39. BEBÉ MILAGRO

—Miranda —susurró Olivia con pesar.

—Hasta le hice creer que mi embarazo era por causa de Gustav.

—¿Y dónde está ese luchador? —preguntó Sophie.

—Se fue de gira a Europa y no regresará en un año o más —recordó Miranda que leyó en algún lado.

—Roman debe saber la verdad —dijo su hermana.

—Después de todo lo que le hice, creo que está furioso conmigo.

—Aun así, debe oír tus razones —insistió Olivia.

—Miranda ya tuvo a su bebé anunció Amy viendo a Roman ejercitarse en un gimnasio de los Ángeles donde se presentaría esa noche.

—¿Tan rápido? ¿Qué fue?

—Una nena.

—Mmmhh

—Nació prematura, pero ya salió del hospital.

—Bien por la familia

—Miranda regresó a su casa sin Gustav.

—¿Terminaron?

—No lo sé.

—Sería bueno enviarle unas flores ¿no crees?

—¿Quieres que lo haga?

—Yo se las enviaré personalmente.

—Roman, aún la quieres…

El hombre se detuvo para mirarla.

—¿Por qué quieres saber? ¿Te interesa conquistarme?

—Roman…

—Mi respuesta es no. Miranda ya no me interesa y no me molestaría que me conquistaras.

Amy sonrió. Tenía una esperanza de ganar su corazón.

—Mi muñequita Jazmin —susurró Miranda sentada sobre la cama, mientras alimentaba a su bebé —te quiero tanto, tanto.

—¡Por el amor de Dios, esa criatura va a ser una malcriada! —se quejó Sophie.

—Es que aún no lo puedo creer, mamá. Es mía, mi niña preciosa.

—Me da tanto gusto por ti mi vida —se acercó a ambas.

—Hubiera querido llamarla milagros pero sé que no me lo hubiera perdonado en el futuro.

—Ya pasaron tres meses desde que nació y no te has comunicado con el padre de la bebé.

—Lo he intentado, pero no me han querido dar información. Parece que Roman no quiere saber de mí.

—Entonces ni pregunto si la va a reconocer.

—Ese va a ser un problema. Roman creía que yo esperaba un hijo de Gustav.

—¿Y qué piensas hacer?

—Nada, simplemente esperaré a que vuelva.

—¿Ah sí? ¿Y no sería más fácil que lo buscaras en uno de sus eventos? Ya estás físicamente mejor.

La chica lo miró pensativa.

—Sí lo pensé, pero quise esperar que mi preciosa estuviera por completo libre de peligro. Ahora quiero esperar otro tiempo, es tan pequeña — volvió a estrecharla, no puedo estar sin verla ni un segundo.

Amy sabía que le había servido como para tabla de salvación y con un mes de relación juntos se llenaba de esperanzas de que podrían tener un futuro en común.

—¿Querrías casarte en poco tiempo? —se atrevió a preguntarle.

—Amy, no es tiempo aún.

—No te lo estoy proponiendo.

—No es justo para ti.

—Roman sé que no me amas.

—Y me siento un mal hombre por eso, eres una mujer noble y entregada.

—Pero no me amas y sospecho que tampoco te gusto —replicó tristemente.

—Sabes que requiere total concentración en lo que hago.

—Ahora no estás luchando —extendió una mano para tocar la de él.

—Pero mañana lo haré —se apartó suavemente echando la espalda hacia atrás.

Amy apretó los labios.

—¿Qué te pasa conmigo? ¿Así eras con Miranda? —inquirió con voz tensa —¿qué tiene ella que yo no tengo? —preguntó dolida —Oh sí, de ella te encantaban lo que te hacía ¿verdad? —señaló echando una rápida mirada a su cintura dándole a entender que quizá los vio o escuchó aquel día en la casa. No pudo contestar — ¡Pues yo no soy como ella! ¡La muy hipócrita con su carita de niña, pero por dentro era una loca depravada que te volvía loco! —lo hizo reaccionar finalmente —¡Déjame terminar! —dijo rápidamente. Esa mujer se burló de ti, te usó en todos los sentidos y no dudo que te haya hecho adicto a sus mañas y pienso que quizás sea eso lo único que extrañas realmente de Miranda y eso no es amor Roman, el sexo no es amor.

Roman aspiró profundamente.

—Sé muy bien lo que es el amor Amy —la contradijo —. Amé a Miranda con todo mi ser, no sólo por lo que me daba en la cama, sino por lo que ella representaba para mí y eso era el amor total entregado sin interés.

—¡Eso era lo que tú veías en ella, pero tan sólo lograste que abusara de ti! ¡Nunca se dió cuenta de lo valioso que eres!

—¡Si sabes lo mal que la pasé por su causa no deberías presionar! ¡No estoy listo para ser el novio que deseas! ¡Así que terminemos de una vez!

—Ustedes han tenido contacto con él pueden decirme dónde encontrarlo —dijo Miranda temiendo su reacción.

Víctor Watson la miró con desconfianza, aunque no tanto como su esposa Lauren.

—Sabemos cada paso que da nuestro hijo —dijo la señora — desde que lo adoptamos no hemos recibido más que respeto de su parte.

Miranda creyó escuchar mal.

—¿Qué dijo? ¿Roman es adoptado? —repitió con un tartamudeo nervioso.

—Así es señorita —dijo Víctor

—Desde que tenía diez años.

Miranda se llevó una mano al pecho.

—No lo puedo creer —había cometido otro error terrible.

—Por eso usted lo enamoró —agregó Lauren captando su atención —él decía que usted era una mujer magnífica, que adoraba a sus sobrinos, que cada niño que veía para usted es especial y él nunca vio eso en otras mujeres.

—Vió en mi todo lo que ustedes hicieron por él. Lo amaron sin ser su hijo de sangre.

—Así fue —respondió Víctor —, pero luego usted me lo abandonó para irse con su esposo y darle un hijo.

Miranda se mordió el labio inferior. ¡Qué estúpida fue!

—Me gustaría que conocieran mi historia, lo que pasó —dijo la chica —¿podemos sentarnos? Es una historia larga.

Los padres de Roman se miraron indecisos, luego la invitaron a sentarse y decidieron oírla.

Miranda les contó lo que pasó en su matrimonio y cómo se casó con Gustav quién sabía de su problema. Como al paso de los meses le fue infiel y la acusó de ser culpable de su infelicidad, por no complacerlo dándole un hijo. Les habló de todos los tratamientos a los que se sometió inútilmente buscando concebir al bebé que Gustav finalmente tuvo con la doctora que la atendía. El dolor que siempre sintió por no tener una parte de su ser en los brazos.

Lauren la miró conmovida.

—No podía seguir así con Roman, él deseaba tener hijos y aquel día que me trajo aquí, decidí que tenía que hacer algo para liberarlo de mí, no era justo que soñara en formar una familia conmigo si yo nunca podría darle eso.

Miranda se secó las lágrimas con los dedos.

—¿Entonces lo dejaste a causa de tu esterilidad? —inquirió Lauren volviendo a hablarle con confianza, recobrando su simpatía por ella.

—Si, y poco después me detectaron un tumor.

—¡Dios mío!

—Pero ya ven, sigo aquí —sonrió tímida.

—¿Te lo operaron? —preguntó Víctor.

—Si, me lo extirparon y afortunadamente resultó benigno.

—¿Cómo pudiste pensar que mi hijo estaría mejor sin ti? Roman estaba muy enamorado.

Miranda suspiró.

—No quiero que vuelva conmigo. Sería demasiado pedirle.

—¿Entonces…? —preguntó Víctor.

La joven dibujó una sonrisa que iluminó su rostro.

—Ocurrió un milagro muy bello.

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