El fallo de cupido – Cupido de mi lado

Cuando comienzas a experimentar sentimientos vacíos, suelen confundirte. No sabes qué sucede, por qué te sientes así, tampoco entiendes por qué pareciera que tu corazón se rompe. Alberto se sintió así después de que su novia le terminara.

Cuando perdemos a alguien tendemos a intentar sanar al instante, sin importar qué tan grande sea la herida; pero entre más intentas sanar, las imágenes son más fuertes. Los recuerdos de ambas personas juntas, los detalles, palabras o incluso cosas mínimas hacen que todo te recuerde a esa persona. Es como si el mundo no quisiera que la olvidaras.

Alberto estaba sentado en una banca de la cafetería de contaduría. Tenía su mochila en sus piernas y los codos recargados en la mesa con sus manos sobre la cabeza, ya que estaba muy adolorida. Alberto estuvo tan mal que incluso se puso lentes oscuros para salir, de esa manera ocultaba lo rojo que estaban sus ojos de llorar toda la noche. Aquello le avergonzó, porque nunca solía ser muy expresivo, se sentía indefenso.

Por eso mismo después de pasear por la facultad hasta llegar a la mesa de Alberto, Armando llegó al lugar. No lo citó su amigo, pero después de que no le dijera nada sobre su cita se preocupó por él. Al verlo supo que hizo bien en ir a verlo porque el chico estaba muriendo en vida. Armando sacó una silla de la mesa y mirándolo de arriba abajo le habló.

—Güey… Te ves terrible.

—No me digas —respondió irónico Alberto, agachando la mirada.

—Lo sé, no tenía buena espina, por eso llamé a Arlet —explicó Armando señalando con los ojos detrás de su amigo.

Fue entonces cuando caminando hacia ellos vieron a una mujer hermosa de piel morena, delgada y con cabello chino teñido de rojo. La mujer caminó con prisa hasta llegar con sus amigos para después sentarse a su lado. En el momento que vio lo mal que estaba su amigo, comprendió que enserio le había ido terrible, por eso se preocupó. Ellos habían sido amigos desde la secundaria, ahora iban en la misma universidad; con la única diferencia de que Arlet estudiaba Psicología y Alberto Administración y finanzas.

—¡Alberto! ¿Qué te pasó? —preguntó Arlet con tono preocupado.

—Regina… —Se limitó a responder el chico.

—¡Ay, Dios mío! —la chica dejó todas sus cosas a un lado y le tomó el brazo a su amigo.

El joven no pudo evitar soltar unas lágrimas repentinas junto a un suspiro de lamento el cual pronto reprimió. Aquella acción causó una reacción de disgusto en ambos amigos, quiénes no dudaron en mostrarse preocupados.

—Ahora sí, se acabó —mencionó Alberto con la voz entre cortada—. Necesito recuperarla, necesito que esto funcione. Puede cambiar la situación, yo lo sé.

Armando y Arlet se miraron el uno al otro con lástima. Ninguno supo qué decir al instante, pero pronto la chica dio el primer paso para hablar.

—No necesitas eso. Sabes que la relación con ella te estaba haciendo daño desde hace mucho tiempo —mencionó su amiga pelirroja con cierta sonrisa compasiva.

—Lo mejor que puedes hacer es aceptarlo y seguir tu vida. Avanzar a tu ritmo, pero con la idea de dejarla ir—explicó Armando compasivo.

—Pero sé que puedo hacerlo. Solo debo encontrar a alguien que me ayude con todo.

Las últimas palabras de su amigo les preocuparon. Sabía que no estaba listo para avanzar, pero eso no les importó porque sabían que esa relación debía acabar hace mucho tiempo. Fue en ese momento en el que la chica tuvo una idea que se notó en su mirada. Aquella mirada la notó Armando mientras la mujer se acomodaba para hablar claro.

—Creo que conozco a una persona que te caería bien. Quizá te pueda ayudar a entender por qué quieres seguir detrás de esa tipa, porque créeme, estás mal de la cabeza si sigues con eso.

—No estarás hablando de… —mencionó disgustado y quejumbroso Armando.

—¡Silencio! No le metas malas ideas de Clau en la cabeza.

Alberto miró confundido a ambos. Se dio cuenta que estaban hablando de alguien que él no conocía, pero por la reacción de cada uno, notó que no estaban muy de acuerdo entre sí.

—¿De qué hablas, Arlet? —preguntó confundido el chico en lágrimas.

La chica después de lanzarle una mirada amenazadora a Armando para que se callara, quién hizo caso y decidió no opinar al respecto, regresó su mirada a Alberto.

—Claudia Valera —explicó Arlet seria—. Es una compañera mía de psicología, es fantástica. Ella tiene experiencia en esto que te puede ayudar.

—Está loca —susurró Armando girando la vista.

Arlet le lanzó una mirada amenazadora al estudiante de enfermería, lo cual asustó al hombre. Por otro lado, Alberto que no le tenía miedo a su amiga, volteó a ver a Armando para entender su desacuerdo con la situación.

—¿Tú por qué pareces tan en discrepancia? —preguntó Alberto levantando una ceja.

—Bueno… —hizo una pausa viendo con temor a Arlet, pero después siguió—. Es la chica del Sándwich.

En ese momento para Alberto todo tomó sentido. No entendió como una chica tan agresiva podía ayudarlo. Después de tallarse los ojos y ponerse devuelta sus lentes que se había quitado por lo mismo, miró con atención a su amiga. Ella solo sonrió compasiva sin entender lo del sándwich, pero explicó.

—Habla con ella si la conoces, tiene una historia… Que estoy seguro entenderás.

—Tengo que ir a clases —habló el chico sintiendo curiosidad—. Gracias, nos vemos. Yo… yo estaré bien.

—Cuídate mi Alberto —dijo Arlet con preocupación.

—Nos vemos —se despidió su amigo levantándose y dando media vuelta.

Alberto por su parte avanzó a sus clases hasta que acabaron. Estaba listo para irse de su facultad. Se sintió cansado y perdido. Caminó por las calles de la universidad sin saber qué hacer. Por un momento pensó que era momento de rogarle nuevamente; al menos así lo decidió hasta que una voz fuerte lo alteró.

Ya era tarde en la universidad, pero seguía habiendo demasiadas personas, sin embargo, la voz gritona llamó su atención; fue cuando se dio cuenta que estaba en la facultad de psicología. Giró su mirada a una pequeña chica de cabello rojo que estaba insultando a la nada.

—¡Estúpidos pájaros de mierda! ¡Me acaban de cagar la cabeza! —Gritó mirando al cielo—. Les aseguro que traeré un arma para dispararles al cielo estúpidas aves.

Alberto la miró con los ojos muy abiertos al no entender lo sucedido. Cuando se dio cuenta de que era la chica intensa de psicología se cuestionó a sí mismo por qué Arlet quería que ella hablara con él. Por eso al momento de que esta chica siguiera gritando, Alberto decidió seguirla.

La chica era vulgar, depresiva, además de que a simple vista Alberto supuso que no se bañaba. La siguió hasta la salida de la universidad donde vio a unas mujeres que al pasar al lado de ella empezaron a susurrar cosas que la molestaron, por lo cual nuevamente empezó a gritarles.

—Al menos yo no tiño mi cabello con oxígeno para hacerlo güero. ¡Vieja ridícula!

Las mujeres al oírla solamente la ignoraron y avanzaron mientras que Alberto la miró extrañado. La chica no parecía tener cuidado personal, respeto a otras personas, paciencia y mucho menos la voluntad para no enfrentarse a gente que parecía molestarla. Vio en ella tristeza, por eso no entendió por qué hablarle. El chico suspiró profundo, para después recostarse sobre la reja y después cerró los ojos para descansar. Decidió dejar de seguir a la chica un segundo, pero entonces sintió como la reja se movió a su lado. Eso le hizo abrir los ojos para ver a la mujer que se recargó con él.

—¿Por qué me sigues? —preguntó la mujer viendo al frente, como si esperara algo.

—Lo siento, yo…

—¿Lloraste? —cuestionó la mujer sin verle a los ojos.

—Lo siento, solo te vi y bueno. Sí, lloré.

—Parece que te molestó hacerlo.

—¿A quién no le molesta llorar? —preguntó el chico con molestia.

—A las personas que lo necesitan para sanar. Créeme, son pocas lo que pueden hacerlo en medida.

—¿Y tú? —volvió a cuestionar con molestia.

Le disgustaba que aquella chica se metiera con él, sin embargo, la mujer pareció reaccionar diferente que con las personas que la habían molestado antes.

—Sí, yo también. Me ha costado mucho trabajo aprender a reaccionar bien a mis emociones; si supieras todo lo que he hecho. Por lo que veo a ti también te está costando.

El chico solo calló sorprendido. Su corazón se había calmado en ese momento sin saber el por qué, pero sí supo que la voz de la mujer era parte de la razón.

—Lo siento —se disculpó el chico bajando la mirada.

Los ojos de ambos se vieron por varios segundos, la chica lo miró serio, pero después le regaló una sonrisa linda.

—Lo siento, yo… —trató de contestar la chica sin quitar la alegría—. Bien, ahí va mi transporte. Nos vemos.

En ese momento la chica se quitó de la reja y corrió hacía la esquina de la banqueta, ahí fue donde alzó la mano para pedirle al camión que parara. El chico la observó extrañado, pero sabía que sintió algo al hablar con ella. Sabía que ella podía ayudarle con su exnovia.

Continuará…

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5 respuestas a «El fallo de cupido – Cupido de mi lado»

  1. Avatar de Min-ho
    Min-ho

    Uy😅 me gustó la aparición de la chica de sandwich, así el diré aumque no se el contexto 🤭

  2. Avatar de Gabriela

    Está loca, pero me gusta, sería yo, pero si me baño y no soy tan gruñona.

  3. Avatar de chicalectoralr
    chicalectoralr

    *se pregunta que clase de animales representarian a los protagonistas*
    Pero ya que Clau se la rifa XD

    1. Avatar de Diana Barrales H.
      Diana Barrales H.

      JSJJSSJ SOLICITO EXPLICACIÓN

  4. Avatar de adamstrongshelby
    adamstrongshelby

    😀

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