Alejandra Todas nos sentíamos cansadas y desveladas, eran ya las tres de la mañana, así que decidimos irnos a dormir. Juanita se quedó en la sala, Marisa me asignó el cuarto de invitados como mi recámara. No habían pasado ni treinta minutos cuando unos toquidos furiosos casi derriban la puerta. Santo Niñito de Atocha. ¡Arturo!…
Mon Amour vol. 1 – Lobo, ¿estás ahí?
