—¡Estás vivo! —grita feliz Dhyani
Asta voltea un poco la cabeza para ver a sus amigos corriendo hacia donde está él recostado. El cansancio, y librarse de la adrenalina de hace unos momentos, le dificulta prestar atención a lo que pasa a su alrededor; el dolor en su mano se vuelve molesto y sabe que será una larga tarde intentando si quiera poder abrir el puño nuevamente.
—¿Necesitas ayuda, amigo? —pregunta Milo en voz baja mientras le ofrece una mano
Sonriendo, Asta logra asentir un poco y Milo se aproxima a él, agachándose un poco para poder tomar su mano y colocar la otra de tal forma que ayuda al demonio a sentarse. Astaroth se intenta mover despacio, esperando que el dolor de cabeza pase y sus piernas le respondan para por fin ponerse de pie.
Tanto Dhyani como Enid se hacen a un lado mientras que Milo sirve de soporte para el cansado niño. Mientras los balbuceos de Enid sobre lo inquietos que estuvieron durante la última prueba, la voz de Twyla se escucha a lo lejos.
—¿Estás bien? —pregunta preocupada la banshee al llegar a su lado —No se veía nada y realmente tuve miedo de que fueras quien estaba gritando.
Moviéndose con más rapidez de lo que debía, Asta busca con la cabeza a los otros dos que estaban en el centro del Templo con él. A pocos pasos de ellos, el pequeño trasgo esta tirado en el suelo, inmóvil, con algo de sangre rodeándole; mientras que la niña elfo esta encogida, apoyando su cuerpo contra la barrera de las gradas, con los ojos abiertos y sin parpadear. Antes de siquiera poder dar un paso para acercarse a ver si están bien, la tierra se abre y ambos niños desaparecen.
—Alguien se encargará de ellos. —una voz masculina se escucha tras ellos —Nunca hay alguien aquí que atienda, la última prueba no suele hacerse mucho.
Los nuevos alumnos voltean al mismo tiempo a ver al dueño de la voz, encontrándose con un par de chicos que avanzan hacía ellos con calma: Uno de ellos es un chico alto, de piel morena y cabello castaño rizado; el otro, es un poco más bajo que el primero, con piel blanca y cabello negro peinado a la perfección. Ambos chicos llevan un atuendo particular: una especie de uniforme negro, aunque el del chico moreno tiene bordado un símbolo de una planta en hilo verde, mientras que el bordado del rubio es un círculo con un diamante bordado en dorado. Los niños comparten una mirada rápida, todos saben lo que significa ese uniforme.
—Si, —habla el chico de cabello oscuro —recuerdo mi prueba, casi me pongo a llorar cuando no complete la de agua.
—Claro, —añade el moreno —este niño aquí dio un mejor espectáculo que el tuyo, Finn.
Asta mira incomodo como los dos jóvenes le miran y hablan con tanta confianza de él, como si no estuviera ahí enfrente escuchándolos insultarse entre ellos. Milo luce molesto y bastante aburrido de verlos discutir, por lo que coloca un par de dedos en sus labios y silba con fuerza, atrayendo la atención de ambos adolescentes, al igual que la de varios más en el Templo.
—Oh sí, —dice Finn apenado —disculpen, él es Tiago y yo soy Finn. —presenta con formalidad —Seremos compañeros así que, pensé que sería bueno conocerlos antes de que haya profesores merodeando.
Con una risa incomoda, Finn le tiende la mano a Asta, aunque basta una mirada por parte de Milo para saber que no tendrá una respuesta a su saludo, aun así permanece con una amplia sonrisa como si no pasará nada.
—Un placer. —dice Asta con cansancio —Soy Astaroth, —hace una pequeña pausa, volteando a ver a sus amigos antes de continuar —ellos son Enid, Dhyani, Camilo y Twyla.
Cada uno va saludando a su manera mientras su nombre es mencionado, aunque ni Twyla ni Milo no parecen muy felices de estar frente a los dos adolescentes; incluso con la curiosidad carcomiéndole, Asta evita preguntar.
—Lo sé, —dice nervioso Finn —¡es decir! —agrega gritando el chico —nuestros padres son parientes así que…
—Un segundo, —interrumpe Enid entusiasmada y confundida por su descubrimiento—¿¡Eres el príncipe de Silverlight!?
Nervioso por las miradas indiscretas que algunos les dedican, Finn asiente con la cabeza y deja que la niña emocionada grite un poco antes de hablar.
—Si, pero aquí no. —dice entre una risita incomoda —Aquí todos somos simples mortales.
Tiago, quien no se ha movido de su lado, se da un golpe en la frente.
—En fin, se está haciendo tarde y el camino a los dormitorios es realmente pesado. —dice Tiago con menos energía que antes —Así que, les recomendaría que vayan pronto con sus compañeros o los dejarán aquí y créanme, no querrán estar fuera de los dormitorios por las noches.
La mirada que Finn le da a su amigo no les deja muchas ganas de desobedecer, por lo que incluso Twyla y Milo aceptan. Enid y Dhyani se despiden de Asta con un fuerte abrazo, los tres niños quedan de acuerdo en buscarse tan pronto como puedan; Twyla se despide rápido con su mano y va arrastrando los pies hasta donde están el resto de los seres de agua. Milo tarda un poco más, asegurándose de que el niño demonio pueda mantenerse en pie sin su ayuda, Asta le agradece antes de que el niño se vaya hacía donde están los demás.
Tiago igual se despide rápido de su amigo y de Asta, antes de irse corriendo a gran velocidad.
—¿Están listos, muchachos? —una voz familiar se acerca a ellos —Bienvenido al curso, niño.
Frente a ellos, el hombre que había dado el discurso aparece, mirándolos con cansancio, como si él mismo hubiera tenido que sobrevivir a cada prueba esta tarde. Finn se acerca a él, animado, y hace algunas señas al demonio para que se acerque a ello.
—Astaroth, él es el profesor Alarik. —presenta con seriedad el príncipe —El único que nos da clase a nosotros en realidad.
Asta le mira con curiosidad, intentando entender a lo que se refiere su compañero.
—Vaya espectáculo el que diste, muchacho. —dice entre risas el profesor —Esperaba que lo lograrás, aposte con tu padre así que gracias por hacerme ganar un par de estelas.
Mientras más habla con ellos, más perdido se siente el niño. Tal vez sea el cansancio o simplemente no quiere seguir escuchando a nadie, pero su cerebro parece no registrar nada de lo que le dicen.
—Debes estar cansado. —dice en voz baja Alarik —La primera vez que usas el vacío es realmente agotador.
—Ni me lo diga, —responde Finn soltando un bufido —Casi no despierto por una semana.
—Vamos, todavía hay que subir muchas escaleras.
Arrastrando los pies, Asta los sigue mientras los otros dos caminan en silencio hasta salir del Templo. En lo alto, la luna continúa brillando con intensidad, como si el tiempo no hubiera transcurrido en lo más mínimo; Finn de vez en cuando le hace algún comentario o pregunta que Asta apenas es capaz de responder, su mente solo está concentrada en querer recostarse. De repente se detienen frente a una torre de gran altura, un quejido se le escapa a Astaroth mientras su vista viaja hasta la punta.
—Bueno, —dice Finn comprensivo —te vi convertirte en un ave, volar hasta arriba no debe ser tan difícil.
—¿Se quiere quedar solo, joven príncipe? —pregunta burlón el profesor, arqueando una ceja mientras le mira —Claro que sería más rápido, pero se perdería de la oportunidad de admirar la belleza de la torre norte.
Sin esperar una respuesta, Alarik empieza a subir con cuidado, escalón por escalón, apoyándose en el bastón que no ha abandonado su mano en ningún momento. Asta tiene que reprimir una queja mientras ve como el profesor avanza lentamente por las escaleras, mientras que Finn le dedica una mirada comprensiva.
Tras un largo rato subiendo, finalmente llegan a una a la cima de una pequeña torre, una pequeña y modesta habitación oscura les espera. Asta mira con interés como el interior es todavía más pequeño de lo que imagino al subir las angostas escaleras; apenas un par de literas y una hamaca colgando frente a la ventana redonda, un armario amplio y unas cómodas de madera blanca con un algunas velas en ella.
—Pequeño, ¿no? —pregunta Finn al pasar a su lado —Toma un tiempo acostumbrarse.
El demonio se encoge de hombros antes de mirar con anhelo las camas frente a él.
—Puedes elegir la que quieras, la única que está ocupada es la de sábanas blancas. —dice el príncipe acercándose al armario —somos los únicos aquí, el profesor duerme en la planta de abajo así que tenemos el cuarto para nosotros.
—¿En serio? —pregunta sorprendido Asta —¿No hay más magos de vacío?
—No.
La respuesta firme y cortante del príncipe sobresalta un poco a Astaroth, aunque tan cansado como está decide que mañana tendrá tiempo de pensar en ello. Camina hacia la cama al lado contrario de la de Finn, se deja caer en ella con pesadez, teniendo cuidado de golpear su cabeza con la cama de arriba; es suave y las telas son increíblemente cálidas, un alivio instantáneo para el niño.
Quitándose los zapatos y retirando la sudadera con cuidado de no lastimarse más la mano, Asta se acomoda en la cama.
La mirada de Finn no abandona en ningún momento al niño demonio, su curiosidad se transforma en preocupación al verle moverse con cuidado mientras intenta abrir su mano. El adolescente termina de colocarse una pijama, antes de dirigirse a la cómoda junto a su cama, busca por unos instantes, encontrando lo que necesita.
Se dirige a la cama del niño, quien muerde con fuerza su labio, intentando no quejarse en voz alta mientras logra abrir un poco el puño. Finn se sienta en la cama, pidiéndole en silencio su mano y esperando pacientemente hasta que el niño obedece; el príncipe sonríe, concentrándose en su tarea. Con cuidado mueve un poco la mano de Asta entre las suyas, dejando que se caliente un poco antes de extender los dedos con rapidez. El niño suelta un quejido, y Finn logra ver cómo algunas lágrimas se forman en sus ojos; sin perder más tiempo el chico usa un poco de su magia para formar una clase de soga y acercar un frasco hacia ellos.
—Esto disminuirá el dolor. —dice en voz baja Finn —Espero que sea suficiente para que logres dormir.
—Gracias. —dice Asta con apenas un hilo de voz
—No hay de que. —responde Finn con ternura mientras aplica un poco del remedio en la superficie de la mano y la muñeca.
Su ceño se frunce viendo el estado de la piel del niño en la zona de la muñeca, aun así no pregunta nada y continua, intentando ser lo más cuidadoso posible de no abrir ninguna de las heridas. Al terminar, deja de lado el frasco y comienza a envolver la mano con las vendas que sacó de su cajón.
—¿Porqué? —pregunta Asta con curiosidad
Realmente no hay un motivo que le haga creer a Astaroth que alguien como el príncipe, un candidato a ser el nuevo rey de Silverlight, pueda estar aquí ayudando a alguien como él. Y aun así, la calma y suavidad con la que Finn intenta ayudarle es algo que no parará de agradecerle una vez que tome una siesta.
—No lo sé, —responde alegre Finn —siempre quise un hermano pequeño.
Finn deja el frasco en el mueble de madera junto a la cama, antes de acercarse al niño que le mira confundido.
—Dejare esto aquí, —dice tranquilo el príncipe —por si lo vuelves a necesitar.
Con esas palabras, Asta ve como Finn se aleja, yendo a su propia cama. Los dedos de su mano sana pasan con cuidado por el vendaje, está ajustado, lo suficiente para que no se suelte durante la noche pero no lo bastante apretado para cortarle la circulación. Vuelve su vista al príncipe, quien ya sea a quedado dormido, con una pierna colgando en el borde de la cama. Asta sonríe y murmura un «gracias» antes de meterse bajo las cobijas y acomodarse.
El brillo de la luna entra por la ventana, proyectando una sombra sobre ambos chicos dormidos, como un anuncio de lo que el futuro depara para ambos.
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