Aún más allá – 6

—¿Cómo vas con el tráfico? —indagó Lía con una sonrisa inocente.

—¿Disculpa? —expresó con divertida indignación—. ¿Cómo que tráfico?

—Hacer la tarea de otros es tráfico, ¿o me lo vas a negar? —le retó.

Su rostro estaba tan cerca del suyo y a la vez tan lejos, que le provocaba solo tomarla de las mejillas y besarla hasta el cansancio sin importar quién esté allí observándolas. Sin embargo, se guardó todas sus ganas para después, en algún momento del futuro cuando la cobardía no estuviese con ella.

—A ver, digamos que es… —hizo una pausa pensativa—. ¿Una ayuda económica?

Las carcajadas de Lía se escucharon fuertes, coloreando aún más de rojo sus mejillas. «Tan adorable que me duele no poder tocarla», pensó afligida.

—Ok, interesante forma de eximir tu crimen —expresó entre risas.

—¿Cuál crimen? No he hecho nada malo —se defendió con un puchero.

—De acuerdo —sonrió con dulzura, acercándose cada vez más a Rosalba—, solo por esta vez haré…

—Lía… —gritó Lory desde su puesto—. ¡Come here, baby!

Lía, disgustada por la interrupción, chasqueó la lengua haciéndole señas no tan amistosas a su hermana. Sin embargo, la insistencia de esta terminó por colmar su paciencia, así que con un puchero simplemente se rindió. Se levantó de su puesto y antes de irse, dejo un sonoro y suave beso en la mejilla de Rosalba. Esta, sin preverlo ni esperarlo, se sobresaltó un poco y sonrojó mucho.

Desde su posición podía verlas hablar, Lory le decía cosas muy emocionada mientras señalaba a otros tantos del grupo, ellos asentían y solo le sonreían alentándola a algo. Su rostro se tornó dudoso, Lía solo desviaba su atención a Rosalba y eso la estaba poniendo nerviosa. «Creo que llegó el momento de irme», suspiró resignada.

Regresó su atención a su hermana, le dijo algunas palabras y esta vez la dudosa era ella. ¿Qué habrá dicho? Ambas miraron en su dirección, una sonriendo dulcemente y la otra con expresión dubitativa. Sin embargo, la expresión de Lory cambió a una de total y sospechosa picardía.

—Hola Rosi —dijo Lory con una sonrisa, acercándose y tomándola de la mano—, ¿puedo llamarte así?

—Ah… sí, claro —titubeó, mirando de soslayo a Lía.

—Compórtate, Lory —le exigió a su hermana.

—Quería preguntarte, ¿estás libre ahora? Vamos a comer algo por ahí con unos compañeros —decía con dulzura—, ¿quieres venir?

—¿Quieren que vaya? Es que… no sé, no creo…

—No te preocupes por los demás, son buena onda —le interrumpió, mientras Lía se mantenía al margen mirando a su hermana con el ceño fruncido—. Además, hay que aprovechar que los chicos perdieron una apuesta y les toca invitar. Tranqui, todo está bien.

—Ah, no creo que… —miró a Lía, esta vez la observaba a ella con gesto suplicante—. Ok, está bien, iré.

No pudo negarse ante sus ojitos, su mirada suplicante y ese bello puchero que le estaba enloqueciendo cada vez más. Era débil en muchos sentidos, pero este era el único que le gustaba y le sentía tan bien.

—Mmmm… Perfecto, aviso y nos vamos —regresó con su grupo dando saltitos de alegría.

Volvieron a quedar solas —en su pequeño espacio—, viendo cómo Lory se encargaba de convencer a los demás de unirla al grupo, por lo menos en esa salida. Todos asentían enérgicamente, menos aquel chico fastidioso, el ex de Lía. Su ceño fruncido solo significaba una cosa, no está de acuerdo con su presencia allí.

—No le prestes atención, siempre ha sido un idiota ególatra —susurró Lía, tomando su rostro por la barbilla para atraer su atención—. Tú, cosita preciosa, estarás conmigo y nadie estará de metiche.

La sonrisa de Rosalba al escuchar sus palabras fue toda la respuesta que necesitaba, pero la algarabía de Lory volvió a interrumpir su momento.

—Bueno, tal vez ella sí lo haga —murmuró Lía con resignación—, será inevitable.

—No hay problema, es medio divertida —contestó Rosalba tomando su mano.

—Por ahora —murmuró en respuesta—, no más deja que coja confianza.

Salieron todos juntos, al parecer eran menos de los que Rosalba esperaba. Tan solo iba Lory, junto a ella su novio y dos amigos de este, el odioso ex novio de Lía y Auri, quien casi no había hecho notar su presencia más que con un par de miradas escrutadores hacía ella. Sin prestarle atención a eso, iba rezagada del resto con Lía a su lado. En esos momentos no le importaba tener sobre ella las miradas de los demás, solo le interesaba escuchar la voz y risas de Lía, toda su atención estaba en ella.

Llegaron a un restaurante de comida rápida, el cálido aire tenía un leve olor a comida recién hecha, activando más de la cuenta los receptores de varios de ellos, incluyéndola.

—Ya muero de hambre, ¿ordenamos? —se quejó un chico.

Pegaron dos mesas para hacer más espacio para todos, se sentaron y la conversación empezó así sin más.

—Y dime, chica, ¿cómo te llamas? —preguntó el novio de Lory curioso—. Por lo menos debemos saber eso, ¿no crees?

—Rosalba, pero me llaman Rosi —contestó nerviosa.

—Ah, eres Rosi Rosita —expresó divertido mirando a Lía, quién apartó su rostro para no mostrar su sonrojo—, es un placer conocerte por fin. Soy Sebastián, su lindo y tierno novio. Porque ya conoces a esta preciosura, ¿verdad?

—¡Amor! —se quejó Lory emocionada.

—Sí, ya tuve el gusto —contestó Rosalba entre risas.

—Pero que mal educadas hemos sido —se volvió a quejar esta vez con más seriedad—, no te hemos presentado al resto.

Lory se levantó de su asiento, señalando a cada quien mientras hacia su corta presentación.

—Ella es Auri, amiga y cómplice de la infancia, pero obvio me quiere más a mí —decía jocosamente—. Este es Pedro y Sol, compañeros del grupo de danza. Mi novio hermoso, mío y solo mío. Y… por último André, el odioso del grupo.

—¿En serio, Lory? —se quejó este.

—¿Me equivoqué? —reiteró ella.

—¿Qué tal si ordenamos? —interrumpió Sol—. No sé ustedes, pero yo quiero pizza de pollo, pepperoni, y doble queso, sin veneno por favor.

Todos, a excepción de André, hablaban y reían con las ocurrencias que cada uno decía. Comían y charlaban como si no fuese la primera vez que salían con Rosalba, le hacían preguntas y la ayudaban a desenvolverse cada vez más. Gracias a eso, se sentía más segura y cómoda con ellos. Tanto así que se atrevió a contar algunas anécdotas, situaciones un tanto divertidas que había vivido en su independencia. Se centró tanto en ello, en las risas, en las expresiones de cada uno, que se dejó llevar por esa cálida sensación de ser escuchada y tomada en cuenta. Toda la atención estaba sobre ella, pero sus ojos solo podían ver a una sola persona.

Lía no había dejado de observarla, atenta y sonriente a todas sus expresiones y el brillo de emoción en sus ojos. Le encantaba que la mirara así, como si no hubiese más nadie allí que ellas dos. Le enternecía, la emocionaba y le daba esperanzas, más de las que ya tenía bien inmersas en su corazón.

Habiendo terminado la comida, reposado sus estómagos y reído hasta el cansancio, uno a uno, todos empezaron a irse directo a sus casas a descansar.

—Y colorín, colorado, creo que este cuento ya ha terminado —anunció Lory—, alguien tiene que madrugar mañana y ya está oscureciendo.

El cielo ya estaba parcialmente oscuro, pero se sentía fresco y resplandeciente. El primero en marcharse fue André, quien según Sebastián no soportó la actitud infantil de Lía con su nueva amiga.

—Fue un gusto conocerte, mi querida Rosi —dijo Sebastián—, ¿nos vemos después?

—Claro, será un gusto —contestó emocionada.

—Nos vemos en la u —se despidió Lory besándola sonoramente en la mejilla—, a ver si a mí también me cuentas los chismes del día.

—Sí, claro.

—Créeme, lo que menos le interesa es saber de chismes —aseguró Lía, viendo ceñuda a su hermana.

—¿De verdad? —indagó Rosalba curiosa.

La risa estridente de Lory no se hizo esperar, y ante ello Lía no pudo evitar golpear su frente con la palma de la mano como señal de exasperación.

—Ay pero que delicada —se burló Lory—, nos fuimos pues.

Aquel grupo se alejó a paso tranquilo conversando aún entre ellos, todos menos una. Auri se devolvió sin que los demás se percataran de ello, acercándose a Rosalba con cautela.

—¿Te puedo hacer una pregunta? —dijo sin rodeos.

—Claro —contestó nerviosa.

—¿Qué se supone que quieres con Lía? Y porfa, quiero que seas sincera —exigió con seriedad.

—¡Pe-perdón!

Regresó su mirada al grupo, que cada vez se alejaba más esperando no notaran aún su ausencia. Sebastián iba distraído en su teléfono celular, mientras Lory y Lía discutían fervientemente, siendo esta última insistente en sus palabras.

—No sé a qué te refieres con exactitud —titubeó—, somos amigas.

—No, en serio —insistió—. Para nadie es un secreto que ustedes dos se traen algo escondido, esas miraditas no pasan desapercibido. O sea, no están solas, disimulen un poco siquiera, ¿no?

—Es que…

—A ver, sé que no he sido muy comunicativa contigo ni nada por el estilo, no es tu obligación contestarme ni eso —añadió apresurada—, pero sí me preocupa la estabilidad emocional de mi mejor amiga. Se conocen muy poco para que lo entiendas, pero ya ha pasado por muchas desilusiones para que seas otra más. Solo quiero cerciorarme, eso es todo.

Se había quedado sin habla, jamás habría pensado que una amiga llegaría a preocuparse tanto por alguien. Era muy lindo, pero a la vez se sentía un poco ofendida. ¿Por qué le haría daño a Lía? Sí le daba un poco de temor no ser suficiente, que sus traumas salieran a la luz estando con ella y solo la ahuyentara. Pero no eso, no lastimarla. De ninguna manera haría algo así, jamás.

—Así que quiero saber cuáles son tus intensiones con ella, no quiero que se ilusione sola.

Miró detrás de Auri, tanto Lía como Lory ya se habían dado cuenta de la situación, observando detenidamente desde su ubicación. Sin embargo, la curiosidad de Lía podía llegar a ser más grande que la de cualquiera de ellos, por lo tanto, se fue acercando a paso decidido. Rosalba respiró profundo y contestó, rápido, sincera y todo antes que ella llegara.

—De verdad me encanta Lía, en serio me gusta demasiado y solo quiero pasar todo el tiempo que pueda con ella —decía mirándola a los ojos—. Y sé muy bien lo que es sentirse traicionado, así que eso es lo que menos quiero hacerle.

—¿De verdad puedo confiar en ti?

—Sí, te doy mi palabra.

—¿Palabra de qué o qué? —indagó Lía escuchando solo aquella parte.

Se cruzó de brazos intercalando su mirada escrutadora entre ambas, esperando con ansias a que una de ellas hablara por fin.

—¿No podías esperar, chismosa? —le riñó Auri.

Con un puchero de molestia, miraba ceñuda a su mejor amiga. Aquella escena le parecía de lo más graciosa y tierna, ver cómo discutían y se reprochaban como si fuesen madre e hija. Sintió un poco de envidia también, no podía evitarlo, siempre quiso una relación así con su propia madre o alguna mejor amiga. Pero nunca fue, y habría pensado que nunca lo tendría, hasta que la conoció.

—¿Te vas a quedar acá toda la noche o qué? —preguntó Lía.

—No, yo sí soy responsable y me iré a casa a dormir —contestó Auri restándole importancia a las quejas de Lía, y dirigiéndose por última vez a Rosalba dijo—. ¿Cuento contigo entonces?

—Sí, claro —contestó con una sonrisa.

—Nos vemos en la u —aseguró igual de sonriente—, y tú no llegues tarde. Estaré llamando, ¿vale?

—Sí, gruñilda.

Se alejó sin mirar atrás, dejándolas a solas y en completo silencio. Se percató, un poco tarde, que tanto Sebastián como Lory ya se habían marchado sin haberse dado cuenta antes.

—¿Lory te acaba de dejar sola aquí? —indagó Rosalba asombrada.

—¿Qué? No, es desgraciada a veces, pero tampoco así —contestó Lía burlona.

—Pero…

—Yo le dije que se fuera a casa sin mí —le interrumpió, tomándola del brazo dulcemente para iniciar su caminata.

La veía sonreír emocionada, tan cómoda y tranquila como siempre. Le gustó y a la vez le llenó de curiosidad, ¿por qué había hecho eso?

—Solo quería pasar un rato más contigo —añadió mirándola a los ojos—, sin miradas de chismosos poniéndote nerviosa ni odiosos cerca. ¿Qué dices?

—Me encantaría —contestó Rosalba embobada—, igual no hay de otra, ¿no? Porque ya se fueron y eso.

—Claro, no tienes más opción que aguantarme un rato más —se burló Lía—, ¿vamos por un helado?, ¿o quedará mejor un café?

—Helado para ti —aseguró Rosalba.

—Ok… Helado de café, suena rico —reiteró Lía.

—Nada de cafeína, te puede dar migraña —advirtió con tono burlón.

—¿Quién te fue con el chisme? —le reclamó haciendo un puchero—. Esa pinche Lory, voy a golpearla.

Caminaron y charlaron a la par, sentándose en unas bancas de un parque lleno de niños y familias pasando el rato. Había algunas parejas conversando y tomándose fotos, otros solo mirándose acaramelados y abrazados. Por un momento se imaginó así misma con Lía en una situación parecida, pero en un lugar mucho más tranquilo como su apartamento, viendo películas y comiendo botanas. Sería un plan estupendo, romántico y perfecto para confesarse. Sin embargo, no creía conveniente que conociera aquella caja de fósforos dónde vivía. Le daba vergüenza, creía que eso demostraría lo poco que vale y arruinaría sus oportunidades de poder conquistarla.

—¿En qué tanto piensas? —preguntó Lía después de un rato en silencio.

—¿Qué harás en vacaciones? —indagó tratando de desviar el tema.

—Mmmm…. No lo sé —contestó pensativa—. ¿Qué harás tú? Podría hacerte compañía.

—Eso sería genial, pero…. —titubeó nerviosa—. Daré clases de refuerzo, no creo que eso sea interesante de ver.

—Por lo menos eso sí es legal —se burló.

Rosalba suspiró, evitando reírse a carcajadas y darle la razón. Contrario a eso, solo la miró con reproche y con el ceño fruncido, pero con una sonrisa burlona igual que la de ella.

—No me caes bien, pero te la dejaré pasar porque este lugar es lindo y tranquilo, pero me ofende muchísimo —suspiró una vez más fijando su mirada hacia el frente.

Continuó observando con algo de melancolía y envidia a todas aquellas parejas, familias, niños y amigos disfrutar sin preocupaciones, siendo felices mientras reían y jugaban. Sin embargo, aquello no le dejaba ver lo que tenía al lado, así que no tuvo de otra más que actuar por sí misma.

—Muy lindo y todo, pero me da dolor de cuello —se quejó Lía, acariciando suavemente aquella zona.

Se acomodó muy tranquila apoyándose en el regazo de Rosalba, tomando sus manos para que rodearan su cuerpo, abrazándola y acariciándola con dulzura. Eso quería, pero no solo en ese momento, sino todos los días, con más tranquilidad y privacidad, solo ellas dos.

—¿Más cómoda? —susurró Rosalba a su oído, aprovechando para aspirar su fragancia.

—Ahí vamos, se hace lo que se puede.

—¡Odiosa! —se quejó, pero dejo un suave beso en su mejilla.

Suponiendo que tenía su permiso, Rosalba se dejó llevar por esa calidez que la embargaba al tenerla tan cerca, tan pegada a su cuerpo que podía sentir incluso el acelerado palpitar de su corazón. Aspiraba su fragancia, un aroma dulce y fresco que le recordaba aquellos días de tranquilidad, cuando corría sin preocupaciones y jugaba entre las flores.

Cuando era feliz.

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