—¡Sopa de caracol, eh! —cantó demasiado alto al oído, Ricky, mi estúpido mejor amigo. Quise golpearlo porque me provocó un sobresalto. El desgraciado no dejaba de reír—. ¡Qué nivel de concentración! Allí tirado en tu cama y ni notaste mi entrada. Asumo que en nada bueno andabas con ese celular.

Su afirmación me sacó unas buenas risas porque, bueno, debía darle la razón. Sin embargo, me levanté a empujarlo por idiota.

—¡A ti qué te importa!

—¡Claro que me importa, Kevincito! —contestó abrazado a mi espalda con su voz dramática y hasta besó mi hombro, aunque intenté apartar a esa chinche de cabello turquesa que hablaba en un tono mimoso y me retorcía los pezones— ¡Todo de ti me interesa!

—¡Ya suéltame, idiota!

Conseguí apartarlo y le escuché reír a carcajadas mientras se apropiaba de mi cama probando pases de pecho contra la pared. Me senté ante el computador para realizar una investigación veloz sobre el sujeto de Grindr con el cual había estado hablando, no resultó difícil, en cuanto mi mejor amigo vio la foto que recién recibía, por primera vez fue de utilidad:

—¿Qué haces con la fotografía de Omar Rubio?

—¡Oh, lo conoces, qué buena señal! —Tecleé el nombre completo del sujeto y podría jurar que escuché a una máquina registradora sonar— Vaya, vaya, ¡cachin, cachin! ¿Qué tenemos aquí? Así que dueño del buró de abogados más aclamado del estado…

—¡No te atrevas! —sentenció Ricky, hasta tuvo el atrevimiento de ir conmigo a cerrar la ventana del navegador y girar mi silla para tenerme de frente.

«Allí vamos, de nuevo», pensé con fastidio porque sabía que era momento de ese espacio del día que bauticé «el sermón de Pepe grillo».

No me mal entiendan, amo a ese tipo, podría decirse que es mi única familia, aunque no de sangre, pero ninguno de sus discursos conseguiría hacerme cambiar de parecer.

En realidad, suelo utilizar SugarDaters para captar a mis dinos y ya que el último había sido muy generoso antes de salir del país con su esposa e hijos, no me vi en necesidad de buscar otro.

Pasaba el rato en Grindr, actualizando mi álbum especial con cíclopes no solicitados que los tipos suelen dejarte en el buzón, allí los puntuaba del uno al cinco, aunque ninguno había superado el dos. Siempre me hizo reír el hecho de que creyeran que un selfie de sus pitos torcidos, pellejudos o recontra peludos sería algo tentador.

No buscaba un cisne entre tanto patito feo desesperado por meterla o que le den, pero este sujeto apareció de repente en mi radar, su presentación me causó algo de ternura: «Soy nuevo en esto de las plataformas, no conozco mucho o mejor dicho, nada de este mundo y durante años he sentido esta curiosidad dentro de mí, quisiera experimentar, pero a la vez tengo miedo». Sonreí luego de leer.

Vi su foto de perfil, la verdad, pensé que no estaba nada mal, menos para la edad: cincuenta y tres. No mostraba su rostro solo torso, pero ¡qué cuerpo! Sendos brazos reposaban cruzados sobre su abdomen plano, un amplio y duro pecho salpicado de vello, algunas venas se marcaban en sus antebrazos y bíceps, además, si eso que portaba en su muñeca izquierda no era un Rolex de oro, definitivamente a mí no me gustaba mi trabajo… Pero sí, el tipo se veía demasiado sexi, de hecho, algo en mi pantalón se movió.

—Quieto, vaquero —le dije en bajo, pude haberle dado la debida atención, pero escogí escribirle a don sexi.

De aquello habían pasado unos días y en realidad hablábamos casi a diario, solía reír bastante con mis idioteces, regla de oro aprendida en el oficio: mátalos de risa y el resto es historia. Justo antes de la abrupta irrupción de mi mejor amigo, Omar había decidido mostrarme su cara y así acabé en medio de esa tediosa charla con Ricky.

Estaba de más, yo no dejaría mi «lucrativo negocio» por nada ni nadie, mucho menos debido a una zarta de regaños suyos.

Siempre hacía lo mismo, llamarme a la reflexión. Por un momento recordé aquel día que llegué a clases en mi hermoso descapotable, ese que gané con el sudor de mi esfuerzo y trasero.

Mientras todos nuestros amigos en la universidad celebraban conmigo, Pepe grillo me miraba con reproche, aunque admito que la simulación de mamada que realizó cuando ellos pidieron explicación, me sacó una buena carcajada.

Contemplé atento a Pepe grillo con un intento de seriedad porque, la verdad, estaba a nada de reírme por solo escucharlo:

—Conozco al señor Rubio, es un buen hombre —me dijo con ese gesto compasivo que a cualquiera le tocaría el corazón, pero yo solo me encogí de hombros y apreté la boca como una señal de: «lo siento por él, amigo»; Ricky golpeó mi hombro antes de seguir—: dirige el equipo legal de Murano y tú no quieres provocarle algún problema a Lio, ¿cierto?

—Donde pongo el ojo, pongo la bala, ¿lo sabes, cierto? —contesté sonriente, él comenzó a batir la silla y ya no podía dejar de reír—. Ricky…

—¡Kevin, tienes que parar con esto! Te meterás en un problemón y quizás a él también.

—Háblame de lana, plata, pasta… tiene harta, ¿cierto?

—Kevin, basta, ¿por qué sigues haciendo esto? Ya no eres ese chiquillo…

—No empieces con mamadas, Rick —lo interrumpí de golpe y me puse de pie para pasar de él. La investigación tendría que esperar.

Decidí ir por mi toalla y dirigirme al baño común de la residencia con Pepe grillo tras de mí que no desistía en su sermón, aunque era consciente de mi nula atención, ya que cuando se trataba de hacer fila, solía impacientarme.

—¿Lo ves? Este es el motivo, Rick. Odio tener que esperar si quiero ducharme o cagar. ¡Y eso que estamos en verano! —le dije fastidiado, interrumpiendo su discurso.

Sin embargo, sonreí galante para el grupo de chicas que pasaban cuchicheando, muy probablemente, acerca de mis pectorales expuestos a los cuales hice saltar como parte del saludo.

—No puedes quejarte —le escuché decir a Pepe grillo mientras las chicas me devolvían algunas risillas, luego volví a mirarlo—, al menos tienes compañía aquí para escoger.

—¿Y eso qué, Pepe? Con mi propio depa tendría un lugar privado al cual llevarlas. ¿Tienes idea de la pesadilla que resulta coger en este sitio?

—¡Es parte de la experiencia universitaria! —respondió muerto de risa y le devolví un empujón— Tu sueño era estudiar enfermería en la U, bueno, ¡aquí estás! La mayoría no tiene habitación propia.

Sonreí con algo de nostalgia porque en esa parte debía darle la razón. Cumplía mi sueño de la infancia y gracias a que él casi nunca estaba, ya fuese por sus empleos, clases o simplemente por dormir en casa; tenía el lugar para mí. Sin embargo…

—Amaría la experiencia con algo de privacidad.

—Siempre puedes venirte a mi casa el tiempo que gustes, solo digo.

Sonreí antes de, al fin, entrar a los baños y cerrar la puerta tras de mí para dejar fuera a mi estúpida y sonriente conciencia de afro turquesa.

Había unas diez duchas sin puertas con apenas divisores laterales para separarlas entre ellas; por lo menos, el trasero de cada uno era de conocimiento público. Seguí pensando en las palabras de Ricky, conforme el agua me empapaba.

Sé que siempre he sido bienvenido en casa de sus padres, podría decirse que me consideran otro miembro de la familia; el problema era justo ese: es suya, no mía. Este idiota se sacó la lotería con Lio, dueño de Murano, la segunda mejor constructora del país, el tipo se casó hace algunos años con su madre.

A pesar de eso, el imbécil escoge llenarse con trabajos temporales o de medio tiempo en lugar de disfrutar los placeres del dinero de su padrastro. Yo me harté de eso, cientos de trabajillos a lo largo de mi vida y todo para qué, ¿sobrevivir? Solo conseguí estabilidad el día que decidí sacarle provecho a mis encantos.

Cerré el agua y enseguida comencé a secarme el cabello que obstruía mi vista, luego de llevarlo hacia atrás noté a un par de chicos con la mirada fija en mi desnudez o, para ser exactos, intentaban disimular que habían contemplado mi paquete.

—¿Quieren una foto, amorcitos? Dura más, pero no son gratis —les dije antes de envolver mi cintura con la toalla y dirigirme al espejo donde sonreí por verlos desaparecer, apenados.

«Quizás debería cortarlo», pensé con los ojos en mi reflejo, el rubio oscuro de mi cabello suelto ya me estaba impidiendo la visión, sin embargo, recordé las palabras que Robert Ferro, un tiktoker modelo que sigo, suele decir: «¿Para qué cortar si no sos militar? Podés moldear y darle estilo«. Descarté la idea del mismo modo que lo hice con rasurarme, dejé que la incipiente barba poblase mi mandíbula, solo removí el vello del bigote porque no, así no. Luego de atarme el cabello en una mini coleta alta, salí sonriente del baño, repartiendo algunos guiños a las chicas que me veían con cara de enamoradas.

Pero la frescura del baño y risitas coquetas en el corredor se disiparon al regresar a mi recámara y encontrar a Pepe grillo con mi teléfono. Él, que siempre me prohíbe el suyo, irónico.

—¡¿Qué crees que haces, idiota?! —exigí en alto en cuanto arranqué mi celular de sus manos y fui hacia la cómoda por ropa.

—¿Veinticinco? A ver, Kevincito, ¿me dormí en una máquina del tiempo y no lo recuerdo o qué? —indagaba con la ironía bailando en sus palabras por lo cual reí mientras me vestía— Según sé, yo te saco un año.

—Ay, ya, Rick, no arruines la diversión. ¿Crees que me daría bola si sabe que apenas tengo veintiuno? No lo creo.

—¡Debes detener esto!

—Está bien —le dije en un tono bajo mientras sostenía su rostro entre mis manos y le hacía ojitos al estilo de Gato—. Tú ganas, me has hecho recapacitar.

Ricky sonrió y yo le devolví un malicioso gesto.

—Pero primero una cita con el dino.

—¡Aaaagh! ¡Eres un hijo de perra!

—Dime algo que no sepa, por eso me con…

Ricky me abrazó fuerte y procedió a disculparse, aunque quise apartar a la chinche turquesa, pronto me rendí, de repente algo nubló mis ojos, escogí cerrarlos para mitigar la sensación y correspondí a su gesto.

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Los días siguieron su curso hasta tornarse meses, el otoño se sentía cada vez más cerca y con ello el retorno a clases. Había disfrutado el verano entre citas con las chicas: Marcela, Xiomara, Regi, Leonella, Karen, ¿Yuli?… ¿Saben qué? En realidad no recuerdo los nombre de todas, pero cada una tenía lo suyo y pese a mi odio por la residencia estudiantil, la pasamos bien jugando al Kama Sutra.

Pero no se crean que mi verano fue solo diversión y despilfarro, no, no, no; también tocó trabajar por aquello de recargar las arcas, para eso nada mejor que un par de dinos. Un splenda daddy acabó endeudado por no apuntar a un chico de menor calibre, su error, no mío.

Luego fue turno del tipo feo, lo juro, era horrible… de hecho, al final de agosto y nuestra relación, borré cada fotografía juntos para olvidarme de él; eso sí, ¡tenía un yate! No, creo que se queda corto porque parecía un crucero; me alegró y muuucho las vacaciones… por otra parte, debí armarme con cierta pastillita para aguantar una noche de pasión con él y créanme que el tipo quería acción, es el lado malo de estar con un melao daddy, pero ¡hey!, valió la pena el esfuerzo, cada vez me acercaba más al depa de mis sueños.

El calendario junto a la compu marcaba dieciséis de septiembre con dibujitos de serpentinas y gorritos de fiesta que Ricky había colocado como recordatorio de su cumpleaños, como si pudiese olvidar que compartimos tal día. A diferencia de mí, él adora celebrarlo con fiesta latina, Pepe es una máquina de bailar. En mi caso, he llegado a disfrutar esa fecha solo en su compañía y apenas había pasado alrededor de cuatro o cinco años desde que ese tonto y su familia entraron en mi vida.

Una notificación saltó en la pantalla de mi celular y sonreí al ver que se trataba de Omar, me deseaba feliz cumpleaños con varios gif, pero torcí el rostro porque no recordaba haberle contado.

La verdad, ni siquiera al dino más cariñoso que tuve llegué a hablarle del por qué el repudio a tal fecha cuando quiso indagar, solo cambié el tema e hice lo que mejor sé: enfocarme en complacerlos a ellos y desviar con halagos y risas la atención sobre mi realidad o cosas muy personales.

Quizás por eso tampoco tendía a involucrarme en relaciones que superasen los seis meses y solía aclararlo desde el principio con ellos. Ese era el tiempo suficiente para pasarla bien, conseguir caprichos y guardar lana.

Sin embargo, aunque comenzaba a desesperarme de solo chatear durante tanto tiempo con él, sin ver dividendos, debido a su miedo a un encuentro, había algo dulce y tierno en Omar que me impedía mandarlo al demonio y tal vez fue eso mismo lo que me hizo contarle sobre tal fecha.

Kevin: Gracias por recordarlo😄, aunque verte fuera de la pantalla sería un fantástico regalo, bombón 😘

Hice el teléfono a un lado después de la tonta respuesta y me sumergí en el computador, veía el depa de mis sueños frente al mar e imaginaba que al fin era mío. Me vi de fiesta con amigos, también bautizando el balcón acompañado por los gemidos de una rubia sexi. Sonreí.

Una larguísima vibración hizo estallar el globo de fantasías y devolví la atención a mi celular, me sorprendí por los mensajes que llegaban uno tras otro, una risa baja se me escapó porque Omar se notaba nervioso al escribir y todo parecía indicar que yo tendría que escabullirme de Ricky o al menos así pintaba la situación:

Omar: Yo quiero, pero no lo sé.

Este mensaje ha sido borrado.

Omar: Es decir, ¿no sería extraño?

Este mensaje ha sido borrado.

Este mensaje ha sido borrado.

Omar: También quiero verte.

Omar: Quizás me arrepienta de esto, pero… podríamos vernos hoy.

Omar: Olvida eso.

Este mensaje ha sido borrado.

Omar: Tú di dónde.


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Un par de términos que incluí aquí y su significado:

Splenda daddy: Un Sugar bien generoso y cariñoso, pero de presupuesto reducido. Suelen acabar endeudados por tratar de cubrir cada capricho de su baby.

Melao daddy: Este Sugar tiene todo para complacer a su baby, aunque sus fondos generalmente vienen de negocios ilícitos 🙃 sin mencionar que no son muy agraciados fisicamente 🙈

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