cocina, ni la nana, ni Adelaida, ya era demasiado, por eso decidieron contratar los servicios del mejor restaurante de la ciudad, quienes al enterarse de que el pedido lo había hecho mi madre, según escuché, suspendieron cualquier actividad de ese día, porque sabían que al tratarse de Fabiola Ferreira, tendrían una mención segura en los medios de comunicación.

Yo seguía insistente con la idea en la cabeza de ir en busca de mi padre, y estaba esperando el momento oportuno para decirle a mi mamá, quería hacerlo antes de que se terminara el año, y sabía que tenía que apurarme.

  El día anterior había sido el evento en donde João había presentado las fotografías de animales exóticos que nunca mis ojos habían visto, mi madre no se despegaba de él, después de haber escuchado la historia de amor de ambos, entendí que tenían mucho para recuperar y mami aún no me había manifestado cuando volveríamos a Leblon, por mi parte no había apuros, pues, las clases no empezarían hasta finales del mes de enero, y ella estaba manejando lo de su trabajo muy bien a la distancia.

Ese treinta de diciembre, fue el día que yo me animé a enfrentar a mi madre para que me dejara volver a ver a mi papá, era media tarde, ella y la abuela acababan de llegar de recorrer el centro de la ciudad, yo le había comentado esa mañana a Jonathan que lo haría y me dijo que lo mantuviera al tanto por si necesitaba algo.

Al ver llegar a mi madre me fui tras ella, la abuela y ella ya habían hecho costumbre reunirse en la cocina todas las tardes a tomar café, era su momento de charla, de ponerse al día con aquellas cosas que les habían quedado pendiente, la abuela ya sabía que ella y João estaban saliendo de nuevo y que tenían planes más concretos, mi lolita festejó esa decisión, pues João era el preferido de la abuela, ella siempre lo quiso para su hija, por ser de buena familia, además, los dos eran jóvenes y se amaban, hasta que los intereses de ambos se interpusieron en el medio, y cuando quisieron volver, mi padre ya estaba involucrado como dijo mi abuela al comentar del hecho.

—Que bien hija, estoy feliz por ustedes, yo tenía la esperanza de verlos juntos otra vez —expresó la abuela esa tarde sentada en una banqueta en la cocina con una taza de café en manos.

Cuando me alcanzaron a ver, me pidieron acercarme, yo estaba tímida, buscando el valor para arrancar con mi petición ante mi madre, pero sabía que si me ponía a pensarlo mucho, iba a seguir posponiéndolo Me senté frente a ellas dos, la abuela me sirvió una taza de té con leche, pues a mí no me gustaba el café, sentía que me alteraba mucho al tomarlo, además, por prescripciones médicas, me habían prohibido tomar café mientras consumía los ansiolíticos esos que me tomaba todas las noches.

Después de un sorbo, miré a mi madre que me sonreía, y su rostro parecía volar por las nubes, parecía una adolescente enamorada, ay, ay, pensé, si le salgo con esa petición de ver a mi padre, cargaré con la culpa de haber apagado su sonrisa, pero, ya no había vuelta atrás, ella me miró y dijo —Fiore, me parece que quieres decirme algo, te noto inquieta Uy, esa era la pata que yo buscaba para entrar con la conversación.

—Mamá–le dije–sí, en verdad quiero algo, necesito ver a mi padre–le dije sin vacilar Como en efecto dominó, su sonrisa decayó, abrió sus ojos bien grandes, arrugó sus cejas, la taza en donde ella acababa de tomar el café, corrió con la dicha de estar sobre la mesa, porque si no, seguro hubiera ido a parar al piso, mi abuela se dio vuelta al oír eso, ella estaba preparando algo en la estufa, yo sostuve mi tazón con las dos manos, y empecé a mover las piernas de los nervios, pero ya que había iniciado, no me iba a echar para atrás, pasaron como cinco segundos de mi propuesta, y seguía habiendo un silencio cortante, la abuela se quedó parada al lado de mi madre, apoyó sus manos en la isla que había en medio de la cocina

—Espera Fiorella, que no escuché bien, que quieres que–dijo mi madre inclinando un poco su cabeza a mí, poniendo fin al silencio —mamá, escuchaste bien, quiero ver a mi papá

—no, no, —dijo mi madre, levantándose del taburete y caminó en círculo por la cocina, la abuela la detuvo y le pidió que se calmase y que escuchara lo que yo tenía para decir, ella se mostró renuente al principio, después volvió a sentarse, colocó el codo y casi la mitad de su cuerpo sobre la mesa que nos dividía a las dos

—Bueno, mamá relájate —empecé por decirle

–ya sé que no estaba en tus planes, y que lo que menos esperabas era que yo te pidiera esto, pero, me puse a pensar, que si mi padre, —José – me reiteró ella bruscamente, su cara revelaba seriedad, no había un indicio de sonrisa en sus labios

—Está bien José —le dije y continué hablando

— si él vino hasta acá, creo que era porque tenía algo para decir–le recalqué

Mi mamá se volvió a poner en pie, la incomodidad que le generaba esa conversación era muy evidente, me dio la espalda, necesitaba respirar profundo para no gritarme, ya la conocía bien, hablar de mi padre, era algo que todavía no estaba pudiendo manejar, mi abuela aún permanecía con nosotras, pero hasta ese momento no quiso meterse en la conversación, pero estaba atenta, ella se mantuvo como intercesora entre mi madre y yo, si no hubiera sido por la intervención de la abuela, no hubiera podido ni decirle ni una sola palabra a mi mamá.

Mami se dio la vuelta otra vez hacia mí, yo mantenía los brazos cruzados sentada sobre el taburete, yo estaba más calmada que mi madre, no tenía el interés de que las cosas se salieran de control, pero no podía manejar el estado de ánimo de mi madre

—A ver Fiorella ¿qué es lo que pretendes? Que yo te deje ver ese hombre–preguntó Yo moví mi cabeza de arriba abajo respondiendo afirmativamente

—pero, es que no se lo merece, ahora por qué cambiaste de opinión, no entiendo–emitió ella confundida

—Mamá, no es que quiera irme a vivir con mi padre, es que siento que se acercó hasta acá por algo, y me gustaría saber–le dije, sin revelarle el sueño que había tenido con mi padre –por qué querrá algo contigo, después de que no te buscó durante dieciséis años, seguramente, lo está matando el remordimiento–me reclamó ella gesticulando las manos para todos lados

—Acaso se te olvidó como te pusiste cuando lo viste, crees que me voy a arriesgar a eso otra vez, olvídalo, ese tema se termina acá mismo–agregó frente a mí Yo me quedé sentada observando su accionar, mi abuela la tomó de la mano

—A ver Fabiola, siéntate y hablemos, no puedes tampoco cerrarte de esa manera, él ya sabe de la presencia de su hija, Fiorella por alguna razón quiere verlo, creo que podrías permitir esa posibilidad

– se interpuso la abuela intentando hacerla entrar en razón Mami giró la cabeza hasta donde la abuela, mi madre juntó sus dos manos, y se puso a la defensiva con la abuela

—no mamá, pero pensé que te ibas a poner de mi lado

—Hija, aquí no se trata de que lado, estoy, tiene que ver con tu hija, José no es santo de mi devoción, pero es el padre de tu hija, yo, por la felicidad de Fiorella, haría lo que fuera, si eso la hará estar más tranquila, creo que deberías pensarlo –añadió la abuela, y yo las escuchaba, mientras intentaba conservar la calma

—y tú crees que eso la haría feliz ¬–gritó mi mamá, yo miré a todos lados porque con ese grito que ella pegó, estaba seguro de que alertaría a alguien más en la casa, pero nadie se acercó

—Ay Fabiola, por favor, puedes bajar la voz, somos solo nosotras tres, podemos resolverlo–le dijo la abuela, porque mami seguía muy alterada

—No mamá, yo ya dije que no, además, Fiorella sabe que hay una razón mayor por la que yo no la quiero exponer más a esta situación La miré con cara de asombro, puesto que yo desconocía totalmente a que ella se estaba refiriendo

—cuenta mamá, ¿de qué razones estás hablando?–le pregunté descruzando los brazos

—no, por favor Fiorella, no creo que este sea el momento para tratar ese tema, —agregó ella alistándose para irse del lugar, como tenía por costumbre cuando un tema no le gustaba, ella lo cerraba sin darme la posibilidad de discutirlo. 

Yo no podía negar que algunas cosas habían cambiado en ella, era más atenta conmigo, tenía más tiempo para mí, pero con los asuntos de mi padre, todavía no había una mejoría, y yo no estaba dispuesta a ceder, porque la carga que sentía por dentro, era más fuerte

—Basta mamá, no hagas esto, no te vayas, todavía no he terminado, quiero que me digas cuál es esa razón por la que no me dejas ver a mi papá, ella tocó el hombro de la abuela, y se sentó,

—Mamá–le dijo

–Sabes cuál fue la razón verdadera por la que nosotras nos volvimos acá sin avisarles nada a ustedes .

La abuela la miraba confundida, le habíamos dicho que los entrañábamos, y que ese fue un motivo suficiente para viajar sin ningún plan, pero con aquella revelación, mi madre estaba a punto de empeorarlo

—Pues supongo porque querían estar con nosotros, después de tantos años sin vernos–añadió la abuela

—pues sí, pero todo sucedió a raíz de un acontecimiento que vivimos con Fiorella, pues ella, lamentablemente, intentó sacarse la vida–dijo mi madre. 

—! Como que intentó sacarse la vida!–inquirió la abuela con una cara de preocupación

—si abuela, eso mismo, por tal razón, tomo pastillas para dormir, por eso mis ojeras son tan pronunciadas, pero, no entiendo que tiene que ver una cosa con la otra, sucedió a partir de una situación distinta, pero no tengo ganas de contarte ahora–le dije en tono elevado, la abuela me miraba con los ojos bien abiertos, se puso la mano en el pecho, pensé que le iba a dar un infarto, así que decidí acabar con ese asunto, me levanté y me fui, a pesar de la insistencia de mi madre y la abuela para que me quedara, yo pensé que mi madre confiaba en mí, pensé que estaba segura de mi fortaleza, pero ese día comprendí que me seguía tratando como la misma chiquilla, salí por la puerta de la cocina corriendo, a pesar de los gritos de mi mamá, pero seguí, quería estar cerca de Fiera, era la única que podía entenderme en ese momento.

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