“Para ser un pirata hay que ser una rata. No hace falta ser bueno para ser bucanero.
Supe ser un pirata tras el oro y la plata.
Fui un famoso corsario, audaz y temerario.
Pero un día descubrí, cuando solo me vi,
lo que te hace feliz está dentro de ti.
Hay que ser muy valiente para ver lo que sientes. No ser más bucanero, eso es lo que yo quiero.”
Tarde de lluvia.
Tarde de música, yogur de frutillas y galletitas de chocolate.
Tarde de mimos de mami. Tarde del Rubio durmiendo plácidamente en el sillón. ¡Como de costumbre! ¡Gato haragán!
¡Tarde de leer cuentos!
Mientras mamá Stephany lee, cambiando su voz en cada personaje, a Renata le ríen sus ojitos celestes. Tiene el pelo rubio alborotado, los labios enchastrados de chocolate y una sonrisa picarona ¡Tan picarona como ella!
Mira con mucha atención una lámina del cuento que mamá le lee. Tiene dibujado un barquito de papel, con una gran bandera negra de pirata y una espantosa calavera.
– ¡Mamá, cuando sea grande yo voy a tener un barquito como éste!
– ¿Cómo? ¿No me digas que vas a ser pirata como una rata?
– ¡Jajajaja! ¡Síiiiiiii!
Su risa de campanita resuena por toda la casa.
– ¡Aaaaah¡ ¡Así que vas a ser la espantulosa corsaria Renata Cara de Galleta!
– ¡Jajajaja! ¡Noooooo, mamá!
– ¿No? ¡Ya sé! ¡Entonces vas a ser la horripilantosa bucanera Renata Cara de Patata, y te vas a robar todos los tesoros que encuentres por el mundo!
– ¡No, mami! Yo voy a ser una pirata buena. No voy a robar, porque robar es de meteretes. Yo voy a comprar mapas del tesoro a los otros piratas y voy a ir con mi barco a buscarlos.
– ¡Pero este barco da mucho miedo con esa calavera tan fea!
– ¡Siiiii! ¿Y sabés qué? ¡Voy a tener un gato y un loro! Y a los malos los vamos a hacer caminar por la plancha.
– ¡Ay, qué mala esa pirata! ¿Y te vas a poner un parche en el ojo y un garfio en la mano? ¿Y una pata de palo?
– ¡Un sombrero voy a tener! ¡Muyyyyyyy grande!
Stephany quiere seguirle leyendo a su hija, pero a ella le interesan más los dibujos del libro.
Está fascinada con ese barco de papel, de bandera negra y enorme calavera. Viaja sobre un mar intensamente azul y revuelto, mientras que en el cielo se anuncia una negra tormenta.
– Renata, mientras tú seguís mirando el libro, mamá va a preparar la cena. ¿Está bien?
Renata no le hace caso. Está concentrada en el dibujo. Cierra los ojos y se imagina sobre ese barco, con su gran sombrero y su espada de plata.
¡Con él podría encontrar muchos tesoros y, de vez en cuando, pasar a saludar al pirata pelirrojo, a su buen amigo Selkirk!
Él también fue pirata como una rata, pero después de vivir muchos años en una isla desierta se hizo bueno, y ahora vive en Edimburgo con Duke y Lordy, su gato y su loro, según él, más valiosos que cualquier tesoro.
Renata mira, ríe y sueña. Sueña, ríe y mira.
Atraída por tanto silencio, mamá asoma la cabeza desde la cocina. Y, entonces, sonríe al encontrarla profundamente dormida sobre el libro abierto.
—-
Sicilia. 1712.
Una espantosa tormenta azota la isla, pero a Renata no le importa. Es feliz con su espada de plata y su gran tricornio negro, jugando en el muelle con Rubio y Petri bajo la lluvia y el cielo negro como la tinta, apedreando gaviotas, entrando a hurtadillas en la taberna y cambiando los vasos de los piratas que entran alli a malgastar sus salarios, jugando entre botes y veleros, y robando pan a los tenderos distraídos.
Es una pequeña forajida sinvergüenza, pero a diferencia de esos piratas feos de dientes amarillos y aliento pestilente que andorrean por ahí, ella tiene una traviesa risita de campanita, cabellos de sol y unos ojos de color zafiro, que ninguna tormenta sería capaz de apagar.
Mientras los corsarios buscan refugio en tabernas y bares de mala muerte, ella camina alegre y despreocupada jugando con su loro Petri y buscando al Rubio…, ¡pedazo de gato zoquete y miedoso! ¡Si tuviera un bergantín lo haría caminar por la plancha por cobarde!
De pronto, un barco aparece surcando el mar a toda velocidad rumbo a la isla. Parece de papel. ¡Pero no es un barco cualquiera! ¡Es un barco pirata! ¡Es el Concordia! ¿Pero qué lo llevará a hacer un viaje tan largo y con un clima tan horrible?
Se dirige raudamente hacia el muelle donde se encuentra.
– ¡Renataaaaa! ¡Renataaaaa!
¡Esa voz! ¿De dónde la conoce? ¿Esa voz tan dulce y femenina, aunque ahora la esté llamando a gritos y no lo parezca?
– ¡Renataaaaaa!
Petri se posa sobre su hombro, y Rubio se sienta a sus pies en actitud protectora. ¡Ambos saben que la llegada de un barco pirata en medio de semejante tormenta, no presagia nada bueno! ¡Aunque sea de papel! – ¡Renata!
Entonces reconoce la larga cabellera negra y la piel aceitunada.
– ¿Gertrude? ¿Pero qué hacen ustedes aquí?
– ¡Hola, chicos! ¡Qué gusto verlos otra vez! ¡Suban! ¡Tenemos que irnos ya mismo!
Los corsarios le tienden una escala de cuerda para que puedan subir. Renata sube con valor y energía, ágil como un marinero. Rubio da un salto hasta la cubierta y, casi casi, se cae al agua. Petri llega batiendo sus verdes alitas y saludando a todo pulmón, cual reina de la primavera. Aunque es verano.
– ¡Hola, hola! ¡Gertrude! ¡Hola, muchachos! ¡La papa! ¡Prrrt!
Rubia y morocha se abrazan con ese cariño que reservan las personas que hace mucho tiempo no se ven.
– ¿Pero qué están haciendo acá? ¿Adónde tenemos que ir? ¿Y Willy?
– En Londres, querida amiga. ¡Está muy enfermo y tuvo que quedarse! ¡Ahora, además de cocinera, soy capitana!
– ¡Pero la tormenta es terrible! ¡Nos hundiríamos! ¿Qué pasa? ¿Por qué tenemos que salir ahora? ¿Y adónde?
– ¡A Más Afuera, Renata! ¡Tenemos que ir a Más Afuera!
– ¡Juan Fernández! ¿Selkirk?
– ¡Sí! ¡Nuestro amigo está en problemas!
-¿Pero por qué? ¿Para qué volvió?
– Volvió en busca de un tesoro.
– ¿Un tesoro? ¿En Más Afuera? ¡Pero si él juró que nunca más iba a buscar uno! ¡Que su único tesoro eran Lordy y Duke! ¡Y sus amigos!
– Dijo que era muy importante y se fue. El problema es que Bullock se escapó de los españoles y ahora lo está persiguiendo en el Revenge. ¡Selkirk corre peligro!
– ¡Tenemos que ayudarlo! ¿Son buenos estos hombres?
– ¡Los mejores! Pero Selkirk es nuestro amigo. Así que, esta vez, vos y yo seremos las timoneles.
– ¿Yo? ¿Timonel del Concordia? ¿Cruzar el Cabo?
– Sí, Renata. Tenemos que cruzar el Cabo de Hornos. Vos y yo. ¡Como sea! ¡Se lo debemos a Selkirk! ¡Es nuestro amigo!
Y, así, en medio de aquella siniestra tormenta, parten velozmente rumbo a Más Afuera. ¡La isla de Alejandro Selkirk!
—-
“Con mis manos sentir y poder construir
un lugar dónde estar, sin mentir ni robar.
Ya no soy una rata ni tampoco un pirata.
Ya no soy bucanero, no me importa el dinero.
Para ser un pirata hay que ser una rata.
No hace falta ser bueno para ser bucanero.
Yo no soy una rata, no seré más pirata.
Ya no quiero robar. Aprendí a trabajar.
Es mejor no fingir, inventar, fabricar.
Hay que ser una rata para ser un pirata.
Para ser bucanero sólo vale el dinero.
Tengo un gato y un loro,
son mi mejor tesoro”.
¡Allá van!
Embarcados en una loca carrera contra el tiempo y la furia de los elementos rumbo a Juan Fernández, siguiendo la ruta de su querido amigo. Aunque nadie acierte a comprender por qué está volviendo allí.
El primer lugar en esta peligrosa carrera es para Alejandro Selkirk, Duke y Lordy, tripulantes del Adventure, una veloz goleta de dos palos con enormes velas blancas y un par de cañones, quienes surcan los mares, alegres y despreocupados, en busca de un dulce tesoro enterrado en la isla de Más Afuera.
– Tengo un gato y un loro, son mi mejor tesoro. ¡Lalaralala!
Con unas cuantas millas de desventaja, es perseguido por el siniestro Revenge del capitán Bullock, un aparatoso galeón de tres palos y velas negras con una enorme calavera pintada, y armado hasta los dientes con treinta cañones.
– ¡Selkirk va en busca de mi dulce tesoro! ¡Tengo que impedirlo!
Y, procurando dar alcance a ambos, a toda máquina, va el Concordia de Renata y Gertrude, un frágil bergantín también de negras velas y con una fea calavera pintada.
¡Es que los piratas suelen ser muy originales!
– ¡Tenemos que darnos prisa!
Bajo rayas y centollas, cada uno con sus por qué, se dirigen hacia el peligroso Cabo de Hornos, donde se unen Atlántico y Pacífico.
Es la tierra de los cuarenta rugientes, de los cincuenta furiosos, de los sesenta aulladores. Vientos helados y devastadores, capaces de volcar cualquier embarcación que lleve a un timonel inexperto o demasiado atrevido.
Renata y Gertrude, la rubia y la morocha, se miran con creciente preocupación. Llevan dos expertos timoneles a bordo, pero aun así quieren ser ellas quienes hagan cruzar al Concordia por el peligroso Cabo. ¡Dos mujeres frente a un desafío para hombres duros y curtidos!
¿Serán capaces?
—-
– ¡Capitana Gertrude! ¡Capitana Gertrude! ¡El Cabo! ¡Cabo de Hornos a la vista!
– ¡Prrrrt! ¡Prrrt! ¡Cabo de Hornos a la vista! ¡Prrt!
– ¡Miau, miau!
– ¡Renata, encerrá a estos dos en tu camarote! ¡Zafarrancho de combate!
– ¿Cómo de combate? ¿Contra quién nos tenemos que pelear? ¿Justo ahora?
– ¿Cómo contra quién? ¡El viento, el mar, estas rocas! ¿Te parecen enemigos suficientes? ¡Renata, yo no creo que pueda…!
– ¡Sí que podés!
– ¡No! ¡Es demasiado peligroso!
– ¡Ni lo digas! Da órdenes a tus hombres de que estén listos y atentos. ¡Vos subí a la cofa y guiame! ¡Yo hago de timonel!
– ¿Estás segura? Yo…
– ¡Selkirk nos necesita! ¡Vamos! ¡Entre todos podemos!
¡De pronto, el desbarajuste!
Un viento furioso y helado azota el bergantín conduciéndolo hacia unas amenazadoras rocas tan negras como el amenazante cielo. Unas olas gigantescas golpean el barco de forma cruel. ¡No para de llover!
Los hombres gritan palabras incomprensibles mientras hacen maniobras, en tanto que otros cantan para darse valor.
En la cofa, Gertrude sujeta las descomunales velas, a la vez que procura no caerse al agua, hacer de vigía y dar indicaciones a la rubia timonel.
– ¡Rocas a babor! ¡Nooo, para el otro lado! ¡A babor, Renata!
Renata está empapada y muerta de frío, pero no suelta el timón por nada del mundo. ¡Tienen que ir con Selkirk o morir en el intento!
– ¡Y yo qué sé lo que es babor!
– ¡A la izquierda, Renata! ¡Rocas a tu izquierda!
La furia de la tormenta no le permite conducir el navío. El viento y las olas lo zarandean para todos lados. El agua negra y maloliente parece que se los va a tragar.
– ¡Capitana! ¡Capitana, nos vamos a pique!
– ¡Sujétenseeeeeee!
– ¡Renata, estamos escorando! ¡Vamos a chocar!
– ¡Agárrense fuerte!
Con un esfuerzo sobrehumano, la pequeña timonel logra enderezar la embarcación, y conducirla a través de las rocas, los traicioneros icebergs, y el azote del viento y la lluvia.
– ¡Izquierda! ¡Ahora derecha! ¡Bieeeeen! ¡Estamos cruzando el cabo!
Con gritos de alegría y optimismo, cada miembro de la tripulación desempeña su papel y lucha contra los elementos para poder salir de allí. ¿Lo habrán conseguido el Adventure y el Revenge?
Un rato después, el viento y las aguas se calman. Finalmente, están navegando en el Pacifico rumbo a Juan Fernández tras los pasos de Selkirk.
– ¡Renata! ¡Renata! ¡Hip hip!
– ¡Raaaaaa!
– ¡Hip hip!
– ¡Raaaaaa!
– ¡Hip hip!
– Ra ra raaaaaa!
¡Aplausos y vítores para la pequeña rubia del tricornio gigante!
– ¡Esto merece una cena especial! ¡Y mucho chocolate de postre!
La timonel Renata, la de los hermosos ojos azules, cansada y empapada, ríe con su risa de campanita. ¿Qué sería del mundo sin chocolate? ¿Y sin amigos?
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A medida que avanzan milla tras milla, el tiempo va mostrando sus diferentes caras. A veces, es regañón y llorón y, a veces, sonriente y cálido.
Mientras tanto, el carpintero, junto a parte de la tripulación, se esfuerza por reparar los daños recibidos por la tormenta, mientras que Gertrude remienda las velas destrozadas.
Renata, muerta de la risa, intenta copiar en un papel la siniestra calavera de las velas sanas. ¡El resultado da bastante miedo! ¿O son carcajadas lo que escucha?
Al pasar por la isla de Santa María, se escucha la potente voz del vigía:
– ¡Capitana, capitana! ¡Bote a estribor!
– ¡Miau, miau!
– ¡Prrrt, a estribor! ¡A estribor!
Renata y Gertrude, preocupadas, dirigen la mirada hacia la derecha y ven que un bote salvavidas se aproxima al Concordia.
– ¡Un náufrago!
– ¡Tenemos que subirlo a bordo! ¡Pobre hombre!
La tripulación maniobra el bergantín con cuidado sobre el océano chato como un plato para poder rescatarlo. Pero cuando logran subir al desventurado náufrago, descubren con horror que es… ¡el capitán Bullock!
Los hombres se disponen a atacarlo y hacerlo caminar por la plancha.
– ¡Esperen, esperen! ¡Vengo en son de paz!
– ¡La paz y usted no van en la misma oración!
– ¡Gertrude, por favor! ¡No olvides que hace muchos años respeté tu vida y no te delaté a mi tripulación! ¡Por favor, Gertrude! ¡Renata! Soy un hombre acabado. ¡Perdí mi barco! ¡Y a mis hombres!
– ¿Qué pasó con el Revenge?
– No pudo salir del Cabo de Hornos. No pudo resistir la tormenta. ¡Perdí todo! ¡Salvo mi vida y este bote maltrecho!
– Capitán…
– Capitán…, lo sentimos mucho. ¿Hay algo que podamos hacer por usted?
– Necesito llegar a Más Afuera. Ahí escondí varios tesoros en el pasado. Con ellos puedo comprar otro barco y volver a Inglaterra.
Rubia y morocha se miran consternadas. ¡Son los tesoros que Selkirk va a desenterrar! ¡Aunque había jurado no hacerlo nunca más!
– Capitán…, yo…, nosotras…
– ¡Selkirk va hacia allí a desenterrarlos!
– No, niñas. ¡Selkirk no va hacia allí! ¡Ya no!
De repente, todos los semblantes se vuelven pálidos. ¿Pero qué está diciendo este pedazo de bestia?
– El Adventure… El Adventure tampoco soportó la tormenta.
– ¡Eso es mentira!
– ¡Selkirk es el mejor timonel del mundo!
– ¡Lo siento tanto, chicas! ¡De verdad que lo lamento!
Y, de los bolsillos de su chaqueta, saca una pluma tornasolada. Verde, amarilla y azul. ¿Una pluma de Lordy? No cabe otra respuesta.
– Me acerqué a ayudar y la encontré flotando entre los restos del naufragio. Es el loro de Selkirk, ¿verdad?
Nadie le contesta. La tristeza y el enojo caen sobre todos, aplastantes como un martillo. Su querido amigo… ¡No puede ser! ¡Sin esperanza! Y cuando la esperanza se pierde, ya no hay nada que hacer.
Nadie se mueve. Todos están petrificados, estupefactos, como si fueran estatuas. Ya a nadie le importa el barco. Ni el viaje. ¡Ya nada importa!
El capitán Bullock, conmovido por la tristeza del Concordia, se dirige lentamente al timón. ¡Ahora es él quién está al mando!
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El resto del trayecto a Juan Fernández se hace bajo un silencio sepulcral. Nadie quiere hablar. Nadie quiere ser el primero en llorar. Nadie puede creer ni aceptar que a Alejandro Selkirk, el mejor timonel del mundo, la suerte lo haya abandonado en pleno mar.
Atracan a unos pocos kilómetros de Más Afuera. Renata y Gertrude junto a Rubio, Petri y Bullock abandonan el barco y se dirigen en bote hacia la costa.
Llegando a la playa, Petri da la alarma.
– ¡Prrrt, prrrt! ¡Selkirk! ¡Prrrt!
El Rubio se acerca a la proa del bote. ¡El también lo reconoce! ¡Rubia y morocha levantan la cabeza contrariadas!
– ¡Selkiiiiiiirk!
– ¡Usted nos engañó! ¡Ahí está el Adventure! ¡Selkirk está vivo!
El capitán saca un trabuco de entre sus ropas y les apunta.
– Lindo lorito soplón, vete ya mismo al Adventure y dile a ese briboncete que quiero mi dulce tesoro a cambio de los rehenes. ¡Y que no vaya a salir con alguna de sus jugadas, porque los liquido a todos!
El loro se aleja rumbo al barco, mientras Bullock lo sigue a punta de remo y trabuco. ¡Por fin va a reencontrarse con su dulce tesoro!
– ¡Prepárense para el abordaje! ¡Zafarrancho de combate! ¡Jajajaja!
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En el Adventure el clima es tan espeso que se puede cortar con un cuchillo. El cielo está negro otra vez, amenazante, anunciando lluvia y muerte.
Rubio y Duke, pese a ser unos gatos miedosos, están juntos con el lomo erizado, listos para defender a sus amigos. Petri y Lordy hace rato que no están a la vista. ¡Desaparecidos los cobardes!
Y el cofre del tesoro allí mismo, abierto, con su contenido a la vista, sobre la cubierta.
Selkirk y Bullock, frente a frente, con aire desafiante.
– ¡Bueno, bueno! ¡Hasta que volvemos a encontrarnos, pedazo de bribón! ¡Dame mi oro!
– ¡Eso no es oro!
– ¡Jajajaja! ¿Pero por quién me tomaste? ¡Quiero el oro a cambio de todas estas vidas! ¡Mi dulce tesoro contra tu mejor tesoro!
– ¡Eso no es oro, Bullock!
– ¿Qué? ¿No vas a lanzar una moneda para decidir el destino de todos, como es tu costumbre? ¡No! ¿Para qué? ¡Si su suerte ya está echada! ¡Jajajaja!
Las primeras gotas empiezan a caer, el viento vuelve a rugir y el mar a encresparse. ¡Otra vez están a merced de los elementos!
Renata y Gertrude cruzan miradas. Por un lado, tienen miedo de Bullock y de lo que sea capaz de hacer. Por otro lado, se sienten enojadas con Selkirk. ¡Si no fuera por su absurda y renovada codicia no estarían allí!
– ¡No puede llevarse ese tesoro!
– ¡Sí que puede!
– ¡Basta, Selkirk! ¡Mirá adónde nos trajo tu avaricia! ¡Dijiste que nunca más…!
– No es para mí. Es un regalo. ¡Para ustedes! ¡Además el capitán no puede llevarse ese tesoro! Se le va a derretir en el camino.
– ¿¡Cómo!?
Todos se arrojan de cabeza sobre el cofre, y cada uno toma una moneda. ¡Es más blandita que un doblón de oro! ¡Y está envuelta en papel!
– ¡Pero…! ¡Pero…!
¡Realmente es un dulce tesoro! ¡Son monedas de chocolate!
El capitán Bullock, con odio asesino, apunta con su trabuco a Selkirk. Renata y Gertrude se abrazan asustadas. Saben que ellas serán las siguientes.
– ¡Esto me lo vas a pagar muy caro! ¡Zarpemos! Cuando estemos en alta mar te haré caminar por la plancha. ¡Serán la cena de los tiburones! ¡Todos ustedes!
– ¡Prrrt, prrrt! ¡La caballería!
– ¡Prrrtt, Petri! ¡Llega la caballería!
– ¿Pero qué…?
Los dos simpáticos loros, en cuanto vieron la oportunidad, se marcharon sin ser vistos en busca de refuerzos. Y, a fuerza de gritos, y algún que otro insulto, se han hecho perseguir por dos fragatas españolas hasta el mismísimo Adventure.
– ¡Bullock! ¡Alto en el nombre del rey!
Aprovechando la confusión, Rubio y Duke, menos miedosos que nunca, se abalanzan sobre Bullock, y lo dejan todo rasguñado y magullado. ¡Vencido! ¡Listo para envolver para regalo y entregarlo a los españoles!
Cuando ya se lo llevan esposado, Selkirk lo detiene.
– Capitán…, ¿unas moneditas para el viaje?
– ¡Grrrrrrrr! ¡Me las vas a pagar, Selkirk!
Una vez que se lo llevan, se abrazan todos.
– ¿Qué sería del mundo sin chocolate? ¿Y sin amigos que te quieren?
—-
– Antes de volver a casa, quiero hacer un brindis. Por el valor de estos excelentes hombres y marinos, que arriesgaron su vida por proteger la mía. Quiero brindar por la astucia y el valor de estos, mis pequeños amigos, Petri y Lordi, y por el arrojo de estos dos felinos dorados y adorados, Rubio y Duke. ¡Tenemos dos gatos y dos loros, son nuestro mejor tesoro!
– ¡Miau, miau!
– ¡Miauuuuu!
– ¡Prrrrt, la papa! ¿Ya es primavera?
– ¡Prrrrtt, llamen a la caballería!
– ¡También quiero brindar por mi gran amiga Gertrude! ¡Por dejar a su buen marido enfermo y dar la vuelta al mundo para venir a ayudarme! ¡Aunque yo no supiera que necesitaba ayuda!
Por último, mira a Renata:
– ¡Y, muy especialmente, quiero hacer un brindis por vos, mi rubia amiguita! ¡Porque sos valiente y decidida! ¡Porque te sumaste a este rescate sin hacer preguntas! ¡Porque tomaste el timón cuando nadie más se animó a hacerlo! ¡Brindo porque ese valor nunca se apague! ¡Ni el sonido de esa risa! ¡Hip hip! ¡Raaaa!
Cada miembro de la tripulación alza su copa de jugo de naranja en una mano y una moneda de chocolate en la otra.
– No crucé el mundo por codicia ni para hacerme rico. ¡Basta mirar a cada uno de ustedes para ver que ya lo soy! Pero hay ciertos tesoros que vale la pena salir a buscar. Para compartir. Para poner una sonrisa en el rostro de un amigo. Porque eso fue. ¡Una vuelta al mundo por la amistad! ¡Y por ustedes! ¡Aguante el chocolate!
– ¡Aguanteeeeee!
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Renata se despierta con la cara pegada al libro. Tiene los ojos somnolientos, el pelo más revuelto que antes y la boca llena de pegotes de chocolate.
– Renata…, ¡llamá a tu hermana a comer! ¿Y esas monedas que tenès en la mano?
– Me las regaló un amigo, mamá. ¡Me las regaló un amigo!
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