Aún más allá – 5

Mientras más pasaban los días, más se convencía sobre lo que sentía por Lía. Después de ese regaño de Diana trató de controlarse, pero le era difícil hacerlo cuando ella le sonreía tan amplio y dulce que sentía su corazón apretujarse en su pecho. Sentía que con solo mirarla la quería todavía más, que se enamoraba de ella. Y sí, eso era preocupante.

Nunca pensó en el amor como parte de su vida, mucho menos el sentir algo tan intenso en tan poco tiempo y de cierto modo, le asustaba.

Había llegado por fin el sábado, solo trabajaría un par de horas y descansaría el resto del día. Durante esa semana pudo terminar el proyecto de Dafne, enviándole además unas instrucciones para sustentarlo sin que se note demasiado que no lo hizo en realidad. Además, pudo empezar el segundo trabajo sin ningún problema. Ese se le hacía más sencillo dado que estaba relacionado con el suyo, por lo que solo repasó un poco la información y escribió dándole un enfoque diferente. Aún tenía una semana para enviar los dos restantes, pero estaba más que bien de tiempo.

—Oye, nena, sé que no puedes vender más de un bono por carnet y todo eso —decía una chica con timidez—, pero podrías vender uno con una cédula, ¿cierto? De verdad lo necesito.

—Lo siento, pero el sensor no lee ningún documento diferente al carnet —contestó con amabilidad.

—Pero de verdad lo necesito, es para mí hermanita —replicaba cada vez más molesta—. ¿No puedes hacer una excepción?

—No depende de mí, el sistema es el que genera los bonos y sin el carnet…

—Es solo un puto bono, ¿qué tiene ese estúpido carnet de especial?

—Un código que te identifica como estudiante, pero eso no se vende con cualquier documento —contestó Lía apareciendo al lado de aquella chica—. Aquí entra cualquiera, si permitieran vender almuerzos con la cédula todos podrían comprar bonos y eso te dejaría a ti y muchos más sin almuerzo. ¿Ya entendiste o te lo dibujo?

Se quedó pasmada y admirada de la firmeza en sus palabras, por primera vez la veía molesta y lo hacía solo para defenderla.

—¿Y a ti quien te llamó? Esto no es de tu incumbencia.

—Claro que sí, primero porque ella todos los días aguanta groserías de fastidioso como tú, ¿en tu casa no te enseñaron modales? —explicó sin quitar sus ojos furiosos de ella—. Y, segundo, porque estás retrasando todo. No eres la única que estudia aquí, los demás también tenemos clases y solo haces más lenta la espera.

—¡Púdrete! —se marchó refunfuñando, dejando toda una escena tras ella y sin comprar bono alguno.

Con su mirada ceñuda, siguió los pasos de aquella chica solo para cerciorarse de su partida definitiva del lugar. Y durante ese eterno minuto se internó un silencio sepulcral, atentos todos a cada movimiento de las implicadas. Sin embargo, Rosalba no podía estar más emocionada y enternecida que cualquiera allí. La había defendido como nunca nadie lo había hecho, aunque hubiese una cosa tan simple como esa. No podía despegar sus ojos de ella, de su rostro molesto y atento, de sus facciones y su esbelta figura. Estaba embobada con ella, admirándola con ganas de poder tocarla más que una simple caricia en la mejilla.

—¿Me das un bono? —indagó el chico de la fila, carraspeando.

—Sí, claro —contestó apenada.

Al regresar su mirada a ella, la observaba atenta y con dulzura. Le hizo señas de regresar a su puesto en la fila, sonrió y le lanzó un besito al aire. Con esa imagen en su cabeza, continuó con la venta de los bonos reservando uno exclusivamente para ella.

—Gracias por eso, si pudiera hacerlo sería todo más fácil —dijo Rosalba, sonriendo con mucha ilusión.

—No es nada, si eso me deja ver esa linda sonrisa en tu carita lo haré todos los días —contestó sin guardarse ninguna de sus expresiones pícaras.

—Sí… sí, yo, bueno… —titubeó nerviosa.

—Eres demasiado adorable —anunció con un suspiro—, ¿me das un bono, cariño?

—Los que quieras —susurró causando una suave risa en Lía.

Hizo el proceso adecuado, sin que se notara demasiado el temblor de sus manos nerviosas y sudorosas. Respiró profundo, disimulando todo lo que su mente le dio.

—Aquí tienes —anunció con voz temblorosa—, ¿te veo en el almuerzo?

—Hoy haré la fila, tengo ensayo de danza —se excusó con una sonrisa triste y uno de sus pucheritos—, pero, ¿te digo una cosa? Acércate.

Se levantó de su asiento, acercándose a la abertura de la ventanilla sin quitar su atenta mirada de ella, de sus ojitos brillantes, esa espléndida sonrisa y sus labios. La mantenía a la expectativa, con el corazón desbocado latiendo a mil por segundo.

—¿Te cuento un secreto? —susurró muy cerca de su rostro—. Acércate más.

Se pegó más a la ventanilla, dejando medio rostro a disposición de Lía para susurrarle su secreto. Ésta, al tenerla tan cerca, aprovechó para rosar sus labios en el lóbulo de su oído, dejando que su cálido aliento la estremeciera al acariciar su piel.

—Te quiero —susurró de forma tan seductora, que Rosalba se mordió el labio para mitigar su propia emoción.

Inmediatamente, sintió sus suaves labios sobre su mejilla en un húmedo y largo beso, seguido de suaves caricias que buscaban el camino a sus labios. Sin embargo, no estaban en una posición muy cómoda para cualquier otra cosa, por lo que solo se limitó a dar un último beso y susurrar. Tan embriagante, seductor y delicioso.

—Nos vemos luego.

Se marchó con una enorme sonrisa y sus mejillas encendidas en carmesí, mientras que Rosalba no hacía más que contemplarla con la ilusión pintada en su rostro. Al perderla de vista se dejó caer en su asiento, la mirada perdida en el vacío frente a ella y su imaginación corriendo a toda velocidad. ¿De verdad había sucedido aquello o fue solo uno de esos sueños? Suspiró, cerró con fuerza los ojos y permitió derretirse por completo.

—¡Como me encanta! —susurró para sí misma.

Respiró profundo, apagó todos los aparatos y luces, recuperó la compostura poco a poco para poder regresar a su labor y evitar cuestionamientos. Y, aun así, no pudo quitar esa sonrisa de sus labios.

—¿Pollo o Bistec? —preguntó, ignorando todas las miradas curiosas que le daban sus compañeros de trabajo.

Por primera vez en semanas, sentía que el tiempo y la fila pasaban lentos. Esperaba verla pronto, así sea un par de segundos mientras le servía su almuerzo, pero se conformaría con eso para completar con broche de oro ese último día de la semana.

—En este momento no puedes darme lo que quiero… —dijo Lía presentándose frente a ella con su sonrisa pícara, cortando su respiración por un segundo—, pero, por ahora solo será pollo.

—Claro —contestó entrecortada.

Sirvió una de las mejores porciones que había visto, reservado desde el primer momento en que empezó a servir. Quería darle lo mejor, aunque sea solo en cuestión de comida.

—Aquí tienes, buen provecho —sonrió.

Dejo la bandeja de su lado de la barra, siendo detenida una de sus manos por su delicados y cálidos dedos. Sin quitar sus ojos de los de ella, acarició con suavidad la palma de su mano y dejó en ella una pequeña cajita roja.

—Gracias, mi amor —susurró Lía—, nos vemos luego.

Embobada como estaba, no se percató de sus inevitables espectadores. Varios veían la escena entre consternados y conmovidos, pero nadie se atrevió a decir nada salvó el siguiente en la fila.

—Muy bonito y todo, pero…

—¿Pollo o Bistec? —se apresuró a preguntar, guardando en su bolsillo aquel regalo y tratando de ocultar la vergüenza de su rostro.

—Por ahora solo será pollo —se burló el desconocido.

—Muy chistoso —sonrió.

La impaciencia empezó a jugarle malas pasadas, confundiendo los pedidos de los estudiantes y casi derramando un par de almuerzos. Esperaba poder librarse de todo eso cuanto antes, ver lo que le había dado Lía se había convertido en una necesidad. ¿Qué podría ser o podría significar para ella? No estaba asegura, pero quería averiguarlo de inmediato. Terminó de servir y, a regañadientes, se dispuso a limpiar y lavar trastes. La supervisora andaba rondando el comedor, por lo que debía concentrase lo más que pudiera para no meter la pata.

—Excelente trabajo, muchachos —dijo entusiasmada—, terminen eso y pueden irse a descansar. Nos vemos la próxima semana.

Se marchó con su caminar elegante, y con ello, Rosalba pudo respirar con más tranquilidad. Se escuchaba un bullicio ese día, los estudiantes caminaban y reían pasando por ahí con más energía que cualquier otro momento.

—Si quieres yo termino aquí —sugirió Diana viendo su semblante inquieto—, ¿tienes algo que hacer?

—Algo como algo, no —contestó sin mirarla, sabría que había algo más detrás—. Pero, ¿estás segura?

—Claro, ya me tienes nerviosa con esa inquietud —rectificó.

—Gracias, eres un amor —la abrazó.

Salió directo al baño donde se arregló y perfumó, sacó la cajita roja de su bolsillo y con una profunda inhalación la abrió. Dentro, una hermosa pulsera de piedritas rojas con negro se acomodaba sobre un cuadro de espuma, adornada con un dije en forma de letra R y un pequeño corazón. Se lo colocó sin poder ocultar su emoción, lo contempló por un largo minuto recordando su expresión al dárselo. Ese día no podía estar mejor para ella, le había dado un regalo y había escuchado directo de sus labios ese «mi amor» que tanto había deseado.

Salió apresurada a buscarla, recordando que le dijo tener ensayo de danza. Preguntó a cuántos veía, siguiendo sus indicaciones y dejándose llevar por su precario sentido de la orientación. Escuchó a lo lejos en uno de los pasillos de aquel bloque de salones una suave música, y a medida que se acercaba los sonidos de risas y algarabía se intensificaba. Al asomarse al aula pudo ver un amplio espacio con piso de madera, un enorme espejo cubriendo toda la pared frontal y un círculo de estudiantes en medio de aquella estancia.

En medio de ellos, otros tantos bailaban y se retaban entre ellos con canciones al azar. Junto a la puerta por donde entró ella había otros tantos espectadores, contribuyendo a la algarabía y riendo con ellos. De espaldas a ella, la distintiva silueta de Lía se removía y reía con la ocurrencia de sus compañeros.

—Pongan esa, la de la chinita CL —exigió una de las chicas.

—Coreana, babosa —le riñó Lía sin darse cuenta aún de su presencia—, es coreana no china. Se llama Hello Bitches.

Empezó a sonar una melodía peculiar pero atractiva, las chicas empezaron a bailar con movimientos atrevidos y bastante enérgicos. Por momentos incitaban e invitaban a Lía a bailar como si ya hubiese una coreografía planeada para dicha canción, sin embargo, ella los rechazaba, solo moviéndose sutileza en su puesto. Llegada la mitad de la canción, les riñó por haber hecho uno de los pasos mal, por lo que se levantó y empezó a bailar.

Sus movimientos eran sensuales y delicados al tiempo, movía las caderas al compás de la canción mientras sonreía y disfrutaba del momento. Era tan cautivador verla que para Rosalba no había nada más, solo ella moviendo su cuerpo al son de la canción. Terminada esta solo hizo una fingida reverencia a sus amigos, burlándose igual de ellos como lo hacían con ella. Le pedían que bailara otra, pero se negaba, hasta que inesperadamente levantó sus ojos hasta cruzarse con los de Rosalba.

La sorpresa se dibujó en el brillo de sus ojos, y con una resplandeciente sonrisa ladeada la saludó desde su lugar. Se mordió con suavidad el labio sin dejar de sonreír, mientras que el calor se instauraba en todo el rostro de Rosalba.

—Creo que podría bailar una más —sugirió sin apartar sus ojos de Rosalba.

Susurró algo al chico encargado de la música, regresó su mirada intensa a Rosalba y empezó a sonar una suave melodía. Conocía esa canción, era muy sensual y delicada, con la voz de nuevos artistas de la industria coreana. Red lights sonaba y Lía bailaba con soltura, mirándola fijo y sonriéndole.

Por un momento, ese momento, para Rosalba no existía nada más que ellas dos. Se imaginaba la escena como un sueño, un lugar iluminado por luces tenues y cálidas, Lía bailando con tanta sensualidad frente a ella sin dejar de mirarla. Su baile la hizo sentir sofocada, dentro de ella nació un calor intenso que se propagó por todo su cuerpo, activando cada célula y sensibilizando zonas que no podía atender en público. Tragó en seco. Se sentía extraño y a la vez placentero, le incomodaba por el hecho de estar rodeada, pero no deseaba que se detuviera. Sin duda alguna se había excitado con su baile.

Silbidos y bitores sonaron al terminar la canción, las risas y cuchicheos acompañados de miradas furtivas en su dirección tampoco se hicieron esperar. Lentamente, Lía se alejó de aquel grupo yendo a sentarse junto a Rosalba.

—Rosi Rosita —saludó dando un sonoro beso en su mejilla aún colorada—, ¿cuándo llegaste?

—Una canción antes —contestó nerviosa—. No sabía que bailabas tan bien, eso estuvo… increíble.

—¿De verdad te gustó? —preguntó Lía, acercándose con descaro mientras mordía su labio.

—Muchísimo —susurró perdida en el brillo de sus ojos.

Alejadas de los demás, charlaron por largo rato mientras estos seguían en lo suyo. Sin embargo, Rosalba no logró estar del todo cómoda al ser objeto de miradas de algunos de los presentes. Entre esos estaban aquellas dos chicas con quienes la había visto, Auri y Lory, además del chico odioso del día que se conocieron. ¿Qué hacía él ahí? «Juntos en el mismo salón, pero no revueltos» había dicho ella.

—¿Nos tomamos una foto? —sugirió Lía.

—Claro.

Usando su teléfono, Rosalba tomó una selfi en la que se podían ver ambas chicas abrazadas y sonrientes. Lía detrás de ella apoyaba la barbilla en su hombro, mientras sus manos rodeaban con suavidad su cintura acariciándola, pero sin pasar desapercibida para ella. Al terminar de posar, sus labios se pegaron fugazmente sobre su mejilla en un beso cálido y lleno de cariño.

—Quedo linda, pásamela —se emocionó Lía.

—Cuando llegue a casa, no tengo datos.

—Eso tiene solución —contestó Lía de forma pícara.

Tomó su teléfono, abrió la aplicación de wifi y agregó la contraseña de una de las señales de la universidad.

—Sospechoso —se burló—. ¿Cómo la obtuviste?

—Digamos que es la ventaja de haber salido con un friki de la red —dijo sin percatarse en sus palabras.

—¡Ah, ok! —expresó perpleja,

En su pecho, un retorcijón doloroso le robó el aliento y las palabras. ¿Acaso había escuchado mal? No, lo dijo fuerte y claro, había salido con un chico.

—¿Quién? —preguntó Rosalba tratando de tragarse el nudo que se formaba en su garganta.

—Bueno… ¿Recuerdas al odioso de la ventanilla el día que nos conocimos? Preciso está aquí —dijo, viendo la expresión de disgusto de Rosalba—. Sí, lo sé. Digamos que era ingenua y no lo conocía muy bien. Tengo malos ratos, no malos gustos.

Rosalba solo río ante el comentario, sin embargo, por dentro quería irse y enterrar su cabeza en la tierra. Había imaginado cosas donde no las había, pero también se le hacía extrañamente doloroso el hecho de haberle coqueteado y que ella solo le siguiera el juego. Pero, ¿y si no fue así?, ¿y si solo fue amable?

—Listo, enviada —aseguró Rosalba.

La foto era simplemente hermosa, tanto que sentía la necesidad de ponerla de perfil en cuanta red social tuviese, y si estás no eran suficientes, crearía cuentas en otras solo para presumirla. Pero luego recordaba no estar en la misma sintonía y lo reconsideraba. En su mano, aquella pulsera la sentía palpitar como si le recordara lo tonta e ilusa que había sido.

—¿Te gustó? —indagó Lía al ver que la estaba usando.

—Sí, está muy linda, gracias —contestó con una sonrisa ladeada, sin poder negarse ante la ilusión en sus ojos.

—Me encanta escuchar eso y…

No pudo continuar, una chica se había acercado a ellas de forma inesperada acaparando su atención. Lory se le había, literalmente, tirado encima.

—Mi amorcito bello, hermosa, preciosa, cachetona —decía mientras repartía besos en su cara.

—Quieta… Lory —le reclamó Lía.

Rosalba, ajena e incómoda con la situación a más no poder, estaba mirando en todas direcciones esperando el momento para poder irse definitivamente. Había sido lindo mientras duró, pero no debía ilusionarse más allá de lo que temía estaba.

—Solo quería saludar —hizo un puchero—, así que hola, y hola desconocida.

—Hola… —contestó Rosalba con timidez.

—Sí, ya, fuera, mucho saludo por hoy.

Lory se fue riendo a carcajadas, sentándose junto a aquella otra chica que no dejaba de mirar en su dirección.

—Se pone cansona ella —replicó Lía—, perdona esa interrupción. Lory a veces es… ah… ella.

—No hay problema —dijo con fingida naturalidad, desviando su atención a cualquier otra parte.

—¿Qué pasa, Rosi? —hizo un puchero, un tanto preocupada.

—¿A mí? Nada —negó, pero se vio intimidada por la insistencia en la mirada de Lía—. Es que… no sé, me parece que estoy de más aquí.

Empezó a decir con suavidad, lanzar poco a poco la idea de marcharse sin demostrar nada de lo que en realidad pensaba y sentía, ni mucho menos que sonara brusco.

—Si es por Lory no pasa nada, ella siempre es así de fastidiosa.

—No quiero que malinterprete la situación y se ponga celosa, no es como si quiera darte problemas o algo por el estilo, y pues, también es un poco incómodo que me estén mirando todo el tiempo, aunque sé que soy una extraña aquí.

—Podemos salir si quieres, está gente es un poco chismosa y como es la primera vez que vienes supongo que… Espera, ¿escuché mal?, ¿dijiste celosa? —indagó perpleja, haciendo una pausa para analizar las facciones de Rosalba.

—¿No son…?

—¿Pareja? —le interrumpió tratando de no reírse—. Claro que no, como crees. Jamás saldría con eso.

Sopesó aquella respuesta, tal vez sí era un indicio de ir por el camino correcto. Pero después sintió la pesada mirada de aquel chico, recordando la verdadera razón de su decepción.

—Ah cierto, que boba soy —se excusó entre risas nerviosas e incomodas—, había olvidado que eres hetero, perdón.

—Tampoco —replicó estallando en risas—, o sea sí me gustan los hombres, pero me gustan más las chicas. Soy bisexual.

—Ah, eso tiene más sentido —añadió Rosalba con un ápice de esperanza—, pero entonces…

—No saldría con ella jamás por muchas razones —siguió burlándose.

Curiosa, Rosalba desvió la mirada a aquella chica. Era simpática, un par de centímetros más baja que ella, pero mucho más alta que Lía, de piel clara y cabello largo, con cachetes sonrosados y ojos cafés claros. Sí le parecía atractiva, pero no era del tipo de chica con la que quisiera salir. En realidad, ella no era Lía y punto.

—Pero… es atractiva, ¿no?

—¿Y? No más mírala, está loca —decía Lía burlándose tanto de ella como de la expresión de Rosalba—, es celosa, demasiado caprichosa, más tóxica que Chernóbil y… es mi hermana.

Inmediatamente y como si le hubiese salido un tercer ojo en la cara, Rosalba regresó su mirada a Lía quien ya a esas alturas, no pudo contener más la risa y estalló en carcajadas atrayendo la atención de todos por varios segundos.

—Eres tan adorable que me provocas —dijo aún entre risas, mirando a Rosalba con dulzura.

Está, sin dar crédito a lo que escuchaba, miraba intercaladamente a ambas chicas buscando similitudes.

—¿Qué, de verdad? —exclamó si poder creérselo.

—Sí, recuerda que te dije que tenía una hermana que estudiaba aquí también —le explicó sin dejar de reírse de su ceño fruncido—, es ella. Lory es mi hermana, mi melliza.

—¿Melliza? —se escandalizó.

—Ay por favor, Rosi —se carcajeó—. Lory, ven aquí un momento.

La nombrada se acercó con cautela sin dejar de observarlas a ambas. Una ya colorada por la risa y otra con expresión de haber recibido clases de física cuántica, sin entender ni que estaba haciendo allí.

—Mírala bien, ¿no nos parecemos? —indagó Lía, colocando junto a ella el rostro de su hermana.

—En absoluto —contestó Rosalba aún más consternada.

—¡¿Qué?! —exclamaron ambas sorprendidas.

Un grito de emoción salió de los labios de Lory, quien se lanzó directo a abrazar a Rosalba y darle muchos besos en su mejilla.

—Gracias, en serio te amo —decía entre beso y beso.

—Lory, ¿qué haces? —se quejó molesta—. Ya déjala, animal.

—¿Celosita? —se burló esta.

—Largo —exigió—, lo siento. Dios, para que la llamé.

—¿De verdad es tu hermana? —indagó Rosalba, sintiendo el alivio correr por sus venas.

—Sí, me hace pasar más vergüenzas de las que quisiera, pero es mi hermana —suspiró con resignación.

Una sonrisa amplia y brillante se expandió en su rostro. Tal vez no había pensado mal, quizás sí tenía una mínima oportunidad con ella, de pronto sí estaba tomando el camino correcto. Y una vez más la ilusión volvió a su alma.

Contradictorio, impredecible y un poco… infantil, pero placentero al mismo tiempo. Un calorcito que le hacía sentir lo que nunca, se sentía viva.

—¿Qué? —preguntó Lía contagiada por su sonrisa—. ¿Y esa sonrisa tan preciosa?

—Nada, solo pensaba.

—¿En qué?

—En… —hizo una pausa mordiendo su labio seductoramente— posibilidades.

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