Había pasado un día maravillosamente increíble, no hubo nada que quisiera cambiar de ello, fue simple y perfecto. Quería repetirlo una y mil veces más si le era posible, volver a estar con ella a solas y también poder rodearse de personas que disfrutaban escuchando sus historias. Sin embargo, aún tenía obligaciones que cumplir y trabajos que entregar, así que su cuota social debía esperar. Le quedaba el resto del fin de semana, es decir el domingo y lunes festivo, tiempo suficiente para dar por terminado el segundo de los trabajos y dedicarse al último de ellos. Tal vez repase un poco antes de los exámenes, revise si olvidó algo de las demás asignaturas y trate de ponerse al día. De todas formas, preguntar a alguien de confianza no le venía mal.
(R) Daf, pregunta salvavidas. ¿No hay nada pendiente para esta semana más que los exámenes?
No esperaba una respuesta rápida, sabía que sus conversaciones eran tan esporádicas que a veces se sorprendía de ver un mensaje suyo, y ninguno era para algo diferente que cosas académicas. Estaba acostumbrada a ello, y tampoco le afectaba el que sea de esa manera. Ya tenía con quién conversar, y eso sí le emocionaba.
(R) Buenos días, preciosa, ¿cómo amaneciste?
Dejo el teléfono a un lado por un rato, antes de iniciar con su trabajo debía dejar la casa lista, hacer el aseo y dejar el almuerzo preparado. No esperaba a nadie, pero tampoco quería distraerse demasiado tiempo cocinando estando a mitad de trabajo. Si le daba hambre solo hacia una pequeña pausa, comía y continuaba escribiendo. No era demorado, a fin de cuentas, era un apartamento bastante pequeño y rápido de limpiar.
(L) Hola primor, desperté con migraña. No debí comer pizza ayer, el queso me cae mal. ¿y tú?
Aquellos episodios de migraña se estaban haciendo recurrentes, y eso le preocupaba.
(R) ¿Ya tomaste algo para eso? ¿Te sientes muy mal? Deberías descansar.
(L) Gracias por preocuparte, hermosa, pero estoy bien, ya es algo con lo que he lidiado por años.
(R) ¿Estás segura?
(L) Sí, mi amor. Ya tomé una pastilla, solo debo cerrar los ojos y se pasará.
(R) De acuerdo, de todos modos, me avisas cualquier cosa, ¿vale? Más luego te llamo.
(L) Claro, tan linda.
Sus dedos se habían quedado paralizados por un segundo, esperando eliminar o terminar de escribir aquel mensaje. Era una frase que la misma Lía le había dicho, pero hasta ese momento no se había atrevido a contestar. Decidida, respiró profundo y terminó de escribir.
(R) Ya duerme, te quiero.
(L) Yo también te quiero, besos.
Aliviada, se dejó caer en su cama sonriendo y soñando despierta. Aún no podía creer como su vida había cambiado en los últimos dos meses, le sorprendía los efectos que tenía en ella el solo hecho de haber conocido a Lía. «¿Por qué no la conocí antes?» se dijo. Pero no desperdiciaría tiempo en ello, solo disfrutaría el ahora y esperaba por un mañana junto a ella.
Se levantó apresurada a terminar lo suyo, solo eran las diez de la mañana y se sentía más llena de energía que cualquier otro día. Le faltaba poco, solo ordenar la sala y armar su espacio de trabajo. Sin embargo, su teléfono volvió a sonar con un nuevo mensaje de texto.
(D) ¿No supiste? Cancelaron las clases por toda esta semana por reparaciones en la corporación. Los profesores enviaran por correos un par de talleres, así que hay que prepararse para eso y los exámenes. Ya nos dirán si se pueden hacer allá o en otro lado.
«Mierda» pensó, «más trabajo».
(R) Gracias, Dafne.
(D) Mi sentido pésame, amiga.
Si antes había trasnochado por los tres trabajos adicionales, ahora sí iba a sufrir con esos talleres. No tendría clases, pero sí debía seguir yendo a trabajar a la universidad todos los días. Continuó con lo suyo, mientras más pronto termine esos proyectos más tiempo tendría para la nueva tortura.
Un par de horas después ya llevaba un poco más de la mitad del trabajo, por lo que se permitió un receso para almorzar y descansar los ojos. A ese paso terminará usando gafas fondo botella, así que procuraría tomar los descansos necesarios para que su vista no se viese afectada. Revisó una vez más su teléfono, leyendo los mensajes de Lía. Decidió cumplir su promesa y llamarla, dos tonos después contestaron.
—Hola, cariño —su voz sonaba carrasposa—. ¿Cómo estás?
—Lo siento, ¿te desperté?
—No, tranquila —aseguró, aclarando un poco su voz—, desperté hace como cinco minutos.
—¿Cómo sigues? —Rosalba preguntaba con preocupación—. ¿Ya te sientes mejor?
—Sí, mucho mejor —contestó con un suspiro—. ¿Tú cómo has estado, mi amor?
No eran solo palabras, Rosalba podía jurar que sentía el cariño impregnado en cada sílaba, incluso se la imaginaba sonriendo con ese hermoso brillo en sus ojos, una imagen que siempre guardará en su corazón.
—Un poco ocupada con los trabajos y el aseo —habló con tranquilidad, tragándose las mariposas que revoloteaban en su interior—, lo normal.
—Suena aburrido —se quejó—, ojalá pudiera salir y ayudarte, pero debo reposar y estudiar también, tengo un par de exámenes esta semana.
—Pero no te pases con eso, trata de dormir y comer bien, ¿sí?
—¡Oye! No soy una niña, sé que debo hacer —replicó con fingida molestia.
—Ah, ¿sí? Porque según recuerdo alguien no mencionó el no poder comer queso por su migraña —contraatacó Rosalba burlona—, y si ese alguien no se cuida, no le daré el regalo que le tengo.
—¿Regalo dices? —repitió emocionada.
—¿Fue lo único que escuchaste, sinvergüenza? —le riñó entre risas.
Las carcajadas de Lía eran música para sus oídos, le encantaba escucharla reír, verla sonrojarse y estar con ella.
—Ya, entendí el mensaje, para este martes estaré fresca como una lechuga y espero mi premio —exigió—. ¿Estamos?
—Estamos —aceptó sin rechistar—, interesada.
—Sí, yo también te quiero muchísimo —se burló—. Hasta luego, mi amor.
—Hasta luego, preciosa.
Regresó a sus actividades, ahora con un nuevo pensamiento en mente: «¿Y ahora que le doy?».
Después de ese corto momento de charla con Lía, no pudo hablar con ella el resto del fin de semana. Al parecer, tanto ella como Lory estaban algo atrasadas con trabajos finales de la universidad. Aprovechó eso para terminar y retocar el segundo trabajo, haciendo lo mismo que con el de Dafne, un documento anexo para que pudiesen presentar aquel trabajo como si de verdad lo hubiesen hecho ellas.
(R) Hola Ruby, soy Rosalba, acabo de enviarte por correo el proyecto final, espero puedas revisarlo y estudiarlo bien. Me confirmas de paso si te llegó el correo, cualquier cosa me avisas.
Revisó de inmediato el último de los trabajos, esperaba por lo menos encontrar un poco de información al respecto para poder finalizar su día con broche de oro. Al día siguiente no tenía clases, pero si una larga jornada laboral. El tema estaba un poco más complicado que los anteriores, no por lo difícil sino por la falta de información relevante que había disponible. La mayoría de los artículos que encontraba estaban en ruso, otros más eran copias incompletas y mal traducidas de los que ya había visto. No había mucho, tendría que buscar en la biblioteca algunos trabajos o tesis hechos por otros estudiantes. Mientras, dormiría antes que el cansancio la tumbara por completo.
Un nuevo mensaje ha llegado: «Su cuenta ha sigo cargada con 120.000 cop». Con un sobresalto, revisó de inmediato su estado de cuenta y en efecto, le habían consignado ese dinero.
—¡Gracias al cielo! —suspiró con aires renovados.
(RB) En serio gracias por ayudarme, Rosi, te debo una. El trabajo está bellísimo, espero no haber retrasado el tuyo, y también espero poder contar contigo más adelante. Gracias.
(R) Fue un gusto.
No podía estar más agradecida con ella, aunque sí le dio un par de dolores de cabeza y algo de ansiedad. ¿Hacer tres trabajos diferentes en quince días? Difícil, pero al parecer no imposible. Sin embargo, aún faltaba uno y este sería el que más estrés le causaría. Sin información muy poco podía hacer, pero era demasiado pronto para complicarse tanto la vida.
—Solo continúo mañana y listo, nada ha pasado —se dijo a sí misma.
Durmió largo y tendido, era tanto el cansancio que olvidó por completo alistar lo necesario para el día siguiente. Al despertar, de forma apresurada alistó lo más que pudo, su desayuno y algo para merendar al salir del trabajo. Logró llegar a tiempo, empezando con lo básico y esencial, la limpieza.
—Buenas noches, ¿se te pegaron las sábanas? —le reclamó Diana.
—Didy, piedad por favor —suspiró con cansancio—. A duras penas estoy viva, no presiones.
—¿Desayunaste por lo menos?
No contestó, prefirió empezar con sus deberes e ignorar todo cuestionamiento que pudiese aumentar su reciente dolor de cabeza. Se apresuró a lavar, buscar utensilios y ordenar, la hora de la taquilla había llegado. Caminó con rapidez, encendió todos los aparatos y dio una primera mirada a la larga fila que ya se aglomeraba tras la ventanilla. No la veía por ninguna parte, y en todo el día no había recibido ninguna señal de Lía, solo esperaba verla sana y recuperada de su migraña.
—Buenas, ¿se pueden comprar dos bonos? —preguntaron.
—Solo si tienes los dos carnets —y ella contestó con cortesía.
Los pleitos ese día no surgieron, al parecer habían entendido lo que mil veces ella misma había explicado, ahorrándose esa mañana una rabieta extra e innecesaria.
—Hola, cariño mío —saludó Lía muy sonriente—. ¿Me tienes algo para desayunar?
—Depende —contestó sintiendo un alivio recorrer su cuerpo—. ¿Te sientes mejor?
—Sí, muchísimo mejor, pero eso no contesta mi pregunta —recriminó cruzándose de brazos.
—Para tu mala suerte, hoy se comportaron de maravilla así que no hay chisme —se burló.
—Está bien, hoy paso, pero… —se acercó más a la ventanilla, sonriendo ampliamente mientras se mordía el labio inferior—. ¿Y mi regalo?
Aquel gesto la dejó medio atarantada, pensando en todo lo que le gustaría hacerle en esos labios, morderlos ella misma y saborear por fin el néctar de su boca. Sin embargo, sus palabras le recordaron la última conversación que tuvieron.
—¿El regalo? —repitió un poco avergonzada, relamiéndose los labios sin dejar deber los suyos.
—Lo olvidaste, ¿verdad? —se burló Lía llena de diversión—. En ese caso, te toca concederme un deseo.
—¿Un deseo?
—Deberían ser dos, pero no quiero abusar —añadió con fingida inocencia—. ¿Me das un bono?
—Claro, ¿nos vemos en el almuerzo?
—Definitivamente, te espero para almorzar.
Se marchó con su sonrisa pícara, dejando a Rosalba con la fuerte expectativa de lo que pedirá. ¿Un deseo? ¿Qué podría Lía desear de ella? Si fuese lo contrario haría una larga e interminable lista, pero no era el caso y tampoco se le ocurría alguna opción. Aun así, le llenaba de curiosidad y ansias de que llegara el momento.
Regresó a su rutina, servir y soportar malas caras de estudiantes pretensiosos. Uno tras otro, sentía que la fila no terminaba jamás. Apartó cuidadosamente el almuerzo de Lía, esperando no se notará o se acabaran antes que la jornada terminara.
—Por hoy se acabaron los almuerzos, lo siento —les decía a los pocos estudiantes que quedaban en fila.
—Pero…
—Lo siento, pero ya acabaron.
Se marchaban con sus caras largas y refunfuñando. Parecía injusto, guardar un almuerzo a alguien que aún no había llegado y que no hizo esa fila. Pero ella tenía una excusa, Lía compró bono y también tenía derecho a su almuerzo.
Ignoró sus propios pensamientos, apresurándose a terminar su trabajo para poder almorzar. Se asomó una vez más a las bancas del comedor, y allí ya estaba ella, distraída leyendo uno de sus cuadernos posiblemente estudiando para los exámenes.
—Hola, lindura, ¿por qué tan solita? —susurró Rosalba a su oído, provocándole un susto.
—Te has vuelto odiosa, mi amorcito —se quejó Lía con un puchero.
—Lo siento, te veías tan linda distraída que no pude evitarlo —se burló.
—Esta me las pagas, niñita —replicó entre risas.
Almorzaron con tranquilidad, solo disfrutando de la comida y la compañía. Entre veces conversando y riendo por ello, esperando que el momento nunca termine. Sin embargo, las interrupciones nunca faltaban.
—Señorita mía, ¿cómo estás? —saludo Lory muy jocosa.
Habían llegado de sorpresa, Lory y Auri se sentaron una a cada lado, la primera junto a Rosalba y la última al lado de Lía. Pese a la conversación que tuvieron, seguía mirándola con desconfianza. ¿Qué tenía que hacer para que eso cambiará?
—Aquí, todo tranquilo —contestó nerviosa.
—Hasta que llegaron ustedes, no pueden ver a un pobre en paz —se quejó Lía, mirando ceñuda a su hermana.
—Solo veníamos a saludar a nuestra nueva amiguita —se excusó Lory, atrayendo hacía ella a Rosalba—. Cierto, cariño mío.
Por un segundo, Rosalba vio como Lía bajaba la mirada evidentemente molesta y con las mejillas coloradas. Quería evitar eso, y, además, se le estaba haciendo hora de regresar y terminar su trabajo.
—Creo que… será el saludo más corto de la historia —se apresuró a contestar—, debo volver a trabajar, ya casi se acaba mi turno.
—Qué lástima —se quejó Lory.
—¿Podemos vernos cuando salgas? —preguntó Lía, ignorando la mirada escrutadora de Auri a su lado.
—Claro, estaré en la biblioteca terminado el trabajo —recogió los platos, contestando como si nada extraño estuviese pasando.
—Cierto, el tráfico —expresó Lía con fingida inocencia—, incluso en eso hay que ser responsables. —Sí, el tráfico —repitió Rosalba con reproche y diversión—. Nos vemos luego.

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