Olivia Cross hermana mayor de Miranda suspiró al ver a su pequeño Samuel, de un año, durmiendo tranquilamente en la cuna.

—¿En qué piensas? —preguntó Ted desde la cama.

—Recordé lo mucho que mi hermana deseó tener un bebé.

Ted notó su tristeza y la llamó a su lado.

—Tal vez… algún día…

—Sabes que no podrá ser —le recordó su incapacidad para concebir.

—Iba a decir, que tal vez pueda adoptar.

Olivia sonrió y se acomodó junto a su esposo.

—El problema es que no se da la oportunidad con alguien, ya ves que nadie le gusta.

La ropa cayó apresuradamente al pie de la cama y la tenue luz que se colaba por las cortinas de su habitación, bañó sus cuerpos desnudos. Roman acomodó su pesada silueta, sobre la fragilidad de su cuerpo, con lentitud disfrutando la suavidad de su piel de seda. No era un santo, pero jamás se había sentido tan necesitado de recorrer y besar a ninguna mujer como Miranda. Su miembro erecto rozaba las piernas de la pequeña chica y ésta saltaba erizándose, quizás imaginando lo que sentiría al recibirlo entre esos muslos bañados de humedad, donde sus dedos grandes frotaban con firmeza e insistencia, logrando que tanto su cuerpo como el de Miranda, explotaran en deseos.

La iba a poseer, pero sabía que debía tomárselo con calma; sin embargo, había algo que lo inquietaba

Recostados en la cama. Roman acarició su boca con un dedo y recorrió su rostro.

—Necesito ver tu cara —descendió una vez más, hasta ese punto donde Miranda se retorció con angustiante placer.

La chica no dudo en aceptar su propuesta. También deseaba mirarlo.

Encendió una lámpara de noche en el cajón cercano y contuvieron ambos el aliento al descubrirse mutuamente.

Roman se recostó a un lado y recorrió su silueta perfecta.

—Que hermosa eres…

Sus dedos llegaron a un pecho firme y lo cubrió, aprisionó entre su índice y dedo medio un pezón y se inclinó a lamerlo suavemente.

Miranda cerró los ojos, enseguida los abrió. No iba a perderse ningún detalle de su amante de ensueño. Ese hombre tenía un cuerpo fuera de este mundo. Musculoso, suave al tacto, sus ojos no terminaban de apreciar por completo su perfecta anatomía y deseaba hacerlo. Quería recorrerlo con sus manos y su boca. Se mordió los labios.

—Roman… quiero probarte…

Él se enderezó para mirarla.

—¿Qué?

Miranda se apoyó en los codos.

—Lo que oíste —declaró mirándolo fijamente.

Le rodeó el cuello y lo atrajo para regalarle un atrevido beso que más que besarlo lo devoró.

—Miranda… bebiste demasiado…

La joven incorporó su desnudo cuerpo sobre el colchón obligándolo a arrodillarse y lo abrazó del cuello, resbalando como una sensual serpiente por su torso, hasta caer cerca de su falo encendido, al cual provocó con roces.

—Estoy muy cuerda, sé lo que hago.

—Linda, en realidad nunca llego hasta aquí sin tener cuidado…

Mirando tomó su labio inferior con la boca y lo succionó sintiéndolo tensarse.

—Y también estoy sana —aseguró y vaya que lo estaba. Apenas supo de la infidelidad de Gustav se hizo unos exámenes de los cuales salió completamente limpia.

—Es que para el sexo oral también hay que protegerse…

Miranda recordó los preservativos que usaba cada vez que ella y su vibrador se divertían.Podría ofenderse por tanta duda de él, pero tan solo demostraba lo responsable que era en el sexo.

Roman miró su hermoso trasero cuando se levantó de la cama y fue a buscar en un mueble. Se levantó detrás de ella y descubrió su cajón de ropa interior con preservativos y un vibrador doble. ¿Por qué una mujer como ella tendría un vibrador? O es que no era tan aventurera.

—Wow, tienes toda una sex shop aquí.

Miranda saltó cuando descubrió su silueta detrás de ella. Cerró rápidamente apenas agarró un condón.

—¿Tu… traes condones también?

Roman sonrió y le tomó la mano.

—Un par.

Miranda no comprendió claramente lo que ocurría. La tomó en brazos y colocó en la cama. Roman hundió el colchón con su peso y separó los muslos de la castaña quien entreabrió los labios para respirar.

—¿Eres una chica fuerte Miranda?

—En realidad… —la cabeza de Roman se hundió entre sus muslos, abriéndose paso con la lengua en el pubis mojado y succionó con tal fuerza que ella sintió que le arrancaba el alma —¡Oh rayos! —jadeó entre dientes y repitió la caricia—. ¡Si, si lo soy! —se retorció para deleite del hombre.

Agarró los bordes de la almohada con fuerza y se dejó probar innumerables ocasiones. Roman apretaba sus caderas, jugaba con sus pechos y ella se movía a un ritmo que resultaba peligroso para el juego. No iba a terminar tan fácilmente.

Quería más de él.

Recordó que tenía un antojo muy grande.

—¡Basta, Roman! ¡¡Basta!! —chilló y lo miró levantar los ojos divertidos y seductores. La mirada de un hombre seguro de que está haciendo maravillas en el cuerpo de una mujer.

Se enderezó, quedando su enorme virilidad ante los hambrientos ojos de la chica.

—¿Quieres que me ponga esto?

—Tú solo recuéstate y calla —dijo la muy atrevida.

Roman no estaba acostumbrado a esa altanería. Era un hombre poderoso. Le jaló los tobillos obligándola a quedarse así y subió por sus costados hasta que su hombría quedó a la altura de los hombros de ella.

—Demuéstrame si en verdad esa boca es tan grande como parece, pequeña.

Por un instante se sintió cohibida. ¿Sexo oral así? ¿Quería ahogarla?

—¿Y si no lo consigo?

—Confío en que lo harás…

Miranda se mojó los labios cuando él se colocó el preservativo. Rodeó con las manos sus poderosos muslos y sacó la punta de la lengua. Rozó el látex y se detuvo.

—Roman…

—¡Al demonio mi conciencia esta noche!

Se deshizo del preservativo. Tenía meses de abstinencia por la operación y rehabilitación que debió recibir tras su accidente y no deseaba nada más en el mundo que sentir la húmeda boca de esa delicia de mujer que lo veía confundida.

Se recostó en la cama y la miró sonreír.

No tardaron en descubrir qué tan bocona era. La lengua femenina rodeó la punta con cuidado. La veía saborear cada zona, como si quisiera saber qué parte lo excitaba más. La verdad era que, con mirarla así, tenía demasiado estímulo. Cuando al fin se aventuró a meterlo en su boca, Roman gimió. Era cálida, suave y muy húmeda.

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