El fallo de cupido- Un consejo sabio

Alberto no dejaba de ver a lo lejos la facultad de Psicología. Esta estaba cerca de la de enfermería, donde estaba su recurrente amigo estudiando. Justo en ese momento se encontraba contándole sobre una de sus clases; cosa que si bien, Alberto prestó atención, no estaba enfocado en ello. Estaba más concentrado en que no pensaba que la chica del sándwich estuviera loca como decía todo el mundo.

Por eso, al estar recargados sobre la pared, Armando se deslizó sobre esta hasta llegar al suelo. Lo hizo al darse cuenta del comportamiento de su amigo. Él sabía que Alberto había estado muy triste ayer por terminar con su novia, sin embargo, hoy le pareció extraño encontrarlo en mejores condiciones. Aún más cuando se dio cuenta que los ojos de su amigo apuntaban a otra facultad.

—¿De verdad piensas en la intensa de psicología? —preguntó Armando mirando al techo.

—No es intensa, ni loca. Es bastante agradable en realidad —contestó Alberto sin desviar la mirada.

—No puedo creerlo. ¿Ya hablaste con ella?

—Sí, creo que… Me gustaría hacerlo más.

—¿Te gustó? —cuestionó sorprendido el futuro enfermero.

—Me gusta Regina. Claudia solo me pareció interesante, me la encontré por casualidad y fue enserio amable. Creo que puedo hablar con ella.

Armando rodó los ojos al oír eso. Estaba impresionado de la declaración, sobre todo, no entendió la repentina decisión de su amigo. Después de unos segundos pensando eso, decidió no meterse más en el asunto; de por sí, ya estaba bastante cansado por sus clases. El sonido invadió durante algunos minutos la mente de ambos, hasta que Alberto tomó con fuerza su mochila para irse. Armando por otro lado solo estaba esperando eso.

—Veo cosas en ella que son mejores de las que tú ves, enserio. Estaré bien.

—No soy quién para juzgar —respondió Armando—. Espero estés mejor.

Alberto sonrió al oír eso. El chico no dejó de pensar en cómo la mujer había reaccionado ante él, sin si quiera conocerlo. Sentía curiosidad, una curiosidad que a veces era fácil confundir con otro tipo de sentimientos.

Aprovechando las horas libres, Alberto volvió a recorrer la facultad de psicología, esta vez de manera más minuciosa, con la intención de encontrar a la chica. Entró a uno de los edificios y empezó a recorrerlo clase por clase hasta que la encontró sentada en el pasillo, en el suelo al lado de un salón vacío. Vestía su clásica sudadera de trapo y estaba tomando un jugo de caja con popote, además tenía su cabello rojo revuelto. Verla le sacó una sonrisa al chico.

El joven se paró enfrente de ella, quién al verlo alzó la mirada curiosa. Este, formalmente se inclinó ante ella; la chica alzó una ceja confundida al verlo. Alberto, caminó a un lado y después de sacudir un poco su ropa decidió sentarse a su lado.

—Hola, Soy Alberto Rojas —dijo el chico estirando la mano.

La chica siguió confundida, pero aun así correspondió y extendió su mano.

—Clau… Claudia Valera. ¿Eres el chico de ayer? —cuestionó la mujer tomando un poco de su jugo.

—Es correcta esa afirmación. Verás, estoy pasando por una situación un poco preocupante y me encantaría tu consejo.

—Chico, me conociste ayer en la parada. Además, ¿cómo sabes en qué facultad estudio?

La mujer lo miró extrañado, pero en ningún momento pareció incómoda al respecto, pues nunca alejó la distancia de su compañero.

—Sí, mi amiga Arlet es tu compañera. Para ser sinceros no pensaba hablarte puesto que unos días antes te vi arrojarle un sándwich a un tipo —Claudia en vez de sentirse apenada al oír eso sonrió como si recordara un agradable momento—. Pero después, ayer fuiste… Genial. Además, creo que sería interesante pedirle un consejo a alguien que puede ser completamente objetivo porque no conoce mi situación.

Claudia bebió un poco más en ese momento. Entrecerró los ojos un momento mientras buscó su popote con la lengua. Después de aquello, miró a Alberto quién no había quitado su sonrisa, ni había movido un músculo desde que se sentó. Pronto la chica se dio cuenta de que el sujeto era una persona bastante cuadrada.

—Creo que… Puedo aceptarlo, sí. Es decir, esto no es una consulta psicológica, porque si lo fuera tendría que cobrarte y sobre todo no tener influencia directa sobre ti, así que no pienses esto como algún diagnóstico ni nada personal. En realidad, cualquier cosa que te diga tómala como la palabra de una persona cualquiera. ¿Estás consciente de ello?

—Sí, claro. —Respondió Alberto sonriendo.

–Bien… —Dijo Claudia sorprendida por la actitud del chico—. Habla.

Alberto se recargó por completo contra la pared. Miró al cielo durante un corto tiempo y decidió hablar al respecto. En pocas palabras le confió algo que había pasado a una chica que apenas y conocía.

—Conocí a una chica hace un año. —Claudia entendió por dónde iba el asunto—. Es magnífica, hermosa, la mujer más bella. Realmente pienso que es perfecta —dijo Alberto con una falsa sonrisa.

—Sí es así, ¿por qué me miras así para que te lo reafirme? —preguntó la chica al darse cuenta de que el joven se detuvo pensando en lo que dijo.

Alberto se sonrojó en ese momento y desvió la mirada. Ni siquiera él se había dado cuenta de que pensó en sí lo que había dicho era verdad.

—Tranquilo —mencionó Claudia motivando al chico—. Continúa con confianza.

Alberto asintió.

—Realmente creo que lo es. Es solo que ella desde hace un tiempo es difícil de complacer. No tenemos… La misma manera de expresar nuestro amor y eso causa que, la relación se haya vuelto un poco agobiante.

—¿Agobiante? ¿Qué tanto?

—Pues… Me terminó y anteriormente lo había intentado varias veces. Aunque nos conocemos hace un año empezamos a salir hace unos meses y en esos meses ya hemos tenido idas y venidas.

—Comprendo. Por eso estabas triste —habló la chica haciendo su jugo a un lado.

—Sí —afirmó el joven—. Es solo que pienso que podemos salvarlo. Hemos estado mucho tiempo juntos, creo que por eso mismo tenemos la capacidad de lograrlo. Me gusta demasiado, la amo, además de que le tengo mucha confianza.

—Bien… —dijo Claudia mientras se detuvo a pensar—. Bueno, ¿por qué quieres seguir con ella exactamente? ¿Qué te gusta de ella?

Alberto pensó unos segundos antes de decir algo, él sabía la respuesta, pero le costaba explicarla.

—Esa chica es maravillosa en todo sentido. La conocí en mi clase de Derecho mercantil, viene de una buena familia, es la más inteligente que conozco, es amable, tierna, quiere hijos como yo, es responsable, a sus padres les caigo bien, ella a mis padres también, creo. Es decir, tengo todo para estarlo con ella.

—Suena más a que te conviene —soltó de la nada la chica—. Se nota que la quieres, pero es claro que tú también notas la distancia entre ambos. No estás seguro de cómo complacerla y creo que es porque entre ustedes no hay más conexión. Quizá les falta más confianza o pasión, pero no parece algo que puedan lograr porque, de entrada, creo que ya no están dispuestos a hacerlo juntos. Te haría bien alejarte del tema un rato, mientras, piensas bien qué quieres hacer.

Alberto no juzgó y escuchó atentamente el consejo de la chica. Él era una persona comprensible, por eso no le era difícil tomar en cuenta lo que la mujer le dijo; sabía que era mejor escuchar antes de reaccionar. El chico se levantó, sacudió su ropa y después respiró profundo para voltear a ver a la chica. La miró amable y comprensible. Entendió que su consejo era cierto, pero sabía que no se iba a rendir tan fácil, por eso le sonrió feliz.

—Gracias, yo no creo rendirme de esta manera; pero tienes razón.

—Me alegra te haya servido —respondió la joven volviendo a tomar de su jugo—. ¿Tan linda es esa chica para que estés así?

Alberto rió al escuchar eso. Sacó de su bolsillo el celular y después le enseñó a Claudia una foto con ella en una fiesta familiar. En esa foto se encontraba el hermano de Regina con su prometida, su mamá, su papá y en medio de la foto estaban ellos dos. Regina era una mujer hermosa y Alberto un hombre magnífico, juntos parecían la pareja perfecta. Claudia lo notó, pero también se sorprendió. Se quedó algunos minutos perpleja, no sabía bien qué estaba viendo, pero al mismo tiempo Alberto se dio cuenta de que reconoció a su novia. Por eso le alzó una ceja antes de preguntar.

—¿Conoces a Regina?

—No lo sé, olvídalo. Creo que le estoy confundiendo. Es hermosa. Espero que soluciones todo y si no este es mi número. Nos vemos.

Claudia se levantó al igual que Alberto. Ella le dio un papel con su número, él lo recibió con alegría además de aceptación. Después de eso ambos decidieron despedirse e ir a sus respectivas clases. Alberto estaba feliz de haber escuchado un consejo de alguien diferente, eso le calmó; le hizo pensar mejor las cosas. Por otro lado, Claudia se sintió extraña al saber que ese chico le pidió ayuda, sin embargo, también se sintió bien. 

Le causó curiosidad la situación que él estaba pasando con su novia, por eso, aunque no lo dijo, esperaba que ese chico le hablara más de ello; aunque al mismo tiempo ella sabía que no debía meterse más. En especial porque ella no tenía derecho a acercarse a Regina, no de nuevo.

CONTINUARÁ…

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Una respuesta a «El fallo de cupido- Un consejo sabio»

  1. Avatar de chicalectoralr
    chicalectoralr

    QUEEEEE LA CONOCE?! QUE HABRA PASADO? +-+

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