Hay personas que dicen que nuestro destino ya este trazado y las decisiones que estamos tomando son pequeños fragmentos o pensamientos que están en nosotros como pequeños recordatorios sabiendo que fin tendrán, ¿Sera cierto?
—Es entonces cuando uno debe reflexionar sobre sus acciones, el antes o el después de nuestra existencia, no es más que solo eso, el resto de nuestro destino depende nosotros, ¿No lo creen? —asiento mientras sigo tomando apuntes ante las palabras del profesor Javier, un genio en lo que es historia universal.
—Eso fue bastante genial profesor—responde Juan Pablo y todos asienten.
—Si Méndez hay algo de razón, pero mejor sigan tomando apuntes que casi es hora de su recreo—se escuchan murmullos en el aula y yo solo ignoro mientras guardo mis útiles en mi mochila.
Observo de reojo a mi mejor amigo y como si pudiera sentir mi mirada, me observa, pero segundos después me ignora, coloca su brazo derecho sobre su pupitre y se gira dándome la espalda.
Suspiro sonoramente ante su comportamiento.
Volvimos a pelear otra vez, sinceramente no recuerdo si discutíamos tanto en el pasado, quizás sea una consecuencia de tantos cambios, aunque sean minúsculos.
—Chicos, no olviden que el primer examen trimestral está a la vuelta de la esquina, los exámenes serán la semana que viene, estudien, prepárense y esfuércense que sus notas serán publicadas en el periódico mural. —las quejas de mis compañeros no se hacen esperar.
Tres meses ya habían transcurrido…
Y aún no hallaba la forma de regresar a mi tiempo actual o quizás era mi terquedad de tratar de cambiar hasta lo más mínimo, fracasando muy rápido.
Es complejo si quiero explicarlo, sin importar lo que pueda cambiar, siempre terminaba sucediendo, de forma distinta, pero se lograba.
Como aquella vez en la fiesta de Juan Pablo, ese incendio no estaba en mis recuerdos o tal vez solo lo olvide, pero sin duda aquella noche Héctor y yo hicimos un cambio.
Es cuando entendí que ambos estábamos atrapados en los dos mil otra vez, ¿Hasta cuando?
No lo se. Ni se como llegamos aquí, mucho menos como volveremos.
Reviso el dinero que tengo de mis ahorros para comprarme mi refrigerio y me siento frente al pupitre de Héctor, él me observa y vuelve a girarse dispuesto a ponerse de pie, pero lo detengo.
—Debo irme, hazte a un lado—responde de forma brusca.
—¿No crees que estás exagerando? —pregunto y él me observa molesto—Quiero decir, solo fue un pequeño error el que tuve, ¿Acaso olvidas que estamos juntos en esto?
—Eso creía, pero no has dejado de cambiar todo, no te interesa si lastimas a alguien, solo deja en paz a Mariela—me empuja y sale del aula después de decir eso.
Y si, el proceso se repite cada semana, por momentos ambos reímos y recordamos como era nuestro futuro, uno donde existían mis hijos y Sara había vivido años conmigo y el con su vida de riquezas y citas nocturnas, pero cuando recordábamos que en este tiempo nada de eso existía las peleas regresaban.
Aunque esta vez fue por Mariela y Sara.
Salgo del aula de clases y lo observo desde el corredor del segundo piso, el camina por el pasillo principal con otros compañeros y solo lo observo a lo lejos.
Muchas veces me pregunté por qué él estaba aquí conmigo, en mi caso eran mis arrepentimientos, o eso creo, pero en él ¿Qué era?
¿También había pedido un deseo interno?
¿O era Mariela ese arrepentimiento que lo hizo estar aquí?
—¡Despierta bello, durmiente! —me atoro con mi propia saliva cuando escucho ese pequeño grito a mi lado, el aire me regresa al cuerpo ante la risa de Mariela—estás pálido, cualquier pensaría que te he asustado.
La observo con una mueca de desagrado y ella estalla en risas.
—Muy graciosa, deja de seguirme—le regaño y ambos caminamos por el pasillo hacia el primer piso—Y, ¿Sara no está contigo hoy? —pregunto bajando la mirada.
—Fue por algo de comer, dijo que el padre de Héctor quería conversar con ella al finalizar el receso—responde ella y la observo confundido, ¿Qué esta ocurriendo?, ¿Esto pasó antes?
No lo sé, entre más tiempo pasamos en este tiempo, más confundido me siento entre mis recuerdos o lo nuevo que está ocurriendo, tampoco sé si Mariela y yo éramos así de cercanos.
—¿De verdad? —pregunto desviando la mirada—supongo que es normal, sus padres suelen ser cercanos.
—Si, ellos terminaran juntos y revueltos en un futuro—susurra ella, aunque intenta sonreír el tono de voz es de tristeza—Ya sabes, la gente de dinero se mantiene cerca y los pobres en otra posición, escuche que sus padres quieren comprometerles al finalizar el año—La observo sorprendido y ella sigue con la mirada gacha—Es posible que inicien una relación pronto, supongo que es por eso que Héctor está nervioso, ya no peleen más, debes tenerle más paciencia, Pablo no le guardes rencor, en serio estaba de tu lado—Sin poder responder, se dispersa por el pasillo principal y la veo ingresar al baño de mujeres.
—¿Compromiso? —me pregunto confundido y es como si mi mente recreara un recuerdo.
Y el día de la fiesta de Juan Pablo resuena en mi mente, el recuerdo de ver a Sara discutir con alguien cuando inicio el incendio para luego permanecer ambos en silencio, sentados en la gradilla, mientras observábamos el cielo estrellado.
Esa noche sabia que algo le preocupaba, su mirada perdida la delataba.
El recreo finalizó y como lo indico Mariela, Héctor y Sara tardaron en volver a clases, pero cuando lo hicieron ambos tomaron caminos distintos en el aula y se sentaron en sus lugares en silencio.
—Te lo dije, ya deben saberlo—me susurra Mariela, su asiento suele estar detrás del mío. Observo de reojo a mi mejor amigo y este mantiene su rostro recostado en el pupitre.
Mariela me observa y ladea la cabeza señalando a Héctor y yo solo encojo los hombros.
—Bien jóvenes, para iniciar nuestra clase de hoy, trabajaremos en equipos de—Mariela levanta la mano y se coloca de pie—Estaba por indicar las pautas de la tarea, di lo que deseas Mariela. —El profesor de Ciencia cruza los brazos.
—Gracias profesor Franco, en el aula somos treinta y seis alumnos y la delegada que es Sara, me indica que para que sea un equipo justo, deberían ser nueve grupos de cuatro, ya que si son más personas, el trabajo será desigual y solo algunos tendrán la nota necesaria.
—Y supongo que ya tienes tu equipo de trabajo, por eso lo sugieres—Mariela asiente sonriendo—Por esta ocasión, pueden elegir sus equipos de forma voluntaria, reúnanse y trabajen el siguiente tema—Mariela me da un golpecito en la frente y no entiendo su reacción, observa a Héctor y luego a Sara que tiene la misma expresión que él y muevo mi carpeta al lado de mi mejor amigo.
—¿Qué haces? —pregunta cuando carraspeo fuerte.
—Tenemos un grupo de cuatro profesor, nos falta nuestro tema de exposición—exclama Mariela y sonrió al ver que Sara alza la mirada y sus ojos están un poco rojos haciendo que la observe preocupado.
—Pablito, hazte para allá—Mariela mueve mis cuadernos a su carpeta y sin poder protestar me siento al lado de Sara y ella al lado de Héctor—Hola odioso, no creas que quiero trabajar contigo, lo hago por Sara, así que arriba esos ánimos y ayúdame con el resumen—Héctor me observa en silencio y yo solo bajo la mirada. —Ustedes deben dejar de mirarse así, parecen una pareja de años peleada, reconcíliense pronto, Sara ayúdame con él—indica y me señala, la mencionada me observa y trago saliva.
—De acuerdo, hagamos un buen trabajo—responde y yo asiento tímido.
Este era un proyecto que debería presentarse a fin de año, era mucho más que una exposición, el equipo que ganara podría presentar un número artístico que te garantizaría el pase para tu examen de admisión de la universidad que desees, nuestra escuela era famosa por sus presentaciones artísticas, así que intentarlo ya era complejo.
Y al parecer Sara y Mariela, deseaban ese premio. Lo recuerdo bastante bien. Y gracias a ese proyecto nuestra amistad se hizo más fuerte, al menos eso quiero que en el futuro sea intacto, ¿Podrás seguir fuerte en el futuro a pesar de los cambios que puedan trascurrir?
Observo a mis amigos y quiero creer que, al menos eso, seguirá como antes.
—Ustedes dos se parecen mucho—Bajo la mirada avergonzado ante las palabras de Mariela , observo de reojo a Sara y ella sonríe, recuerdo que en esta edad era muy extraño verla sonreír.
Casi un privilegio.
—Debo volver a casa, mi padre puede enfadarse—indica Sara y los tres restantes asentimos.
—Bueno, yo limpiaré mi casa, Héctor me ayudará, ustedes deberían irse ya—Mi mejor amigo observo a Mariela confundido, pero antes de poder replicar, ella nos saca a empujones a Sara y a mí.
Ambos comenzamos a caminar en silencio, aún llevamos el uniforme escolar y aunque el silencio es tenso, no es incómodo.
—No sabía que vivías por esta dirección—Alzo la mirada cuando escucho la suave voz de Sara y solo asiento bajando la mirada—¿También tomas el autobús?
Vuelvo a asentir y ella asiente cuando ambos nos detenemos en la parada de autobús.
—Esta es la primera vez que yo me subiré a uno, mi padre suele venir por mí, ¿Cómo son en el interior? —Pregunta observándome y abro la boca para responder, pero antes de poder hacerlo, la línea principal se estaciona frente a nosotros y ella se coloca sus audífonos y al igual que los demás pasajeros ambos subimos en silencio.
Observo que saca su tarjeta de estudiante y duda en pasarla para poder pagar su pasaje, luego de unos minutos ella logra solucionar el problema. El autobús va muy lleno y Sara duerme al lado de la vitrina y solo sonrió al verla tan relajada.
¿Cómo es posible que pueda descansar tan tranquila??
Recuerdo que, a mis diecisiete, siempre solía esperar estar línea de autobús, la primera vez que la vi, es decir, esta, me senté en la parte posterior y solo la observaba de lejos, ella se colocaba de pie y se sentaba a mi lado y dormía al lado de vitrina.
Aunque esta vez es diferente, es el mismo escenario y otra vez, aunque intente no hacerlo, ya me encontraba deteniendo su cabeza, colocando mi mano en la vitrina, evitando que ella pueda pegarse mientras sigue dormida.
Nuestros rostros están muy cerca y el paradero a nuestras casas aún es tardío, sé que, aunque quiera evitarla, de alguna manera en muchas ocasiones termino cerca de ella.
Antes, según mis recuerdos, esta era una tarde lluviosa y nos encontrábamos de forma casual, coincidíamos en el mismo autobús y el escenario al cuidarla se repetía, pero esta mañana el clima indico que sería soleado, pero aun así traje un paraguas conmigo.
En ese entonces fue inesperado y aunque ambos terminamos compartiendo aquel objeto por mi torpeza, esta vez estaba preparado.
Logre retirar mi mano cuando ella despertó y ambos bajamos del autobús, había atardecido de la misma manera, el clima estaba tenue. La acera de ambas pistas nos separa igual que aquella vez y aunque no dejo de mirarla, ella sigue concentrada en su música.
Observo mi paraguas y sonrió, esta vez no habrá escenario lluvioso.
Eso espero.
Observo la hora en mi celular y según mis recuerdos ya había pasado la hora de la “Desgracia”.
Respiro aliviado y sigo caminando dejándola atrás, me siento en unos asientos de madera en el parque frente a mi casa y retiro un libro de mi mochila. Pero al instante observo que el piso comienza a empaparse en segundos y la lluvia se hace presente. Guardo mis útiles y abro mi paraguas aliviado.
Esta vez, estoy seguro de que ella trajo el suyo, lo vi al salir de casa de Mariela.
Comienzo a caminar cubriéndome de la lluvia, más lento al ver que ella camina cubriéndose con su paraguas y sonrió más tranquilo.
Detengo mi andar ante el cambio del semáforo y Sara está de pie al otro lado de la acera, su casa suele quedar en la otra dirección, así que es normal estar en el cruce exacto, aunque esta es la primera vez que coincidimos, quizás es porque siempre está resguardada.
Observo que retira su celular del bolsillo de su falda escolar y me da la espalda respondiendo al parecer, la observo curioso y el semáforo ha cambiado de color. Sin poder detenerme, mis piernas toman el control y ya me encuentro de pie a su lado, la brisa fuerte hace que su paraguas se disperse en el aire cuando ella lo coloca en el piso al lado de su mochila y aunque la lluvia es intensa, estiro mi brazo al ver que estornuda y ella me observa confundida.
Si me preguntan por qué sigo observándola y cubriéndola, no podría explicarlo. Por alguna razón, aunque antes no había una llamada entre ambos, si había un escenario así, ambos de pie bajo la lluvia.
¿Acaso sin importar cuanto intente cambiar, siempre terminaremos teniendo los mismos recuerdos?
—Te estás empapando—Susurra guardando su teléfono.
—Está bien, sueles enfermarte muy seguido, luego no podrás dormir por el resfriado—respondo rápido, da pasos hacia mí y su cercanía me hace sentir nervioso o quizás es la forma en la que me mira.
—¿Cómo sabes eso? —pregunta observándome con insistencia. Me regaño mentalmente por decir estupideces, se supone que, a esta edad, esta es la primera vez que logramos hablar. —¿Qué más sabes de mí? —pregunta y desvió la mirada, pero ella me sigue molesta.
—No se nada, ni un poco—respondo nervioso, ¿Por qué me siento así?
—Entonces, porque pareces saber mucho de mí—responde y aunque aun mi paraguas la cubre de la lluvia y la noche está iniciando, logro sentir su mirada sobre mí. —Si estoy segura de que es la primera vez que hemos hablado, ¿Hay algo que quieras decir? —siento mi garganta seca y tengo la mente en blanco.
¿Qué está pasando? ¿Qué debería decir?
Esto no ocurría en mis recuerdos, ¿Hice algo para alterar los momentos?
No lo sé, pero ella no deja de observarme.
Deja un comentario