Leyendas de Silverlight – Capítulo 5. Si algo puede ir mal, será peor

Cualquier ruido del exterior es silenciado al estar sumergido, incluso con la falta de aire, estar ahí es mejor que el ambiente en la superficie. Lentamente, Asta abre los ojos y observa asombrado lo hondo que parece estar la improvisada piscina, lo vivos que lucen los colores ahí abajo y lo brillante que luce el fondo de todo.

Incluso sin saber que hacer, Asta comienza a moverse, yendo cada vez más al fondo. A su alrededor algunos otros estudiantes hacen lo mismo, dándose un segundo para mirar, nota que realmente son muy pocos los que aún quedan en esta prueba, los rostros lucen serios y realmente concentrados en su labor, pero algunos ya parecen realmente desesperados por salir y respirar.

Un tirón en la capucha de su sudadera le obliga a voltear, encontrándose junto a él a la niña banshee que, sonriendo, hace una seña con las manos como si estuviera tomando algo entre sus manos y subiéndolo. Le mira confundido, esperando que ella no se moleste por su falta de habilidad en descifrar señas, la chica solo señala al fondo luminoso antes de repetir el mismo movimiento con sus manos, Asta logra entender en esta ocasión lo que intenta decir: Consigue una piedra brillante y llévala a la superficie.

Asiente rápido con la cabeza y le hace un pequeño gesto para invitarla a ir juntos al fondo, ella no espera a que se lo repitan, nada a gran velocidad y con tal gracia que su largo cabello y su falda van flotando con elegancia, creando un hermoso espectáculo entre el azul y las burbujas.

Lo hipnótico de la escena resulta tranquilizador para el demonio, lo más familiar que ha sido capaz de ver desde el comienzo de las pruebas.

El sonido de alguien ahogándose junto a él logra sacar a Asta de su ensoñación, a su lado una pequeña hada comienza a patalear con fuerza en un intento de llegar a la superficie, estando a mitad de camino la mayoría de los alumnos restantes ya han llegado al fondo o salido en busca de aire; Astaroth regresa su vista al fondo y con más facilidad de la que pensaba logra llegar hasta la base.

Lo que desde arriba se ve como un mágico piso luminoso, estando cerca se puede ver cómo la fuente de luz son piedras tornasol lo bastante pequeñas para caber en la palma de su mano. Asta extiende la mano y toma una, al tenerla en su palma nota la suavidad de la superficie, así como lo sencillo que resulta cargarla, se siente tan ligera y cálida, justo como una pequeña esfera de luz. Una sonrisa se forma en sus labios, voltea a ver al resto, topándose con los rostros alegres de los que lograron llegar hasta aquí; su mirada se encuentra con los ojos rojos de la banshee, quien le mira sin poder contener su sonrisa. Ambos asienten con entusiasmo, casi como si con ese simple gesto entendieran lo que deben hacer.

El camino a la superficie luce menos largo de lo que resultó el descenso, tal vez porque la presión y el temor al fracaso se han disipado, dejando que aquel peso que Asta llevaba en los hombros desaparezca. Su pensamiento solo vaga en lo que sucederá ahora, ¿será tan complicado pasar cada día con este tipo de entrenamientos? Por lo menos puede agradecer que no estará solo, desde los amigos que ha logrado hacer durante el día hasta la pequeña banshee de la que aún no conoce el nombre y con la que ahora compartirá clases, realmente no podría decir que el día ha sido un desastre absoluto. Su padre estará feliz en cuanto pueda hablar con él.

Un golpe en su costado le obliga a retroceder, soltando sin querer la piedra de luz y logrando que suelte un poco del aire; mira a la criatura frente a él con molestia: un chico de piel azul, con el cabello verdoso alborotado y una especie de burbuja incrustada en la coronilla. Un kappa, recuerda Asta bastante irritado sabiendo que lo último que quiere en este momento es un problema con este ser.

—Lo siento, principito. —dice burlón el kappa, dejando expuestos unos afilados dientes amarillos —Pero no pienso perder esta prueba.

Cansado, Asta lo ignora y estira la mano para tomar su piedra, aunque el kappa logra tomarla antes que él. El demonio se arroja e intenta arrebatarle el objeto, pero el esfuerzo que realiza y el tiempo que ha pasado sin respirar comienzan a ser un problema.

Sin poder soportarlo más, se ve obligado a salir a la superficie en busca de aire, no sin antes lograr darle un golpe en el rostro al chico kappa con su pie.

Una vez fuera del agua, Asta jadea en busca de aire. Parpadea varias veces, intentando orientarse, hasta que logra encontrar a la banshee que le mira con preocupación.

—¿Qué sucedió? —pregunta la niña angustiada —Pensé que ibas detrás de mí.

—Un idiota me atacó y me robó la piedra. —se queja enojado el demonio

Casi al mismo tiempo, el grito de jubilo del kappa se escucha, alardeando su “logro” al mostrar la brillante piedra. La chica mira con molestia a aquel ser azul, sus ojos rojizos y la forma en que el cabello húmedo se pega a su rostro le dan una apariencia aterradora incluso para el niño demonio.

—¡Kawa! —grita molesta, su voz resuena con más fuerza de la necesaria —¿Qué crees que haces?

—Ah, mira quien esta aquí. —responde con un tono coqueto el kappa —La pequeña Twyla. No creí que te animarías a venir, después del desastre que resultó tu hermano…

No pudo terminar, un golpe en el plato de su cabeza es suficiente para que deje de hablar. La banshee luce como si estuviera intentando no atacarle en ese momento, Asta se acerca a ellos en caso de que tenga que intervenir de alguna forma.

—No te atrevas a mencionarlo. —gruñe Twyla en una respuesta amenazante —Y devuelve eso, tu no lo ganaste.

—¿Y a quién le importa? —responde divertido Kawa, jugando con la piedra en sus manos escamosas —¿Conoces las reglas no? Lo único que vale es el final y adivina quien tiene una maravillosa roca con luz y quien falló la prueba otra vez.

La mirada del kappa se posa en Asta; ahora es Twyla quien esta al pendiente de lo que pueda pasar si el yokai continúa molestando al demonio, incluso si no le molestaría apoyar a su amigo para deshacerse de Kawa.

—¡La prueba termino! —grita el Vodnik con entusiasmo —¡Felicidades a los nuevos niños del agua!

Como si esas palabras fueran un hechizo, las piedras brillantes se disuelven en las manos de los dos chicos que las sostienen, dejando una marca tornasol en la palma de la mano tanto de Kawa como de Twyla. La mirada preocupada de la banshee se cruza con la aterrada del demonio.

Un fallo más. Y no solo eso, falló la prueba del elemento que le reclamo. Ya no importa si queda una prueba más, no hay forma en que logre pasarla.

—Intentaré hablar con el encargado de la prueba, —dice Twyla en voz baja —tal vez aún se pueda hacer algo.

—Tú lo oíste, —dice cortante Asta —solo importa quien subió con la piedra. No hay nada que hacer.

—Tal vez consigas pasar la última prueba, —responde dudosa la niña —he oído que es la más difícil porque es la única que no necesariamente requiere magia para poder realizarla.

Soltando un resoplido molesto, Asta asiente, negándose a ver como su amiga se retira a las gradas junto al kappa que no para de alardear su logro, tomando un profundo respiro, Astaroth hace lo posible por no lanzarse y soltarle un golpe, aunque la mejilla que comienza a hincharse de Kawa es suficiente por ahora.

El sitio queda en silencio en el momento en que las luces, antes azules, se tornan de un color negro y blanco. Una combinación extraña, que no consigue dejarles a oscuras pero que tampoco deja que vean correctamente, al menos la mayoría de los seres mágicos no es capaz de distinguir más que siluetas. Asta toma un momento para poder adaptar su vista, retirando los mechones mojados de su rostro mientras voltea a ver a su alrededor: solo quedan él, una elfo y un asustado trasgo.

—El equilibrio en el mundo, —se escucha la voz tranquila de un hombre —una labor que todos ya conocen. Si existe el bien, el mal debe formarse para contrarrestar; la luz que ilumina el camino de la esperanza puede ser apagada por la desolación que trae la oscuridad.

La pequeña esfera de luz de Vianey se posa encima de un hombre bajo, de delgada figura y cuyos movimientos resultan extraños, Asta nota como un bastón en su mano izquierda le ayuda a desplazarse hacia el frente de las gradas.

—Si, —continúa diciendo el hombre —el camino de la magia del vacío es difícil, cargando la responsabilidad de mantener el control para proteger a otros, pero también con uno mismo, proteger aquello que te mantiene siendo un ser de magia.

La incomodidad se siente en el aire, ¿realmente este es un profesor de la academia? Asta no puede dejar de pensar en que, de todos los discursos, éste es el único que realmente los prepara para verdad a la que casi ninguno esta dispuesto a enfrentar.

—La prueba final decidirá si la magia del caos y el vacío les ha llamado. —dice, su tono es apagado y casi podría decir que dolido —El gul no es más que un ser consumido por la magia oscura y el caos, de apetito insaciable, no se detiene ante nada para devorar a su presa, lo único capaz de retenerlo es atar aquella magia en su ser y la única manera de hacerlo…

Mientras habla, un fuerte sonido se escucha en medio del silencio en que la multitud de estudiantes expectantes se ha sumido. Asta da un paso hacia atrás, incluso si un demonio en el Submundo jamás escucharía ese ruido en el reino, aquellos que han estado en el Punto Muerto lo conocen mejor que nadie en todo Silverlight.

—Es siendo parte de la misma oscuridad. —termina de hablar el hombre, con tanta calma y tristeza en su voz como ningún otro profesor hasta ahora —Así que jóvenes leyendas, es su última oportunidad de despertar su magia. Suerte a todos.

Los gruñidos del gul resuenan con más fuerza; en medio de la oscuridad, Asta logra ver como la grotesca silueta del ser se intenta liberar de las ataduras que le retienen, mientras suelta alaridos y gritos violentos. Finalmente, lo que parecen ser correas creadas con un líquido negruzco desaparecen y el gul corre a gran velocidad hacia lo primero que se encuentra cerca: el niño trasgo.

El grito que se escucha es aterrador, se puede escuchar el ruido que los afilados dientes del gul producen al clavarse en la piel del brazo del niño. La pequeña elfo sale corriendo, gritando desesperada mientras ruega porque alguien la salve, Asta no puede culparla.

La cacería de un gul es una sentencia de muerte para todo ser mágico, después de todo, a diferencia de los seres creados desde la magia elemental, los gul alguna vez fueron criaturas del reino de Silverlight. La inteligencia prevalece, alimentando el instinto de violencia y el hambre por aquella vida que ya no poseen en sus cuerpos putrefactos; un destino cruel que todos temen.

Astaroth mira como la criatura pierde interés en su victima una vez que el niño se desmaya por el dolor y comienza a olfatear en busca de otra fuente de vida. Con gran velocidad y avanzando rápidamente en cuatro patas, el gul salta sobre la niña, quien solo grita y llora.

—¡Ey!

Algunos jadeos se escuchan desde las gradas cuando la voz de Asta llamando a la criatura se escucha. Incluso sintiendo sus piernas temblorosas, el niño demonio no es capaz de quedarse en silencio observando como la niña es devorada por el gul; la criatura gira su cabeza hacía el origen de la voz, posando lo que deberían ser sus ojos en Astaroth, su boca se abre y cierra varias veces antes de soltar un rugido fuerte que logra hacer temblar el Templo.

—¡Por aquí! —continúa gritando Asta, aunque su voz se quiebra en algunos momentos por el miedo

El gul se lanza rápidamente hacia el niño, quien ya se arrepiente de haberle llamado. Comienza a correr, aunque no llega lo bastante lejos antes de sentir el tirón hacia el suelo, quedando frente a frente al ser de caos; sus cuencas vacía le miran con tal malicia que parece imposible que exista un ser así, la criatura suelta un grito en su rostro, dejándole ver los dientes tan afilados como agujas que el ser posee.

Sintiéndose acorralado, Asta solo cierra los ojos y, haciendo un gran esfuerzo por ignorar el dolor, logra cerrar la mano en un puño, quedando a la espera de su inminente muerte.

—¡La prueba ha sido superada!

El grito y los aplausos hacen que Asta abra los ojos con miedo. Mirando hacia arriba, la criatura grotesca gruñe y se retuerce para soltarse del agarre de los lazos de oscuridad que le envuelven. Viendo su mano, aquel líquido oscuro la envuelve, girando y fluyendo por el suelo hasta mantener colgando a la criatura tan lejos de él como es posible.

Dejándose caer de nuevo en el suelo, Asta solo pasa rápidamente la mano libre por el rostro; intentando ignorar el dolor de la mano cerrada, vuelve la vista a las gradas: logra ver al hombre con el bastón mirando a la criatura suspendida en el aire con una gran sonrisa en el rostro, a Dhyani y a Enid aplaudiendo y gritando de alegría, Milo le sonríe y aplaude junto a Twyla, quien parece aliviada de que haya sobrevivido, aunque algo en su expresión le hace saber que tendrán una conversación sobre lo que acaba de pasar; cerca de ellos, un rostro familiar le mira con molestia, Vianey aplaude lentamente, pero su rostro es una mezcla entre alivio y decepción.

—Con esto concluyen la prueba de selección, —la voz de la señorita Gaia se escucha por todo el Templo —¡Bienvenidos, futuras leyendas de Silverlight!

SEGUIR LEYENDO

Loading


Deja un comentario

error: Contenido protegido
A %d blogueros les gusta esto: