Tan sólo dos semanas después el médico confirmó el temor de Olivia.
—El quiste ha crecido mucho y está afectando con la presión otros órganos.
—Pero ¿cómo pudo desarrollarse tan rápido —inquirió Olivia, mientras Miranda lucia en extremo de extraída.
—A veces sucede que nunca se desarrollan tanto, pero en este caso ha sido diferente.
—Miranda tomó un tiempo hormonas para embarazarse.
—Si, ya me contó sus antecedentes.
—Primero estéril y ahora tengo un tumor del tamaño de una naranja —intervino la chica al fin.
—¿Se puede operar?
—Debemos estudiarlo primero, hacer unos estudios.
—¿Y si resulta cancerígeno?
—Miranda no digas eso — susurró Olivia.
—De todos modos, llevo una vida inútil y ¿qué más da si se termina ya?
Olivia lloró todo el camino a su casa y cuando llegó no quiso hablar con nadie.
Miranda tampoco, sólo deseaba ir a su casa y encerrarse en su recámara. Estacionó su camioneta en la banqueta con descuido y el ruido de la construcción la hizo mirar en esa dirección sólo para encontrarse con la preciosa sonrisa de Roman, una sonrisa que ya no era para ella sino para su nueva amiga.
Con el espejo retrovisor podía verlos, parecían felices. Contuvo el aliento cuando ella le tomó las manos, luego tocó su pecho y subió hasta su cara. Abrió la puerta del coche y se bajó rápidamente en un acto casi desesperado. Dió un portazo y se encaminó hacia la pareja.
—¡Oiga! —llamó la atención de la pareja —. ¡Tengo que hablar con usted! —dijo provocando la sorpresa de ellos —¿Hasta cuándo va a parar ese ruido infernal?
Roman se rió con ironía. Esa tarde llevaba puesto un traje azul sin corbata y lucía particularmente irresistible.
—¡Vaya! ¡Al fin aparece la celebridad del barrio! —se burló el hombre— y ahora me habla de usted.
—Así es, señor Watson —reiteró Miranda su distancia —respóndame la pregunta.
—Perdón que intervenga —dijo Amy.
—Discúlpame Amy, no te he presentado a la señorita… perdón, —miró su vientre —a la futura madre, la señora… ¿cómo se apellida?
—Cross —respondió a disgusto.
—Hola —dijo Amy extendiendo su mano —me llamo…
—Amy —la interrumpió descortésmente —ya lo sé, y de boca de su novio —los sorprendió y, además, no le dió la mano.
—¿Cómo sabes que somos novios? —inquirió Roman rodeando los hombros de la rubia.
—¿Lo son? —inquirió Miranda deseando haber escuchado que no lo eran.
—Ya casi tenemos un mes desde que, gracias a ti, volví a ser libre.
—Roman —musitó Amy con cariño y le rodeó la cintura.
—Bueno, bueno, basta de tanto empalago —manoteó Miranda una figura imaginaria en el aire —mejor responda lo que le pregunté.
—Pues aún faltan unas semanas. O no se ha dado cuenta señora —la recorrió con desdén —de que la casa está casi terminada.
—No señor Watson, no me gusta andar metiendo la nariz donde no me llaman.
—¿Ah no? —se burló —¿por qué no viene conmigo un minutito?
—¿A dónde? —siguió con su papel altivo.
Román le ofreció con un ademán caballeroso que entrara a su casa. Miranda dudó un instante, luego accedió.
El cuerpo delgado de Miranda estaba metido en un vestido azul claro que se ajustaba bajo los pechos y los tacones altos descubiertos atrajeron la atención de los obreros. Era una mujer pequeña pero sumamente atractiva. Roman emparejó su caminar al de ella descubriendo que aún podía sentirse celoso. La tomó de un brazo y la chica lo miró, más no hizo nada por separarse.
Dentro, Roman se acercó al jefe de la obra y le dió la orden de irse a comer.
En cuestión de cinco minutos se hizo silencio total. Todos desaparecieron y Roman la condujo para que viera lo que había logrado. Por dentro, todo era muy espacioso. El piso tenía madera fina. Se antojaba quitarse los zapatos y andar por descalza.
—¿Ventanas nuevas? —notó viendo alrededor.
—Si, sin más resistentes que las anteriores. Quiero un lugar lleno de luz, acá va a estar la cocina un poco como la tuya y mi sala quedará frente a tu cocina.
Miranda prefirió pensar en que seguiría viéndolo.
—¡Qué hermosa escalera!
—Mi hermano la pulió —comentó viendo cómo acariciaba la madera.
—Se siente tan suave.
—El piso también fue su idea.
Mirando se acuclilló para palparlo.
—Siempre quise algo así, pero es muy caro para mi presupuesto.
Roman imitó su posición. Sus ojos se encontraron de frente y ella cayó ante su embrujo. Se sintieron envueltos en una magia que ya conocían.
Miranda desvió la mirada, intentó levantarse, pero un fuerte dolor en la ingle se lo impidió.
—¡Ay!
Roman la tomó de los brazos para sostenerla en lo que ella seguía enderezándose.
—¿Qué te dolió? —inquirió y pasó una mano por su cintura para darle firmeza.
—No es nada, sólo las consecuencias del embarazo —dijo la verdad a medias.
—Tu embarazo —recordó Roman con desilusión y en un impulso le tocó el vientre. Miranda sintió algo parecido a una suave vibración que la sorprendió.
Roman apenas comprobó que realmente había una pequeña protuberancia volvió alejarse.
—Vamos para arriba.
—Sí.
—¿Puedes subir?
—Claro, sólo fue un pequeño tirón.
—Tendrá cuatro recámaras: tres pequeñas y la principal — señaló sereno.
—¿Cuántos hijos vas a tener? ¿Veinte?
—¿Por qué no? —inquirió Roman subiendo los últimos escalones.
—Esa es la principal, supongo.
Señaló mirando una gran ventana a la izquierda.
—Es muy parecida a la original.
—Hace muchos años entre con mi tía y sí, es muy parecida.
—Eso quise desde que la visité, que conservara su belleza, pero renovada.
La admiró con discreción.
Miranda caminó a la habitación donde sólo había un sillón individual cubierto de plástico aún.
—Te va a quedar preciosa cuando esté toda decorada — comentó acercándose al ventanal.
Roman no podía apartar sus ojos de ella. No podía creer que estuvieran separados.
Miranda pegó la frente en el cristal y de ahí pudo ver su casa, especialmente la ventana de su recámara.
Pensó en lo que pasaría cuando él viviera allí. Tendría que poner una persiana, por discreción.
—¿Recuerdas qué hiciste el día que nos conocimos? —preguntó Roman dejándola sin respuesta —. Justo ahí en la ventana de tu recámara —agregó dejándola igual.
—En realidad no. Solo sé que ese día supe lo que hicieron Josh y sus hermanas para conseguirme novio.
Se volvió hacia él y la luz diurna volvió transparente el vestido de la chica, dibujando su hermosa figura.
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