La gente del pueblo, que pasaba por la orilla del polvoriento camino, veía con compasión —y algunos hasta con burla— a la infeliz que se encontraba en medio del campo, caminando entre la blanda y fragante hierba. Descalza, con el vestido manchado de barro y con la humedad calándole los huesos, Romina lloraba su desgracia…
El tintero de Lu – La intrusa
